domingo, 11 de junio de 2023

Como si existiera el perdón y Quebrada, por Mariana Travacio

 


Como si existiera el perdón y Quebrada, de Mariana Travacio

Editorial Las afueras. 143 y 166 páginas. 1ª ediciones de 2016 y 202, éstas son de 2022

 

De la nueva editorial Las afueras –ubicada en Barcelona–, y que principalmente publican literatura latinoamericana, había leído hasta ahora dos libros, Cielos de Córdoba de Federico Falco y Tengo miedo torero de Pedro Lemebel, libros que me gustaron y que me parecieron muy bien editados. Como les sigo en redes sociales, estaba viendo que la novela Como si existiera el perdón (2016) de Mariana Travacio (Rosario, Argentina, 1967) se estaba empezando a convertir en el libro más leído y celebrado de la editorial. Barajé la idea de solicitárselo para leerlo y hacer una reseña, pero, como me suele ocurrir habitualmente, en la lucha entre leer novedades o clásicos, estaba ganando esta vez la segunda opción. Sin embargo, cuando publicaron una segunda novela de Travacio, titulada Quebrada (2022), al tener mi dirección de los envíos anteriores, los editores me metieron en los envíos de prensa sin hablarlo antes. Lo cierto es que esto es algo que no me gusta que ocurra, porque me crea sentimiento de culpabilidad no acercarme a estos libros. Suelo tener hablado con las editoriales, con las que estoy en contacto, que no me envíen libros sin que yo se lo solicite, y este tema aún no lo había tratado con los entusiastas editores de Las afueras. Cambiamos unos mensajes y quedamos en que me enviaran también Como si existiera el perdón, porque había leído que estas dos novelas estaban relacionadas y sabía que si no leía primero esa, no iba a leer Quebrada. Ellos accedieron, y me encontré con las dos novelas en mis estanterías de libros por leer.

Acercarme a ellas una detrás de la otra ha sido, al final, una buena decisión, porque le hablan al lector del mismo mundo referencial.

 

El narrador de Como si existiera el perdón es Manoel, que perdió a sus padres siendo muy niño, y casi lo único que sabe de ellos es que se fueron a trabajar a un campo lejano, para darle a él una vida mejor, pero que de allí no volvieron a su pueblo porque habían muerto. Cuando también muere su abuela, el Tano –que regenta un bar en el pueblo– le ofrecerá su casa a Manoel y oficiará de padre para él. Precisamente a este local del Tano será donde aparezca –en la primera página de la narración– uno de los hermanos Loprete, preguntando por una mujer llamada Pepa. El Tano quiere ayudar a Loprete, pero éste, después de cinco ginebras, desenvainará un cuchillo y se lanzará sobre sus interlocutores, que, para defenderse, le acabarán dando muerte. A partir de este hecho fortuito (narrado en las primeras dos páginas del libro) se desata una historia de rencores y venganzas, que hará que, en primera instancia, el Tano y Manoel tengan que abandonar el pueblo donde viven y refugiarse en otro pueblo del que el Tano es originario, y donde vive su hermana Luisa.
La escena inicial en la pulpería me ha recordado a esas historias iniciales en la obra de Jorge Luis Borges, cuando hablaba de los malevos y los cuchilleros, como en el cuento El sur.

 

Éste es el primer párrafo de la novela: «Allá, donde vivíamos, venía el viento norte. Era un viento de calor que nos cercaba despacio hasta instalarse como un perro hambriento. Cuando nos tenía rodeados, dormíamos unas siestas interminables. Nos despertábamos cuando el sol se iba y el cielo quedaba con un resplandor que seguía levantando el olor de la tierra seca.» Desde el comienzo Travacio nos traslada a un mundo en el que el paisaje es un personaje más, un paisaje de desierto, austero, donde es difícil que la tierra dé algo de fruto. En contraste, la tierra de los hermanos Loprete es una tierra de lluvias y charcos de agua, muy fértil.

La importancia del paisaje es fundamental también en Quebrada, donde un matrimonio mayor, formado por Lina Ramos y Relicario Cruz, vive en una zona montañosa que tampoco da frutos. Su hijo, el Talas, se fue hace catorce años, cuando tenía trece, a trabajar con el hermano de Lina a la selva. Desde entonces no saben nada de ellos. Lina ha decidido descender por la quebrada, hasta que encuentre un río, que la conducirá al mar. Relicario no quiere ir con ella, porque no quiere abandonar a sus muertos en el pueblo que le vio nacer.

Tanto por el tema del terreno pedregoso, desértico; la relación tan intensa que los personajes mantienen con los muertos, con la sensación de que pueden resucitar o aparecérseles, así como por el lenguaje austero, pero poético, estas dos novelas de Mariana Travacio me parecen influidas por la obra de Juan Rulfo, tanto por la novela Pedro Páramo, como por el conjunto de cuentos El llano en llamas.

Quebrada tiene dos partes, la primera consta de dos narradores, Lina y Relicario, y los capítulos en los que habla cada uno suelen alternarse, pero no exactamente, habiendo al final más capítulos en los que habla Lina. La segunda parte podría ser otra nueva novelita, y cuyo narrador esta vez es Rulfino, otro chico joven, que también es huérfano, como el narrador de Como si existiera el perdón.

Relicario, como buen personaje rulfiano, conversa con los muertos, en este caso su madre y su padre, cuyos huesos desentierra del cementerio para llevárselos con él, cuando decide seguir a Lina, con un borrico y un carro.

El paisaje de estas novelas de Travacio (y sobre todo Quebrada) me ha hecho pensar en el cuento Luvina de Juan Rulfo, que comienza así: «De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa piedra gris con la que hacen la cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho.»

En la página 82 de Quebrada leemos: «Y acá los grillos aturden, pero los perros no ladran.», que me ha parecido un guiño directo al cuento No oyes ladrar los perros de Rulfo.

 

El rancho de los Loprete, centro desde donde, en gran medida, va a pivotar la historia contada en estas dos novelas, está dominada por don Luis Loprete, que actúa como cacique local, como rico hacendado que piensa que todas las mujeres de los alrededores pueden ser suyas. En este sentido, volvemos a encontrar nuevas referencias al mundo de Pedro Páramo y al mundo de las novelas de dictadores latinoamericanas.

Me decía una persona, en las redes sociales, al comentar que estaba leyendo a Mariana Travacio, que los momentos de lluvia interminable en el llano, en la tierra de los Loprete, y la idea de que la mitad de la decena de hermanos Loprete están aquejados de locura y los otros hermanos los mantienen atados, le recordaba también al mundo de los Buendía y al Macondo de Gabriel García Márquez. Me parece una observación interesante y aquí quería recogerla.

 

La estructura narrativa de Como si existiera el perdón es muy precisa, muy de guion cinematográfico de una película western. En este sentido, Como si existiera el perdón me ha recordado a las propuestas de westerns modernos del norteamericano Cormac McCarthy, en novelas como Meridiano de sangre o Todos los hermosos caballos. Sin embargo, la novela inicial de Travacio se me acabó haciendo un poco corto, y pese a que era una novela bien construida, eché de menos, al acabarla, que la autora no hubiera decidido profundizar más en su historia y hacerla más larga, de tal manera que su narración envolviera más al lector. Imagino que estas narraciones tienen que tener ecos también de El gaucho Martín Fierro de José Hernández, pero esta es una de mis lagunas en literatura argentina y no lo puedo afirmar, solo intuir. En ningún momento, Travacio usa la palabra «gaucho», pero sí habla, por ejemplo, de «las boleadoras», que usaban normalmente los gauchos para cazar animales o reses. Como diría Borges, en el Corán no hablaban de camellos; pero se presuponía que estaban allí. Tampoco se habla nunca de Argentina, aunque el lector supone que es en su interior donde la autora ha situado la acción de sus historias.

Cuando empecé a leer Quebrada no estaba seguro de hasta qué punto ambas novelas estaban relacionadas. Como ya he apuntado, Quebrada empieza con la descomposición del matrimonio formado por Lina y Relicario, que viven en una montaña austera y condenada, donde casi todo el mundo se ha ido a territorios más fértiles. Al principio se narra un viaje, el que inicia Lina montaña abajo y luego el vieje de Relicario, que la sigue montaña abajo, unas semanas después. No sabía que Lina iba a llegar hasta el rancho de los Loprete y que, por tanto, lo contado en una novela y en la otra se iba a relacionar de forma más estrecha que como estaba suponiendo.

Travacio narra un mundo de hombres violentos, rencorosos, vengativos…, un mundo de masculinidad tóxica. En este sentido, su propuesta me ha recordado a la novela Ladrilleros de Selva Almada, que también hablaba de la violencia entre hombres en un pueblo del interior de Argentina.

Una de las preguntas que he estado haciendo continuamente al leer estos libros era ¿en qué época están ambientados? No aparece ninguna televisión o automóvil. Diría que las historias se ubican a finales del siglo XIX.

 

En resumen, Como si existiera el perdón y Quebrada me han parecido novelas violentas, poéticas, de prosa concentrada, con aires de Juan Rulfo y Cormac McCarthy, novelas buenas y bien hechas; y creo que ganan al leerlas en conjunto.

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