domingo, 13 de septiembre de 2020

Adiós, muñeca, por Raymond Chandler


Adiós, muñeca, de Raymond Chandler

Editorial Debolsillo. 470 páginas. 1ª edición de 1940; Ésta es de 2020.
Traducción de César Aira y Juan Manuel Ibeas

El sueño eterno y Adiós, muñeca de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La Joya, California, 1959) las compré el mismo domingo en La Casa del Libro de Goya. Me acuerdo bien de aquella tarde porque fue la última en la que pude ir a una librería antes del confinamiento. Después de acabar las dos novelas cortas que completan la edición de Debolsillo de El sueño eterno, empecé a leer Adiós, muñeca. El sueño eterno, la primera novela de la saga del detective Philip Marlowe, se publicó en 1939 y la segunda, Adiós, muñeca, en 1940. Aparte de la figura de Philip Marlowe y su voz narrativa diría que no hay más nexos de comunicación entre una novela y otra. Marlowe no evoca en Adiós, muñeca los acontecimientos de El sueño eterno y las novelas no comparten ningún personaje secundario. Me he fijado si cuando Marlowe trataba con los policías de Los Ángeles lo hacía con alguno que saliera en las dos novelas pero, salvo que se me haya pasado, afirmaría que no ocurre. Tampoco encuentro en ninguna de las dos novelas referencias a hechos históricos. Ya que se publicaron en años tan señalados del siglo XX –1939, 1940– sería lógico pensar que se podría filtrar algún dato de la política o la situación en el mundo, pero no ocurre. No sé dice en qué año está situada la historia y el lector supone que se trata de algún momento indeterminado de la década de 1930; el tiempo de la Gran Depresión norteamericana.

Adiós, muñeca empieza con Philip Marlowe tratando de resolver un caso muy pequeño: ha sido contratado por una mujer para que trate de convencer a su marido peluquero de que vuelva a casa. Está en «uno de los tramos mezclados de la Central Avenue: de los que todavía no están habitados enteramente por negros.» (pág. 7 y primera de la novela). En este momento, de casualidad, se va a dar de bruces con un caso mayor que le va a llevar a adentrarse, de nuevo, en el mundo del dinero y la corrupción. El caso mayor empezará, es cierto, sin que parezca serlo aún: un tipo de vestimenta estrafalaria y una estatura y peso mucho mayor que lo normal camina por la calle buscando un local. Malloy Moose acaba de salir de la cárcel, tras cumplir una condena de ocho años por atracar un banco, y acude al Florian´s porque ahí es donde trabajaba su novia Velma cuando la vio por última vez. A Moose no le va a sentar nada bien que el Florian´s se haya convertido en «un antro de negros» en el que no se admite la entrada de blancos y donde, por supuesto, nadie sabe quién es Velma. Marlowe se ha visto arrastrado por Moose como su acompañante hasta el interior del local, donde está a punto de cometerse un asesinato que empezará a complicarlo todo.

Alentado por un policía, Marlowe empezará a buscar a Velma sin recibir un salario, simplemente con la idea –transmitida por el policía– de estar a buenas con el departamento. Sin embargo, el lector ya empieza a intuir que Marlowe no es alguien que necesite buscar favores de la policía y son otros los intereses (por ejemplo, la curiosidad) los que le mueven. No mucho después, Marlowe va a recibir otro encargo por el que sí va a cobrar: un hombre con aspecto de gigoló, llamado Linsay Marriott, quiere contratare para que le acompañe a pagar el rescate de un valioso collar de jade robado. Aunque en principio los dos asuntos parecen no guardar ninguna relación, el lector pronto sabrá que no es así, que la mente de jugador de ajedrez de Raymond Chandler ha vuelto a diseminar por el tablero de las páginas sus piezas para jugar una única y compleja partida. Sin bien, la trama parece muy apegada a los hechos narrador, en más de un caso (como ocurría en El sueño eterno) se le recordará a el lector que la historia que le narra Marlowe se evoca desde algún lugar indeterminado del futuro. «A veces me despierto en medio de la  noche. Creo estar allí, y siento su olor.» (pag. 156)
También en esta novela, como en la anterior, se usa mucho el recurso de la comparación; pero en este caso existe una variante: Chandler usa comparaciones negativas, que buscan un efecto cómico. Pongo algún ejemplo: «Era un hombre corpulento, pero no medía más de un metro noventa y cinco de alto, ni era más ancho que un camión.» (pág. 7); «La piedra verde del alfiler de la corbata no era tan grande como una manzana.» (pág. 25)

Como ocurría en El sueño eterno, esta edición de Adiós, Muñeca está acompañada de tres novelas cortas, publicadas en revistas pulp: El hombre que amaba los perros (1936), Busquen a la chica (1937) y El jade del mandarín (1937). Dos de ellas están protagonizadas por Carmady, que ya protagonizaba una de las historias del final de El sueño eterno. Como ya dije, Carmady es un claro prototipo del detective que unos años después va a ser Philip Marlowe. De nuevo, el lector podrá observar de qué modo Chandler usaba las tramas que ya había ideado en estas novelas cortas para crear las que van a ser sus icónicas novelas largas. Por supuesto, los dos casos que he comentado antes se cuentan en dos de estas novelitas, y en Adiós, muñeca Chandler las engarza en una sola narración. Es posible que, sin el trabajo previo de esas novelas pulp, Chandler no hubiera conseguido crear tramas tan enrevesadas y complejas en sus novelas más emblemáticas. Me gusta descubrir esto, como un gran escritor ha de luchar por conquistar su talento.

Igual que ocurría en El sueño eterno, en Adiós, muñeca la trama se concentra en un número pequeño de días; aunque también es cierto que aquí Marlowe está cuarenta y ocho horas fuera de juego, debido a que sus enemigos le han dejado en estado vegetativo. En Adiós, Muñeca Marlowe acaba recibiendo realmente muchos golpes, y me ha parecido una novela más violenta que El sueño eterno. Si en los días de la primera novela de la saga era la lluvia del otoño la que marcaba el ambiente oscuro de la novela, aquí será el sol de marzo el que brille en estas páginas.
Si bien en El sueño eterno Marlowe no sabía quién era Marcel Proust, en Adiós, muñeca cita más de una vez a William Shakespeare; lo que me ha hecho pensar que Chandler le ha dado un pequeño giro a su personaje.

Igual que en la primera novela, Marlowe usa un lenguaje muy chispeante en sus conversaciones, algo que no acaba de gustar a todo el mundo,  y que en más de un caso le hace pasar por un grosero. También hay aquí algún comentario machista o misógino por parte de más de un detective: «Las mujeres siempre mienten… para mantenerse en forma –dijo Nulty en tono sombrío.» (pág. 49). Nulty es un policía. Por su parte Marlowe dice lo siguiente sobre su tipo de chicas: «Me gustan las chicas que brillan, que son duras, y que están cargadas de pecado.» (pág. 198). Es cierto que de nuevo aquí la libertad de las mujeres parece ser una amenaza para el mundo conservador de Marlowe, y no faltará aquí la bella mujer rubia de la calle que se ha casado con un millonario, que le consiente, o le ha de aguantar, todo.
Si en El sueño eterno había algún comentario homófobo, aquí esto no se encuentra y, sin embargo, sí que tenemos un nuevo elemento más acorde con una mirada positiva desde el siglo XXI: en Adiós, muñeca existe un denuncia del racismo, ya que se muestra de un modo claro que a la prensa, a la policía o a la sociedad en general le preocupa poco el asesinato de un negro. Y ante esta injusticia la mirada de Marlowe se muestra crítica.
También aquí aparece el nombre de Sherlock Holmes y Chandler carga contra la novela de detectives británica: «No es esa clase de historia –dije–. No es elegante e inteligente. Es solo oscura y llena de sangre.» (pág. 283). Me gusta esta definición que hace Marlowe de su propia narración, «oscura y llena de sangre». De hecho, si bien la historia empieza movida por unos hilos en apariencia pequeños, los resortes que se van a ir moviendo serán cada vez más grandes. De los pequeños delincuentes llegaremos hasta los grandes hombres que ostentan el verdadero poder y pueden cambiar alcaldes de pueblos como Bay City, donde se va a desarrollar gran parte de la trama. Así describe un personaje a uno de los capos de la mafia local: «No es un tipo duro. Esos grandes delincuentes son una especie nueva. Nosotros los imaginamos como los pistoleros feroces que nos han enseñado a imaginarnos.» (pág. 254)

Marlowe avanza en la trama de esta novela y su linterna (o pistola) cada vez será un foco más pequeño para alumbrar un mundo de corrupción cada vez más grande.
En El sueño eterno, Marlowe no se acostaba con las dos hermanas Vivian y Carmen por decencia profesional, y en Adiós, muñeca no lo hará con la rubia peligrosa por motivos similares. Sin embargo, aquí conocerá a la joven Anne Riordan con la que es posible que inicie un romance.

En la contraportada de Adiós, muñeca dice que esta novela es considerada por muchos la mejor obra de Raymond Chandler. Entre El sueño eterno y Adiós, muñeca creo que el nivel es muy parejo. Me han gustado las dos; por supuesto, me ha sorprendido más El sueño eterno porque es la primera de la serie, y en la segunda ya conocía al personaje y los recursos de Chandler para desarrollar su historia. Dije que la página final de El sueño eterno me pareció brillante, y la página final de Adiós, muñeca aunque no es tan emocionante como la otra, sí que me ha gustado también bastante, porque ha dejado entrever el romanticismo de Marlowe. Recuerdo que uno de los comentaristas del programa Qué grande es el cine de Garci decía que «un cínico es un romántico desencantado»; una definición que le vendría muy bien a Marlowe.
Creo que no han acabado de satisfacerme las 150 páginas finales con las tres novelitas pulp. Igual que ocurría con El sueño eterno, después de una gran novela, de estructura tan precisa, me ha cansado un poco leer unos textos que eran, al fin y al cabo, borradores de la novela que iba a ser. Quizás en la siguiente novela de Marlowe me salte esta parte.

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