Cartas I, de H. P. Lovecraft
Editorial Aristas Martínez. 537 páginas.
1ª edición de 2023.
Traducción y edición de Javier Calvo
En el verano de 1990 leí por primera
vez a H. P. Lovecraft (Providence,
1890-1937). Lo descubrí gracias a la solapa de un libro de cuentos de Stephen King. Me gustaba el terror por
entonces; pero al encontrarme con Lovecraft, el adolescente que yo fui
descubrió que el terror era, más que una cuestión de trama, una cuestión de
atmósfera. Y Lovecraft era el maestro de la atmósfera terrorífica. En los años
90 lo leí en las ediciones de Alianza,
y cuando ya andaba yo por los treinta y cinco años leí los dos tomos con sus
narraciones completas que sacó la editorial
Valdemar con las traducciones de Francisco
Torres Oliver, José María Nebreda
y Juan Antonio Molina Foix. De
adolescente leí bastantes de los relatos de Lovecraft, pero no todos, y estas
obras completas me encantaron. Con algún altibajo, me lo pasé muy bien con
ellas. De hecho, me di cuenta de que de adolescente se me habían pasado algunas
narraciones que ahora me parecen de las más punteras del autor.
Creo que hace años, la editorial Valdemar anunció que iba a
sacar las Cartas de Lovecraft, pero
de algún modo aquel proyecto se truncó y ha sido la editorial Aristas Martínez quien las acabado sacando en España. El
editor y traductor ha sido Javier Calvo,
traductor de, entre otras, de la obra de David
Foster Wallace en España. Aristas Martínez va a sacar tres volúmenes de
cartas.
Las primeras cincuenta páginas del
libro son un prólogo, a cargo de Javier Calvo, donde éste nos cuenta algunos
detalles de la vida y la obra de Lovecraft, y la historia de la edición de las
cartas en el mundo anglosajón, así como sus temas. Calvo afirma que el 99% de
la escritura de Lovecraft fueron cartas. Su obra narrativa es relativamente
exigua (consta de 52 relatos o novelas cortas) y Lovecraft murió sin conocer el
éxito literario en vida. Publicó siempre en revistas baratas que detestaba y
también le rechazaban continuamente sus obras, y se dedicaba a escribir cartas,
donde sentía que no tenía cortapisas. Lovecraft no fue al colegio, porque su
madre pensaba que su débil salud no se lo permitía, y Calvo afirma también que,
aunque llegó a estar dos años casados, murió sin haber mantenido relaciones
sexuales. Vivió un corto periodo de tiempo en Nueva York, ciudad de que acabó
abominando, y el resto de su vida la pasó en su Providence natal, donde convivía
con alguna tía, después de la muerte de su madre, y la escritura de cartas
representaba su vida social. Podía escribir de cinco a quince cartas al día, y
algunas llegaron a tener una extensión de 70 u 80 páginas; cartas en las que
describía sus viajes por la costa Este norteamericana. Algunos de sus amigos
retenían un tiempo sus respuestas con la idea de que Lovecraft se centrara más
en escribir ficción que cartas.
Las últimas estimaciones indican que
Lovecraft escribió unas 75.000 cartas, de las que se conservan 10.000. En
Estados Unidos existe una edición completa de las Cartas de Lovecraft, que llega a los 23 volúmenes. Javier Calvo
afirma que el conjunto total de las cartas contiene más de una repetición y
también información poco relevante. Él ha seleccionado el material, para este
primer volumen, de tal modo que principalmente se muestren las ideas que tenía
el autor sobre escritura, sobre su obra, la de sus amigos o el género de terror
en general. Calvo identifica los siguientes temas en las cartas de Lovecraft:
1) Textos didácticos sobre escritura
2) Reflexiones sobre la literatura
extraña y construcción de un canon de sus obras
3) Reflexiones sobre la literatura
Pulp
4) Reflexiones sobre la expresión
literaria genuina
5) Diatribas contra el mercado y la
escena literaria americanos
6) Diatribas contra escritores y
escuelas literarias
7) Laboratorio de colaboraciones
literarias
8) Debates intelectuales
9) Diatribas sociológicas
10) Narración de sueños
11) Diarios de viajes
12) Reflexiones sobre urbanismo y
arquitectura
Calvo además de elegir unas cartas
sí y otras no, también elige párrafos significativos dentro de estas, y ha
dejado fuera algunos de los temas, como el de los sueños y los diarios de
viajes.
La selección de las cartas empieza
en 1919. Durante la década anterior, hasta 1917, Lovecraft, después de unos
escarceos adolescentes, no había escrito ficción extraña. Se había dedicado a
la prensa amateur y a la poesía. En 1917 escribió algunos relatos, animado por W. Paul Cook, que era editor de una
revistilla amateur (de lo que ahora sería un «fanzine») y escribió La
tumba (1917), Dagon (1917) y Polaris (1918). Las
cartas recogidas aquí, empiezan cuando Lovecraft visita, junto a unos amigos
del periodismo amateur, Boston para escuchar una charla del escritor inglés Lord Dunsany, que le causará
fascinación y será una inspiración para él. Poco después escribirá La
nave blanca, su primer relato claramente dunsaniano.
En 1918 empieza a trabajar revisando
textos ajenos para revistas. En algunos casos, estas revisiones eran trabajos
de negro literario encubierto. De hecho, llego a hacer de negro literario para
un personaje tan popular en la época como era el escapista Harry Houdini.
Las primeras cartas están dirigidas
a amigos de su círculo de periodistas amateurs, como Rheinhart Kleiner. Pero pronto empezará a formarse lo que acabará
siendo el llamado «Círculo de Lovecraft» y los destinatarios de sus cartas
pasarán a ser jóvenes, adolescentes en muchos casos, que conoce a través de su
lectura de las revistas pulp y con los que empieza a intercambiar relatos e
impresiones sobre literatura. Uno de los primeros será Frank Belknap Long, un joven estudiante de Nueva York, interesado
en la escritura extraña.
Al final de cada año de cartas hay
una ilustración, dibujada por Lovecraft, o una portada de alguna de las
revistas en las que aparecieron sus relatos. Cada año comienza con una
introducción de Javier Calvo para informarle al lector del momento vital que va
a atravesar el autor durante los siguientes doce meses, cuáles han sido sus
peripecias vitales más importantes y quiénes son las nuevas personas que ha
conocido y que se van a incorporar a su grupo de intercambio de cartas (las
cartas llegarán a sumar 97 interlocutores). Estas introducciones acaban
formando una especie de biografía que le va a resultar muy útil al lector para
contextualizar el contenido de las cartas que va a leer.
A Frank Belknap Long le escribe en
1921: «Igual que a ti, me abruma la futilidad de todo esfuerzo, y la única
razón por la que leo o escribo algo es que sería todavía más infeliz si no lo
hiciera.» (pág. 113).
En agosto de 1922 Lovecraft le envía
una primera carta al californiano Clark
Ashton Smith solicitándole amistad, tras ver unos dibujos y unos poemas
suyos, mostrados por Samuel Loveman
en Cleveland. En esta primera carta le escribe: «Lo cierto es que soy alguien
que odia la realidad, un enemigo del tiempo y del espacio, de la ley y la
necesidad. Ansío un mundo de misterios, esplendores y terrores gigantescos,
donde no reine más limitación que las de la imaginación sin cortapisas. La vida
y las experiencias físicas, con el estrechamiento de la visión artística que
generan en la mayoría de personas, son objetos de mi desprecio más profundo. Es
por esta razón por lo que desprecio a los bohemios, que creen esencial para el
arte llevar vidas desenfrenadas. Mi desprecio no se basa en la postura de la
moral puritana, sino en la de la independencia estética; me repugna la idea de
que la vida física tenga algún valor o significado.» (pág. 142)
Este será el comienzo de una de las
grandes amistades epistolares de su vida. A Smith le hablará del rechazo que le
causa su obra Herbert West, reanimador, que escribió por dinero, y
serializándola, algo que Lovecraft odiaba.
En 1923 Lovecraft va a contactar con
la revista Weird Tales, que será
fundamental para él. Escribe a la revista presentándose en una curiosa carta en
la que parece que trata de conseguir no publicar allí en vez de publicar.
Además, se muestra arrogante, despreciando a la revista que, en gran medida, va
a ser su casa literaria. Lovecraft mantuvo una relación cuanto menos ambigua
con las revistas de literatura extraña. En gran medida, despreciaba lo que
publicaban, historias trilladas de trama, para un público poco cultivado,
aunque entre sus páginas se acabasen colando, de vez en cuando, lo que él
entendía por relatos extraños genuinos y artísticos.
En 1924 Lovecraft se va a mudar a
Nueva York, tras casarte con Sonia Green
en Manhattan, a la que ha conocido en el círculo de los periodistas amateurs.
Lovecraft no va a conseguir ganarse la vida en la gran ciudad, no le van a
contratar en una agencia literaria ni como redactor.
En sus cartas escribirá en contra de
la velocidad de escritura que exigen las revistas pulp, cuando él piensa que
los escritores de verdad escriben sin prisas.
En 1925 su mujer se va de Nueva York
por trabajo y él sigue sin encontrar, o buscar, uno. Por extraño que parezca en
la biografía que conocemos de Lovecraft, al que siempre identificamos como
ermitaño, durante un periodo de seis meses, saldrá todas las noches con sus
amigos de Nueva York, hasta que acabe rechazando este tipo de vida. Durante
este periodo escribe pocas cartas y sobrevive en la pobreza.
En 1926 escribe las 30.000 palabras
del ensayo El horror en la literatura.
Su empleo mejor remunerado en Nuevo
York duró dos semanas y media y consistió en escribir direcciones postales en
sobre para los encargos de una librería.
En 1926, desencantado de Nueva York
y deshecho su matrimonio, vuelve a Providence. «No hay posibilidad de que
Providence me ilusione o me desilusione; sé lo que es, y mentalmente nunca he
vivido en otra parte (…) Siempre seré un inadaptado.», le escribe a Lillian D. Clark en marzo de 1926 y en
la misma carta escribe su famosa alocución «Yo soy Providence», que aparecerá
muchos años después como inscripción sobre su tumba.
De 1926, tras fracasar en Nueva York
y volver a su ciudad natal, son también algunas de sus diatribas más duras
contra la ciudad, y algunos de sus comentarios más racistas, que se deben
entender como las palabras de una persona profundamente frustrada, en una
sociedad, la norteamericana de 1920, que, no lo olvidemos, era en general
racista. Llega a llamar a Nueva York «perrera de mestizos febriles» (pág. 238),
y se enroca en un provincianismo patriótico, en el que, según él, el arte
verdadero solo puede proceder del contacto con los antepasados. «Todo arte
genuino es local» (pág. 239), le escribirá a Bernard Austin Dwyer.
En 1926 comenta en alguna carta que
le está aburriendo la escritura de su novela corta La búsqueda en sueños de la
ignota Kadath (uno de los relatos de Lovecraft que menos me gusta) y
con él finalizará su etapa dunsaniana.
En 1926 empezará a cartearse con el
escritor August W. Derleth, a quien
le escribe aconsejándose sobre cambios en algunos de sus relatos tempranos y le
insinúa que en un relato de terror lo más importante es la atmósfera.
Los autores favoritos de Lovecraft
son Edgar Allan Poe, Arthur Machen y Algernon Blackwood.
Tras su regreso a Providence pasa de
llamarse a sí mismo «abuelo» a «anticuario», la mayoría de sus interlocutores siguen
siendo más jóvenes que él.
Extrañamente, en algunas de sus
cartas, Lovecraft deja ver un peculiar sentido del humor. Siempre habló en
términos despectivos de su propia obra, y ensalzaba hasta la exageración
ridículas la de sus amigos. «Me produce un orgullo propio de un abuelo ver a
algunos de esos niños florecer y convertirse en autores y hombres de intelecto;
y es que produce satisfacción ver la genialidad reconocida en su juventud.
También me ha gratificado el hecho de que ninguno de mis “descendientes
adoptivos” se haya vuelto un notorio libertino ni un atracador popular.» (pág.
282), carta a Zealia Brown Reed.
En 1929 es cuando empieza a escribir
las cartas de 70 o 80 páginas donde le narra a su interlocutor sus viajes, y
que Javier Calvo no ha seleccionado aquí.
En 1930 conoce a Robert E. Howard, el texano creador de Conan el Bárbaro, que será otro de sus
grandes amigos epistolares. También comienzan él y sus amigos a escribir
relatos donde aparecen los «dioses primigenios» que crea Lovecraft, pero
también Clark Ashton Smith, por ejemplo. Una cosa que me ha parecido bastante
divertida: Lovecraft empieza a meter estas referencias a sus dioses primigenios
en los relatos que revisa de otros o que escribe como negro literario, y de
esta forma empieza a expandir por el mundo de las revistas pulp sus criaturas
de referencias.
En octubre de 1930 le dirá a Robert
E. Howard que, para él, el mejor relato de terror es Los sauces de Blackwood.
Un relato que leí porque tenía esta referencia de Lovecraft y que me pareció
muy bueno.
En 1931 escribirá algunas de sus
obras más recordadas, como En las montañas de la locura y La
sombra sobre Innsmouth, pero se las rechazarán y esto empezará a minar
definitivamente la moral artística de Lovecraft. Empieza a barajar la idea de
dejar de escribir o de escribir solo para él. En noviembre de 1931 le escribirá
a Clark Ashton Smith una de sus cartas más amargas. Escribirá: «El problema de
la mayor parte de mi obra es que queda a medio camino entre dos categorías: el
modelo abyecto de las revistas, la asociación con Weird Tales ha injertado de
forma inconsciente en mi método, y el relato genuino. Mis relatos no son lo
bastante malos para los editores baratos ni tampoco lo bastante buenos como
para obtener una aceptación y reconocimiento estándares.» (pág. 384).
En 1932 morirá su tía Liliana, con
la que vivía en Providence.
En una carta a Robert Barlow, fechada en agosto de 1933, escribirá un párrafo que
me ha parecido de los más hermosos del libro: «Yo soy uno de los que no
cambian; no hay en mi psicología gusto ni interés alguno que no tuviera ya en
mí, de una forma u otra, antes de cumplir los cinco años. Mi estilo tanto en
prosa como en verso ya era “básicamente” el mismo a los 11 o 12 años que ahora
(aunque, por supuesto, por entonces mi tratamiento de las ideas y las imágenes
era ridículamente inmaduro), y mi recuerdo continuo de aquellos días lejanos es
tan nítido que todavía puedo acceder a todos aquellos pensamientos y
sensaciones. No me cuesta esfuerzo alguno –sobre todo cuando estoy en ciertos
bosques y prados que no han cambiado en absoluto desde mi infancia– imaginarme
que todos los años transcurridos desde 1902 o 1903 son un sueño… que sigo
teniendo 12 años y que cuando me vaya a casa será atravesando las calles más
tranquilas y de pueblo de aquellos años; pobladas por caballos y carretas, y
pequeños tranvías de colores con las plataformas abiertas, y con mi vieja casa
del 454 de Angell Street esperándome en el horizonte; y que mi madre, mi
abuelo, mi gato negro y otros compañeros que ya no están siguen vivos y no han
cambiado.» (pág. 432)
El tramo final del libro es
realmente emocionante y triste, con un Lovecraft cada vez más agotado, que
sufre continuos rechazos editoriales, mientras sus amigos más jóvenes están
triunfando en la literatura. Cada vez más aislado y solo. Sin embargo, no duda
en ayudar a todos los principiantes que le piden consejo, como al adolescente Robert Bloch, que luego escribiría Psicosis.
Y también ayudará a algunos ancianos a arreglar sus relatos, y que necesitan alguna
influencia que los anime. Esto se lo cuenta a Robert H. Barlow en una carta de
septiembre de 1934.
Hay algún momento hermoso cuando en
1935 Lovecraft consigue vender En las montañas de la locura. Sin
embargo, la novela corta se publicaré en tres partes, en tres meses
consecutivos de una revista, y sobre todo la última parte apareció con muchas
mutilaciones y erratas, lo que deprimió a Lovecraft.
La sombra sobre Innsmouth aparecerá en
forma de libro, pero con tantas erratas y con tan poca distribución que volverá
a sumirle en la depresión.
En 1936 no acudirá al médico pese a
sus dolores estomacales. A principios de 1937, fallecerá a los 46 por un cáncer
intestinal. A su funeral acudirán tres personas.
Yo he sido siempre muy fan de
Lovecraft, desde que, como apunté al principio, le descubrí en 1990. He llegado
a ir a Providence en 2011 y he buscado, con una guía, todos los lugares en los
que vivió o que hizo aparecer en sus relatos. Me llegué a alojar en el hotel
Biltmore, que sale en alguno de los relatos de Lovecraft. Lo que quiero decir
es que yo no soy objetivo con Lovecraft, ya que para mí es alguien que
pertenece a un selecto ramillete de escritores que, con sus virtudes y
defectos, está más allá del bien y del mal. Me han encantado este primer
volumen de las cartas. Ha sido muy emocionante poder entrar en la intimidad de
un de los artistas a lo que más admiro. Y me ha parecido muy buena la edición
de Javier Calvo, con su extenso prólogo y sus notas aclaratorias antes de
empezar cada año, y sus ilustraciones. Cartas
I se puede leer como una suerte de diario o biografía que va a hacer las
delicias de cualquier fan del autor. La edición de Aristas Martínez es un lujo.
Creo que estoy, ya en marzo, ante uno de los libros del año.