domingo, 14 de febrero de 2016

Acción de Gracias, por Richard Ford

Editorial Anagrama. 731 páginas. 1ª edición de 2006, ésta es de 2008.
Traducción de Benito Gómez Ibáñez

En 2014 comenté aquí mi relectura de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, y hablé de aquella conversación en un bar de Malasaña, tras la presentación del libro de un amigo, con uno de los editores de una mítica editorial mediana, hoy casi desaparecida. Hablábamos de esos libros que te entusiasmaron en la primera juventud y que si te acercas a ellos de mayor se te caen de las manos. Al editor le había ocurrido esto con Cien años de soledad, algo que, algún año después, no me pasó a mí cuando lo releí. Y, por contraste con García Márquez, ensalzaba al Richard Ford (1944, Jackson, Mississippi) de Acción de Gracias, un libro que le parecía muy superior a Cien años de soledad. Me dio rabia en aquel momento que yo de las de novelas de Bascombe hubiese leído El periodista deportivo y El Día de la Independencia, pero no el cierre de la trilogía: Acción de Gracias. Creo que en aquella tarde de finales de 2012 se fraguó el deseo de leer los tres libros de Frank Bascombe seguidos, un deseo que se avivó cuando apareció Francamente, Frank.

En Acción de Gracias estamos en noviembre del año 2000 y Frank Bascombe ha cumplido ya cincuenta y cinco años. Ha dejado su casa de Haddam (en el interior de Nueva Jersey) y se ha trasladado a vivir a Sea-Clift -un pueblo de nombre inventado, ubicado en la costa de Nueva Jersey- ocho años antes. Sigue dedicándose al negocio inmobiliario. Dejó la inmobiliaria para la que trabajaba en Haddam y ha creado una nueva en Sea-Clift. Además, desde hace un año y medio, le ayuda con el negocio Mike Mahoney, un inmigrante de origen tibetano (a pesar del nombre que ha decidido tomar, de origen irlandés).
Como ocurre en los otros dos libros de esta trilogía, la acción principal transcurre en tres días, en el día de Acción de Gracias del año 2000, aludido en el título y en los previos. Pero existe aquí una variante: a la minuciosa descripción de la vida de Bascombe en tres días le antecede un preludio de ocho página, cuya acción estaría situada en el tiempo unas semanas antes de los tres días del cuerpo principal del libro; y además existe un capítulo final de veinticinco páginas, que se adentra unas semanas en el futuro de los tres días narrados.

Han ocurrido dos acontecimientos importantes en la vida de Bascombe durante el último año: Sally (su segunda mujer, que le fue presentada al lector en El Día de la Independencia) le ha abandonado en junio. Por El Día de la Independencia el lector conocía la existencia de Wally, el primer marido de Sally, que había sido dado por desaparecido después de que regresara traumatizado de la guerra de Vietnam y decidiera abandonar su hogar sin dar señales de vida. Wally, después de tantos años, reaparece en la vida de Sally (casada ahora con Frank) y el impacto que sufre es tan fuerte que decide dejar a Frank por Wally porque quiere volver a conocerle.
Dos meses después del abandono, en agosto, Bascombe ha recibido la noticia de que tiene un cáncer de próstata. Como tratamiento, los médicos le han introducido en ella un cargamento de semillas radioactivas. Una de las molestas consecuencias de todo esto es que necesita orinar cada hora. Debido a que por motivos laborales tiene que viajar mucho en coche por las carreteras de Nueva Jersey, se ha vuelto frecuente para él el hecho de tener que parar en cualquier cuneta o callejón para poder aliviarse. Lógicamente todo esto es leído por el lector como un símbolo de la decadencia física de Bascombe. También existe en el texto otro símbolo que nos indica que Bascombe se está haciendo mayor: en esta novela, hacen su irrupción, por primera vez en la trilogía, internet y los teléfonos móviles. Bascombe –en contra de la opinión de Mike- se resiste a que su empresa inmobiliaria tenga web y ha decidido prescindir del móvil.

Me he percatado, al leer este tercer libro, que las fiestas que se celebran en ellos: la Pascua en El periodista deportivo, el 4 de julio (día de la independencia norteamericana) en El Día de la Independencia, y Acción de Gracias aquí, están unidas de forma simbólica a periodos de la vida de Frank Bascombre: la Pascua se celebra a finales de marzo o principios de abril y en ese primer libro él tiene treinta y ocho años para cumplir treinta y nueve, y por tanto se encuentra al final de la primavera de su vida. En el segundo volumen, nos encontramos en el cálido verano y Frank tiene cuarenta y cuatro años, atravesando su madurez. Acción de Gracias sitúa su acción a finales de noviembre y esta novela está plagada de avisos de muerte, aunque Frank no es aún demasiado mayor, puesto que tiene cincuenta y cinco años.
Sally, que se ha ido a vivir a Gran Bretaña, con su marido resucitado de entre los muertos, no sabe que Frank tiene cáncer.

En los tres días en los que transcurre el tiempo de la novela veremos, como suele ser habitual, a Frank circular por las carreteras de Nueva Jersey, trasladándose de Haddam a Sea-Clift, y relacionándose con Ann, su exmujer, que recientemente ha enviudado de su segundo marido, y parece considerar que puede que no sea una mala idea volver con Frank; o con sus hijos: Paul, que tiene ahora veintisiete años, y vive en Kansas City, trabajando en una empresa que hace tarjetas de felicitaciones, y Clarissa, que tiene veinticinco y se debate entre ser lesbiana o volver a ser heterosexual.
Me ha resultado curioso ver cómo, junto a personajes nuevos –el estupendamente construido Mike Mahoney-, aparecen aquí personajes del pasado de Frank, como por ejemplo Wade Arsenault, el padre de la bella Vicki, con la que viajó a Detroit en El periodista deportivo y con la que estaba dispuesto a casarse, y todo acabó con un puñetazo de ella que le tiró al suelo. Frank, que tiene pocos amigos en su actual Periodo Permanente (“El Periodo Permanente tiene el cometido específico de eliminar preocupaciones sobre la propia existencia y el modo en que se traslada todo a la conciencia.”, pág, 115), volvió a coincidir con Wade, ahora un anciano que vive en una residencia y queda con él para acudir a contemplar demoliciones de edificios. El segundo día de la narración acudirán a una, un símbolo más de todo lo que desaparece, de todo lo decadente.

Como telón de fondo el tema de la política gravita sobre todo el libro: al fin y al cabo la historia está ambientada en el largo proceso electoral entre Gore y Bush, que tras los episodios políticos de Florida, va a dar como ganador a Bush, el candidato que no le gusta a Bascombe.

Me llamó la atención el salto que se da desde El periodista deportivo a El Día de la Independencia en cuestiones políticas: en El periodista deportivo, Frank, todavía inmerso en la nebulosa de dolor que le ha dejado la muerte de su hijo primogénito, no parece preocuparse por la política. En la página 226 de este primer libro una vecina le pregunta: “¿Qué le parece lo que está haciendo nuestro gobierno con esa pobre gente de Centroamérica?” y Frank contesta: “No sigo muy de cerca ese tema.”, y esto parece ser todo. En El Día de la Independencia Frank se declara abiertamente demócrata y lanza sus diatribas contra Bush. Recuerdo que esto me llamó la atención cuando leí el libro por primera vez en 2001: un gran escritor como Ford hacía que uno de sus personajes más emblemáticos se definiera políticamente de forma muy claro, y no supe si eso era una buena idea narrativa, si, tal vez, esta decisión podría quitarle lectores a Ford. Luego me he dado cuenta de que la aspiración artística de Richard Ford es reflejar al ciudadano medio norteamericano de su generación y necesitaba darle una identidad política para hacerlo, para marcar la idiosincracia de los barrios residenciales: “¿Qué dirán los científicos, dentro de unas décadas, sobre nosotros, los que vivimos aquí, en estos barrios residenciales, cada uno en su propia y particular parcela?” (pág. 72)
En Acción de Gracias, las diatribas contra los republicanos no son pocas; esto, por ejemplo, se puede leer en la página 83: “Nos acercábamos a la mitad de la ridícula presidencia de Bush”, o sobre su padre: “Durante el verano de 1991 –cuando el chalado de Bush padre, el viejo, aún seguía ahuecando sus propias alas de pato” (pág. 134). Así se define a sí mismo Frank Bascombe en la página 267: “Soy: un izquierdista, defensor de los negros, partidario de que el gasto público se pague con impuestos, de que haya seguridad social para todos, del derecho al aborto, de los derechos de los homosexuales, de los derechos del consumidor, de la conservación de la naturaleza.”

La tensión política en la norteamericana de finales del 2000 es fuerte y Frank acabará metiéndose en una estúpida pelea de borrachos en un bar de Haddam por estos temas.
Hay aquí una escena que me gusta mucho: a Frank un niño le ha roto con un ladrillo un cristal del coche, encuentra ya de noche un talle abierto para que se lo reparen y mientras lo hacen va a tomar copas a un antiguo local en que el que se juntaba con sus amigos del Club de Divorciados (sobre lo que leímos en El periodista deportivo), mira por la ventana y describe la actividad del taller y del aparcamiento. “Edward Hopper en Nueva Jersey”, dice, y sí, en estas páginas de Ford hay muchos de viñetas de cuadros de Hopper.

Acción de Gracias empieza reflexionado sobre las implicaciones de un disparo y casi termina con otro disparo. La violencia norteamericana sigue aquí presente. Pero diría que al introducir en los pensamientos de Bascombe las reflexiones sobre el fin de la existencia, el discurso de Acción de Gracias se eleva frente al de El Día de la Independencia, y puede que sí, que Acción de Gracias –como suele apuntarse- sea el mejor libro de la trilogía.


¿La lectura de un libro como Acción de Gracias anula, en otro orden de cosas, el poder disfrutar en la vida adulta de la lectura de libros como Cien años de soledad? No, o no al menos para mí. Los dos, con estilos e intenciones muy diferentes, me parecen grandes libros.

4 comentarios:

  1. Es curioso...me interesa más tu reseña que el libro que reseñas...
    Ya me vas-creo- conociendo, y si no te lo comento yo; este estilo de libros tan americanos...no en sentido peyorativo, sino de reflejo de la sociedad americana me quedan muy lejos; no conisgo que me interesen. En el fondo es un error mío, porque me debo perder libros interesantes, pero es que, cuando lo he intentado en la página 40-más o menos- andaba bostezando. Tengo esa sensación de lejanía, de una sociedad que me queda fuera...
    No debería, lo sé.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Alena:

      A mí la verdad es que los escritores norteamericanos me gustan mucho, y lo cierto es que hemos crecido viendo películas norteamericanas, series, con su música... y al final lo que les ocurre me acaba pareciendo cercano. Siempre me gustó leer literatura de otros países por conocer otras culturas, y lo cierto es que los grandes escritores norteamericanos me parecen muy profesionales, en un buen sentido del término: escriben bien y saben crear tramas potentes.

      A mí Richard Ford me gusta mucho. Pero cada uno debe leer lo que le interese, claro.

      Saludos

      Eliminar
  2. Hola, David, te felicito por las tres reseñas de la trilogía. Personalmente, "Acción de gracias" es el que menos me ha gustado (y eso que me gustó). Creo que le sobran algunas páginas y las andanzas de Frank por las carreteras, que ocupan páginas y páginas se me hicieron algo reiterativas. Sigo prefiriendo los dos anteriores, que me gustaron mucho. He leído todo Ford, incluyendo "Francamente, Frank",el regreso de Frank Bascombe (que es muy bueno), y en lineas generales todos me han gustado mucho, aunque la trilogia de Frank y los relatos excepcionales de "Rock springs" están entre lo mejor. Saludos, y que bueno dar con alguien que también lee a Ford. Gastón.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Gastón:

      Yo diría que el nivel de los tres libros es bastante parejo, y yo me aburrí un poco con la segunda mitad de "El Día de la Independencia". No sé por qué la parte en la que Frank se relaciona con su hijo me gustó menos que otras.
      El domingo que viene cuelgo aquí la reseña de "Francamente, Frank", que me parece, como apuntas, un gran broche final para esta serie de libros.
      "Rock Springs" fue lo primero que leí de Ford y me encantó. La verdad es que ya me queda poco de él por leer. Creo que me faltan las dos primeras novelas, que están en la biblioteca que frecuento y que acabaré leyendo.

      Gracias por tus palabras sobre las reseñas.
      Saludos

      Eliminar