Suttree, de Cormac McCarthy
Editorial Random House. 562 páginas. 1ª edición de 1979; esta es de 2023
Traducción de Pedro Fontana
Había leído hasta ahora seis libros de Cormac McCarthy (Rhode
Island, 1933 – Santa Fe, 2023): No es país para viejos (2005), La
carretera (2006), Meridiano de sangre (1985), Todos
los hermosos caballos (1992), En la frontera (1994) y Ciudades
de la llanura (1998). Cuando hablé de los cuatro últimos en mi canal de
YouTube –Bienvenido, Bob–, las
personas que me comentaron, y que conocían más libros de la obra de McCarthy,
me recomendaron que leyera Suttree (1979), novela que
consideraban que se mantenía en la línea de excelencia de sus obras mayores
como Mediano de sangre o Todos los hermosos caballos. Lo cierto
es que, en ese momento, no me sonaba el título y empecé a buscar información
sobre él. Durante el último invierno, una noche de sábado que esperaba a que mi
mujer se acabara de arreglar para salir a cenar fuera, entré furtivamente, con
el móvil, en la web de Iberlibro y lo
compré por impulso, de primera mano, en la librería Cálamo de Zaragoza.
Empecé a leer Suttree el 19 de marzo, día del padre, y lo terminé el
8 de abril; así que estuve veintiún días con él. De hecho, lo empecé, porque
durante las semanas anteriores, había tenido que atender diversos asuntos por
las tardes, después de salir del colegio en el que trabajo, y no me había
podido sentar a escribir reseñas, ni a grabar vídeos, y se me estaba acumulando
la tarea. Así que necesitaba un libro largo para salir de ese atolladero físico
y mental.
Cuando, después de leer libros como Meridiano de sangre o la Trilogía
de la frontera, abrí Suttree, que es una obra anterior (las más
antigua de las de McCarthy que he leído), tuve la sensación de que, durante las
primeras páginas, el estilo del autor se había vuelto mucho más barroco de como
lo recordaba. Suttree se abre con tres páginas, en letra cursiva, que
comienzan con un «Querido amigo», que nos hacen pensar en el comienzo de una
carta, donde el narrador le habla al lector de un río y una ciudad innominados,
con frases como «Henos aquí en un mundo dentro del mundo. En estas regiones
foráneas, estos hostiles sumideros y páramos intersticiales que los justos ven
desde el vagón o el coche, otra vida sueña. Deformes o negros o perturbados,
fugitivos de todo orden, extranjeros en cualquier país.» (pág. 11)
Las primeras páginas del texto principal –y, por tanto, no ya en cursiva–
siguen la misma línea que las anteriores; de un modo más concreto que antes, se
nos habla de un río, de un puente, de un pescador realizando su faena, de la
vida que empieza a moverse en este escenario.
Durante estas primeras páginas es llamativo la cantidad de vocabulario no
usual –sobre barcas y pesca principalmente– que recibe el lector: «falca», «trematodo»,
«salceda», «tolete», «pernada», «palangre», «acorullar», «cureñas», etc. Es
posible que, llegado a este punto, a la sexta o séptima página de una novela de
más de quinientas, el lector se sienta algo abrumado por el estilo denso, la no
presentación de personajes y el vocabulario ampuloso; pero, en ningún caso, ese
supuesto lector debe desfallecer, ya que pronto le será presentado, por el
narrador omnisciente de esta historia, a su personaje principal, Cornelius
Suttree, o simplemente «Suttree».
Como suele ser habitual en sus narraciones, McCarthy muestra las acciones
de Suttree y sus diálogos (no señalados por guiones) con las personas con las
que se va a relacionar y no sus pensamientos. En este sentido, las novelas de
McCarthy son muy cinematográficas. Después de ver a Suttree pescando en el río
–en principio, un río sin nombre–, iremos conociendo detalles del personaje:
vive en una casa flotante en la orilla del río en el que pesca con una barca, a
las afueras de una ciudad, posiblemente grande, de Estados Unidos. Es un hombre
joven, atractivo para las mujeres, que, aunque al principio parece que se
guarda de beber alcohol de mala calidad, acabaremos comprendiendo que tiene un
problema serio con el alcohol. Suttree es una persona capaz de beber hasta
perder totalmente el control de sí mismo. De hecho, cuando McCarthy describe
escenas en las que Suttree bebe suele valerse del recurso de la elipsis para,
en algún momento de la narración, cortar la escena y presentar a su personaje,
por ejemplo, despertándose en medio del campo sin saber cómo ha llegado hasta
allí. Es decir, el narrador se mueve al ritmo de los recuerdos de su criatura.
McCarthy, en muchos casos, no explica del todo qué está ocurriendo en las
escenas que dibuja, y será el lector el que tenga que imaginarlo, o pensar que
se ha perdido, en una lectura apresurada, alguna frase clave. En algunos casos,
la explicación aparecerá algunas pocas páginas después y, en otros, un gran
número de páginas después. Por ejemplo, en una escena aparece un personaje
joven que, por la noche, se acerca a campos de cultivo de sandías. Como hasta
entonces, el narrador seguía casi siempre los pasos de Suttree, el lector leerá
estas páginas pensando que le hablan de Suttree, de algún momento de su pasado,
y que esta escena explicará algo sobre la situación de su presente. Después
comprenderá que ese personaje joven –un adolescente de dieciocho años– es Gene
Harrogate, que será uno de los personajes secundarios de la novela, y que va a
conocer a Suttree en el correccional. El lector sabrá por qué Suttree estaba en
ese correccional unas trescientas páginas más adelante, hasta entonces solo
podrá especular sobre ello. En una de sus borracheras se quedó dormido en un
coche y las dos personas con la que estaba atracaron un comercio, sabremos al
fin. Habrá otras situaciones en la novela en las que el lector no sabrá, a
ciencia cierta, cuál ha sido la secuencia lógica que ha llevado hasta ellas.
Esto da a la narración siempre un aire de misterio y extrañeza, una sensación
de información hurtada y especulativa, de inminente explosión de violencia. En
este sentido, el estilo de McCarthy en esta novela, más que en otras que leí en
el pasado, pero que pertenecer al futuro del escritor que va a ser, me ha
recordado al de William Faulkner, con sus personajes perdidos,
marginales, quizás estúpidos o forzados a comportarse como estúpidos. Además de
ser un homenaje a William Faulkner, Suttree
también puede ser leída como un homenaje al Mark Twain de Las
aventuras de Huckleberry Finn. En la página 134 al hablar de un
personaje se dice de él que posee una «despreocupación huckleberryfinneana». En
la obra de Twain, sus personajes navegan por el río Mississippi, y las aguas
del río simbolizan el deseo de alcanzar la libertad de sus personajes,
Huckelberry y el negro Jim. Al principio, como no queda claro en qué ciudad se
sitúa la historia de Suttree y no se da el nombre del río, estaba suponiendo
que se trataba del río Mississippi; más tarde, el lector comprenderá que se
trata del río Tennessee, a la altura de la ciudad de Knoxville, en el estado de
Tennessee. Este río, a su paso por la ciudad, es navegable y puede tener una
anchura de doscientos metros; desemboca en el río Ohio, que a su vez va a dar
al Mississippi. En Suttree, cuando el
narrador describe el río, y lo hace de un modo insistente, siempre habla de su
suciedad, de los detritus que arrastra, de la vida oscura que esconden sus
aguas. Siembre hay una amenaza y un misterio en estas descripciones. En este
sentido, para McCarthy el río simboliza la suciedad de la vida, su oscuridad,
su amenaza de lo inesperado. Sin embargo, todas las descripciones sobre la
suciedad, lo depravado, la violencia, lo feísta… acaban siendo poéticas.
En la página 83, el narrador decide al final,
informarnos de cuál es el marco físico y temporal de su narración: «Un lunes
por la mañana en el mercado de Knoxville, Tennessee. En este año de mil
novecientos cincuenta y uno». Esta fecha es muy cercana a 1949, que es el año
en el que McCarthy sitúa la acción de la novela Todos los hermosos caballos.
Estas fechas en torno a 1950 para McCarthy parecen simbolizar un tiempo de
cambio en Estados Unidos, un momento en el que la modernidad de la sociedad ya
era inminente, pero en el que aún se podían encontrar en las tierras
norteamericanas ecos del Lejano Oeste.
He leído en internet que
es posible que Suttree esté basado en
material autobiográfico, ya que el propio McCarthy vivió en Knoxville, durante
su juventud, y desarrolló allí una vida bohemia y que, aunque esto no queda
claro, cometiera excesos con el alcohol, del que se separó más tarde. Desde
luego, los personajes marginales que aparecen en esta novela, habitantes
absolutos del destartalado patio trasero del sueño americano, resultan
absolutamente creíbles.
En algún momento se
insinúa que, pese a su modo de vida precario, pescando en el río, Suttree tiene
estudios universitarios, que nada tienen que ver con los amigos que frecuenta.
Y una de las escenas más impactantes del libro es aquella en la que descubrimos
que, en otra ciudad, tiene una mujer y un hijo pequeño, a los que ha
abandonado. ¿Por qué hizo esto?, ¿por qué Suttree abandonó a su familia? ¿De
dónde parte el dolor indefinido y sin fondo de Suttree? ¿A qué se dedicaba
antes de ser un marginado, un pescador de río? McCarthy, y de aquí brota gran
parte de su grandeza y su misterio, no va a desvelarnos algunas de las claves
fundamentales de su personaje. En casi todas las escenas de la novela, el
lector tiene la sensación de que una amenaza violenta se cierne sobre Suttree;
sin embargo, es posible que el lector en algún momento sienta que esta novela,
de más de quinientas páginas, sea una simple sucesión de escenas y que no
existe un núcleo narrativo central, que su personaje no cambia, ni avanza hacia
ninguna parte; que va a ser el mismo desde la primera página hasta la última,
sin ningún giro en su personalidad (lejana y misteriosa), pero en realidad no
acaba siendo así. Un lector atento, a pesar de que, como ya he contado, la
narración es muy cinematográfica y no podemos casi penetrar en los pensamientos
de Suttree, se irá percatando de que se producirán sutiles cambios en él, que
el personaje sí que va a tener algunos puntos de inflexión y va a luchar por
dejar atrás el estado de ánimo (¿una posible depresión?) que le condujo a su
situación actual. Será en la página 417 cuando leamos: «Mi vida es un asco, le
dijo a la hierba», y en la página 438, cuando se desata una tormenta, leemos:
«De pie entre un aullar de hojas, Suttree pidió ser fulminado por un rayo.
Restalló seguido de un trueno y él se señaló el entenebrecido corazón y suplicó
un poco de luz. (…) ¿Soy un monstruo, hay monstruos dentro de mí?»
Suttree siempre se
comporta de un modo amable con el gran elenco de personajes marginales que se
va encontrando, y esto le convierte en alguien entrañable, un hombre perdido,
con algún trauma sin resolver de su pasado (del que huye), un personaje
existencialista, al estilo de los de Albert
Camus o Jean-Paul Sartre, que se
siente más cómodo entre pobres, idiotas, ladrones o prostitutas, que con los
convencionalismos sociales de su propia clase social. Podría existir también
algún componente religioso en la novela; en algún momento se habla del pasado
cristiano católico de Suttree, dentro de la gran comunidad protestante
norteamericana. En cualquier caso, esta idea religiosa queda algo difusa en el
texto, ya que Suttree no parece querer redimir a nadie de su pasado.
Aunque me han gustado
más Meridiano de sangre, Todos los hermosos caballos y En la frontera, Suttree es otra gran novela de Cormac McCarthy sobre la violencia,
la marginalidad y los grandes espacios yertos del gran sueño norteamericano.
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