Editorial Tropo. 276 páginas. 1ª
edición de 2012.
Conocí a Sergio del Molino (Madrid, 1979) en marzo del año pasado en el Medialab-Prado de Madrid, en el evento Encuentro
de blogs literarios al que los dos habíamos sido invitados. Fue un día
agradable y largo, de conversar con mucha gente. Más o menos un mes y medio más
tarde acudí a la librería-bar Tipos
infames de Malasaña para asistir a la presentación en Madrid de su novela No
habrá más enemigo, a cargo de Alberto
Olmos. De nuevo fue un día agradable, del que habló Sergio en su blog (ver
AQUÍ). Me habría gustado pasar con Sergio, Olmos o Federico Guzmán más horas de aquella noche, pero me tuve que
retirar pronto porque al día siguiente tenía que dar mis clases de economía.
Y como suele ocurrirme muchas
veces cuando compro libros, No habrá más
enemigo no lo leí inmediatamente, porque de algún modo alocado consideré
que desbarataría mis planes de lectura de aquellos meses. Lo he hecho a finales
de enero.
Esta novela consta de tres partes
(Lo
de Lenín, Lo de León, Lo de Herbert) y un epílogo (Lo de
Sergio).
En la primera parte –Lo de Lenín–, este personaje, usando la
primera persona, nos habla de sus extraños encuentros con una mujer llamada
Lola. Una vez al año, desde hace siete (desde su primer encuentro), Lenín
recibe una invitación para reunirse con Lola en alguna ciudad imprevista; una
cita que no puede eludir, una cita marcada por el deseo (un deseo cargado de
destrucción) y la curiosidad. Lenín mentirá y pondrá en riesgo su vida
cotidiana (por ejemplo, la relación con su pareja Nadejda) por esos dos o tres
escasos días de sexo y desenfreno al año que vivirá con Lola. Lenín escribe
para su amigo León esta confesión, que trata de explicar al amigo sus raras
desapariciones anuales. La situación planteada se complicará cuando Lenín y el
lector empiecen a comprender que Lola no es una mujer común, es alguien que podría
haber sido joven (como ella afirma) en la Lisboa de 1941, o el fruto de la
mente perturbada del personaje. Mientras, los encuentros anuales se dan en
lugares cada vez más lejanos y resultan cada vez más devastadores y, sin
embargo, necesarios para Lenín. “Querido Lenín, no me adelanto a tus deseos,
soy tus deseos. ¿Cuántas veces más te lo tendré que explicar?” (pág. 127). Lola
pudo haber sido joven en 1941, y conoce los deseos, el pasado y la intimidad de
Lenín.
El lenguaje que usa Del Molino es
rítmico, rico, poderoso; irónico sobre sus propias limitaciones como narrador
que recurre a las comparaciones del mundo audiovisual. De hecho, las referencias
a la televisión o el cine son continuas en el texto: “Como hacen las actrices
porno” (pág. 15); “Es fácil sermonear con tópicos oídos en la tele” (pág. 49);
“Demasiado cine” (pág. 100); o se refiere a lo narrado como si estuviese
hablando de un DVD: “Fast forward. No
mucho, un par de golpes al mando a distancia. Ya. Hasta aquí” (pág. 45).
He leído Lo de Lenín intrigado, deseando conocer las respuestas al enigma
(posiblemente fantástico) que se plantea. Y me ha gustado encontrarme con
alguna digresión en la que Lenín nos acerca a su pasado y a su familia, con los
que he sentido una fuerte unión generacional: “En aquella España de ceniceros
de Naranjito, electroduentes y carteles contra la OTAN no había que explicar
esas cosas” (pág. 43).
En Lo de León, la historia nos acerca a este segundo personaje, que
era al que se dirigía el texto escrito por Lenín en la parte anterior; pero
ahora la narración se desarrolla en tercera persona. El narrador, apegado a la
mirada de León, nos hablará de las calles de Zaragoza, la ciudad donde
transcurren la mayoría de las escenas de esta novela con fuerte vocación
cosmopolita (descripciones prolijas de Nueva York, Lisboa, Madrid, México…), y
de sus encuentros con Alejandra, personaje que también aparece en Lo de Lenín y que tiene una función
importante en la historia.
De esta parte me ha gustado sobre
todo el personaje de Irigoyen, un emigrante argentino pobre, que tiene un
programa pirata de radio, y que introduce a León en el círculo de sus amistades:
un grupo variopinto de hombres obsesionados por las batallas de la Segunda
Guerra Mundial y por los juegos de estrategia militar. Todo esto de las
batallas de la Segunda Guerra Mundial, sus generales, el Mal y los juegos de
estrategia me ha recordado mucho a las novelas de Roberto Bolaño.
Y en esta segunda parte, el
lector ya se va dando cuenta de que los misterios planteados en la primera
posiblemente van a quedarse sin resolver. Lo
de León puede leerse como una novela corta independiente.
En la tercera parte, Lo de Herbert, volveremos a algunos de
los escenarios caribeños de la novela; y la narración cobrará tintes de novela
negra. De nuevo esta parte podría leerse como una novela corta independiente de
las dos anteriores, aunque en algún punto trate de dar algunas explicaciones a
los misterios planteados en la novela, que como ya intuíamos quedarán sin
resolver.
No habrá más enemigo decepcionará a los lectores que busquen una
narración redonda y cerrada, ya que muchos de sus caminos, huyendo de los
convencionalismos, se adentran más en el terreno del subconsciente que en el de
la novela fantástica.
En el epílogo, Lo de Sergio, el autor interpelará al
lector para hacerle saber cuáles fueron las circunstancias terribles (días de
hospital que marcan la muerte de un hijo) bajo las que esta novela fue finalizada.
En su siguiente obra, La hora
violeta, Del Molino elige (por lo que he leído sobre esta novela aún no
publicada en el momento en el que escribo esta reseña) un tono muy personal
para desarrollar lo expuesto en el epílogo de No habrá más enemigo: desde el yo íntimo nos va a hablar de la
muerte del hijo.
El estilo narrativo –el fraseo
rítmico– de Del Molino me ha sorprendido gratamente y No habrá más enemigo me parece una novela imperfecta (debido a su
falta de coherencia interna), pero escrita con un lenguaje sugerente y poderoso.
Imagino que, al volcarse en un yo confesional, La hora violeta promete ser una obra de más calado.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola David. No he leído esta novela pero sí he tenido ocasión prematura de leer La hora violeta, y te puedo adelantar que es una obra maestra desgarradora (y a la vez llena de ternura) a la altura de Mortal y rosa de Umbral. Seguro que te va a encantar, yo a este escritor le veo mucho, mucho futuro. Un saludo.
ResponderEliminarHola Mike:
EliminarVaya, pensaba que La hora Violeta aún no había salido al público. He cambiado unos correos con Sergio y me dice que la presentación del libro en Madrid será el 3 de abril. Espero pasarme por allí.
A mí Mortal y rosa de Umbral me gustó mucho.
saludos
Hola David,
ResponderEliminarYa en la tercera parte los tintes de novela negra, creo que se está haciendo de muy buena calidad ahora en España, me he quedado sorprendido en varias ocasiones ya. Este libro me llama la atención, más aún porque dices que recuerda cierta parte a novelas de Bolaño. Habrá que ver. Un abrazo :)
Hola Yossi:
EliminarLa verdad es que tengo ganas de leer algo de novela negra, pero seguramente me vaya a los clásicos norteamericanos. Le tengo ganas a Jim Thomson, por ejemplo.
un abrazo