domingo, 23 de diciembre de 2018

Brilla, mar del Edén, por Andrés Ibáñez.


Editorial Galaxia Gutenberg. 759 páginas. 1ª edición de 2014.

Conocía a Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) por las reseñas y artículos que escribe en el ABC Cultural, que normalmente me gustan, y en alguna ocasión había leído también reseñas sobre las novelas que él mismo iba publicando. Era para mí, hasta 2014, un nombre más del nutrido panorama de la literatura española actual. Pero en 2014, a raíz de la publicación de Brilla, mar del Edén, el nombre de Ibáñez sonó más y empecé a buscar información sobre él. Encontré en internet algún artículo que hablaba de forma muy elogiosa de su obra, y en la librería de segunda mano Ábaco me acabé comprando una primera edición de su ópera primera, la novela La música del mundo (1995). Sin haber leído todavía esta novela, una tarde de junio de 2017 que paseaba por la Feria del Libro de Madrid, vi a Andrés Ibáñez solo en la caseta de Galaxia Gutenberg. La verdad es que me dan algo de rabia estas cosas: ver las colas interminables en las casetas de los youtubers o los cocineros y solos a los escritores de verdad. Me acerqué a la caseta y empecé a hablar un poco con Ibáñez tras pedirle que me dedicara Brilla, mar del Edén. En ese momento ya conocía su argumento, había leído críticas sobre él y sabía que había recibido el premio de la Crítica 2014. Ibáñez me recomendó leer V. de Thomas Pynchon cuando le pregunté cuál era su libro favorito de este escritor, y aún tengo pendiente hacerle caso. Una semana después volví a la Feria con La música del mundo para que Ibáñez me la dedicara.

Como suele ocurrirme, los libros de Ibáñez se estaban quedando en la montaña de libros por leer, hasta que, en abril de 2018, me vi desbordado por pequeñas tareas (en la mayoría de los casos relacionadas con la literatura) que tenía que llevar a cabo en mi tiempo libre y decidí que necesitaba empezar un libro largo para estar más de dos semanas sin tener que escribir una reseña. De modo que elegí las 759 páginas de Brilla, mar del Edén.

En la primera década del siglo XXI, tanto Andrés Ibáñez como yo fuimos seguidores de la serie Perdidos (Lost en inglés), un espectáculo televisivo que renovaba el género de aventuras con su moderna versión de La isla misteriosa. Las dos primeras temporadas de la serie me encantaron, la tercera todavía aguantaba, y de la cuarta a la sexta sufrimos una dolorosa cuesta abajo cuando, capítulo a capítulo, los seguidores veíamos que los guionistas de la serie no sabían cómo acabarla ni cómo aclarar los múltiples misterios que habían creado. Ibáñez, como seguidor de Perdidos, no se libró de esta experiencia, pero decidió tomar cartas en el asunto: escribiría una novela con la versión de la serie que le hubiera gustado ver. El planteamiento me parece atrevido y brillante, una idea libre y disparatada.

La novela comienza con un avión, de un vuelo Los Ángeles-Calcuta, que cae al vacío sobre el océano Pacífico. El narrador es Juan Barbarín, español residente en Estados Unidos, compositor de música y profesor universitario. El avión caerá cerca de una isla y sobrevivirán unas noventa personas.

Los primeros capítulos están escritos con mucho sentido del ritmo. El estilo narrativo de Ibáñez no es dado a la metáfora elaborada ni al vericueto sintáctico; y, sin embargo, su prosa es elegante, bella y clara. Su uso del lenguaje es muy preciso; es decir, el narrador conoce a la perfección muchos nombres de enfermedades, medicinas, plantas o animales que encuentra en la isla. Al principio, este detalle me chirrió un poco; sobre todo cuando leí en la página 16 la descripción del contenido de una maleta que, debido al impacto del accidente aéreo, cae sobre el narrador: «Debía de pertenecer a un rabino, porque estaba llena de objetos judíos de culto: unos rollos de la Torah con su funda de terciopelo azul oscuro, sus dos mangos de madera con contera de latón (uno de los cuales me había golpeado en la barbilla) y sus rimmonim decorativos de plata en forma de campanarios; una menorah de Hanukkah de latón; un besamim o incensario de plata con forma de corona imperial (…); un shofar ritual (…); dos natlas o jarras rituales (…): un yad de plata (…); varios tefillin de cuero; una jarra de mezuzah de metal, una copa de kiddush de plata tallada.» Leía esto y me preguntaba: cómo puede tener esta información un músico de origen español que está recordando una historia que le ocurrió en el pasado… Al acabar el libro, plagado de elementos fantásticos, puedo pensar que el narrador ha alcanzado un nivel de sabiduría superior y que estos conocimientos pueden, por tanto, quedar justificados. O seguramente, lo más sensato habría sido leer sin pensar en estas cosas, pero uno, también aficionado a escribir, no puede dejar de hacer la lectura de «escritor», es decir, tratando de averiguar cómo está escrito y pensado el texto. Lo cierto es que ha sido fácil dejarse seducir por la propuesta de Ibáñez, porque Brilla, más del Edén es una novela tremendamente imaginativa y rica en bellas escenas literarias.

El seguidor de la serie Perdidos puede, al leer esta novela, reconocer a algunos de sus personajes por algún rasgo físico, su procedencia, su personalidad… Pero Brilla, mar del Edén no es un plagio de Perdidos. Parte de una misma premisa: un avión que se estrella en una isla a la que no acude nadie a rescatarlos y en la que empiezan a ocurrir sucesos extraños, visitas inesperadas de misteriosos habitantes del interior o fenómenos inexplicables, pero Ibáñez lleva su propuesta por otros caminos. Me ha hecho gracia que uno de los supervivientes sea un escritor chileno, que vivió mucho tiempo en México y que se llama Roberto B. Un personaje que se dedica a jugar largas partidas de estrategia, sobre un tablero que representa la Europa de la Segunda Guerra Mundial, con sus amigos mexicanos.

Como en Perdidos, los niños de Brilla, mar del Edén desaparecen, y el intento de rescatarlos llevará a los protagonistas del libro a adentrarse en el interior de la isla y hará avanzar la trama; de esta forma, el libro se convierte en una entretenidísima e imaginativa novela de aventuras.

Otro guiño a Perdidos: en la serie algunos de sus protagonistas tenían nombres de filósofos, y en la novela los tienen de escritores.

Brilla, mar del Edén es una novela de voluntad cervantina. Además de la imaginación y el deseo de sus protagonistas de resolver entuertos («Algo nuevo había nacido en mí, el deseo del riesgo, la necesidad de medirme físicamente con el mundo –y conmigo mismo», nos dice el narrador en la página 72), nos encontramos con la narración dentro de la narración, destacando tres novelas cortas: una de corte norteamericano, que tal vez podría hacernos pensar en Thomas Pynchon; otra de carácter japonés, que nos puede llevar hasta Kenzaburo Oe; y una mexicana, que nos conduce hasta Roberto Bolaño, al que se nombra explícitamente en esta historia. «La forma de salir de la casa parece sacada de una novela de Roberto Bolaño, nos cuenta Óscar», leemos en la página 515, cuando acaba la narración mexicana con una escena parecida al final de la primera parte de Los detectives salvajes. Roberto B. y Roberto Bolaño son, por tanto, personas diferentes.

Juan Barbarín nos irá hablando de su pasado en Madrid, Pozuelo o Estados Unidos, porque, entre muchas otras cosas, Brilla, mar del Edén también es una historia de amor.

Además, en otros capítulos, que posiblemente no estén narrados por Barbarín, se habla del enigmático pasado de la isla y cobra fuerza la imagen del compositor Anton Bruckner.

Si bien en Perdidos los guionistas dejaron muchos cabos sueltos, Ibáñez –sin acabar de resolver todos los misterios propuestos– es más cuidadoso con las explicaciones narrativas que propone a los enigmas creados.

Como ya había leído en algunas reseñas, es cierto que hacia el final se produce un bajón en la tensión narrativa (en cierta medida, Ibáñez se deja llevar por su pasión real hacia el budismo y la cultura oriental), pero esto no desmerece una novela honda, imaginativa, ambiciosa y de gran mérito dentro del panorama literario español actual. Tengo que leer más libros de Andrés Ibáñez y no estaría mal que continuase con La música del mundo, que me espera en casa.

2 comentarios:

  1. Sí señor, una gran novela ésta de Andrés.

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  2. Excelente reseña. Hace una semana que compre la novela, y no le he soltado. No soy fanatico de Lost, y quizá ví algun capitulo suelto, así que estoy parcialmente inoculado. Brilla, mar del Edén es de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Saludos desde México.

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