Editorial Anagrama. 197 páginas. 1ª edición de 2016.
Durante 2016 y principios de 2017
leí, en internet y en suplementos culturales, bastantes elogios sobre este
libro de Mariana Enriquez (Buenos Aires,
1973), que, partiendo del terror, traslada los presupuestos del género a espacios
diferentes. Era uno de esos libros que imaginaba que me iban a gustar, pero que
estaba dejando pasar porque he de dejar pasar algunas de las novedades que me
apetecen. Si no lo hago nunca conseguiré acercarme a los clásicos que me faltan
por leer. Sin embargo, en la Feria del Libro de Madrid de 2017, vi que estaba
anunciada la presencia de Enriquez, y como aprecio que la Feria del Libro
invite a autores extranjeros, decidí pasarme por allí para comprar el libro y
que me lo dedicara. Hablamos unos minutos. Me di cuenta de que Las cosas que perdimos en el fuego había
sido celebrado en Argentina por el crítico literario y escritor Elvio E. Gandolfo, uno de mis amigos de
internet. No pude dejar de comentarlo (ya sabéis, me encanta hacerme el
cosmopolita cibernético) y en la dedicatoria de Enriquez en mi libro se coló
una referencia a Gandolfo.
Las cosas que perdimos en el fuego está formado por doce cuentos. El primero se titula El
chico sucio, y en él ya nos encontramos casi todos los elementos que Enriquez
va a usar para escribir sus relatos. «Mi familia cree que estoy loca»: con estas
palabras comienza la narración, unas palabras significativas. En muchos de
estos relatos, sus mujeres protagonistas serán consideradas locas por terceros.
De hecho, Enriquez, siguiendo las premisas de muchas de las historias de Henry James, juega en sus relatos a la
doble interpretación: lo que la protagonista (sólo en el cuento Pablito
clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo el protagonista
principal es un hombre) está narrando o viviendo (algunos relatos están
contados en tercera persona) puede tener una explicación fantástica, ya que la
narradora está en contacto con un fantasma, por ejemplo, o bien existe una
explicación racional y la protagonista está imaginando que un fantasma ha
contactado con ella y, por tanto, se está volviendo loca.
En El chico sucio, una joven
de clase media decide trasladarse a vivir a uno de los barrios más peligrosos
de Buenos Aires, a una antigua casa familiar por la que siempre ha sentido
fascinación. La descripción del deterioro del barrio y de las condiciones de
vida de sus vecinos genera una atmósfera muy propicia para los excesos
criminales que pueden darse en este entorno. Pero, además, también funcionan
como una crítica sobre la desigualdad social en las grandes urbes. En El chico sucio, el terror no necesita de
lo fantástico para funcionar. La descripción inicial del barrio de
Constitución, que en el pasado fue lujoso, me ha recordado al paseo con el que
comienza la novela El caso de Charles Dexter Ward de H. P. Lovecraft por Providence. «Constitución no es fácil y es
hermoso, con todos esos rincones que alguna vez fueron lujosos, como templos
abandonados y vueltos a ocupar por infieles que ni siquiera saben que, entre
estas paredes, alguna vez escucharon alabanzas a viejos dioses», leemos en la
página 11.
En El chico sucio no hay elementos fuera de lo real (seguramente) pero
sí que se nos habla de personas reales que creen en lo fantástico: personas que
levantan altares en la calle a dioses delincuentes como el Gauchito Gil o San
La Muerte.
«Que no era la princesa en el
castillo, sino la loca encerrada en la torre», dice la narradora en la página
32, cuando ya está acabando su relato y se plantea que tal vez deba cambiar de
barrio.
La hostería nos traslada a la provincia de
Buenos Aires, a un cuento de aparecidos, que además son torturados en la época
de la dictadura de Videla. Como es propio de este libro, los terrores
cotidianos –como la separación de los padres, los cambios bruscos durante la
infancia, el miedo a aceptar la propia sexualidad…– están aquí presentes.
Los años intoxicados, en los que la narradora evoca la
época en la que consumía drogas con sus amigas, allá por los años 1989-1994, de
nuevo podría ser un relato realista, con imágenes muy sugerentes (el bosque en
el que se pierde en la noche una supuesta bruja adolescente) que parten del
imaginario actual para un lector que medianamente conozca el mundo del cine de
terror.
La casa de Adela posiblemente sea el relato que
parte de un presupuesto creativo más abiertamente fantástico de todos,
encontrándonos aquí con una clásica, y sugerente, historia de casa encantada. A
una de sus niñas protagonistas le falta un brazo y el miedo y el malestar ante
los defectos físicos están aquí presentes.
Pablito clavó un clavito: Una evocación del Petiso Orejudo, como ya dije, es el único cuento
de los doce aquí presentes protagonizado por un hombre, y en él se habla del
Petiso Orejudo, un famoso asesino en serie de la primera mitad del siglo XX en
Buenos Aires. Este cuento puede ser fantástico o puede hablarnos sobre la
locura. Su final me parece muy sutil porque elude la contundente y escabrosa
escena hacia la que parecía llevarnos la narración.
Algo parecido a lo contado sobre Pablito clavó un clavito ocurre con Tela de Araña, un cuento que transcurre
en Corrientes (aunque protagonizado por una mujer de Buenos Aires) y en
Asunción (Paraguay). Las leyendas de fantasmas y aparecidos se cuentan entre
los protagonistas y unos desconocidos con los que coinciden, pero el verdadero
terror no proviene del más allá, sino de la concreción de los militares de las
dictaduras del Cono Sur.
Fin de curso, sobre locas o posesiones
fantasmales, nos habla del terror adolescente a ser invisible, igual que Nada
de carne sobre nosotras habla de la anorexia y los desequilibrios
alimenticios y emocionales.
Creo que El patio del vecino es el
cuento que verdaderamente más me ha espeluznado de los aquí leídos. Me ha hecho
pensar en el escritor de terror Robert
Bloch, que de adolescente era un admirador de Lovecraft, con quien llegó a
cartearse, y que empezó su precoz carrera con cuentos de vampiros, momias,
fantasmas… para llegar a la conclusión de que los terrores reales, provenientes
de asesinos en serie y locos psicópatas, pueden llegar a dar más miedo que los
provenientes del más allá. Bloch es el escritor de la novela Psicosis. Terminé El patio del vecino sin aliento.
Bajo el agua negra, sobre un habitante de una villa
miseria que regresa (o tal vez no) de la muerte, me ha recordado a alguna de
las novelas cortas de Lovecraft, como La sombra sobre Innsmouth. De nuevo,
jugando con los presupuestos de una eficiente narración de terror, nos
encontramos ante una dura crítica de las desigualdades sociales.
Verde rojo anaranjado trata sobre una chica que se
relaciona a través de internet con un amigo que, en el presente del relato, se
encuentra encerrado en su habitación como un hikikomori. Este cuento habla de los
terrores modernos a la red.
El último cuento, Las
cosas que perdimos en el fuego, es el que da título al volumen y trata
sobre un movimiento de mujeres en Argentina que deciden prenderse fuego después
de que se sucedan los ataques machistas con quemaduras sobre ellas. «Es que yo
hablo con las chicas. Les cuento que a nosotras las mujeres siempre nos
quemaron, ¡que nos quemaron durante cuatro siglos! No lo pueden creer, no sabía
nada de los juicios a las brujas, ¿se dan cuenta?», leemos en la página 196,
penúltima del libro.
El lenguaje del libro es conciso y
contundente, muy adecuado a los materiales tratados.
Me ha gustado mucho Las cosas que perdimos en el fuego, un
conjunto de relatos que, pese a que bebe de muchas fuentes, resulta
tremendamente original y sugestivo. Los doce cuentos mantienen un nivel muy
parejo. He disfrutado mucho con este libro, leído hace un año (en marzo) y que
se convirtió en una de mis lecturas favoritas de 2018.
Aprendo muchísimo leyendo tus reseñas, David. Ignoraba que "Psicosis" fuese de Robert Bloch y desconocía este libro de relatos si bien el nombre de la autora me sonaba, seguramente de los suplementos culturales. Me parecen unos relatos sugerentes. Tomo nota del libro para el día del libro que está ya al caer.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Juan Carlos:
EliminarEste libro de relatos es realmente bueno. Seguro que te gusta.
Saludos
Excelente blog ,hace tiempo que he leído este libro de relatos y en su momento me gustó,por otra parte Robert Bloch es un autor infravalorado del que he leído muy buenas historias , además tengo que decir que su famosa novela se inspiró en el psicópata Ed Gein , recomiendo su libro de relatos "Dulces sueños".
EliminarHola Josef:
EliminarGracias por pasarte. Suena bien lo de ese libro de relatos de Bloch.
Saludos