Adiós, muñeca, de Raymond
Chandler
Editorial Debolsillo. 470 páginas. 1ª edición de 1940; Ésta es de
2020.
Traducción de César Aira y Juan Manuel Ibeas
El sueño eterno y Adiós, muñeca de Raymond Chandler (Chicago, 1888 – La
Joya, California, 1959) las compré el mismo domingo en La Casa del Libro de Goya. Me acuerdo bien de aquella tarde porque
fue la última en la que pude ir a una librería antes del confinamiento. Después
de acabar las dos novelas cortas que completan la edición de Debolsillo de El sueño eterno, empecé a leer Adiós, muñeca. El sueño eterno, la primera novela de la saga del detective Philip
Marlowe, se publicó en 1939 y la segunda, Adiós,
muñeca, en 1940. Aparte de la figura de Philip Marlowe y su voz narrativa
diría que no hay más nexos de comunicación entre una novela y otra. Marlowe no
evoca en Adiós, muñeca los
acontecimientos de El sueño eterno y
las novelas no comparten ningún personaje secundario. Me he fijado si cuando
Marlowe trataba con los policías de Los Ángeles lo hacía con alguno que saliera
en las dos novelas pero, salvo que se me haya pasado, afirmaría que no ocurre.
Tampoco encuentro en ninguna de las dos novelas referencias a hechos
históricos. Ya que se publicaron en años tan señalados del siglo XX –1939,
1940– sería lógico pensar que se podría filtrar algún dato de la política o la
situación en el mundo, pero no ocurre. No sé dice en qué año está situada la
historia y el lector supone que se trata de algún momento indeterminado de la
década de 1930; el tiempo de la Gran Depresión norteamericana.
Adiós, muñeca empieza con
Philip Marlowe tratando de resolver un caso muy pequeño: ha sido contratado por
una mujer para que trate de convencer a su marido peluquero de que vuelva a
casa. Está en «uno de los tramos mezclados de la Central Avenue: de los que
todavía no están habitados enteramente por negros.» (pág. 7 y primera de la
novela). En este momento, de casualidad, se va a dar de bruces con un caso
mayor que le va a llevar a adentrarse, de nuevo, en el mundo del dinero y la
corrupción. El caso mayor empezará, es cierto, sin que parezca serlo aún: un
tipo de vestimenta estrafalaria y una estatura y peso mucho mayor que lo normal
camina por la calle buscando un local. Malloy Moose acaba de salir de la
cárcel, tras cumplir una condena de ocho años por atracar un banco, y acude al
Florian´s porque ahí es donde trabajaba su novia Velma cuando la vio por última
vez. A Moose no le va a sentar nada bien que el Florian´s se haya convertido en
«un antro de negros» en el que no se admite la entrada de blancos y donde, por
supuesto, nadie sabe quién es Velma. Marlowe se ha visto arrastrado por Moose
como su acompañante hasta el interior del local, donde está a punto de
cometerse un asesinato que empezará a complicarlo todo.
Alentado por un policía, Marlowe
empezará a buscar a Velma sin recibir un salario, simplemente con la idea
–transmitida por el policía– de estar a buenas con el departamento. Sin
embargo, el lector ya empieza a intuir que Marlowe no es alguien que necesite
buscar favores de la policía y son otros los intereses (por ejemplo, la
curiosidad) los que le mueven. No mucho después, Marlowe va a recibir otro
encargo por el que sí va a cobrar: un hombre con aspecto de gigoló, llamado
Linsay Marriott, quiere contratare para que le acompañe a pagar el rescate de
un valioso collar de jade robado. Aunque en principio los dos asuntos parecen
no guardar ninguna relación, el lector pronto sabrá que no es así, que la mente
de jugador de ajedrez de Raymond Chandler ha vuelto a diseminar por el tablero
de las páginas sus piezas para jugar una única y compleja partida. Sin bien, la
trama parece muy apegada a los hechos narrador, en más de un caso (como ocurría
en El sueño eterno) se le recordará a
el lector que la historia que le narra Marlowe se evoca desde algún lugar
indeterminado del futuro. «A veces me despierto en medio de la noche. Creo estar allí, y siento su olor.»
(pag. 156)
También en esta novela, como en la
anterior, se usa mucho el recurso de la comparación; pero en este caso existe
una variante: Chandler usa comparaciones negativas, que buscan un efecto
cómico. Pongo algún ejemplo: «Era un hombre corpulento, pero no medía más de un
metro noventa y cinco de alto, ni era más ancho que un camión.» (pág. 7); «La
piedra verde del alfiler de la corbata no era tan grande como una manzana.»
(pág. 25)
Como ocurría en El sueño eterno, esta edición de Adiós, Muñeca está acompañada de tres novelas cortas, publicadas en
revistas pulp: El hombre que amaba los perros (1936), Busquen a la chica (1937)
y El
jade del mandarín (1937). Dos de ellas están protagonizadas por
Carmady, que ya protagonizaba una de las historias del final de El sueño eterno. Como ya dije, Carmady
es un claro prototipo del detective que unos años después va a ser Philip
Marlowe. De nuevo, el lector podrá observar de qué modo Chandler usaba las
tramas que ya había ideado en estas novelas cortas para crear las que van a ser
sus icónicas novelas largas. Por supuesto, los dos casos que he comentado antes
se cuentan en dos de estas novelitas, y en Adiós,
muñeca Chandler las engarza en una sola narración. Es posible que, sin el
trabajo previo de esas novelas pulp, Chandler no hubiera conseguido crear
tramas tan enrevesadas y complejas en sus novelas más emblemáticas. Me gusta
descubrir esto, como un gran escritor ha de luchar por conquistar su talento.
Igual que ocurría en El sueño eterno, en Adiós, muñeca la trama se concentra en un número pequeño de días;
aunque también es cierto que aquí Marlowe está cuarenta y ocho horas fuera de
juego, debido a que sus enemigos le han dejado en estado vegetativo. En Adiós, Muñeca Marlowe acaba recibiendo
realmente muchos golpes, y me ha parecido una novela más violenta que El sueño eterno. Si en los días de la
primera novela de la saga era la lluvia del otoño la que marcaba el ambiente
oscuro de la novela, aquí será el sol de marzo el que brille en estas páginas.
Si bien en El sueño eterno Marlowe no sabía quién era Marcel Proust, en Adiós,
muñeca cita más de una vez a William
Shakespeare; lo que me ha hecho pensar que Chandler le ha dado un pequeño
giro a su personaje.
Igual que en la primera novela,
Marlowe usa un lenguaje muy chispeante en sus conversaciones, algo que no acaba
de gustar a todo el mundo, y que en más
de un caso le hace pasar por un grosero. También hay aquí algún comentario
machista o misógino por parte de más de un detective: «Las mujeres siempre
mienten… para mantenerse en forma –dijo Nulty en tono sombrío.» (pág. 49).
Nulty es un policía. Por su parte Marlowe dice lo siguiente sobre su tipo de
chicas: «Me gustan las chicas que brillan, que son duras, y que están cargadas
de pecado.» (pág. 198). Es cierto que de nuevo aquí la libertad de las mujeres
parece ser una amenaza para el mundo conservador de Marlowe, y no faltará aquí
la bella mujer rubia de la calle que se ha casado con un millonario, que le
consiente, o le ha de aguantar, todo.
Si en El sueño eterno había algún comentario homófobo, aquí esto no se
encuentra y, sin embargo, sí que tenemos un nuevo elemento más acorde con una
mirada positiva desde el siglo XXI: en Adiós,
muñeca existe un denuncia del racismo, ya que se muestra de un modo claro
que a la prensa, a la policía o a la sociedad en general le preocupa poco el
asesinato de un negro. Y ante esta injusticia la mirada de Marlowe se muestra
crítica.
También aquí aparece el nombre de
Sherlock Holmes y Chandler carga contra la novela de detectives británica: «No
es esa clase de historia –dije–. No es elegante e inteligente. Es solo oscura y
llena de sangre.» (pág. 283). Me gusta esta definición que hace Marlowe de su
propia narración, «oscura y llena de sangre». De hecho, si bien la historia
empieza movida por unos hilos en apariencia pequeños, los resortes que se van a
ir moviendo serán cada vez más grandes. De los pequeños delincuentes llegaremos
hasta los grandes hombres que ostentan el verdadero poder y pueden cambiar
alcaldes de pueblos como Bay City, donde se va a desarrollar gran parte de la
trama. Así describe un personaje a uno de los capos de la mafia local: «No es
un tipo duro. Esos grandes delincuentes son una especie nueva. Nosotros los
imaginamos como los pistoleros feroces que nos han enseñado a imaginarnos.»
(pág. 254)
Marlowe avanza en la trama de esta
novela y su linterna (o pistola) cada vez será un foco más pequeño para alumbrar
un mundo de corrupción cada vez más grande.
En El sueño eterno, Marlowe no se acostaba con las dos hermanas Vivian
y Carmen por decencia profesional, y en Adiós,
muñeca no lo hará con la rubia peligrosa por motivos similares. Sin
embargo, aquí conocerá a la joven Anne Riordan con la que es posible que inicie
un romance.
En la contraportada de Adiós, muñeca dice que esta novela es
considerada por muchos la mejor obra de Raymond Chandler. Entre El sueño eterno y Adiós, muñeca creo que el nivel es muy parejo. Me han gustado las
dos; por supuesto, me ha sorprendido más El
sueño eterno porque es la primera de
la serie, y en la segunda ya conocía al personaje y los recursos de Chandler
para desarrollar su historia. Dije que la página final de El sueño eterno me pareció brillante, y la página final de Adiós, muñeca aunque no es tan
emocionante como la otra, sí que me ha gustado también bastante, porque ha
dejado entrever el romanticismo de Marlowe. Recuerdo que uno de los
comentaristas del programa Qué grande es el cine de Garci decía
que «un cínico es un romántico desencantado»; una definición que le vendría muy
bien a Marlowe.
Creo que no han acabado de
satisfacerme las 150 páginas finales con las tres novelitas pulp. Igual que
ocurría con El sueño eterno, después
de una gran novela, de estructura tan precisa, me ha cansado un poco leer unos
textos que eran, al fin y al cabo, borradores de la novela que iba a ser.
Quizás en la siguiente novela de Marlowe me salte esta parte.
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