En el blog Atisbos, la persona que se esconde bajo el seudónimo de Arrecogiendobellotas
(nada menos) escribió la primera reseña que recibí de mi novela Acantilados
de Howth; una reseña muy entusiasta y agradable, por cierto. Cuando Baile del Sol publicó mi poemario Siembre
nos quedará Casablanca, contacté con Arrecogiendobellotas y le propuse
regalarle este nuevo libro.
La verdad es que como en Desde
la ciudad sin cines yo casi siempre comento libros de relatos o
novelas, el público que se interesa por mis reseñas no suele ser lector de
poesía y me cuesta encontrar personas que les atraiga leer mi poemario y que
puedan comentarlo en internet. Arrecogiendobellotas, pese a ser más lector de
prosa que de poesía (como yo mismo), aceptó mi envío y seleccionó el poema que
más le había gustado para colgarlo en su blog.
Es el titulado Cine
de verano, el segundo del libro, perteneciente a la sección Días
de cine, mi pequeño homenaje a las películas y su visionado en pantalla
grande.
(Ver AQUÍ el poema en el blog Atisbos)
Éste es el poema:
CINE DE VERANO
Mi
hermano aún no estaba con nosotros,
así
que yo era un niño menor de seis años,
y
el lugar un pueblo de playa,
seguramente
de la costa de Levante
(por
ejemplo, muchos años después, una concha
encima
del televisor: Recuerdo de Gandía).
Mis
padres son esa pareja joven de cualquier playa
en
verano, con la eterna sonrisa prometedora
e
indolente y un niño que no llega a los seis.
Olía
a mar. Por las noches solíamos ir
a
los cines de verano, inmensas pantallas
recortadas
contra el cielo, casi siempre dibujos
animados
que me entusiasmaban. No recuerdo
qué
películas, sí que eran dibujos animados y el entusiasmo.
De
la que guardo memoria es de una de ciencia-ficción,
serie
B, donde unos hombres de verdad luchaban
contra
la invasión de unos monstruos del espacio
que
yo no entendía como claramente de mentira,
sino
que me daban miedo y me angustiaban.
No
comprendía por qué mis padres me habían
llevado
a ver aquella película pavorosa.
No
salí corriendo cuando volvió a aparecer
alguno
de los temibles monstruos de cartón-piedra.
Lo
hice casi al final, sobrando ya el gesto,
cuando,
de un tirón, un hombre le arrancó un pendiente
de
la oreja a una mujer. Aquello me pareció intolerable,
eché
a correr por el largo pasillo ante la mirada
curiosa
y atónita del acomodador, que no me detuvo.
En
la calle ya no sabía hacia dónde huir,
me
quedé paralizado sobre la acera,
de
fondo posiblemente el golpeteo del mar.
Fue
mi padre quien me agarró por la espalda
y
me alzó del suelo.
De repente, me sentí protegido
de
todo en los fuertes brazos de mi padre.
He
hecho un pacto con la vida:
ya
no siento miedo en el cine,
ahora
es el sitio al que voy a olvidar
lo
que me da miedo.
A cambio la
vida
me
cobra un precio: cuando se acabe la película
y
salga a la calle, aunque lo haga corriendo,
sé
que no encontraré ningunos brazos
en
los que pueda sentirme seguro.
recuerdo la primera vez que vi esta pelicula inolvidable como ese momento. Aquella historia fue de amor, dudas y aprientos. Me encanta volver a verla
ResponderEliminarHola Segio:
ResponderEliminar¿Con la película te refieres a Casablanca?
saludos