domingo, 18 de septiembre de 2016

Domingo de Revolución, por Wendy Guerra.

Editorial Anagrama. 224 páginas. 1ª edición de 2016.

Hace unos años acudí a una charla en la Casa de América de Madrid. No recuerdo cuál era el tema, pero reunía a tres autores hispanoamericanos: el boliviano Edmundo Paz Soldán, el chileno Alejandro Zambra y la cubana Wendy Guerra (La Habana, 1970). A los dos primeros sí que los había leído, pero no a la tercera. Tiempo después, cuando Wendy Guerra se hizo más conocida y empezó a publicar en Anagrama, solicité su novela Negra a la biblioteca de Móstoles, pero entre el tiempo que tardan en llegar los libros y unas cosas y otras, al final no la leí.

En abril de este año apareció en Anagrama un nuevo libro suyo: Domingo de Revolución. En el colegio en el que trabajo, mantenemos una costumbre por motivo del Día del libro que me gusta: los alumnos de cada clase organizan con su tutor un amigo invisible para regalar y recibir un libro. Hace tiempo que decidí no dejar que mi regalo fuese al azar, y para solicitar mi libro suelo fijarme en las novedades de Anagrama. Siempre acabo pidiendo un libro que sea fácil de encontrar, que no sea demasiado caro y que sepa que voy a leer. En esta ocasión fue el de Wendy Guerra.


La protagonista de Domingo de Revolución se llama (en principio) Cleopatra Perdiguer, y ha nacido en 1978. Cuando empieza su narración tiene treinta y tantos años. Así que, por lógica, la novela comienza en torno al 2010. Me gustaría resaltar este tema de la cronología narrativa, porque el dato de que Cleo ha nacido en 1978 se da en la página 83 del libro, y hasta entonces yo lo leía pensando que lo contado podía reflejar una época pasada de la historia de Cuba. Me explico: como espectador europeo del entorno internacional, pensaba que ahora mismo Cuba estaba empezando a abrirse al mundo, que la censura y la persecución que sufrían sus artistas empezaba a ser, por fortuna, algo del pasado. Por eso, cuando la narradora describe la persecución que sufre en Cuba como escritora, empecé a pensar que no podía estar reflejando un tiempo tan cercano al actual, porque lo que se cuenta aquí no difiere demasiado de lo contado, por ejemplo, por Reinaldo Arenas en Antes que anochezca. No se describen torturas ni encarcelamientos, pero la vigilancia que sufre Cleo después de publicar un exitoso poemario en España, con cámaras en su propia casa, resulta abrumadora.

Hay dos hechos históricos que acaban vertebrando el relato: la muerte de Gabriel García Márquez el 17 de abril de 2014 (justo cuando Cleo está llegando a su casa de México DF para visitarlo) y el primer encuentro entre Raúl Castro y Barack Obama el 12 de abril de 2015 (si no me equivoco).

En las primeras páginas de Domingo de Revolución conocemos a una Cleo deprimida, que apenas sale de la cama en su vieja mansión vacía del barrio de El Vedado habanero. «Debo ser la única persona que hoy se siente sola en La Habana», así comienza la novela. Cleo está deprimida porque sus padres han fallecido en un accidente de tráfico el año anterior. Un hecho casi fortuito le hace salir de su casa: recibe la llamada de una editora catalana para decirle que su primer poemario ha recibido un gran premio en España, dotado nada menos que con 50.000 €. No es un tema importante, pero yo diría que no existe ningún premio de esa dotación en España, ni la poesía parece tener en nuestro país una dimensión tan cotidiana y relevante como la que muestra Guerra en su libro: «La librería de El Corte Inglés y La Casa del Libro estaban engalanadas con la portada de Antes del suicidio, el semblante renacentista de un ahorcada y un pergamino sin terminar» (pág. 22).

Después de regresar a su isla, tras la promoción del poemario en España, Cleo empieza a sentirse observada (el gobierno afirmará que su éxito literario ha sido orquestado por la CIA) y decidirá viajar a México DF, donde se han exiliado algunos de sus amigos. Aquí tiene lugar uno de los hechos terribles de la novela: Cleo, la perseguida en su país, pasará a ser sospechosa de espionaje por los cubanos de México. La desconfianza en el otro es uno de los rasgos más marcados del carácter cubano, un hecho que −según apunta la novela−, aunque llegase la democracia a la isla, tardará décadas en desaparecer.

La primera novela de Wendy Guerra, Todos se van, ganó el premio Bruguera de narrativa en 2006. Una novela que se publicó en España y que ha sido traducida a varios idiomas, pero que no se puede leer en Cuba (aquí podríamos marcar un paralelismo con el exitoso primer poemario de Cleo). De hecho, sólo Posar desnuda en La Habana, una novela que recrea los días que pasó Anaïs Nin en la isla, se ha editado allí. En la página 58 de Domingo de Revolución leemos: «De nada sirve ser leída, premiada, traducida a varias lenguas si no puedes ser reconocida en tu país, encontrar tus lectores originales, compartir tu obra con los tuyos». Lógicamente, Cleo es un trasunto, ocho años más joven, de Wendy Guerra, y esta reflexión pertenece tanto al personaje como a la autora. Esta cita que he recogido explica, en gran medida, la composición del libro: Wendy Guerra sabe que el libro que está escribiendo no va a ser leído (al menos a corto plazo) por un público cubano, sino por lectores españoles, franceses o italianos, y para ellos relata Cleo. En Domingo de Revolución se cuenta qué es la cubanidad para personas no cubanas, con frases como estas: «No he hablado con nadie pero ahora bailo con todos, así es Cuba, cuando se trata de mover el cuerpo, de tocarse o tocar, atrás quedan todas las sospechas, y es que el único espacio de libertad que hemos tenido los cubanos en estos años es ése, el cuerpo» (pág. 59); «Ay, comer en Cuba. Creo que los cubanos ya disfrutan más comer que bailar» (pág. 63); «Aunque las cubanas suelen bañarse al atardecer, mi madre me enseñó a hacerlo dos veces al día» (pág. 104); o «El 17 de diciembre es un día muy importante para los religiosos cubanos» (pág. 177).

Al percatarme de esto que comento, me venían a la cabeza las novelas de Pedro Juan Gutiérrez: su personaje Pedro Juan recorre una Habana derruida buscándose la vida, y nunca habla de política (salvo en Fabián y el caos, la novela que ha escrito viviendo ya fuera de Cuba, y en la que es explícitamente más crítico con el régimen cubano). Sólo describe lo que ve, lo más inmediato, pero el lector percibe toda la decadencia moral de la ciudad. Quizás la mirada de Gutiérrez, a pesar de sus aparentes limitaciones (partiendo de lo mínimo, lo concreto), me ha parecido más contundente que la de Guerra (que parte de lo general y desde ahí se acerca a lo concreto). Pero la mirada de Wendy Guerra sobre la realidad cubana (la liberación del entorno mediante el sexo y la escritura está tan presente en su novela como en las de Pedro Juan Gutiérrez) me ha gustado también, me ha descrito una realidad kafkiana (la palabra «pesadilla» se repite mucho), una búsqueda de la identidad (serán varias las crisis de identidad de Cleo durante la novela), con mucho lirismo (Guerra también ha publicado libros de poemas). Algunas de las páginas de Domingo de Revolución se podrían leer como poemas.

Además de Pedro Juan Gutiérrez, al leer Domingo de Revolución también he pensado en el ensayo La fiesta vigilada del también cubano Antonio José Ponte; de hecho, me ha parecido encontrar un guiño a este libro en la página 73: «Hago café mientras escucho, a todo volumen, la banda sonora de La fiesta vigilada». En la página 42, Guerra escribe: «Estamos en la prehistoria de los géneros, y fusionarlos me causa mucho placer».

Quizás la trama de Domingo de Revolución –aun existiendo– no está demasiado ajustada, pero la kafkiana ambientación propuesta, el miedo a ser observada o delatada, unido a su estilo a ratos lírico y a ratos ensayístico, han conseguido atraparme lo suficiente como para sacar hoy mismo de la biblioteca Todos se van, la primera novela de Wendy Guerra. Esta noche empezaré a leerla.


2 comentarios:

  1. Suerte con "Todos se van". A mí no me apasionó. Venía muy feliz de múltiples lecturas de Pedro Juan Gutierrez y esto era otro estilo. Tal vez no me gustó el punto de vista de una niña(no me gustan los puntos de vista de niños, es algo personal, no hacerme caso es lo mejor en este caso). O que no me contaba algo que no hubiese leído antes de mejor forma y no solo en Pedro Juan sino en otros-as escritores-as cubanos-as. Pero vamos, que tampoco fue desastrosa. Aúna sí estoy intrigado por saber tu comparación con este último libro de Wendy Guerra que reseñas.

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    1. Hola Sergio:

      El tiempo del blog es diferente a mi tiempo de lectura: cuando escribí esta reseña estaba empezando, efectivamente, "Todos se van", pero leí los dos libros en julio.
      El domingo colgaré la reseña de "Todos se van" aquí.
      Me parece que el libro está bien, pero a mí también me gusta más Pedro Juan Gutiérrez. En esta línea, si no has leído aún "Antes que anochezca" de Reinaldo Arenas, te lo recomiendo.

      Saludos

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