Boquitas pintadas, de Manuel
Puig
Editorial Seix Barral. 249 páginas. 1ª edición de 1969, esta de 2005.
Cuando reseñé La traición de Rita Hayworth
ya comenté que junto con este libro compré en 2006 Boquitas pintadas de Manuel Puig (General Villegas, Argentina,
1932-Cuernavaca México, 1990), pero que, como no me había acabado de convencer
en aquel momento la primera novela de Puig, no me acerqué a la segunda. Así que
Boquitas pintadas ha permanecido en
mi montaña de libros sin leer durante más de una década. Tal vez fue una pena
no leer este libro en 2006, porque me ha gustado más que La traición de Rita Hayworth y quizás habría supuesto mi
reconciliación inmediata con Puig. O tal vez ahora ha sido el momento más
adecuado para leer Boquitas pintadas
que, lo digo desde ya, he disfrutado bastante.
Sólo un año separa la publicación de
la primera novela de Puig, La traición de
Rita Hayworth (1968), de la segunda, Boquitas
pintadas (1969), pero intuyo que ambas se escribieron durante un periodo de
tiempo largo (La traición de Rita
Hayworth se presentó al premio Biblioteca Breve de 1965) y que la buena
recepción de la primera facilitó la publicación de la segunda.
La acción de Boquitas pintadas nos traslada de nuevo a Coronel Vallejos, un
pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires, donde también transcurría
la acción de La traición de Rita Hayworth.
Coronel Vallejos es un trasunto, poco disimulado, del pueblo natal de Manuel
Puig, General Villegas.
Boquitas pintadas se abre con
una nota de prensa: en ella se da cuenta del fallecimiento de Juan Carlos
Etchepare en su natal Coronel Vallejos, el 18 de abril de 1947, a la edad de
veintinueve años.
A continuación el lector podrá
acercarse a las cartas que Nené Fernández escribe a la madre del fallecido.
Nené fue novia de Juan Carlos una década atrás y ahora, casada en Buenos Aires
y con dos hijos, al leer la noticia sobre la muerte de su antiguo amor empezará
a recordar aquella época de felicidad pasada en Vallejos. Pronto empezará a
tomar a doña Leonora –la madre de Juan Carlos– como su confidente y le empezará
a hablar de la sensación de fracaso matrimonial que la acecha.
Si bien el lenguaje de la nota de
prensa inicial era pomposo y grave, Nené en sus cartas parece que imita el
estilo de las novelas folletinescas que escucha en la radio.
Puig denomina a los capítulos del
libro con el encabezado de «entregas», dando a entender que escribe influido
por la narrativa popular, sobre todo por los folletines. Lo cierto es que Puig
en esta obra hará un uso continuo de recursos en apariencia procedentes del
mundo de la baja cultura, pero los hará trascender gracias a la ironía.
Tras las palabras escritas en las
cartas de Nené, un narrador impersonal describe lo que hace Nené. Por ejemplo,
en la página 15 leemos: «Cierra el sobre, enciende la radio y empieza a
cambiarse la ropa gastada de entrecasa por un vestido de calle». Son
anotaciones similares a acotaciones teatrales o a las que se pueden encontrar
en un guión de cine. Puig quiso ser cineasta antes que escritor y, además de
estar influenciado por las artes narrativas populares, también lo está por el
lenguaje propio del cine.
Igual que en la «Primera entrega» y
en la «Segunda entrega», donde aparecían las cartas de Nené, el lector se
acercaba a las acotaciones teatrales de los movimientos de Nené, en la «Tercera
entrega» el narrador describe, de la misma forma aséptica, las fotos que Nené
guarda en un álbum.
Puig nunca juzga a sus personajes,
las anotaciones que corresponden al narrador son puramente funcionales. No hay
ironía en ellas, ni condescendencia, ni aprobación. Todo esto tendrá que
encontrarlo el lector en las palabras que se desprenden de forma directa de los
personajes. De hecho, parece que Puig, en Boquitas
pintadas, está buscando
situaciones de la vida cotidiana en las que los personajes usen de forma real y
constatable el lenguaje. Por eso, igual que en La traición de Rita Hayworth, aparecen aquí muchos diálogos sin
ninguna acotación. Pero, sobre todo, lo que parece estar buscando el autor es
reflejar el habla de los personajes cuando tienen que escribir. Además del
recurso de las cartas nos encontraremos, por ejemplo, con unos recortes que
Nené tiene guardados de una revista: en ellos, mediante un pseudónimo, Nené ha
escrito al consultorio sentimental de la publicación para hablarle de su amor
por Juan Carlos y recibir los consejos de una experta desconocida.
En la página 49 el lector llega a un
capítulo titulado «Agenda 1935», donde podrá leer algunas anotaciones que Juan
Carlos hace sobre su vida cotidiana. En estas anotaciones hay faltas de
ortografía, algo que aparece por primera vez, puesto que Nené, a pesar de
imitar el lenguaje de los folletines, escribe sus cartas con corrección. Así,
por ejemplo, se puede leer: «Domingo 19,
San José. Milonga en el Club, convidé a Pepe y a los hermanos Barros, dos
bueltas. Me la deben para la próxima».
Cartas entre personajes, notas del
periódico, cartas al consultorio sentimental del periódico, esquelas en las
coronas del cementerio, atestados policiales… como ocurría en la novela Drácula
de Bram Stoker, donde todos
los personajes llevaban un diario, Puig quiere acercar al lector a aquellas
situaciones en las que las personas corrientes escriben.
Cuando Puig es el narrador, como ya
he dicho, usa técnicas como las acotaciones teatrales o cinematográficas,
además de cuestionarios similares donde un narrador contesta qué hacen o
sienten los personajes que se enfrentan a unos mismos acontecimientos.
En más de un capítulo se citan
letras de tangos, escritas por Alfredo
Le Pera y cantados por Carlos Gardel.
Los personajes escuchan estos tangos o novelas de la radio, cuyo argumento le
llega narrado al lector por alguno de los personajes.
Juan Carlos es un joven aquejado de
tuberculosis. También es un crápula que malgasta su tiempo en el Club jugando a
las cartas, y que no siente mucho interés en prosperar trabajando, a no ser que,
gracias a su encanto, consiga algún puesto privilegiado. Además es un joven
atractivo que lo sabe y ejercerá de Don Juan, a pesar de ser un Don Juan
aquejado de una enfermedad grave, cuya existencia él trata de negarse a sí
mismo.
Si bien la historia empieza una vez
que Juan Carlos ha muerto, la trama principal nos lleva a una década antes,
cuando en Vallejos Juan Carlos estaba ennoviado con Nené, pero también se veía
con Mabel, la amiga de Nené, además de con una viuda mayor que él. Otro
personaje importante será Celina, hermana de Juan Carlos, y amiga de Nené y
Mabel.
Juan Carlos tendrá que irse a
Cosquín, un pueblo de la sierra de Córdoba, para tratar de curarse de su
enfermedad. Desde el sanatorio le escribirá cartas a Nené y el lector podrá
acercarse a ellas. En realidad, el lector se acercará a los borradores de las
cartas de Juan Carlos, y tendrá que leerlas con faltas de ortografía, aunque
sabe que Nené las leerá sin ellas, ya que antes de mandarlas, Juan Carlos se
las pasará para que las corrija a otro interno del sanatorio con más cultura
que él. Me gusta el recurso, aunque implica un trato un tanto cruel de parte de
Puig hacia su personaje.
En la «Undécima entrega» se usa
también un recurso muy propio de La
traición de Rita Hayworth: la transcripción de un monólogo interior en el
que habla Raba, una sirvienta que será seducida por un obrero, y tendrá que
tener sola a su hijo porque su amante Pancho (un amigo de Juan Carlos) no
quiere reconocerlo.
Don Juan, la sirvienta engañada…
Puig se sirve de recursos propios de la narración popular, pero los hace
trascender totalmente. En Boquitas
pintadas queda reflejada una época, con sus mitos (del cine, de la música,
de la radio…) y todas las pulsiones subterráneas de una sociedad provinciana:
el deseo, las costumbres, el qué dirán, el chisme, el racismo, el clasismo…
Me percato de que Manuel Puig ha
influido sobre uno de los autores argentinos más reputados ahora mismo: César Aira.
Me ha gustado bastante más Boquitas pintadas que La traición de Rita Hayworth. Boquitas pintadas es un libro más
maduro, Puig ha ensayado recursos en su primera novela que han acabado de
cuajar en la segunda. Aquí la trama tiene más peso en la construcción y el
final está muy bien enlazado con el comienzo.
Boquitas pintadas es una
destacada novela argentina de la segunda mitad del siglo XX. Tengo ganas de
seguir con las siguientes novelas de Manuel Puig.
Ha sido una reconciliación total por lo que veo. Hace ya casi veinte años que leí esta novela (2001, pero leyendo tu reseña, me han entrado ganas de volver sobre ella.
ResponderEliminarTengo comprada hace mucho "El beso de la mujer araña". No la he leído, aunque vi la película del mismo título y me pareció muy buena.
Un beso.
Hola Rosa:
EliminarDe las cuatro novelas de Puig que he leído, "El beso de la mujer araña" me ha parecido la mejor.
Un beso.
Tomo nota. A ver si pronto me animo.
EliminarEstupendo, Rosa.
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