He comentado en el blog en más de
una ocasión que conozco en persona a Alberto
Olmos (Segovia, 1975) y que de vez en cuando quedamos y hablamos de libros.
También he leído casi todo lo que ha publicado. Sé (lo ha declarado en prensa)
que cuando acabó de escribir Alabanza y cuando el libro se
publicó en 2014, se sintió sin fuerzas para volver a escribir una nueva novela
a corto plazo. Decidió entonces escribir un conjunto de relatos por primera
vez. Ésta, que parece una decisión inocua en el itinerario de cualquier
escritor, en su caso puede llegar a ser algo controvertida, debido a que hace
años resultaron polémicas unas declaraciones suyas en las que afirmaba que el
cuento le parecía un género menor respecto a la novela (la disciplina que
siempre ha practicado él). Aquello lo publicó en su blog Hikikomori en 2009, y entre otras cosas afirmaba lo siguiente:
«La ideas no discutibles sobre el cuento y la novela son las
siguientes:
1. Un cuento es más fácil de escribir que una novela.
2. Cualquiera puede escribir un cuento; no cualquiera puede escribir una novela.
3. El cuento puede leerse y escribirse de un tirón; una novela no puede escribirse ni leerse de un tirón.
4. Muchos autores empiezan escribiendo cuentos y pasan a la novela; pocos (no conozco ninguno) siguen la trayectoria inversa.
5. Las novelas pueden expurgarse hasta producir un cuento.
y 6. La suma de cuentos no equivale a una novela».
1. Un cuento es más fácil de escribir que una novela.
2. Cualquiera puede escribir un cuento; no cualquiera puede escribir una novela.
3. El cuento puede leerse y escribirse de un tirón; una novela no puede escribirse ni leerse de un tirón.
4. Muchos autores empiezan escribiendo cuentos y pasan a la novela; pocos (no conozco ninguno) siguen la trayectoria inversa.
5. Las novelas pueden expurgarse hasta producir un cuento.
y 6. La suma de cuentos no equivale a una novela».
El post completo puede leerse AQUÍ.
En aquella época a Alberto Olmos
le gustaba provocar, creo que ahora también, aunque en la actualidad se muestra
más comedido. El artículo que comento (de lectura estimulante) trajo consigo
más de un comentario y alguna ofensa. Yo sé que Alberto es un lector habitual
de libros de cuentos y de poesía, aunque despotrique contra los malos cuentos y
la mala poesía. Sé que admira mucho la forma de escribir cuentos de, por
ejemplo, Eloy Tizón.
Así que, después de Alabanza, pensando que no estaba en
disposición de escribir una nueva novela, Olmos decidió asumir el reto de
escribir un libro de cuentos. El conjunto, formado por doce piezas, lo envió al
premio bienal de cuentos Ribera del
Duero, que se falló en 2015, resultando ganador el libro Siete casas vacías de la escritora
argentina Samantha Schweblin. En
esta convocatoria se presentaron 850 originales, y entre los cinco finalistas (Cristina Cerrada, Vera Giaconi, Alberto Olmos,
Edmundo Paz Soldán y Samantha Schweblin) estaba Guardar las formas, con el título de
concurso Todos cuantos vagan.
Guardar las formas está formado por doce cuentos. Cuando me acerqué
al primero, titulado Por dentro, sobre un joven que no
puede salir de la casa de la chica con la que se ha acostado, tuve la impresión
de estar ante el típico personaje de una novela de Olmos: alguien solitario y
fascinado por la intimidad de los demás. La prosa, como es habitual en la
narrativa de su autor, está muy cuidada. Olmos ha tratado de escribir –leo en
prensa‒ un conjunto de relatos en los que ensaya muchos enfoques. Sin embargo,
el conjunto, pese a tener, por ejemplo, cuentos realistas y otros fantásticos,
acaba leyéndose con una sensación de propuesta unitaria. Así, al acercarme al
segundo cuento, La botella, sobre una mujer que bebe sola en su casa, experimenté
una conexión temática con el protagonista del primero, y el modo de resolver
ambos relatos ‒de forma elusiva, pero con tendencia a la tragedia y el
tremendismo‒ también me resulta semejante.
En el tercer cuento ‒768.786
euros‒ el tono cambia, pues se pasa de la tercera persona a la primera,
y el narrador cede su voz a un ladrón de barrio marginal. El relato se lee con
agilidad, y el mundo descrito tiene bastante fuerza, pero quizá, al encontrarme
de nuevo con un final similar a los anteriores (como dije: “tendencia a la
tragedia y el tremendismo”), me parece que el resultado pierde algo de
intensidad, y se tiene la sensación de que estos tres primeros cuentos se han
escrito empleando una fórmula. Aunque lo cierto es que los tres son buenos, y probablemente,
768.786 euros lo habría disfrutado
más si no hubiera leído los dos anteriores.
El cuarto –Guardar silencio‒ nos
habla sobre la soledad de una mujer hispanoamericana inmigrante en España, y es
mi favorito del conjunto. Creo detectar en él esa fascinación por las
posibilidades de los cambios tecnológicos y sus implicaciones en la vida
cotidiana de las personas inspirada, o conectada, con las obsesiones de los
relatos y novelas del escritor argentino Sergio
Chejfec. Me parece un cuento que, pese a su concepción muy intelectualizada,
acaba siendo bastante emocionante.
Los bienes, sobre la
muerte de un padre, que cada año escribe una novela que nunca llegará a
publicarse, es un cuento correcto sobre la condición humana y la vocación.
No me gusta demasiado Carta
de una niña de cuatro años (para que la lea cuando alcance los dieciocho),
porque lo que funcionaba en el anterior como contención narrativa, aquí me
parece que se desliza ligeramente hacia la cursilería y la anécdota mínima. Se
lee con agrado, en cualquier caso.
Tantas veces criminal es
otro de mis cuentos favoritos del libro. Un español pasea por las calles de una
ciudad hispanoamericana, horas antes de tener que dejarla para tomar un avión.
Su mirada se va haciendo cada vez más turbia, más inquietante. El sentimiento
paranoico del que observa y se siente observado me ha hecho percibir una
conexión con el narrador del primer cuento, y el sutil desasosiego que generaba
me ha resultado perturbador. Un cuento logrado.
En cambio, La suplantación es el
cuento que menos me ha gustado del libro. Es un relato bastante corto, de
apenas cuatro páginas, y a mí los cuentos que más me gustan tienden a ser
largos, de 15 a 20 páginas. Es un cuento metafísico, de anécdota mínima, que me
recordaba un tanto al de La botella,
pero este último me ha parecido bastante más conseguido.
En VHS, el narrador cede su voz a un retrasado mental (una posible
influencia del personaje de Benjy en El ruido y la furia de Faulkner, por esta idea de la primera
persona cedida a una voz en principio no literaria); en él he sentido una
conexión con el cuento 768.786 euros. El final tremendista
también los une.
Love performance aborda
la obra un tanto desquiciada de una artista conceptual, y me ha gustado
bastante. Me ha recordado a la nueva cuentística argentina (Samantha Schweblin, Federico Falcón o Tomás Sánchez Bellocchio), que se adentra en el territorio híbrido
entre el cuento fantástico y el realista. Se cuenta aquí algo, en principio
inverosímil, pero desde una perspectiva realista. En este sentido, también el
último cuento, Todos y cada uno de ellos, lugar y fecha, pertenece a ese nuevo
territorio híbrido de la extrañeza.
El penúltimo relato ‒Los
sentidos‒ es un claro homenaje a Julio
Cortázar, y como homenaje funciona, pero la artificiosidad de la extrañeza
creada me lleva a preferir el último cuento comentado: Todos y cada uno de ellos, lugar
y fecha, que fluye de manera más natural.
Guardar las formas me ha resultado una lectura agradable; tiene
cuentos bastante redondos, pese a alguna repetición en los efectos creados, y
otros en los que el autor se arriesga y no acaba de atinar. Ya lo he dicho
cuando he comentado los libros del cuentista Elvio E. Gandolfo (alguien que debería ser mucho más conocido en
España de lo que es): el hecho de mezclar en un libro de cuentos los
fantásticos con los realistas o expresionistas, los de ciencia ficción con los
costumbristas… siempre es una riqueza.
Después de tanta provocación de
Olmos sobre el tema del relato (un género que a mí siempre me ha gustado mucho),
resulta que por fin se ha decidido a escribir un libro de cuentos y hay que
reconocer que el resultado del conjunto ha sido notable.
A propósito de la consideración que le merece el cuento como género a Olmos, quiero pensar que un tío que tanto (y con tanta razón, por cierto) ha reivindicado la figura de Eloy Tizón, está jugando básicamente al despiste o a la provocación.
ResponderEliminarSaludos,
Ángel.
Hola Ángel:
EliminarSiempre me pareció que Olmos quería publicar con aquel tipo de comentario.
En cualquier caso lees su post sobre el cuento y resulta bastante instructivo.
Saludos