Marta
Caparrós
(Madrid, 1984) ha publicado a finales de 2015 Filtraciones, un conjunto
de cuatro novelas cortas que, con el contexto de la crisis económica de fondo,
nos habla de personajes que empiezan a ser treintañeros y no parecen tener
muchas expectativas de que el futuro vaya a sonreírles.
Puedes leer la
reseña que escribí de Filtraciones
pinchando AQUÍ.
Entrevista
Después
de la jubilación de Constantino Bértolo -el editor con el que empezó Caballo de
Troya, perteneciente al grupo Random House- se inició el innovador proyecto de
que cada año dirigiera el sello un editor invitado. Durante 2015 ha ejercido
este cargo la escritora Elvira Navarro.
Filtraciones me parece un libro que hubiera encajado en Caballo
de Troya perfectamente en la etapa de editor de Bértolo. ¿Eras seguidora de su
trabajo? En caso afirmativo, ¿qué libros te gustaron más de su etapa al frente
del sello?
Sí que he
seguido con mucha atención el catálogo de Caballo de Troya. Empecé a coquetear
con la escritura justo en los años de Bértolo, y Caballo de Troya era una de
las editoriales donde los primerizos más ansiaban meter cabeza, por la fama de
rigor que tenía el editor y por la pertenencia del sello a un gran grupo. Es
impredecible si Filtraciones hubiese
sido del agrado de Bértolo. Lo que más aprecio de su línea editorial es que, si
bien tenía una clara tendencia política, los proyectos por los que solía
apostar eran en general bastante sutiles, muy inteligentes y arriesgados. Me
gustaron mucho La visita, de José
González; Curso de librería, de
Fernando San Basilio; La ciudad en
invierno, de Elvira Navarro; El agua
que falta, de Noelia Pena; Diario de
campo, de Rosario Izquierdo Chaparro; Soy
una caja, de Natalia Carrero; El hijo
del futbolista, de Coradino Vega; Fuera
de juego, de Miguel Ángel Ortiz y Las
primas, de Aurora Venturini.
Pudiste
contactar con Elvira Navarro gracias a la actividad del Festival Eñe 2014
llamada “Cuatro editores en busca de autor”. ¿Resultó fácil que Elvira Navarro
se interesara por Filtraciones?
¿Tardó mucho en decidir su publicación?
Elvira leyó las
primeras páginas de Filtraciones en
el marco del festival. El libro pasó esa primera cata y quedé a la espera de
recibir más noticias. Pasaron cinco meses hasta que Elvira finalmente me dio el
sí. Aunque viví ese tiempo con ansiedad y muchísima expectación, creo que en
realidad fue una espera corta. Sé que hay casos en los que la respuesta se
puede demorar incluso años. La figura del editor invitado obliga a los editores
a tomar decisiones rápidas, para bien y para mal. Elvira estaba pendiente de
fichar algunos libros aún no concluidos que finalmente no fueron terminados a
tiempo, lo que es una pena, aunque gracias a eso entramos otros autores.
En
la etapa de Bértolo al frente de Caballo de Troya era tradicional que él
escribiera los textos de contraportada de los libros que editaba, ¿sigue siendo
así en la etapa actual? ¿Es Elvira Navarro la que ha escrito que Filtraciones tiene “ecos gopeguianos”?
En caso afirmativo, ¿estás de acuerdo con esa denominación? ¿Eres seguidora de
la obra de Belén Gopegui?
En el año de
Elvira Navarro al frente de Caballo sí que ha sido ella la responsable de
presentar los textos a través de la contra, en la línea de Bértolo, lo cual me
parece una excelente idea, ya que refuerza la apuesta personal del editor con
sus proyectos. Para autores noveles como es mi caso es un lujazo que te
apadrinen y te comenten maestros a los que admiras. Le agradecí mucho a Elvira
su interesante y generosa lectura del libro y la filiación que en ella
establecía con Belén Gopegui, aunque en su día ya le comenté que yo no sentía
una influencia clara de la autora en mí. He leído algunos de sus libros, los he
disfrutado mucho, y soy sin duda una seguidora de su pensamiento crítico. Pero
creo que no tengo el andamiaje intelectual para poner en pie propuestas tan
hondas y reflexivas como las suyas. En todo caso creo que la sombra de Gopegui
es alargada y que, independientemente de que guste más o menos, es reconocida
unánimemente como una pensadora de mucha profundidad y quizás la autora más
sólida de la generación de los sesenta.
Me
ha parecido encontrar en Filtraciones
una fuerte filiación con la narrativa breve norteamericana. La precariedad
laboral y económica de tus personajes me ha recordado a la sufrida por los
norteamericanos pobres de los cuentos de Raymond Carver. ¿Es Carver una
influencia real en tus narraciones?
He leído
bastante a Carver y me apasiona. Puede que sea uno de los escritores más
influyentes para mi generación, algo así como un Dios. Cuando empecé a escribir
llegué a él y ojalá algo se quedara. De todas maneras, al igual que lo amé,
también, en un momento dado llegué a rechazarlo e hice mi particular ejercicio
de matar a Carver, que es algo así como matar al padre. Su enseñanza de la
contención, de la observación de lo más pequeño, del finísimo sentido de lo
indirecto es valiosísima, pero al mismo tiempo imitarle resulta no solo
imposible, sino también en ocasiones paralizante. A veces un escritor quiere ir
por otro lado, desea o no tiene más remedio que ser más explícito, más
reflexivo o más sentimental, y si uno se toma al pie de la letra la poética
carveriana puede que acabe atrapado en una camisa de fuerza. No eres el primero
que me señala que las nouvelles de Filtraciones tienen un cierto aire
carveriano. Paradójicamente, también me han comentado lo contrario: que soy
demasiado emocional y explicita en ciertos pasajes. Me lo han señalado lectores
excelentes, gente del mundo de la edición. Respeto esta opinión, pero desde mi
punto de vista en muchos círculos sigue primando el criterio de que hay que ser
carveriano hasta la médula (escénico, seco, sobrio), casi como una religión, y creo
que eso es empobrecedor.
¿De
qué autores te sientes deudora? ¿Quiénes han sido tus influencias más claras a
la hora de escribir Filtraciones?
Es difícil que
uno sepa a quienes remiten sus textos, pero sin duda ha habido autores que he
leído con entusiasmo. Como señalabas en la pregunta anterior, la narrativa
breve norteamericana siempre me ha gustado mucho, y en particular la de John
Cheever, que es a mi modo de ver un captador de sentimientos a través de la
ambientación excepcional. También me ha interesado el trabajo de Richard Yates,
su manera de plantear las consecuencias personales de lo político y social.
Junto a ellos Alice Munro y Lorrie Moore están entre mis preferidas por su
enorme libertad y su personalísima voz. Pero no solo leí con profusión a los
norteamericanos mientras escribía Filtraciones.
Me apasionan los libros de Andrés Barba, por ejemplo, por su finura en la
indagación en el mundo de la familia y su fuerte introspección. También admiro
a Julio Ramón Ribeiro, Julio Cortázar, Carmen Laforet y Natalia Ginzburg.
¿Podríamos
decir que tu libro entronca con la tradición literaria del realismo social
español que surgió de la postguerra? ¿Te interesan estos autores o, como ya he
apuntado antes, tus influencias vienen más del mundo anglosajón o tal vez de
escritores españoles más modernos como Belén Gopegui o Rafael Chirbes?
Es indudable que
Filtraciones remite en su tono a la
narrativa norteamericana, pero también me interesa mucho la obra de escritores
españoles de posguerra como Juan Marsé, Mercé Rodoreda, Carmen Martín Gaite, Carmen
Laforet o Miguel Delibes. Quizás, después de años de cierta obsesión por la
narrativa foránea, los aprendices de escritores estamos volviendo a mirar a lo
patrio con respeto y admiración. No creo que la tradición propia deba ser
defendida por que sí, incondicionalmente. Pero tampoco creo que el olvido
automático que tiempo atrás muchos teníamos (me incluyo) fuera nada bueno. Como
decía antes, Carver era Dios (junto a Foster Wallace, a Easton Ellis), y todo
lo demás no existía. Parece que este volver a mirar a los autores de la
posguerra entronca además con el escenario de la crisis, que ha vigorizado la
literatura más social. En cuanto a referentes españoles modernos, la obra de
Chirbes no la conozco suficientemente, aunque tengo muchas ganas de ponerme con
ella. Reconozco más la influencia de otros autores que no son explícitamente políticos.
Mi literatura preferida siempre ha sido la fuertemente introspectiva e
intimista, y creo que eso se ve también en Filtraciones,
que es un libro de mirada sociológica pero centrado en la familia y en los
afectos. En este sentido me han entusiasmado obras de Andrés Barba, Luisa Castro
y Marcos Giralt Torrente.
En
2015 fuiste finalista del certamen de novela corta Encina de Plata, ¿fue con
alguna de las historias recogidas en Filtraciones?
Resulté
finalista del premio con la última de las nouvelles,
titulada Los mejores deseos, que por
el momento ha sido la más celebrada por los lectores que me han dado su opinión
y por los críticos que han reseñado el libro. Fue muy interesante llegar a
finalista ya que tuve ocasión de intercambiar impresiones con los miembros del
jurado, entre los que se encontraban José María Merino y Luis Mateo Díez. El
premio es un reconocimiento y tiene una dotación económica muy buena, pero
finalmente fue una suerte no llegar a ganarlo, ya que eso habría imposibilitado
la inclusión de la nouvelle en el
libro de Caballo de Troya.
Filtraciones me parece un formato arriesgado para el mercado
español, ya que si éste es cada vez más renuente a los libros de cuentos no
suele apostar por conjuntos de novelas cortas. ¿Fue tu intención desde el
principio escribir un libro formado por novelas cortas o escribiste historias
sin una meta clara en mente y al final surgió Filtraciones?
No sabía qué
formato iban a tener las historias hasta que me puse a escribirlas. Al
principio, de hecho, imaginaba que saldrían cuentos, pero de una manera natural
cada trama fue reclamando su extensión, y yo iba viendo que se alargaban. Me
tomé la libertad de que así fuera.
El género de la
novela corta no es muy practicado en España en la actualidad y soy consciente
de que supone una apuesta difícil para una editorial, ya que la mayoría del
público no es muy receptivo. La suerte fue dar con una editorial como Caballo
de Troya, que no se imponía barreras en este sentido, y en particular con una
editora como Elvira Navarro, muy sensible a la narrativa breve y en especial al
género de la nouvelle, que ella
practica regularmente. Creo que en el caso de la novela corta el rechazo de los
lectores es sobre todo por desconocimiento. Filtraciones
lo están leyendo muchos familiares y amigos que no son grandes lectores y que
por primera vez se enfrentan a la nouvelle,
y mi impresión es que el género convence y tiene aceptación, sobre todo en un
tiempo en el que la oferta de ocio es cada vez más variada y tenemos menos tiempo
de lectura. Sin exigir una lectura exigente como la del cuento, la novela corta
condensa todo lo bueno de la novela en un formato breve que proporciona mucha
intensidad.
¿Has
tenido que hacer muchos descartes para llegar a las cuatro historias que forman
Filtraciones o desde un comienzo
tuviste clara la estructura del libro y las historias que querías contar?
No he tenido que
hacer ningún descarte. La primera nouvelle
que escribí fue Filtraciones, la que
da el título al libro, y esa historia me proporcionó una intuición de qué
resultado final quería perseguir. También me dio una pauta con la que poder
continuar. Marcó el género, el tono, el tipo de personajes y conflictos. Necesitaba
otras tres o cuatro para componer un conjunto unitario. Me puse a ello y tuve
bastante suerte porque todas las historias consiguieron encajar, aunque con
bastante trabajo en cada una de ellas.
Siendo
Filtraciones un libro social y
político, en el que explícitamente se habla del 15M, nunca se nombran las
siglas de ningún partido. Dentro del contexto cada vez más politizado de la
vida pública española ¿se puede escribir una novela social o política sin
nombrar a ningún partido?
Supongo que se
puede, porque yo lo he hecho. En el libro, y en concreto en una de las
historias, titulada Atrevimiento, no
se obvia que vivimos en un tiempo de fuerte politización, y es más, se indaga
en ese aspecto. Decidí conscientemente no incluir la mención a partido político
alguno por varias razones. En primer lugar, el cuento habla de un tiempo previo
al rearme político actual, unos años en los que vivíamos bajo la estela y la
emoción del 15M, pero sin que esa energía hubiese tomado el cauce de la
política tradicional. En segundo lugar, mi intención era a toda costa evitar lo
panfletario, un propósito que era además el de Elvira. En ningún caso quería
que fuera un libro alineado con un partido, y de hecho me interesaba mucho
señalar que, por el momento, sigue predominando una profunda desconfianza hacia
la clase política. También quería explorar qué ocurre en los contextos donde
ese rearme político aún no ha llegado, como es el caso de los derechos
laborales, un campo en el que se ha retrocedido brutalmente los últimos años y
en el que ningún partido ha conseguido aún abrir fuego. Por último, tal y como
explica Elvira Navarro en su contra del libro, las ficciones no suelen abordar
con literalidad los fenómenos, porque eso supondría la mera mímesis de los
acontecimientos. Con esto no quiero decir que no sea lícito que haya
narraciones que sean mucho más explicitas y sí nombren siglas de partidos. En
mi caso ya me parecieron bastante directas ciertas situaciones recogidas en el
libro, y no me pareció oportuno.
En
los agradecimientos finales hablas en primer lugar de la ayuda recibida de Juan
Gómez Bárcena, ¿has acudido a su taller literario?
Soy alumna del
taller de Juan Gómez Bárcena, si bien las historias de Filtraciones no salieron del curso. Conozco a Juan desde hace años,
ya que fuimos compañeros en la carrera de Teoría de la Literatura, en la
Universidad Complutense. He tenido la inmensa
suerte de contar con el entusiasmo contagioso de Juan por la literatura y con
sus consejos desde que empecé a escribir, y su lectura de Filtraciones fue indispensable.
En cuanto a su taller, me sirve mucho y me hace más consciente de los
recursos de la escritura. No creo que todo el mundo tenga que asistir a clases,
y soy muy consciente de que la creación tiene un componente que no se puede
enseñar. Pero opino que trabajar con herramientas variadas, que es lo que se
hace en los talleres, nunca estorba. En mi caso las clases de Juan me obligan
además a enfrentarme al género del relato breve, que me parece muy difícil.
Me
ha llamado la atención la fuerza de los detalles en tus historias: tus
conocimientos de la ciudad de Berlín o de la organización de un huerto urbano,
por ejemplo. ¿Los conocimientos vertidos en tus novelas cortas provienen de tu
experiencia personal o partes del desconocimiento e investigas para conseguir
dar verosimilitud a lo narrado?
¿Hablas,
por ejemplo, de Conil de la Frontera o de Berlín porque estos lugares tienen
alguna vinculación contigo?
Casi todos los
lugares y las situaciones que recojo remiten a experiencias personales o muy
cercanas. Conil de la Frontera es el pueblo en el que veraneé durante mi
infancia y adolescencia, por ejemplo. Nunca he estado vinculada a un huerto
urbano, pero sí que he tenido amigos que me han mostrado cómo funcionan. Nunca
he vivido en Berlín, pero tuve ocasión de pasar vacaciones largas allí, en el
apartamento de unos amigos, que es en el que se ambienta una de las nouvelles. Marsella es otro escenario
evocado en el libro. Fui estudiante Erasmus en una ciudad muy cercana,
Aix-en-Provence, y tuve oportunidad de visitar la ciudad muchas veces. También hay
una buhardilla de Lavapiés que es en realidad la de unos amigos.
El libro está
escrito en el marco de una estética realista, y era importante, si bien no
indispensable, que los detalles fueran lo más verídicos posibles. En los casos
en los que mi memoria o experiencia no llegaba, recurrí a información de blogs
y páginas de internet, o a la ayuda de amigos. En el caso de Berlín, por
ejemplo, consulté algunos detalles con gente que sí que ha vivido allí. En
ningún caso fue una documentación exhaustiva porque todo lo conocía
indirectamente. Soy algo perezosa en la labor de documentación y siempre
reciclo los lugares y los entornos conocidos para la ficción. Frente a otros
escritores que prefieren deslocalizar sus ficciones, en mi caso el que los
lugares sean reconocibles es un valor añadido. Además, Filtraciones es un proyecto que se
escribe sobre todo con lo vivido, más que con lo leído.
¿Cuánto
hay de ti o tus amigos en estas historias y cuánto es inventado?
Ninguna historia
es autobiográfica y todos los personajes y situaciones son inventados. Ahora
bien, me doy cuenta de que es un libro netamente experiencial que remite a un
mundo muy concreto, que es mi propio mundo: el de personas en torno a la
treintena que viven o han vivido en Madrid, que tienen estudios y que se ven
afectados por el contexto de crisis. Algunas anécdotas concretas están basadas
en situaciones reales que he escuchado de la boca de amigos y conocidos y he
decidido robar, o que yo he vivido en primera persona. Pero esas situaciones me
sirven solo de punto de partida y luego las reelaboro distanciándome bastante
del hecho verídico.
Desde el primer
momento supe que escribiría un libro muy cercano a mi propia realidad. Esa
cercanía me ayuda mucho a la hora de abordar un proyecto, me aporta mucha
seguridad. Puede que se pierda capacidad de empatía con otros contextos, pero
se gana autenticidad y verdad. No descarto en un futuro inclinarme por
historias más ajenas, aunque de momento no haya sido así. En cuanto a lo
autobiográfico, tampoco descarto contar alguna historia puramente personal. De
todos modos creo que toda la literatura es en cierta medida autobiográfica,
incluso aquella que no lo parece.
Comunicación
Audiovisual y Teoría de la Literatura –tus estudios– no parecen ser de los
conocimientos más demandados durante la crisis que empezó en 2008, ¿hasta qué
punto has sufrido la situación de precariedad laboral por la que pasan tus
personajes?
Como bien
apuntas, elegí unos estudios humanísticos con poca proyección profesional.
Supongo que me dejé llevar por las querencias sin pensar demasiado en un futuro
que ya empezaba a vislumbrarse muy negro. Mi ingreso en el mundo laboral
coincidió justo con el inicio de la crisis, y me es imposible abstraerme de ese
contexto. He vivido las situaciones propias de este tiempo: becas demasiado
largas, salarios que no se corresponden con mi formación, mucha temporalidad. Esto
no quiere decir que no haya conocido periodos más estables y no haya tenido
trabajos que estuvieran bien. Así mismo, tengo amigos cuya situación laboral es
preocupante, y otros a los que no les va mal del todo. Para escribir Filtraciones han sido las malas
experiencias las más valiosas. El libro hace una trampa en cierto modo: todos
sus personajes tienen problemas laborales. Eso no se corresponde del todo con
la realidad. Aunque la precariedad está muy extendida, no a todo el mundo le
vienen mal dadas. Escribir es en cierta manera depurar, pulir, para que la
ficción no quede desdibujada. Decidí voluntariamente remarcar e intensificar la
dificultad a la que nos enfrenta la crisis en vistas a un efecto dramático y
crítico mayor.
¿Puedes
hablarnos de tus proyectos literarios? ¿Estás trabajando en una nueva obra?
Ahora mismo estoy
investigando y madurando ideas sobre la herencia familiar. Ojalá surjan nuevas
historias.
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