domingo, 14 de abril de 2019

Las cosas que perdimos en el fuego, por Mariana Enriquez


Editorial Anagrama. 197 páginas. 1ª edición de 2016.

Durante 2016 y principios de 2017 leí, en internet y en suplementos culturales, bastantes elogios sobre este libro de Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973), que, partiendo del terror, traslada los presupuestos del género a espacios diferentes. Era uno de esos libros que imaginaba que me iban a gustar, pero que estaba dejando pasar porque he de dejar pasar algunas de las novedades que me apetecen. Si no lo hago nunca conseguiré acercarme a los clásicos que me faltan por leer. Sin embargo, en la Feria del Libro de Madrid de 2017, vi que estaba anunciada la presencia de Enriquez, y como aprecio que la Feria del Libro invite a autores extranjeros, decidí pasarme por allí para comprar el libro y que me lo dedicara. Hablamos unos minutos. Me di cuenta de que Las cosas que perdimos en el fuego había sido celebrado en Argentina por el crítico literario y escritor Elvio E. Gandolfo, uno de mis amigos de internet. No pude dejar de comentarlo (ya sabéis, me encanta hacerme el cosmopolita cibernético) y en la dedicatoria de Enriquez en mi libro se coló una referencia a Gandolfo.

Las cosas que perdimos en el fuego está formado por doce cuentos. El primero se titula El chico sucio, y en él ya nos encontramos casi todos los elementos que Enriquez va a usar para escribir sus relatos. «Mi familia cree que estoy loca»: con estas palabras comienza la narración, unas palabras significativas. En muchos de estos relatos, sus mujeres protagonistas serán consideradas locas por terceros. De hecho, Enriquez, siguiendo las premisas de muchas de las historias de Henry James, juega en sus relatos a la doble interpretación: lo que la protagonista (sólo en el cuento Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo el protagonista principal es un hombre) está narrando o viviendo (algunos relatos están contados en tercera persona) puede tener una explicación fantástica, ya que la narradora está en contacto con un fantasma, por ejemplo, o bien existe una explicación racional y la protagonista está imaginando que un fantasma ha contactado con ella y, por tanto, se está volviendo loca.

En El chico sucio, una joven de clase media decide trasladarse a vivir a uno de los barrios más peligrosos de Buenos Aires, a una antigua casa familiar por la que siempre ha sentido fascinación. La descripción del deterioro del barrio y de las condiciones de vida de sus vecinos genera una atmósfera muy propicia para los excesos criminales que pueden darse en este entorno. Pero, además, también funcionan como una crítica sobre la desigualdad social en las grandes urbes. En El chico sucio, el terror no necesita de lo fantástico para funcionar. La descripción inicial del barrio de Constitución, que en el pasado fue lujoso, me ha recordado al paseo con el que comienza la novela El caso de Charles Dexter Ward de H. P. Lovecraft por Providence. «Constitución no es fácil y es hermoso, con todos esos rincones que alguna vez fueron lujosos, como templos abandonados y vueltos a ocupar por infieles que ni siquiera saben que, entre estas paredes, alguna vez escucharon alabanzas a viejos dioses», leemos en la página 11.
En El chico sucio no hay elementos fuera de lo real (seguramente) pero sí que se nos habla de personas reales que creen en lo fantástico: personas que levantan altares en la calle a dioses delincuentes como el Gauchito Gil o San La Muerte.
«Que no era la princesa en el castillo, sino la loca encerrada en la torre», dice la narradora en la página 32, cuando ya está acabando su relato y se plantea que tal vez deba cambiar de barrio.

La hostería nos traslada a la provincia de Buenos Aires, a un cuento de aparecidos, que además son torturados en la época de la dictadura de Videla. Como es propio de este libro, los terrores cotidianos –como la separación de los padres, los cambios bruscos durante la infancia, el miedo a aceptar la propia sexualidad…– están aquí presentes.

Los años intoxicados, en los que la narradora evoca la época en la que consumía drogas con sus amigas, allá por los años 1989-1994, de nuevo podría ser un relato realista, con imágenes muy sugerentes (el bosque en el que se pierde en la noche una supuesta bruja adolescente) que parten del imaginario actual para un lector que medianamente conozca el mundo del cine de terror.

La casa de Adela posiblemente sea el relato que parte de un presupuesto creativo más abiertamente fantástico de todos, encontrándonos aquí con una clásica, y sugerente, historia de casa encantada. A una de sus niñas protagonistas le falta un brazo y el miedo y el malestar ante los defectos físicos están aquí presentes.

Pablito clavó un clavito: Una evocación del Petiso Orejudo, como ya dije, es el único cuento de los doce aquí presentes protagonizado por un hombre, y en él se habla del Petiso Orejudo, un famoso asesino en serie de la primera mitad del siglo XX en Buenos Aires. Este cuento puede ser fantástico o puede hablarnos sobre la locura. Su final me parece muy sutil porque elude la contundente y escabrosa escena hacia la que parecía llevarnos la narración.
Algo parecido a lo contado sobre Pablito clavó un clavito ocurre con Tela de Araña, un cuento que transcurre en Corrientes (aunque protagonizado por una mujer de Buenos Aires) y en Asunción (Paraguay). Las leyendas de fantasmas y aparecidos se cuentan entre los protagonistas y unos desconocidos con los que coinciden, pero el verdadero terror no proviene del más allá, sino de la concreción de los militares de las dictaduras del Cono Sur.

Fin de curso, sobre locas o posesiones fantasmales, nos habla del terror adolescente a ser invisible, igual que Nada de carne sobre nosotras habla de la anorexia y los desequilibrios alimenticios y emocionales.

Creo que El patio del vecino es el cuento que verdaderamente más me ha espeluznado de los aquí leídos. Me ha hecho pensar en el escritor de terror Robert Bloch, que de adolescente era un admirador de Lovecraft, con quien llegó a cartearse, y que empezó su precoz carrera con cuentos de vampiros, momias, fantasmas… para llegar a la conclusión de que los terrores reales, provenientes de asesinos en serie y locos psicópatas, pueden llegar a dar más miedo que los provenientes del más allá. Bloch es el escritor de la novela Psicosis. Terminé El patio del vecino sin aliento.

Bajo el agua negra, sobre un habitante de una villa miseria que regresa (o tal vez no) de la muerte, me ha recordado a alguna de las novelas cortas de Lovecraft, como La sombra sobre Innsmouth. De nuevo, jugando con los presupuestos de una eficiente narración de terror, nos encontramos ante una dura crítica de las desigualdades sociales.

Verde rojo anaranjado trata sobre una chica que se relaciona a través de internet con un amigo que, en el presente del relato, se encuentra encerrado en su habitación como un hikikomori. Este cuento habla de los terrores modernos a la red.

El último cuento, Las cosas que perdimos en el fuego, es el que da título al volumen y trata sobre un movimiento de mujeres en Argentina que deciden prenderse fuego después de que se sucedan los ataques machistas con quemaduras sobre ellas. «Es que yo hablo con las chicas. Les cuento que a nosotras las mujeres siempre nos quemaron, ¡que nos quemaron durante cuatro siglos! No lo pueden creer, no sabía nada de los juicios a las brujas, ¿se dan cuenta?», leemos en la página 196, penúltima del libro.

El lenguaje del libro es conciso y contundente, muy adecuado a los materiales tratados.
Me ha gustado mucho Las cosas que perdimos en el fuego, un conjunto de relatos que, pese a que bebe de muchas fuentes, resulta tremendamente original y sugestivo. Los doce cuentos mantienen un nivel muy parejo. He disfrutado mucho con este libro, leído hace un año (en marzo) y que se convirtió en una de mis lecturas favoritas de 2018.

4 comentarios:

  1. Aprendo muchísimo leyendo tus reseñas, David. Ignoraba que "Psicosis" fuese de Robert Bloch y desconocía este libro de relatos si bien el nombre de la autora me sonaba, seguramente de los suplementos culturales. Me parecen unos relatos sugerentes. Tomo nota del libro para el día del libro que está ya al caer.
    Un abrazo

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    1. Hola Juan Carlos:

      Este libro de relatos es realmente bueno. Seguro que te gusta.
      Saludos

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    2. Excelente blog ,hace tiempo que he leído este libro de relatos y en su momento me gustó,por otra parte Robert Bloch es un autor infravalorado del que he leído muy buenas historias , además tengo que decir que su famosa novela se inspiró en el psicópata Ed Gein , recomiendo su libro de relatos "Dulces sueños".

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    3. Hola Josef:

      Gracias por pasarte. Suena bien lo de ese libro de relatos de Bloch.

      Saludos

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