Ya
he comentado que El bar de Lee está formado por dos poemarios: Móstoles
era una fiesta, de 1998, y El Calvo del Sonora, de 2008. Para
este segundo poemario barajé otro nombre: El último triple de Larry Bird, que
se corresponde con el título de su primer poema. Al final me decidí por El Calvo del Sonora, porque este último libro lo sentía unido a aquel de 1998, y El
Calvo del Sonora tenía un sabor local de anécdota mostoleña que me gustaba.
La
historia contada en El último triple de
Larry Bird no conduzce (espero) a pensar en mi pura autocomplaciencia ante
lo que escribo, más bien obedece a esa sensación de que has escrito –por
fin- algo parecido a lo que has deseado
escribir (o al menos se encuentra lo suficientemente cerca) y después de los
años sigues pensando que ese algo que
has escrito es para ti importante (contiene una clave personal), pero en realidad
no le importa a nadie.
Por supuesto, esto también guarda relación con la frustración que representa intentar publicar tus libros y que no le interesen a ninguna editorial, uno de los pivotes sobre los que se sostiene el discurso de El Calvo del Sonora.
Por supuesto, esto también guarda relación con la frustración que representa intentar publicar tus libros y que no le interesen a ninguna editorial, uno de los pivotes sobre los que se sostiene el discurso de El Calvo del Sonora.
En
El último triple de Larry Bird
describo el recuerdo de unas imágenes televisivas; como la tecnología lo
permite, dejo debajo del poema el video de Youtube donde aparecen las imágenes de
las que hablo.
EL ÚLTIMO TRIPLE
DE LARRY BIRD
Pasa el tiempo y
la imagen perdura:
NBA, concurso de
triples, años 80.
Larry Bird, el Imbatido, ha fallado
algunos
lanzamientos, necesita
la doble
puntuación del último
para ganar, para
revalidar su título,
para seguir
siendo él mismo.
Faltan tres
segundos. El tiro sale.
Y según abandona
el balón
sus manos, Larry
Bird alza el brazo
y el índice. Sabe que va a entrar,
sabe que es de nuevo el campeón.
El estadio
guarda un silencio
clamoroso
mientras el balón recorre
su certero arco
de Robin Hood,
y un instante
después estalla.
Sigue
siendo mi imagen adolescente
de la seguridad
propia, el sueño
de cualquier
patoso: la adquisición
de una identidad
neta, inamovible.
Siempre quise
vivir un instante
como el de aquel
último triple de Larry Bird.
Hoy,
que han pasado los certeros
arcos de los
años, a veces creo
haberlo
conseguido, yo también encesté
mis últimos
triples de Larry Bird.
Lo he sentido en
el palpitar de los dedos
sobre la dura
cancha del folio en blanco,
pero ha sido sin
cámaras, sin focos,
en el silencio
de un estadio vacío.
Yo también era de Bird y como matador me encantaba Wilkins
ResponderEliminarHola Fesaro:
EliminarWilkins era muy bueno, pero en los concursos de mates el pobre tuvo la mala suerte de coincidir en el tiempo con Jordan. Yo creo que cuando eras niño podías admirar a Wilkins, pero no podías no ir con Jordan en el concurso de mates.
Saludos
Muy bueno el poema, ese año, el 88 fue el año de la NBA, del 88 al 92, luego la seguí mucho menos, claro que yo era de los Lakers, pero de los Lakers de Magic. De Bird tengo clavado el triple del poema y el robo a los Pistons, pero eso ya en diferido.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=H_RJ5XN8TK8
Hola Francis:
EliminarAcabo de ver las imágenes del robo de balón. Esas no las conocía o no tenía memoria de ellas. Sí me acuerdo, en cambio, de una canasta que mete Bird tirando el balón desde detrás del tablero, ya fuera del campo.
Me acuerdo mucho de aquellas finales Lakers - Detroit. Creo que yo también iba con los Lakers, pero me encantaban también los chicos malos de Detroit.
Ya he perdido la afición, pero aún me acuerdo de las alineaciones de aquellos equipos, cuando lo echaban en la 2. Luego Canal + compró los derechos, mis padres no estaban por la labor de pagar por ver tele y ya se acabó lo de la NBA; una pena, porque me encantaba.
Gracias por lo del poema.
Saludos
Como Francis Black, yo también era de los Lakers, lo que no resta para reconocer el gran jugador que fue Larry Bird. Ahora, creo que no es momento de hablar de baloncesto sino del excelente poema que nos dejas. No me cabe duda de que todo el que alguna vez se haya acercado con cierta asiduidad a la escritura habrá experimentado ese mismo pálpito que narras.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Antonio:
Eliminar¿Te acuerdas entonces del dúo Magic Jhonson - James Worthy? Me encantaba cómo jugaban.
Gracias por lo del poema. Creo que lo escribí en un momento sensible con el tema de conseguir publicar o no; cuando una editorial de prestigio me había prometido la publicación de uno de mis libros y yo ya iba viendo que iba a incumplir su palabra (y su acuerdo contractual).
Saludos
Está genial el poema socio. Aunque yo no me siento identificado. Entiendo lo que quieres expresar y lo haces de 10.
ResponderEliminarYo soy más un Larry Bell que levanta el dedo antes de hora y la puta pelota rebota en el aro, dejándome como un payaso.
Saludos compañero y de nuevo te felicito por el poema y el libro.
Hola Jaime:
EliminarGracias por tus palabras hacia el poema. Por supuesto, lo de sentirte como Bird en ese momento es una fantasía; lo normal es que domine la sensación de que no tienes nada claro y las cosas no salen como tú quieres.
De todos modos ¿qué hubiera pasado si Bird levanta su dedo y el balón no entra? Me fascina esa seguridad.
saludos