En realidad, mi novia y yo no
pensábamos volver este verano a Estados Unidos. Pero el año pasado, al tomar el
vuelo de Madrid a Nueva York, un fallo mecánico hizo que el viaje se retrasase
todo un día. Al volver a casa reclamamos a la compañía aérea y ésta nos indemnizó
con dos vales por valor de 500 dólares cada uno, para vuelos en esa aerolínea y
con un año de caducidad. Como en septiembre los vales iban a dejar de tener valor
decidimos aprovecharlos y visitar en agosto -del 8 al 23- esta vez la costa Oeste norteamericana,
volando a San Francisco (buscando el vuelo más barato: conexión Dallas).
Igual que el año pasado colgué
algunas fotos en una entrada que titulé Un paseo literario por la costa Este
norteamericana (ver AQUÍ), este año he decidido hacer lo mismo con la
costa Oeste.
Seguramente el centro neurálgico
de la vida literario en San Francisco pasa por la librería City Lights, fundada por el poeta Lawrence Ferlinghetti y lugar de reuniones de la generación Beat, a la que pertenecieron
escritores y poetas como Jack Kerouac
o Allen Ginsberg.
Esta es una foto de la fachada de
la librería City Lights, en la céntrica avenida Columbus:
Y en la segunda:
No compré ningún libro, tal sólo
una postal en blanco y negro con una fotografía de Primo Levi. El año pasado compré en Estados Unidos 4 libros en
inglés y sólo he leído uno, así que en este viaje me propuse no comprar ningún
libro en inglés. Y los libros en español de City Lights se agrupaban en un
espacio pequeño y sin sorpresas: eran libros en español editados en Estados
unidos, algo de Gabriel García Márquez,
Roberto Bolaño o Isabel Allende.
Aquí estoy en la pared del bar Vesuvio, enfrente de la puerta de
City Ligths, lugar de reuniones beatnik:
Y aquí está la fachada del museo
de los beatniks (donde no entré):
Dashiell Hammett vivió en San Francisco entre 1921 y 1929. El restaurante John´s Grill (Calle Ellis,
63) es uno de los pocos locales mencionados en El halcón maltés que aún siguen
abiertos. Al parecer existe una sala llamada Halcón Maltés, en el segundo piso,
llena de objetos relacionados con Hammett. (No entramos a John´s Grill por
recordar una mala experiencia -una broma cara- en el local Harry´s de Venecia, donde paraba Ernest Hemigway). Esta es la fachada del John´s Grill:
En el grande y brumoso Golden Gate Park no encontramos por
sorpresa con esta estatua de Cervantes,
Don Quijote y Sancho Panza:
Cruzando la bahía se puede llegar
a la ciudad de Oakland, de la que la
escritora Gertrude Stein (que creció
aquí, aunque nació en Nueva York) dijo que en ella no había nada de interés.
También es el lugar donde creció Jack London, y cerca del puerto se
puede ver la cabaña donde este escritor vivió en Alaska, que se trasladó entera
hasta Oakland. Es ésta:
Además, cerca, existen dos
estatuas: una del propio Jack London, ésta:
Y otra de un perro, que imagino
que representa a Colmillo Blanco:
Y estando en California, en la
zona de la Bahía, la verdad es que yo no dejaba de pensar en el escritor Philip K. Dick, uno de los mitos de mi
adolescencia, que habitó en varias ciudades o pueblos de la región, donde situó
muchos de los escenarios de sus novelas de ciencia-ficción.
Así, no pude evitar cruzar el
primer día del viaje el Golden Gate a pie, para ir a al pueblo de Sausalito, pensando en una de sus
últimas novelas, La transmigración de Timothy Archer (de muy reciente reedición en Minotauro), que comienza así: “Barefoot
dicta sus seminarios en su casa flotante de Sausalito. Cuesta cien dólares
averiguar por qué estamos en la Tierra. También te dan un sándwich, pero ese
día yo no tenía hambre. Acababan de matar a John Lennon y creo que sé para qué
estamos en la Tierra: para descubrir que lo que más quieres te será arrebatado,
probablemente por un error en un lugar elevado y no intencionadamente”.
Este primer párrafo (que me sabía
de memoria) torturó algunas de mis noches de los 18 años.
En realidad, Sausalito es en la
actualidad un caro pueblo residencial. Dejo algunas fotos:
Pero, como en muchas zonas de la bahía, aún se pueden encontrar restos de su pasado hippy: existe todo un
barrio de casas flotantes. Imagino que en alguna de ellas era donde Barefoot
dictaba sus seminarios sobre el sentido de la vida. Dejo algunas fotos:
Por supuesto, también visité Berkeley pensado en Philip K. Dick,
ciudad en la que vivió de joven, y donde trabajó en una de las tiendas del
recinto universitario. Así comienza el prologo de su novela Radio
Libre Albemut: “En abril de 1932, un niño y sus padres esperaban en el
embarcadero de Oakland, California, el transbordador de San Francisco”. Y así
empieza la primera página de esta novela: “Mi amigo Nicholas Brady, quien, a su
entender, contribuyó a salvar el mundo, nació en Chicago en 1928, pero después
se trasladó a California. Pasó la mayor parte de su vida en Bay Area, sobre
todo en Berkeley, Se acordaba de los amarraderos de metal en forma de cabezas
de caballos situados frente a las casas antiguas de la parte montuosa de la
ciudad, y de los Trenes Rojos eléctricos que enlazaban con los transbordadores
y, en particular, de la niebla. Posteriormente, hacia los años cuarenta, la
niebla había dejado de cubrir Berkeley por la noche.”
La verdad es que no vi ni los
amarraderos de metal en forma de cabezas de caballo ni ningún tren rojo, y al
preguntar por Philip K. Dick a los dos amables mujeres que atendían la oficina
de visitas tuve (como ya me ocurrió el año pasado con H. P. Lovecraft en Providence) un vislumbre preciso de la
importancia social de la literatura: nunca habían oído hablar de él.
Pero no todo estaba perdido, en
una de las numerosas librerías de primera y segunda mano de la ciudad me
encontré con un estante bastante bien nutrido de sus obras. Aquí estoy yo
posando discretamente con un libro de Dick en la mano:
Visitamos Carmel y Monterey, y al
llegar a este segundo pueblo, en su paseo marítimo, llamado Cannery Row nos encontramos con algunos
motivos que recordaban que el escritor John
Steinbeck (nacido en California, en el pueblo de Salinas) había publicado
en 1945 una novela titulada precisamente Cannery
Row.
Existe allí este
busto:
Y también la figura de Steinbeck
es usada como reclamo para el museo de cera (no sé si esto es mejor que lo del olvido de Philip k. Dick):
Y antes he escrito que no pensaba
en este viaje comprar ningún libro en inglés, pero no así en español. Las librerías
que más me han gustado en San Francisco (dejando aparte City Lights) han sido
unas de segunda mano, que vendían libros donados (no sé si todos), estaban
atendidas por voluntarios (por sonrientes mujeres que sobrepasaban los 70 años) y
cuyos beneficios iban a parar al mantenimiento de las bibliotecas públicas.
Algunas estaban ubicadas en el propio edificio de la biblioteca (como en el
caso de la biblioteca central), y al menos una más en otra clase de locales
(algunos públicos), como la que me pareció la mejor, la de Fort Mason, situada en una antigua instalación militar muy cerca de
la costa. En esta última tenían una interesante sección de libros en español.
El primer día compré la primera edición de 1998 de Los detectives salvajes
de Roberto Bolaño por 8 dólares. Un libro
que ya tengo, en su quinta edición, pero que compré por pura mitomanía y como
inversión (consultado iberlibro.com ahora sólo se ofrece una 1ª edición de este
libro a 240 euros), y también compré dos libros del escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia, Las
muertas y Estas ruinas que ves, en las bonitas ediciones mexicanas de Joaquín Mortiz, por 4 dólares cada una.
Unos días después volví a la
librería de Fort Mason con la intención de comprar Putas asesinas y Amuleto
de Roberto Bolaño, que también eran la primera edición (ya tengo esos dos
libros en su 1ª edición) y las vendían a 4 dólares cada una, con el
descabellado propósito de revenderlas en Madrid a librerías especializadas y tal
vez ganarme algunos euros (y que así se note que al fin y al cabo estudié
empresariales). Pero algún inversor tenaz se había también percatado del valor
de esos libros y aunque sólo había tardado tres días en decidirme, las dos
primeras ediciones de Bolaño que dejé allí ya habían volado. Compré, sin
embargo dos libros más de Ibargüengoita, porque estaba leyendo Las
muertas y me estaba encantado; los títulos son: Maten al león y La
ley de Herodes, y dejé en el estante Los pasos de López, su
última novela, porque el último cuadernillo estaba despegado, y Los
relámpagos de agosto, porque este último libro lo tenía ya en casa –sin
leer aún- comprado de segunda mano, en la misma editorial Joaquín Mortiz. Así
que de las 7 obras narrativas de Jorge Ibargüengoitia tenían en la librería de
Fort Mason 6, sólo faltaba Dos crímenes.
Me acabé Las muertas y también Estas
ruinas que ves, empecé a leer Maten
al león y, como supongo que ya habrán adivinado, volví a Fort Mason y me
compré Los pasos de López. Me dije:
bueno, son sólo 4 dólares y siempre puedo pegar el último cuadernillo y además
no estoy seguro de si la editorial RBA (que está rescatando la obra de
Ibargüengoitia en España) lo ha sacado ya. Y de paso me compré también Bestiario
del nuevamente mexicano Juan José Arreola,
libro que no estaba allí en mis pasadas visitas.
Dejo unas fotos de esta librería
de Fort Mason. Desde lejos (es el segundo edificio, empezando por la izquierda,
de la primera foto con Golden Gate al fondo) hasta llegar a su interior:
Y querría cerrar este paseo
literario con una última foto que en el futuro inspirará una novela pulp al estilo de las de Mario Levrero. Queda
en ella reflejado el momento clave que dará título a la novela: El ataque de las tortugas gigantes de
Chinatown:
Fantástico paseo, David.
ResponderEliminarMe encanta Ibarguengoitia. Que curioso pensar en ese casi desconocido escritor mexicano, al menos en España. Tuvo una muerte bastante perra en nuestro país...
Me encantan las ediciones mejicanas de Joaquín Mortiz. Cada vez que veo algún libro con su sello, es casi seguro que no equivoco al comprarlo.
Hola Detective:
EliminarLas próximas entradas del blog son sobre los libros de Ibargüengoitia, que ha sido el gran descubrimiento de este viaje. Sí, realmente merece mucho la pena.
Y sí, los libros de Joaquín Mortiz son muy bonitos.
saludos
¿Te han dicho alguna vez que le das un aire a Colin Firth...?.
ResponderEliminarHola Lilith:
ResponderEliminarLa verdad es que he tenido que buscar en google quién es Colin Firth.
¿Así que me parezco al tío que en El diario de Bridget Jones llevaba un jersey con un reno?
No la verdad es que no me lo habían dicho nunca, y yo diría que en persona no existe tal parecido: yo tengo bastante más nariz. Normalmente a la gente le suena mi cara, y luego nunca saben de qué. Yo diría que tengo una cara de español muy común, alguien que podría ser el primo de cualquiera.
saludos
El ataque de las tortugas gigantes de Chinatown. ¡Mola! A ponerse a trabajar...
ResponderEliminarQué buen viaje!
Federico
Hola Federico:
EliminarEl Chinatown de San Francisco era enorme, me gustó más que el de Nueva York. Había tiendas con unas horteradas impresionantes, y tú te decías ¿pero realmente alguien comprará esto en serio? Era difícil de creer. Parecía todo preparado para que lo comprara Michael Jackson.
Ya me contarás tú qué tal por Turín.
saludos
Pues ya podrías haber traído un dragón o un buda para el salón de los amigos!
EliminarUn dragón o un buda era lo más normal que había...
EliminarHola, David. ¡Qué suerte estar cerca de la cabaña de mi adorado London! Felicidades por el viaje.
ResponderEliminarInfernales saludos.
Hola Barbusse:
EliminarSí, la verdad es que yo también creo que es una suerte, con los tiempos que corren, poder conservar el trabajo y viajar en verano.
Creo que tenía dos lugares míticos desde la adolescencia: el Providence de H. P. Lovecraft y la Zona de la Bahía de San Francisco de Philip K. Dick.
Lógicamente cuando vas a allí en la mayoría de los casos no hay nada de lo que crees que estás buscando, pero me emociona igual verlo (al final todos los viajes son al fondo de la mente).
Y yo también pensé en releer a Dick (ya he leído otro libro suyo) y también a London: en la zona de Oakland era donde estaba ambientado el libro John Barleycorn, Las memorias alcohólicas de London, libro que editó hace años ya Valdemar y que me impresionó mucho a los 20 años. me gustaría volver a leerlo y también Martin Eden, que nunca leí.
saludos
David, es acertado eso que dices de que todos los viajes son en realidad al fondo de la mente.
EliminarOhhhh, Martin Eden es prodigioso. Un final penetrante y sobrecogedor. Y tienes la suerte de que está editado en Alba en una edición no mutilada y traducida excelentemente por mi admirada amiga Marta Salís.
Un saludo.
Hola Barbusse:
EliminarAhora estoy interesado en leer a escritores norteamericanos, y creo que voy a mirar en serio lo de este Martin Eden en Alba, que lo tenía localizado en Alianza y seguro que la nueva traducción es mejor. Además he leído en dos antologías hace no mucho el cuento de London La hoguera y me parece muy bueno.
saludos
David, ¿quién no ha tenido un jersey con un reno?.
ResponderEliminarUna nariz grande no posibilita una cara corriente.
Y resulta sexi.
Saludos con sal.
Hola Lilith:
ResponderEliminarSí, todo un clásico el jersey con reno.
Gracias por lo de sexi... verás que al final se va a enfardar mi novia... que lee esto... y es la que ha hecho las fotos...
saludos
¡Qué recuerdos! Yo también estuve en City Lights y disfrute muchísimo con mi visita al Steinbeck National Center en Salinas. Con tu permiso te robo la idea y haré unos posts sobre librerias y lugares litararios en viajes.
ResponderEliminarSi te pasas por las notas de mis lecturas, encontrarás una sorpresa que espero te guste.
Saludos.
Hola Manel:
ResponderEliminarA mí me hubiera gustado visitar también ese Steinbeck National Center, y me quedé con ganas de la casa museo de Jack London en el pueblo de Sonoma.
Pero al final no pudimos con todo.
Luego por la tarde, con más tiempo, me paso por tu blog.
Por supuesto, encantado de que hagas esas entrada sobre librerías.
saludos