Editorial Tusquets. 275 páginas. 1ª edición de 2016.
La primera vez que vi este libro fue en las manos de un profesor de
religión del colegio en el que trabajo, hacia finales del curso 2016-17. Me
comentó que trataba sobre el asesinato en 1989 de seis padres jesuitas, junto a
dos mujeres que trabajaban para ellos. Una historia de la que ya había oído
hablar. Abrí el libro y leí dos páginas. Me pareció que estaban realmente bien
escritas y pensé que tal vez, en algún momento, acabase leyendo aquel libro del
salvadoreño Jorge Galán (San
Salvador, 1973). Además dio la casualidad de que durante el pasado curso entró
a trabajar en el colegio Virginia Cantó, que es poeta, además de profesora de
lengua. Virginia conoce en persona a Jorge Galán y a comienzos del curso
2017-18 le invitó a dar una charla sobre su libro en el colegio. Así que,
pensando que Galán iba a estar en dos semanas en mi colegio y que su novela me
parecía atractiva, le pedí a otra de las profesoras de lengua, que estaba
trabajando con sus alumnos la lectura del libro, que me lo pasase y lo leí
durante el puente del 12 de octubre de 2017.
Jorge Galán realizó muchas entrevistas para escribir Noviembre,
buscando las declaraciones de personas cercanas a los hechos narrados. La
novela gravita en torno a un suceso central que tuvo lugar en San Salvador el
16 de noviembre de 1989: el asesinato de los padres jesuitas Ignacio Ellacuría,
Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín
López y López, junto a Elba Ramos y su hija Celina, que trabajaban para la UCA.
La ejecución se llevó a cabo por el ejército, por miembros del temido batallón Atlácatl
–cuerpo de élite entrenado por el ejército norteamericano–, aunque éstos
trataran de cargar la responsabilidad sobre el FMLN (la guerrilla salvadoreña).
Galán divide la novela en siete partes. Desde cada una de ellas se
acercará al tema central del relato, que es el ya expuesto, el de la ejecución
de los jesuitas, desde distintas perspectivas. Uno de los personajes
principales de esta novela es José María Tojeira, jesuita superviviente y que
será una de las personas más persistentes a la hora de buscar a los culpables y
pedir responsabilidades sobre los asesinatos, pese a las presiones que él y
otros testigos empiezan a sufrir.
En la segunda parte, la narración salta desde la tensión de contar lo
ocurrido durante el 16 de noviembre de 1989 y las reacciones inmediatas de
Tojeira y el resto de jesuitas, a las peripecias vitales (con el telón de fondo
del San Salvador de noviembre de 1989) de los adolescentes Miguel y Mario. La
suya será una mirada más inocente y ajena, hasta que el peso de la realidad y
la violencia acaban golpeando a Miguel. Esto hace que, en cierto modo, al
lector se le quede (sobre todo en la primera mitad del libro) una sensación de
novela construida con relatos, aunque la estructura se repite en las siete
partes: el lector sabe desde la primera parte que el narrador –Jorge Galán–
está recreando en sus páginas los testimonios que ha conseguido de testigos de
los hechos mediante entrevistas (de hecho, conseguirá entrevistarse con el que
fuese presidente de la república salvadoreña en 1989: Alfredo Cristiani).
En la literatura de no ficción que practicaban escritores como Truman Capote en A sangre fría, el
narrador también se había dedicado a entrevistar a los testigos de la historia
y él desaparecía de la narración. En una variante más actual de la narrativa de
no ficción, el narrador (por ejemplo, esto lo hace Emmanuel Carrère en El adversario) se introduce él mismo
en la trama de la novela y cuenta cómo realiza sus pesquisas o cómo éstas le
afectan. Galán aparece en su novela de forma escueta: en más de una ocasión se
recoge en el texto alguna pregunta formulada por él a uno de sus entrevistados.
Por ejemplo, en la página 20 podemos leer:
«Poco después salió y se dirigió a la habitación que ocupaban la mujer
y la hija de Obdulio.
—No lloraba —me dice Tojeira.
—¿Usted, padre?
—Ni Obdulio ni yo.
Me habla de Obdulio, y lo que me cuenta de él podría haberlo dicho
sobre un cadáver».
En las páginas finales, Jorge Galán acabará mostrándose más.
Si bien en principio podemos incluir Noviembre entre la narrativa de no ficción, en algún momento, el
lector atento sospechará que Galán apuntaba sus páginas con algún supuesto o
apunte poético. Así, en la página 172 podemos leer: «Los dos se habían hundido
en sus propios pensamientos. Cuando salieron al estacionamiento tampoco dijeron
nada, no notaron que había un árbol inmenso, una ceiba extendía sus ramas por
todo el lugar, pero no era momento para la belleza». Digamos que las personas
entrevistadas no podrían recordar aquello en lo que no se fijaron, a no ser que
se dé un proceso de reconstrucción personal: el testigo le cuenta a Galán que
volvió al lugar sobre el que está hablando y se percató entonces de lo que se
le había pasado antes.
En la página 264 podemos encontrar un ejemplo más claro de este
abandono temporal de la veracidad narrativa por la belleza de la invención:
cuando los soldados están sacando de la casa a los jesuitas para conducirlos al
jardín, donde serán ejecutados, Galán escribe: «El padre Ellacuría recordó de
pronto una mañana en una calle de su pueblo y su padre sentado junto a una
fuente de agua. Una imagen como un destello. Como el destello de un disparo».
Por supuesto, no considero que esto que describa sea un error
compositivo, sino que Galán, a pesar de ser plenamente consciente de lo
delicados que son los materiales que maneja, decide no renunciar del todo a la
imaginación novelística y se sirve de ella para embellecer su creación. Galán
ha sido hasta ahora reconocido principalmente como poeta. En este sentido, el
lenguaje de Noviembre es contenido,
pero no deja de mostrar algún apunte lírico (sobre todo cuando se describe la naturaleza
o las condiciones climáticas).
Si bien, como ya he apuntado, en Noviembre
Jorge Galán recuerda y homenajea a los jesuitas asesinados en 1989, también
tiene páginas para recordar a monseñor Romero, asesinado en 1980, y a Rutilio
Grande, el primer sacerdote que los militares asesinaron en El Salvador, en
1977.
Causan escalofríos las ideas vertidas en el libro sobre los motivos de
esta matanza: los jesuitas (con Ellacuría al frente) trataban de mediar entre
la guerrilla y el gobierno para alcanzar la paz, pero en la página 259 podemos
leer: «Se sabe que los militares no querían la paz. La paz significaba alejarse
de muchos privilegios, dinero, poder, esas cosas»; o en la página 89 leemos:
«Los militares se estaban haciendo ricos con la guerra y no querían que
acabara. Recibían millón y medio de dólares al día sólo de los Estados Unidos.
Y eso es mucho dinero».
Paradójicamente, y en contra de las intenciones de los militares,
cuando no se pudo ocultar más quiénes habían sido los verdaderos culpables del
crimen, la opinión internacional reaccionó contra ellos y eso contribuyó a que
pudiera acabar el conflicto.
Jorge Galán no es tibio al hablar de los culpables de la matanza:
aparecen los nombres de los soldados que fueron los ejecutores y también los de
los ideólogos. Algunos soldados sí fueron a la cárcel, pero para los ideólogos
hubo un indulto.
Esta novela, que en España ha publicado Tusquets, se publicó en 2015
en El Salvador por Planeta. Galán sufrió amenazas por ella que le hicieron
abandonar el país. Actualmente vive en España. Me parece asombroso que en la
actualidad alguien tenga que exiliarse por publicar un libro, pero así ha
ocurrido.
Me ha gustado mucho Noviembre.
Es una novela muy bien construida y de lectura absorbente, que tiene mucho de
novela de terror o de thriller
psicológico. Acabo de unir en mi imaginario lector a Jorge Galán con Horacio Castellanos Moya y Rodrigo Rey Rosa, otros de los grandes
escritores que nos hablan de la violencia centroamericana.
Apunto el nombre de Jorge Galán, junto con el Horacio Castellanos Moya y Rodrigo Rey Rosa. ¿Dirías que ahora está creciendo el interés en España por estos escritores centroamericanos? Hace poco leí una novela de Eduardo Halfon, que mezclaba no-ficción con elementos propios de las narrativas de la transculturalización (lo que aquí han querido llamar sin mucho tino "realismo mágico") y me convenció bastante. Parece un terreno prácticamente inexplorado en España y que tiene mucho que aportar.
ResponderEliminarHola Lucas:
EliminarPor lo que sé del mundo literario, en España existe un problema con los escritores de los países centroamericanos. Al ser países pequeños es difícil para ellos desarrollar una industria literaria local potente y esto hace que a sus escritores les sea más difícil brillar y llamar la atención para las editoriales españolas. Es decir, si una editorial española ficha a un escritor de Argentina o México y saca su siguiente obra puede tener éxito en dos mercados grandes: el de Argentina o México y el de España. Esto es mucho más difícil de conseguir si el escritor es de Guatemala o El Salvador, por ejemplo. Esto también habla de otro problema: muchas de las cosas que se hacen en Hispanoamérica no llegan a España, pero lo que se hace en Bolivia tampoco llega a Colombia o Perú. Es extraño que en un mundo cada vez más global existan estas fronteras.
Y, aunque aún hay mucho trabajo por hacer, es estupendo que lleguen al mercado español algunos de los autores centroamericanos que antes no llegaban. Los nombres que apuntas son buenos. De Halfón leí sólo un libro, a ver si leo más.
Saludos
Tomo nota de estos nombres de autores que desconocía. Estoy contigo, David, en la escasa comunicación que existe entre los paises chicos y los importantes; suele pasar y aquí en España lo sabemos e incluso lo practicamos entre nosotros mismos (comunidades más y menos ricas).
EliminarCada dia aprendo más de todos Uds
ResponderEliminarMe gusta eso
Antes escribía solo de pasión
Ahora soy pasion por lo que veo y leo
Me ha fascinado tu texto
abrazos
Hola:
EliminarMuchas gracias por sus palabras. Me alegra que le guste el blog y se anime a comentar.
Abrazos
Muy interesante este libro que hoy nos traes, David. El asunto de la matanza de El Salvador lo recuerdo porque fue terrible. Esta investigación de Jorge Galán al estilo de Truman Trapote pero implicándose en la narración (autoficción) él mismo me atrae mucho.
ResponderEliminarGracias por la reseña. Un fuerte abrazo
David, cómo me alegro de que te haya gustado el libro. En ocasiones, hasta los profesores de religión recomiendan buena literatura. Un abrazo, compañero
ResponderEliminarHola Javier:
EliminarPara mí tú eres el lector ideal: alguien que no escribe literatura y entiende el hecho de comprar libros como un entretenimiento culto, y entra en las librerías con su mejor disposición.
Nos vemos
Un abrazo
Hola , que tal ?, estoy tratando de conseguirme este libro, soy de santiago y la verdad no he podido encontrarlo
ResponderEliminarSantiago de Chile
ResponderEliminarHola Paula:
EliminarPues en Hispanoamérica el libro lo sacó Planeta, así que imagino que se podrá conseguir de un modo u otro. Puedes probar en Amazon. Suerte.
Saludos
David:quien se adelanto en nueve años con la literatura de no ficcion fue el argentino Rodolfo Walsh con "Operacion masacre" (1957)
ResponderEliminar. No se si lo conoces. gracias por tus reseñas
Hola: Sí, conozco "Operación Masacre", aunque no lo he leído. En España lo reeditó hace no mucho una editorial que luego cerró. Lo he buscado en los saldos pero no lo encuentro.
EliminarCito a Capote como el ejemplo más conocido de este tipo de narraciones, y porque tampoco sé exactamente cómo está hecho el libro de Walsh, no sé si aparece él en la ficción o se retira.
He leído a Walsh. De hecho, tengo dos libros suyos comentados en el blog. Si mira a la derecha en las etiquetas (que están por orden alfabético) lo verá en la R de Rodolfo.
Saludos