Hace unos años acudí a una charla
en la Casa de América de Madrid. No
recuerdo cuál era el tema, pero reunía a tres autores hispanoamericanos: el
boliviano Edmundo Paz Soldán, el
chileno Alejandro Zambra y la cubana
Wendy Guerra (La Habana, 1970). A
los dos primeros sí que los había leído, pero no a la tercera. Tiempo después,
cuando Wendy Guerra se hizo más conocida y empezó a publicar en Anagrama,
solicité su novela Negra a la biblioteca de Móstoles, pero entre el tiempo que
tardan en llegar los libros y unas cosas y otras, al final no la leí.
En abril de este año apareció en
Anagrama un nuevo libro suyo: Domingo de Revolución. En el colegio
en el que trabajo, mantenemos una costumbre por motivo del Día del libro que me
gusta: los alumnos de cada clase organizan con su tutor un amigo invisible para
regalar y recibir un libro. Hace tiempo que decidí no dejar que mi regalo fuese
al azar, y para solicitar mi libro suelo fijarme en las novedades de Anagrama.
Siempre acabo pidiendo un libro que sea fácil de encontrar, que no sea
demasiado caro y que sepa que voy a leer. En esta ocasión fue el de Wendy
Guerra.
La protagonista de Domingo
de Revolución se llama (en principio) Cleopatra Perdiguer, y ha nacido
en 1978. Cuando empieza su narración tiene treinta y tantos años. Así que, por
lógica, la novela comienza en torno al 2010. Me gustaría resaltar este tema de
la cronología narrativa, porque el dato de que Cleo ha nacido en 1978 se da en
la página 83 del libro, y hasta entonces yo lo leía pensando que lo contado
podía reflejar una época pasada de la historia de Cuba. Me explico: como
espectador europeo del entorno internacional, pensaba que ahora mismo Cuba
estaba empezando a abrirse al mundo, que la censura y la persecución que
sufrían sus artistas empezaba a ser, por fortuna, algo del pasado. Por eso, cuando
la narradora describe la persecución que sufre en Cuba como escritora, empecé a
pensar que no podía estar reflejando un tiempo tan cercano al actual, porque lo
que se cuenta aquí no difiere demasiado de lo contado, por ejemplo, por Reinaldo Arenas en Antes que anochezca. No
se describen torturas ni encarcelamientos, pero la vigilancia que sufre Cleo después
de publicar un exitoso poemario en España, con cámaras en su propia casa,
resulta abrumadora.
Hay dos hechos históricos que acaban vertebrando el
relato: la muerte de Gabriel García
Márquez el 17 de abril de 2014 (justo cuando Cleo está llegando a su casa
de México DF para visitarlo) y el primer encuentro entre Raúl Castro y Barack
Obama el 12 de abril de 2015 (si no me equivoco).
En las primeras páginas de Domingo de Revolución conocemos a una
Cleo deprimida, que apenas sale de la cama en su vieja mansión vacía del barrio
de El Vedado habanero. «Debo ser la única persona que hoy se siente sola en La
Habana», así comienza la novela. Cleo está deprimida porque sus padres han
fallecido en un accidente de tráfico el año anterior. Un hecho casi fortuito le
hace salir de su casa: recibe la llamada de una editora catalana para decirle
que su primer poemario ha recibido un gran premio en España, dotado nada menos
que con 50.000 €. No es un tema importante, pero yo diría que no existe ningún
premio de esa dotación en España, ni la poesía parece tener en nuestro país una
dimensión tan cotidiana y relevante como la que muestra Guerra en su libro: «La
librería de El Corte Inglés y La Casa del Libro estaban engalanadas con la
portada de Antes del suicidio, el
semblante renacentista de un ahorcada y un pergamino sin terminar» (pág. 22).
Después de regresar a su isla,
tras la promoción del poemario en España, Cleo empieza a sentirse observada (el
gobierno afirmará que su éxito literario ha sido orquestado por la CIA) y
decidirá viajar a México DF, donde se han exiliado algunos de sus amigos. Aquí
tiene lugar uno de los hechos terribles de la novela: Cleo, la perseguida en su
país, pasará a ser sospechosa de espionaje por los cubanos de México. La desconfianza
en el otro es uno de los rasgos más marcados del carácter cubano, un hecho que −según
apunta la novela−, aunque llegase la democracia a la isla, tardará décadas en
desaparecer.
La primera novela de Wendy Guerra,
Todos
se van, ganó el premio Bruguera de narrativa en 2006. Una novela que se
publicó en España y que ha sido traducida a varios idiomas, pero que no se
puede leer en Cuba (aquí podríamos marcar un paralelismo con el exitoso primer
poemario de Cleo). De hecho, sólo Posar desnuda en La Habana, una
novela que recrea los días que pasó Anaïs
Nin en la isla, se ha editado allí. En la página 58 de Domingo de Revolución leemos: «De nada sirve ser leída, premiada,
traducida a varias lenguas si no puedes ser reconocida en tu país, encontrar
tus lectores originales, compartir tu obra con los tuyos». Lógicamente, Cleo es
un trasunto, ocho años más joven, de Wendy Guerra, y esta reflexión pertenece
tanto al personaje como a la autora. Esta cita que he recogido explica, en gran
medida, la composición del libro: Wendy Guerra sabe que el libro que está
escribiendo no va a ser leído (al menos a corto plazo) por un público cubano,
sino por lectores españoles, franceses o italianos, y para ellos relata Cleo.
En Domingo de Revolución se cuenta
qué es la cubanidad para personas no
cubanas, con frases como estas: «No he hablado con nadie pero ahora bailo con
todos, así es Cuba, cuando se trata de mover el cuerpo, de tocarse o tocar,
atrás quedan todas las sospechas, y es que el único espacio de libertad que
hemos tenido los cubanos en estos años es ése, el cuerpo» (pág. 59); «Ay, comer
en Cuba. Creo que los cubanos ya disfrutan más comer que bailar» (pág. 63);
«Aunque las cubanas suelen bañarse al atardecer, mi madre me enseñó a hacerlo
dos veces al día» (pág. 104); o «El 17 de diciembre es un día muy importante
para los religiosos cubanos» (pág. 177).
Al percatarme de esto que comento,
me venían a la cabeza las novelas de Pedro
Juan Gutiérrez: su personaje Pedro Juan recorre una Habana derruida
buscándose la vida, y nunca habla de política (salvo en Fabián y el caos, la
novela que ha escrito viviendo ya fuera de Cuba, y en la que es explícitamente
más crítico con el régimen cubano). Sólo describe lo que ve, lo más inmediato,
pero el lector percibe toda la decadencia moral de la ciudad. Quizás la mirada
de Gutiérrez, a pesar de sus aparentes limitaciones (partiendo de lo mínimo, lo
concreto), me ha parecido más contundente que la de Guerra (que parte de lo
general y desde ahí se acerca a lo concreto). Pero la mirada de Wendy Guerra
sobre la realidad cubana (la liberación del entorno mediante el sexo y la
escritura está tan presente en su novela como en las de Pedro Juan Gutiérrez)
me ha gustado también, me ha descrito una realidad kafkiana (la palabra
«pesadilla» se repite mucho), una búsqueda de la identidad (serán varias las
crisis de identidad de Cleo durante la novela), con mucho lirismo (Guerra
también ha publicado libros de poemas). Algunas de las páginas de Domingo de Revolución se podrían leer
como poemas.
Además de Pedro Juan Gutiérrez,
al leer Domingo de Revolución también
he pensado en el ensayo La fiesta vigilada del también
cubano Antonio José Ponte; de hecho,
me ha parecido encontrar un guiño a este libro en la página 73: «Hago café
mientras escucho, a todo volumen, la banda sonora de La fiesta vigilada». En la página 42, Guerra escribe: «Estamos en
la prehistoria de los géneros, y fusionarlos me causa mucho placer».
Quizás la trama de Domingo de Revolución –aun existiendo–
no está demasiado ajustada, pero la kafkiana ambientación propuesta, el miedo a
ser observada o delatada, unido a su estilo a ratos lírico y a ratos
ensayístico, han conseguido atraparme lo suficiente como para sacar hoy mismo
de la biblioteca Todos se van, la primera novela de Wendy Guerra. Esta noche
empezaré a leerla.
Suerte con "Todos se van". A mí no me apasionó. Venía muy feliz de múltiples lecturas de Pedro Juan Gutierrez y esto era otro estilo. Tal vez no me gustó el punto de vista de una niña(no me gustan los puntos de vista de niños, es algo personal, no hacerme caso es lo mejor en este caso). O que no me contaba algo que no hubiese leído antes de mejor forma y no solo en Pedro Juan sino en otros-as escritores-as cubanos-as. Pero vamos, que tampoco fue desastrosa. Aúna sí estoy intrigado por saber tu comparación con este último libro de Wendy Guerra que reseñas.
ResponderEliminarHola Sergio:
EliminarEl tiempo del blog es diferente a mi tiempo de lectura: cuando escribí esta reseña estaba empezando, efectivamente, "Todos se van", pero leí los dos libros en julio.
El domingo colgaré la reseña de "Todos se van" aquí.
Me parece que el libro está bien, pero a mí también me gusta más Pedro Juan Gutiérrez. En esta línea, si no has leído aún "Antes que anochezca" de Reinaldo Arenas, te lo recomiendo.
Saludos