Ya comenté la semana pasada que
le pregunté a Óscar Esquivias
(Burgos, 1972), con el que he coincidido algunas veces, si le parecía bien
solicitarle a su editor, Eduardo Riestra,
que me incluyera entre los envíos de prensa de su nuevo libro de relatos, Andarás
perdido por el mundo. Tanto a Óscar como a Eduardo les pareció bien y
el libro me llegó a casa, poco después de aparecer en las librerías. El viernes
26 de febrero fue la presentación del libro en la librería Alberti de Madrid, y me apeteció acudir para que Óscar me
firmase su libro y poder saludarle. Fue una tarde agradable.
El viernes de la presentación, ya
lo comenté la semana pasada, acabé de leer el último cuento del anterior libro
de Óscar –Pampanitos verdes- en el metro de vuelta a casa. El sábado
empecé el nuevo libro, más largo que el anterior (241 páginas frente a 158, 14
cuentos frente a 10), y leí de un tirón el primer cuento, de unas 20 páginas,
titulado Todo un mundo lejano. Me dejó deslumbrado, me pareció mejor que
cualquiera de Pampanitos verdes, y
esto teniendo en cuenta que los cuentos de este libro me habían parecido
realmente buenos. Al leer Todo un mundo
lejano tuve la sensación de estar leyendo una composición clásica del mundo
del relato. Me produjo la misma sensación de felicidad lectora que los grandes
cuentos de los escritores que más admiro, Raymond
Carver, Tobias Wolff o Roberto Bolaño. En este cuento regresamos al escenario más clásico de la
narrativa de Esquivias: los pueblos de Burgos, y está contando en primera
persona por parte de una persona joven y frágil, como viene siendo habitual,
pero considero que existen aquí dos elementos que lo hacen transcender: el
narrador es en gran parte un narrador testigo, puesto que nos habla de la
evolución de la fe religiosa de un amigo, y además juega, de forma bella y
sutil, a encontrar las relaciones y desacuerdos entre homosexualidad y vocación
religiosa. Un cuento redondo, como ya he apuntado.
El segundo cuento, Curso
de natación, comparado con el primero o el tercero, me parece
intrascendente. Es un cuento que apenas sobrepasa una página. Y esto posiblemente
sólo sea una cuestión de apetencia personal: me gusta el formato de los libros
de cuentos, disfruto con él, pero los cuentos que me gustan suelen tener entre
15-25 páginas, creo que yo no podría ser un gran lector de microrrelatos, es un
género que no acaba de convencerme. Curso
de natación, en cualquier caso, es una narración correcta, ambienta en
Italia, esta vez, y con un narrador niño, pero para mí esa distancia de una
página y pico no consigue emocionarme como lector, y el cuento acaba actuando
como una mera transición entre el primer cuento magistral y el tercero también
magistral (de unas 23 páginas en este caso). El tercer cuento es El
Chino de Cuatroca, ambientado en el madrileño barrio de Cuatrocaminos.
El narrador, un adolescente de dieciséis años, que ha decidido dejar la casa
familiar, podría ser el típico protagonista de un cuento de Esquivias, por su
edad, por su fragilidad, por lo cerca que está de descubrir las miserias del
mundo de los adultos, pero hay aquí algo nuevo: su narrador ha nacido en España,
pero sus orígenes son ecuatorianos, una herencia que el reivindica con su deseo
de viajar a Guayaquil, donde fue concebido, y por el uso, en ocasiones, de un
vocabulario propio de allá. Además nuestro narrador, con aspecto de “chino” va
a compartir piso con un grupo de inmigrantes dominicanos. Este ambiente está
muy bien descrito, muy cuidados sus detalles, y la resolución del cuento es tan
divertida como cruel y emocionante. Un gran cuento de nuevo.
El cuarto La Florida, me ha
parecido una narración muy arquetípica de Esquivias: ambientado en Oña, un
pueblo de Burgos, con un narrador adulto que está recordado una vivencia
infantil. En este caso las visitas a un psiquiátrico en el que vive recluido su
tío. Es un gran cuento, pero me ha sorprendido menos que los anteriores.
Con El joven de Gorea me pasa
lo mismo que con Curso de natación,
que es demasiado corto para mí. Aunque éste es un cuento algo diferente a los
otros, con un aire fantástico a lo microrrelato de Borges.
El príncipe Hamlet de Mtsensk
me ha parecido otra de las maravillas del libro: un cuento ambientado en Rusia,
con personajes rusos y que hunde sus raíces en la pasión de Óscar por la
música. Diría que es un fantástico homenaje a Chéjov, un cuento con un final
abierto, ligero y bello. El lenguaje de Óscar suele ser de una aparente y
cuidada sencillez al servicio de la historia, pero tengo la impresión de que
aquí las descripciones de lugares y ambientes se hacen más trascendentes. Me ha
encantado una comparación que aparece en su primera página: “Yo me había puesto
mi americana de verano y una corbata de Timoféi Borísovich (tenía docenas de
ellas en el antiguo armario de mi padre, colgadas de las perchas como anguilas
muertas).” (pág. 79)
Los chinos es un cuento
más corto (unas 8 páginas), sobre la frustración adolescente (uno de los
grandes temas de Óscar) y me ha gustado, pero no al nivel de los cuentos ya
comentados.
Temblad, filisteos quizás
tenga al narrador más adulto del libro, puesto que pasa de los treinta. Un
cuento sarcástico y correcto (o correcto en relación a los que más me han
gustado que eran muy buenos) sobre un director de teatro con deseos de epatar
al público.
La última víctima de Trafalgar
es la composición más extensa del libro, ya que llega a las 40 páginas y
podrías ser considerada una novela corta. Es la única composición del libro
escrita en tercera persona. Aquí el tono es burlón y la historia tiende al
disparate. Esquivias habló de este cuento el día de la presentación y citó como
influencia al Eduardo Mendoza más
juguetón. Al principio me estaba costando entrar en el juego, pero el relato
fue creciendo con la aparición de legajos históricos perdidos Un juego divertido
y disparatado.
La casa de las mimosas me
ha parecido otro de los grandes relatos de este libro. Un cuento ambientado en
California, y narrado por alguien nacido en 1918, el hijo de una noble rusa en
el exilio de la revolución, y que se decida en el nuevo mundo a invertir en
negocios, entre ellos la compra de salas de cine. Igual que me ocurrió con El príncipe Hamlet de Mtsensk me ha
gustado la capacidad de Esquivias para situar su relato en otra época o en otra
geografía diferentes a las que suelen ser habituales en él. Aunque esto no es
nuevo, porque ya en Pampanitos verdes
el relato El centurión tenía personajes italianos y estaba ambientado en
Roma. Esta tendencia a la deslocalización del relato me parece que beneficia a
la narrativa de Esquivias y hace sus libros más diversos y atractivos.
Mambo vuelve a ser un cuento corto (unas 6 páginas), un
buen cuento pero inferior a los mejores del conjunto.
El mejor de los mundos
con personajes franceses en un país de África me ha parecido de calado inferior
a los otros cuentos con personajes extranjeros y localización foránea.
En El misterio de la Encarnación volvemos a Gamonal (el pueblo
convertido en barrio de Burgos, del que es originario Óscar) para acercarnos a
un conmovedora historia sobre el despertar sexual y las ideas religiosas.
En El arca eólica viajamos
al siglo XIX, y uno de sus personajes es nada menos que el músico Berlioz. Un
cuento escabroso que podría estar en cualquier antología de cuentos de terror.
Todos los cuentos de Andarás perdido por el mundo estaban ya
publicados en antologías o libros colectivos. Me llama la atención que el
impulso inicial para crearlos provenga de una fuente externa. Así, por ejemplo,
El príncipe Hamlet de Mtsensk se
escribió para el libro Rusa imaginada de Nevsky Prospects,
o La casa de las mimosas fue escrito
para el libro Ellos y ellas. Relaciones de amor, lujuria y odio entre
directores y estrellas para el Festival de Cine de Huesca. Espero que
surjan muchos proyecto así, cada vez más originales, para que Óscar Esquivias
tenga que escribir un cuento sobre los buscadores malayos de perlas, la cocina
japonesa o los mineros de Chile, porque le salen cada vez mejor.
Considero que Andarás perdido por el mundo es el mejor
libro de cuentos de Óscar Esquivias, siendo los otros dos que he leído muy
buenos, y dentro de lo que yo conozco Óscar Esquivias me parece uno de los
mejores escritores de cuentos que hay ahora mismo en España.
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