El lugar y Una mujer, de Annie Ernaux
Editorial Tusquets y Cabaret Voltaire.
101 y 108 páginas. 1ª edición de 1983 y 1987.
Traducción de Nahir Gutiérrez y Lydia
Vázquez Jiménez
En 2021, cuando se anunció que el
nuevo premio Nobel de literatura era el tanzano Abdulzarak Gurnah, me quedé tan sorprendido como imagino que le
ocurrió a la mayoría de las personas del mundo hispano, puesto que casi todos
desconocíamos el nombre de este autor. Cuando el 8 de octubre de 2022 se
anunció que el premio Nobel era para Annie
Ernaux (Normandía, Francia, 1940) sí sabía, esta vez, quién era, pero no
había leído ninguno de sus libros. Sabía que estaba incluida en la corriente
literaria de la autoficción y que muchas mujeres escritoras, a las que sigo en
las redes sociales, la ensalzaban como un icono del feminismo. Me pareció una
buena idea pasarme por la biblioteca de Pueblo Nuevo al salir del trabajo, la
tarde de ese 8 de octubre, para ver qué libros tenían de Arnaux. Encontré
cinco, y los saqué todos. Eran El lugar (1983), Una
mujer (1987), El acontecimiento (2000), No he
salido de mi noche (2016) y Memoria de chica (2016).
Decidí leerlos en orden cronológico.
Así que empecé con El lugar. La
novela empieza contando un hecho en apariencia trivial: la narradora se está enfrentando
a sus exámenes prácticos de aptitud pedagógica para convertirse en profesora de
instituto.
«Mi padre murió exactamente dos
meses después», leemos en la segunda página, tras narrar la escena anterior. A
partir de aquí, la escritora va a mostrarnos el entierro del padre, y desde ahí
viajará al pasado para reconstruir su vida, desde que él era un niño, desde
antes de tener impresiones propias sobre él.
Desde las primeras páginas de este
primer libro, el lector tiene la impresión de que en la narración de Ernaux no
existe distancia entre narradora y autora. No sé si Ernaux se inventará algo,
pero el lector lee sus libros como si, en todo momento, hablara de distintas
facetas de su vida y de la de sus familiares.
Los padres regentaban un café en un
pueblo de la región de Normandía, de donde es originaria la familia. Las
personas de buen nombre del barrio no fueron al entierro del padre, nos dice en
la página 17. El tema de las clases sociales y sus implicaciones (cuando
escribo esta reseña ya llevo leídos cuatro de los cinco libros de la
biblioteca) es determinante en la obra de Ernaux.
«Quería hablar, escribir sobre mi
padre, su vida, y esa distancia que surgió durante mi adolescencia entre él y
yo. Una distancia de clase, pero especial, sin nombre. Como el amor dividido.»
(pág. 20) Por lo que he leído sobre Ernaux sobre este tema de la distancia de
clase que surgió entre sus padres y ella, cuando se convirtió en estudiante
universitaria, versaba su primera novela, titulada Los armarios vacíos
(1974). Es normal en la obra de Arnaux que se repitan escenas de un libro a
otro, pero que en cada uno se centre en un tema concreto, en una de las partes
de su vida.
Como vemos, a través del párrafo que
he señalado más arriba, también es normal encontrarnos en sus novelas
anotaciones metaliterarias, en las que la autora reflexiona sobre el propio
impulso de la escritura. «Poco después me doy cuenta de que la novela es
imposible. Para contar una vida sometida a la necesidad no tengo derecho a
tomar, de entrada, partido por el arte, ni a intentar hacer algo “apasionante”,
“conmovedor”. Reuniré las palabras, los gestos, los gustos de mi padre, los
hechos importantes en su vida, todas las señales objetivas de una existencia
que yo también compartí.» (pág. 20)
«Al escribir se estrecha el camino
entre dignificar un modo de vida considerado inferior y denunciar la alienación
que conlleva.», esta frase de la página 48 bien podría tomarse como el lema, o
la intención narrativa, de este libro o de toda la obra de la autora.
En El lugar la escritora dice que la familia vivía en Normandía, en el
pueblo de «Y.» y, en otras novelas, esta sigla nos muestra a Yvetot.
«Escribo, quizá porque no teníamos
ya nada que decirnos.» (pág. 74). El padre se queda fascinando cuando ve a su
hija hablando en inglés con unos turistas. Le parece increíble que haya podido
hablar un idioma sin haber viajado al país en el que se habla. La cultura de la
que se va a apropiando Annie Ernaux va creando una diferencia de clase entre su
padre y ella. Su padre empezó de niño trabajando en una granja, a principios
del siglo XX, (nació en 1899) y de ahí pasó al entorno de las fábricas, hasta
que pudo convertirse en tendero (el café que regentaba también era una tienda).
El estilo de Ernaux es descarnado, y aparentemente sencillo, pero esta «sencillez» no implica simpleza, sino un deseo escarbar en la esencia de lo que quiere contar hasta dejarlo en el hueso narrativo. Las novelas de Ernaux son cortas, apenas llegan a las cien páginas de letra grande. Se leen en un rato. Me llama la atención que casi nunca se detiene a contar anécdotas concretas, sino que levanta acta notarial de acontecimientos del pasado sin tratar de ser, como ella misma afirmaba en una cita que he recogido más arriba, “apasionante” o “conmovedora”. Pero esto no implica que no acabe siendo “conmovedor” lo que cuenta, porque las escenas que dibuja sí tienen fuerza y poesía.
Tengo la impresión de que sus libros
ganan al leer varios de ellos seguidos. Así que justo al acabar El lugar empiezo con Una
mujer (1987), publicado cuatro años después de El lugar. Son la cuarta y la quinta novela de la autora. Enseguida
compruebo que Una mujer tiene la
misma estructura que El lugar:
empieza hablando de la muerte de la madre, de ahí nos narra el entierro y,
luego, pasa a la reconstrucción de su vida. Este planteamiento inicial me
atrae. Me gusta la idea de que la autora me hable de la figura de su padre y
luego de la de su madre.
Nos encontramos con la misma voz
narrativa sin fisuras entre las dos obras, y aquí se acrecienta mi sensación de
encontrarme ante una narrativa puramente autobiográfica. Lógicamente, algunos
de los datos o acontecimientos narrados van a ser los mismos, pero Ernaux
consigue evitar las confluencias, evitar contar lo mismo dos veces, y cuando
algún dato coincide (traslado de un pueblo a otro, por ejemplo) cuenta
anécdotas diferentes o pone el foco de su narración en aspectos diferentes.
A diferencia del padre, cuya muerte
es más repentina, fruto de un infarto en 1967, a la edad de 68 años, la madre
‒siete años menor que el padre‒ va a sufrir un periodo de degeneración física,
con enfermedad de Alzheimer, y morirá en una residencia, tras un periodo de
desorientación, en el que ya no reconoce a su hija o a sus nietos. Ahora la
ciudad de «Y.» de El lugar pasa a ser
Yvetot.
En la página 22 leemos: «Mañana hará
tres semanas que tuvo lugar la inhumación. Solo anteayer conseguí sobreponerme
al terror de escribir en lo alto de una hoja en blanco, como un principio de
libro, no de carta a alguien, “mi madre murió el lunes 7 de abril”.», así que
de nuevo tenemos aquí reflexiones metaliterarias, en las que la narradora nos
habla de cómo surgió el primer impulso para escribir el libro que en el lector
tiene en las manos.
«Voy a seguir escribiendo sobre mi
madre. Es la única mujer realmente importante en mi vida y estaba demente desde
hacía dos años. Quizás haría mejor en esperar a que su enfermedad y su muerte
se fundan en el curso pasado de mi vida, como ha sucedido con otros
acontecimientos, con la muerte de mi padre y la separación de mi marido, para
tener esa distancia que facilita el análisis de los recuerdos. Pero en este
momento no soy capaz de hacer otra cosa.» (pág. 23)
«Lo que espero escribir de manera
más justa se sitúa sin duda en la intersección de lo familiar y lo social, del
mito y la historia.», leemos en la página 24, y puede, de nuevo, ser tomada
esta frase como un lema de las intenciones narrativas de la autora. En la
solapa de su novela El acontecimiento se recoge una cita del también escritor
francés Emmanuel Carrère: «Admiro la
manera de narrar que Ernaux ha inventado, mezclando autobiografía, historia y
sociología.» Creo que Carrère capta la esencia de la novelística de Ernaux
bastante bien. La autora no se limita a indagar en su pasado para extraer de él
un significado personal que, quizás, se convierta en universal, sino que
también analiza el entorno en el que han crecido los personajes, en este caso
sus padres, que quiere retratar.
Al igual que en El lugar, en Una mujer,
Ernaux también recoge expresiones hechas que usaban sus padres, y que
pertenecen al habla colectiva de la región de Normandía de la que proceden, y
esto marca una distancia con el lenguaje culto francés. En la primera novela
estas frases estaban señaladas con letra bastardilla y en la segunda mediante
comillas.
Además del tema social de Un lugar, se une aquí el análisis del
machismo de la época. En la página 34 leemos: «Pero en una época y en una
ciudad pequeña donde lo esencial de la vida social consistía en saber lo más
posible sobre la gente, donde se ejercía una vigilancia constante y natural
sobre la conducta de las mujeres, no había otra alternativa que verse atrapada
entre el deseo de “aprovechar cuando eres joven” y la obsesión de que “te
señalen con el dedo”. Mi madre se esforzó por adecuarse lo más posible al juicio
más favorable sobre las muchachas que trabajaban en una fábrica: “obrera pero
seria”, practicando la misa y los sacramentos, el pan bendito, bordando su
ajuar con las monjas del orfanato, no yendo nunca al bosque con un chico.»
En la página 37, la madre conoce al
padre, y se resume un poco la información ya suministrada al lector en Un lugar, que yo tenía muy reciente. Los
padres se casarán en 1928.
La madre le pegaba tortas con
facilidad, pero a los cinco minutos la estrechaba entre sus brazos. Sobre esto
escribe: «Intento no considerar la violencia, los desbordamientos de la
ternura, los reproches de mi madre como simples rasgos de su personalidad, sino
situarlos también en su historia y condición social. Esta forma de escribir,
que me parece ir en el sentido de la verdad, me ayuda a salir de la soledad y
la oscuridad del recuerdo individual, por el descubrimiento de un significado
más general.» (pág. 54)
A diferencia del padre, la madre de
Ernaux sí leía y se preocupaba por la cultura, así que cuando Annie puede ser
estudiante, siente que la diferencia con su madre no es tan grande como con su
padre, aunque a veces la madre se queja de los «privilegios» a los que ha
podido aspirar la hija gracias a sus sacrificios. «En ciertos momentos, tenía
en su hija, frente a ella, a una enemiga de clase.» (pág. 67). Esto ocurre
cuando la hija entra en la adolescencia y empieza a identificarse con los
artistas malditos.
«Entre las clases en el instituto de
montaña a cuarenta kilómetros, un hijo y la cocina, me convertí enseguida en
una mujer que no tiene tiempo.» (pág. 74), los roles machistas también
persiguen a la hija, una generación después.
«En 1967, mi padre murió de un
infarto en cuatro días. No puedo describir esos momentos porque ya lo he hecho
en otro libro, es decir que nunca habrá otro relato posible, con otras
palabras, con otro orden de las frases.» (pág. 75). Ese libro es El lugar, por supuesto.
En la página 93 se muestra ya el
título del que va a ser otro de los libros de la autora: «Querida Paulette, no
he salido de mi noche», cuando se describe ya el proceso degenerativo provocado
en la madre por el Alzheimer en No he salido de mi noche.
Como había supuesto al principio, la
obra de Annie Ernaux se me ha hecho más interesante al leer estos dos libros
seguidos. La misma voz narrativa nos habla de la vida del padre y luego de la
madre. Son dos novelas cortas que se complementan muy bien, y que, en realidad,
acaban siendo una sola. Biografía y sociología se han mezclado de un modo muy
interesante. Ha he leído El acontecimiento y también me ha
gustado mucho.
Me voy a guardar esta entrada. No he leído nada de ella y a mi también me gusta leer la obra de un autor por orden cronológico. Un saludo
ResponderEliminarEspero que disfrutes de esta autora. Saludos.
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