El sueño eterno, de Raymond Chandler
Editorial Debolsillo. 363 páginas. 1ª edición de 1939; Ésta es de
2019.
Traducción de José Luis López Muñoz y Juan Manuel Ibeas
Hace ya más de veinte años, leí El
sueño eterno (1939) de Raymond
Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959) en una edición mala de
bolsillo que andaba por la casa de mis padres. Recuerdo que me gustó, pero no
seguí con la serie del detective Philip Marlowe, que iniciaba aquí su andadura
por un total de siete novelas. También recuerdo que en aquella primera ocasión
la trama me pareció algo confusa y que, durante mucho tiempo, he creído –de
forma incorrecta– que Chandler cometió algún error de lógica en su novela. En
realidad, me parece que la confusión viene de un debate del programa Qué
grande es el cine, donde se contó la anécdota de que Howard Hawks, director de la película
sobre el libro, tuvo que llamar a Chandler para que le explicara quién mató a
uno de los personajes y el escritor no le supo responder, quitándole
importancia. Los guionistas de Hawks fueron dos escritores, Leigh Brackett y William Faulkner, que tenían que acabar el guión en quince días,
usando la técnica de repartirse los capítulos alternos. Faulkner también tuvo
algún problema con la interpretación de la novela, lo que en realidad más que
hablar mal de Chandler habla de la poca estima que tenía Faulkner por
Hollywood, quien después de este trabajo abandonó California y se volvió a su
Mississippi natal para seguir con su obra literaria. Si Faulkner, creador de
algunas de las novelas más complejas del siglo XX, había considerado que había algún error en la
trama de El sueño eterno es porque
tendría que haberlo, pensaba yo.
Ahora he vuelto a leer el libro con
mucha atención, subrayándolo con dos colores y haciendo anotaciones a lápiz en
los márgenes y considero que todo encaja perfectamente, aunque es cierto que la
trama avanza de un modo muy rápido, y que entran y salen en las escenas un gran
número de personajes, y que un lector que no ponga todos los sentidos se puede
perder en cualquier momento.
El personaje principal y narrador de
El sueño eterno es Philip Marlowe, la
gran creación de Raymond Chandler, un escritor tardío y gran admirador de las
novelas negras del norteamericano Dashiell
Hammett. El libro comienza cuando un Marlowe de treinta y tres años va a
visitar al general Sternwood, un hombre mayor que le recibe en una silla de
ruedas. Sternwood está siendo extorsionado con unos pagarés sobre deudas de
juego. Ya ha pagado en el pasado, pero quiere dejar de hacerlo por orgullo.
Además le habla a Marlowe de su yerno, un excontrabandista con el que había
congeniado y que lleva un mes desaparecido. En esta primera visita, Marlowe
también conocerá a las dos hijas veinteañeras de Sternwood: Vivian y Carmen.
«Vivian es una criatura malcriada, exigente, lista e implacable. Carmen es una
niña a la que le gusta arrancarle las alas a las moscas. Ninguna de las dos
tiene más sentido moral que un gato.», así describe a sus hijas el general en
la página 18.
La trama principal transcurre en
cuatro días de octubre, profundamente lluviosos. La persistencia de la lluvia
sirve para generar una atmósfera opresiva en muchas de las escenas de esta
novela. En los dos últimos días finales, cuando la historia ya se acerca a su
fin, aparecerá el sol.
Como comentaba al principio, la
trama es bastante frenética. Hasta cierto punto, esta característica podría ser
contraria a la idea tradición de una gran obra literaria, puesto que la
literatura, en gran medida, la solemos asociar a la capacidad de reflexión
sobre la realidad vivida. Pero al estilo rápido, de frase corta, le salva un
gran hallazgo, el de la voz narrativa de Marlowe. Philip Marlowe es un
detective cínico, desapegado y que contempla el mundo con mucha ironía (el
sentido del humor de los diálogos es algo destacable) y desencanto. Además,
mientras el mundo en el que se mueve suele ser profundamente corrupto, Marlowe
se mantiene incólume a las debilidades que ve a su alrededor, Marlowe trabaja
por 25 dólares al día más gastos y solo si el trabajo es legal. Su honor y su
honradez siempre estarán por encima de las circunstancias. Marlowe se acabará
definiendo como alguien «dolorosamente honrado». En este sentido –y me estoy
acordando de un texto de Ricardo Piglia
sobre Marlowe– el detective es un observador de la corrupción a la que nunca
sucumbe, alguien capaz de atravesarla sin caer nunca en debilidades humanas, y
en este sentido, la figura de Marlowe es una fantasía de orden. De hecho, he
leído en alguna web de internet, y es fácil observarlo en el texto, que Marlowe
es una figura conservadora. Marlowe es misántropo (no cree en el ser humano) y
también algo misógino (no está casado, porque no le gustan las mujeres de los
policías, nos contará). De hecho, en gran medida en El sueño eterno la libertad de la mujer (en muchos casos de
carácter sexual) es considerada como una amenaza, una corrupción frente al
orden del mundo. «Las mujeres me ponían enfermo.» (pág. 180)
También hay aquí algún comentario
homófobo («Todo aquello, a la luz del día, resultaba de una obscenidad
vergonzante, como una fiesta de mariquitas.», pág. 75), puesto que aparecen en
la trama algunos personajes homosexuales, que formarán parte de esa corrupción
del mundo contra la que lucha Marlowe. Si bien la presencia de estos elementos
en la novela puede ser negativa para un lector del siglo XXI, creo que no es
conveniente juzgar una obra literaria de hace ochenta años con códigos
actuales. La voz narrativa de Marlowe acaba siendo muy atractiva gracias a su
cinismo, su inteligencia, su desapego, su sentido de la justicia y su humor.
Ya he comentado que el estilo es
escueto y rápido, pero la mirada que Chandler le transfiere a Marlowe no carece
de agudeza. En este sentido es destacable el recurso de la comparación, muy
usado en la novela, y que aporta mucho peso a la forma de connotar lo
observado. «El general habló de nuevo, despacio, utilizando sus fuerzas con el
mismo cuidado con que una corista sin trabajo usa las últimas medias
presentables que le quedan.» (pág. 13), «Encendí el cigarrillo y arrojé una
buena bocanada en dirección al anciano, que lo olisqueó como un terrier la
madriguera de una rata.» (pág. 14). Aunque lo narrado parece muy cercano al
tiempo narrativo, en alguna ocasión se le recuerda al lector que Marlowe está
contando la historia desde algún punto indeterminado del futuro: «Para mí nunca
fue otra cosa que una drogada.», dice sobre Carmen en la página 44.
Esta edición de Debolsillo viene
acompaña de dos novelas cortas: Asesino bajo la lluvia (1935) y El
telón (1936), que Chandler publicó en revistas pulp unos años antes de
escribir El sueño eterno, su primera
novela. Hay algo muy curioso aquí: la trama de El sueño eterno está construida fundiendo las de estas dos
novelitas. Algunos párrafos incluso llegan a copiarse desde las novelas cortas
a El sueño eterno. En cada una de
estas dos novelistas hay una mujer que pasará a ser cada una de las dos
hermanas de El sueño eterno. Después
de leer estas dos obras tempranas el lector entenderá mejor la construcción de El sueño eterno, ya que hacia la mitad
de la novela parece que el caso que investiga Marlowe se ha acabado, pero él
decide seguir la pista a un cabo suelto, aunque nadie le ha pedido que lo haga.
«Lo más sensato por mi parte habría sido tomarme otro whisky y olvidarme de
todo aquel lío.» (pág. 147) Esta continuación tiene que ver con averiguar qué
ha ocurrido con el yerno desaparecido del general. En estas dos novelitas
aparece ya un detective cínico; en la primera el detective no tiene nombre y en
la segunda se llama Carmady, pero Chandler aún no ha acabado de dar con la gran
fórmula literaria que será la voz de Marlowe. Asesino bajo la lluvia y El
telón se leen como curiosidades, ya que, como he comentado, sus historias
acaban siendo un borrador para El sueño
eterno.
«Subí otra vez al despacho y me
senté a pensar en Harry Jones y en su historia. Parecía demasiado fácil. Poseía
la austera sencillez de la ficción en lugar de la retorcida complejidad de la
realidad.», leemos en la página 190. Chandler estableció un enfrentamiento
teórico entre la novela de detectives tradicional (el Sherlock Holmes de Arthur
Conan Doyle, por ejemplo) y la nueva novela negra, representada
principalmente por su admirado Dashiell
Hammett. Según Chandler, en la versión inglesa del género el enigma y el
ingenio no dejaban ver a las personas reales ni a la sociedad. «No soy Sherlock
Holmes ni Philo Vance.», dirá Marlowe en la página 236.
Marlowe es un cínico honrado, un bebedor solitario
(la exaltación del alcohol en esta novela es destacable) y también un hombre de
acción. Marlowe es un personaje maravilloso y la última página de la novela es
espectacular. He disfrutado mucho de esta lectura. Ya estoy con Adiós,
muñeca, la segunda novela de la serie de Marlowe. La idea es leerlas
todas seguidas (o casi seguidas).
Leer las dos series seguidas es lo que quiero hacer yo con Marlowe y con Spade. Hace unos meses leí "Cosecha roja" y, al igual que tú, leí "El sueño eterno" hace muchos años, por lo que quiero volver a leerlo.
ResponderEliminarTu entrada me ha animado a hacerlo, aunque ahora me dedico sobre todo a series españolas. A ver si voy terminando alguna.
Magnífica reseña.
Un abrazo.
Hola, Rosa:
EliminarPor ahora he leído 4 novelas de Chandler, y a ver si desde aquí a fin de año me leo las 3 restantes.
Con Hammett me gustaría hacer algo parecido. A ver si el año que viene.
Gracias por tus palabras.
Un abrazo
Uff, calidad a raudales. Chandler es uno de los grandes del género. Reseñé en su momento esta novela en mi blog y creo recordar que también la que te dispones a leer de inmediato, "Adiós, muñeca". Veo que te vas a hacer un experto en Chandler.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Juan Carlos:
EliminarPor ahora he leído las 4 primeras de la serie. Sus reseñas irán saliendo por aquí en los próximo domingos. A ver si antes de fin de año leo los otros 3 libros que me faltaría.
Un abrazo