domingo, 24 de enero de 2016

Liberalismo (La tradición clásica), por Ludwig von Mises

Unión Editorial. 270 páginas. 1ª edición de 1927, ésta es de 2011.
Traducción de Juan Marcos de la Fuente
Prólogo de Julio César de León Barbero

En la pasada Feria del Libro de Madrid compré varios libros de economía: en la Librería del Economista me hice con El capital de Karl Marx (la versión resumida que ha hecho el profesor César Rendueles) y Teoría de la clase ociosa de Thorstein Veblen, y ya hacia el final de la Feria descubrí la caseta de Unión Editorial, que publica libros de economía, principalmente de la escuela austriaca y de tendencias liberales. Estuve hablando con unos libreros muy jóvenes, que me recomendaron Liberalismo (La tradición clásica) de Ludwig von Mises (Lemberg, Ucrania, 1881, Nueva York, 1973) como introducción para acercarme a las ideas de la Escuela Austriaca de pensamiento económico.

En junio de 2015 leí El capital de Marx (que ya comenté en el blog, ver AQUÍ) y en diciembre de 2015 me apeteció leer Liberalismo de Mises, que –como era lógico suponer- iba a ser una réplica al libro anterior. La familia de Mises era de origen judío y provenía de Lemberg, la capital de la antigua Galitzia, que formaba parte del imperio Austrohúngaro (y que actualmente está dentro de Ucrania). Cuando Luwdig era aún un niño, la familia se trasladó a Viena. A principios del siglo XX la intelectualidad de Viena simpatizaba con el comunismo. El joven Ludwig leyó en 1903 la obra Principios de economía política de Carl Menger, lo que hizo que encaminara sus inquietudes intelectuales hacia el desarrollo de las ideas liberales. En 1912 publicó su primera obra, La teoría del dinero y del crédito, utilizando las ideas de Menger. En 1922 publicó un libro titulado El socialismo, criticando las ideas propuestas por esta doctrina. En 1927 publica la obra que ahora nos ocupa, exponiendo sus ideas liberales.

El libro comienza con un prólogo de Julio César de León Barbero, tomando partido a favor de las ideas liberales para Hispanoamérica. Continúa con un prólogo escrito por Mises en 1962, cuando vivía ya en Estados Unidos, país al que se había exiliado después de la llegada al poder de los nazis.

Introducción
En la primera página nos dice Mises: “El dominio de las ideas liberales, aunque por desgracia demasiado limitado en el tiempo, fue suficiente para cambiar la faz de nuestro planeta. Con él se inauguró un grandioso desarrollo económico. La liberación de las fuerzas productivas humanas multiplicó la cantidad de los medios de subsistencia.” (pág. 25). En la página siguiente: “El bienestar creado por el liberalismo redujo notablemente la mortalidad infantil.” “En los países más adelantados en sentido liberal la mayoría de quienes ocupaban la cima de la pirámide social estaba formada no por personas favorecidas desde su nacimiento por unos padres ricos y bien situados, sino por individuos que, partiendo de condiciones de estrechez económica, supieron hacerse camino con sus propias fuerzas y el favor de las circunstancias. Desaparecieron las viejas barreras que había separado a amos y siervos. Sólo existían ya ciudadanos con derechos iguales.” En este último párrafo de la introducción se muestra ya el modo de razonar de Mises: afirma que en los países liberales las personas que han alcanzado los puestos más altos de la pirámide social provienen de las capas más humildes de la sociedad, pero no aporta ningún dato estadístico que lo avale. A pesar de que en más de un momento de su exposición afirmará que una de las ventajas del liberalismo es que funciona con el método científico, él no parece usarlo en sus exposiciones.
Pág. 27: “El poder del gobierno está hoy en todas partes en manos de partidos antiliberales. El antiliberalismo pragmático ha desencadenado la guerra mundial e inducido a los pueblos a encerrarse en sí mismos, protegidos por prohibiciones a la importación y a la exportación, aranceles, medidas antimigratorias y otras por el estilo.” Sobre el tema de los gobiernos antiliberales volveré más tarde, ya que es una cuestión importante en el libro; pero desde estas primeras páginas destaco ya una segunda idea: todo lo malo que le ocurre al mundo -por ejemplo, las guerras- es debido a ideas antiliberales, porque Mises ha decidido identificar su definición de liberalismo con la de prosperidad y paz.
Mises define la esencia elevada del liberalismo: “Si el liberalismo fija su atención exclusivamente en los bienes materiales, no es porque minusvalore los bienes espirituales, sino porque está convencido de que lo que hay de más alto y profundo en el hombre no puede quedar sometido a reglas externas” (pág. 29)
“Otra acusación recurrente dirigida contra el liberalismo es la de racionalidad, en el sentido de que quisiera someterlo todo a reglas racionales.” (pág. 30)
“Está muy extendida la opinión de que el liberalismo se diferencia de las demás orientaciones políticas porque privilegia y defiende los intereses de una parte de la sociedad –propietarios, capitalistas, empresarios- frente a las otras clases sociales. Pero se trata de un supuesto sin fundamento alguno. El liberalismo ha considerado siempre los intereses generales, nunca los de un grupo particular cualquiera.” “Históricamente el liberalismo fue la primera orientación política que se preocupó del bienestar de todos y no de determinados estamentos sociales. Del socialismo, que también da a entender que persigue el bienestar colectivo, el liberalismo se distingue no por el fin al que tiende, sino por los medios que elige para obtener el mismo fin.” (pág. 33) “Si el liberal desaconseja determinadas medidas demagógicas porque prevé sus consecuencias negativas, se le llama enemigo del pueblo y se aplaude en cambio al demagogo que, ocultando las consecuencias negativas que se derivarían, aconseja aquellas medidas porque aparentemente ofrecen una utilidad momentánea.” “Al liberal que pide hacer un sacrificio momentáneo se le acusa de egoísmo y de actitud antipopular.” (pág. 34).
En este libro no se cita a Keynes ni una sola vez, pero tal vez el siguiente párrafo puede ser leído como una crítica a sus ideas: “La política antiliberal es una política que destruye capital. Aconseja aumentar la dotación del presente a expensas del futuro.” (pág. 35)
Dice Mises: “El hecho de que en el mundo existan indigencia y pobreza no es un argumento contra el liberalismo. (…) El liberalismo quiere eliminar la indigencia y la pobreza y piensa que los métodos que propone son los únicos capaces de alcanzar ese fin.” (pág. 35)

Si David Ricardo decía que para que la sociedad prospere el trabajador debe siempre cobrar un salario al nivel de subsistencia y tal vez (pero Ricardo no lo decía claramente) ese nivel de subsistencia puede mejorar con el tiempo, Mises ahonda en esta idea y afirma que los resultados ventajosos de las innovaciones técnicas e industriales se traducen en una satisfacción cualitativamente mejor de las necesidades de las masas, pero que debido a la labor de los partidos antiliberales hoy se asocian los conceptos de liberalismo y capitalismo a la imagen de una miseria creciente y una desbordante pauperización del mundo. Mises se olvida de la denuncia de Marx sobre las condiciones en las fábricas capitalistas, y afirma que las condiciones de vida del obrero han mejorado gracias al liberalismo, que no es la doctrina de los empresarios, puesto que hay empresarios a favor de ella y otros en contra (que abogan por el proteccionismo, por ejemplo). Mises trata de analizar las raíces de las doctrinas antiliberales, y de nuevo parece obviar cualquier crítica a las condiciones laborales hecha por Marx y afirma que se deben al resentimiento, lo que llama el «complejo de Fourier»: “El resentimiento entra en juego cuando alguien, aun encontrándose en condiciones bastante beneficiosas, odia hasta el punto de estar dispuesto a aceptar graves desventajas con tal de ver perjudicado al objeto de su odio.” Pese a que Mises aboga por el método científico en más de un caso parece dejarse llevar por la pasión y acaba llamando “neuróticos” o “poseedores de un cerebro enfermo” a los antiliberales: “Sólo la teoría de la neurosis puede explicar el éxito que obtuvo el fourierismo, producto demencial de un cerebro gravemente enfermo.” (pág. 42). Según Mises cuando el marxismo abandona el terreno de la palabrería dialéctica y de la ridiculización y difamación del adversario sólo le queda abogar por la utopía. Mises dedica unas pocas páginas a mostrar las contradicciones del socialismo real (ya escribió un libro sólo sobre este tema), pero me parece que obvia de manera excesiva y premeditada las críticas que hace Marx a las condiciones laborales de las fábrica en el siglo XIX. Según Mises el ciudadano medio ha conseguido incrementar sus esperanzas de vida gracias al capitalismo, mientras que Marx documentaba ejemplos en los que las esperanzas de vida de diversos trabajadores disminuían por la explotación en las fábricas.
La introducción acaba con algunas burlas a los ideales del comunismo, y así se cita a Trotski: “El nivel medio de la humanidad (…) se elevará a las alturas de un Aristóteles, de un Goethe, de un Marx.” “De semejantes absurdos está llena toda la literatura socialista”, nos dice Mises en la página 45.

Capítulo I: Los fundamentos de una política liberal
Así comienza este capítulo en la página 47: “La sociedad humana es una asociación de individuos para una acción común. Una acción común regulada por el principio de la división del trabajo.” “Todo el proceso de civilización del hombre se basa en esta mayor productividad del trabajo, basado a su vez en el principio de la división del mismo.”
Pág. 48: “Los liberales sostienen que el único sistema de cooperación humana realizable en la sociedad basada en la división del trabajo es el que prevé la propiedad privada de los medios de producción. Sostienen que el socialismo como sistema global aplicado a todos los medios de producción es inviable.”
Pág. 49: “En el programa del liberalismo sería más oportuno poner en primer lugar, junto a la palabra «propiedad», las palabras «libertad» y «paz».
Pág. 50: “La idea de libertad se halla tan enraizada en todos nosotros que durante mucho tiempo nadie osó cuestionarla. (…) Sólo Lenin se atrevió a calificarla de «prejuicio burgués».”
Antes del liberalismo, dice Mises, la esclavitud se consideraba una institución legítima. “El trabajo libre es incomparablemente más productivo que el trabajo efectuado por quien no es libre.” (pág. 51)
“La madre de todas las cosas no es la guerra sino la paz. Lo único que hace que la humanidad progrese y que se distinga del mundo animal es la cooperación social.” (pág. 54) “Si un pueblo pacífico es agredido militarmente por un enemigo, debe defenderse y hacer todo lo que esté en su poder para rechazar la agresión. (…) El error en cambio está en elevar estas virtudes militares a virtudes absolutas. (…) La verdad es que existe nada que sea en sí y por sí un bien o un mal. Las acciones humanas son buenas o malas sólo en relación con el fin al que sirven y las consecuencias que comportan.” (pág. 55)
“El desarrollo pleno de la división del trabajo sólo es posible si está permanentemente garantizada una convivencia pacífica.” “Para extender la división del trabajo dentro del territorio nacional habría que excluir la guerra civil incluso como posibilidad. Y para extenderla a todo el mundo habría que garantizar la paz permanente de los pueblos.” (pág. 56-57)
“En la época del máximo florecimiento del liberalismo se pensaba por lo general que las guerras entre los pueblos de raza blanca no eran ya más que cosas del pasado.
Pero los acontecimientos fueron en una dirección muy distinta. Las ideas y los programas liberales fueron sustituidos por el socialismo, el nacionalismo, el proteccionismo, el imperialismo, el estatismo y el militarismo.” (pág. 58). En este párrafo podemos volver sobre otro de los rasgos del pensamiento de Mises: la paz es promovida por el liberalismo, así que cualquier guerra está auspiciada por ideas antiliberales, por tanto, cualquier pensamiento que diga, por ejemplo, que las condiciones de los trabajadores deben mejorar en las fábricas es nociva porque acabará promoviendo una guerra (civil en este caso, porque los partidos antiliberales sólo buscan el beneficio de una parte de la población, exaltándola contra otra).
“La supuesta igualdad de todos los hombres es una afirmación que se apoya en bases sumamente frágiles. En realidad, los hombres son sumamente desiguales.” (pág. 59). El liberalismo aboga por la igualdad de trato de los hombres ante la ley, para conseguir la máxima productividad posible del trabajo humano y para mantener la paz social. “Los privilegios de clase deben desaparecer si se quiere que cesen las luchas para acapararlos.” (pág. 60) “La propiedad privada no es un privilegio de los propietarios, sino una institución social para bien de todos.” (pág. 62)
“Los defensores de la igualdad en la distribución de la renta olvidan el punto esencial: que la suma global que se puede distribuir –el producto anual del trabajo social- no es independiente de la manera en que la distribución se realiza. (…) Sólo porque en nuestro ordenamiento social es posible la desigualdad de riqueza y sólo porque esta desigualdad estimula a cada uno a producir lo más que puede al menor coste, dispone hoy la humanidad del total de riqueza anual que puede consumir. Si se eliminara este incentivo, la productividad se reduciría hasta el punto en que la cuota de renta per cápita, en igualdad de distribución, caería muy por debajo de la que hoy recibe incluso el más pobre.” (pág. 63)
Mises no está en contra de la existencia de personas ricas ni del lujo: “El lujo estimula al consumo y a la industria a inventar e introducir nuevos productos, y es por tanto uno de los factores dinámicos de nuestra vida económica.” “Su lujo tiene un efecto de imitación, suscitando en las masas nuevas necesidades y estimulando a la industria a satisfacerlas.” (pág. 65). Sobre esta última idea opinaba Paul Krugman que esto también puede tener un efecto perverso: ya que las personas menos pudientes, por imitar a los ricos, acaban cargando sobre sí un endeudamiento excesivo.
“Al demostrar la función social y la necesidad de la propiedad privada de los medios de producción y de la consiguiente desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza, proporcionamos al mismo tiempo la demostración de la legitimidad ética de la propiedad privada y del orden social capitalista que en ella se basa.” (pág. 65)
“Todo lo que contribuye a preservar el orden social tiene un valor ético.” (pág. 67). Ya he apuntando que Mises obvia toda crítica a los abusos del capitalismo, simplemente no los concibe: el socialismo lleva a la ineficiencia y el capitalismo a la eficiencia, mantener el orden capitalista (sin ningún cuestionamiento sobre que puedan producirse abusos) lo transforma en una cuestión “ética”.
Para Mises la función del Estado debe reducirse a la de velar por el derecho de la propiedad privada, y en esto es en lo que se diferencia el liberalismo que propone del anarquismo, según el cual debe eliminarse la propiedad privada y el Estado. “Tales son las funciones que la doctrina liberal atribuye al Estado: la protección de la propiedad, de la libertad y de la paz.” Adam Smith apuntaba que el Estado debe ocuparse de la protección del individuo (policía), de la protección de la nación (ejército), de la construcción de infraestructuras, y, en última instancia, apunta que no estaría mal que ofreciera un mínimo de educación pública. Para Mises la necesidad de las infraestructuras o la educación han desaparecido.
Para Mises la democracia hace posible la adaptación del gobierno a la voluntad de los gobernados sin luchas violentas y las doctrinas antidemocráticas sostendrían entonces el derecho de una minoría a dominar el Estado (entre estos antidemócratas estarían los sindicalistas, Hitler, Lenin o Trotski).
Según Mises el comunismo ha llevado a una reacción en forma de fascismo nacionalista, y por tanto el comunismo y los fascismos romperán la paz tan deseada por el liberalismo. “El fascismo puede hoy triunfar porque la indignación general ante las infamias cometidas por socialistas y comunistas le ha procurado las simpatías de amplios estratos sociales. (…) Sólo hay una idea que pueda contraponerse al socialismo: el liberalismo.” (pág. 86)
Mises aboga por la libertad absoluta del individuo y por tanto está a favor de la legalización de las drogas, por ejemplo. “Un hombre libre debe saber tolerar que sus semejantes se comporten y vivan de un modo distinto de lo que él considera apropiado, y debe abandonar la costumbre de llamar a la policía tan pronto como algo no le gusta.” (pág. 91)
Mises también cree que no debe existir ninguna injerencia de lo religioso en la organización social: “En un sistema social basado en la cooperación pacífica no hay espacio para las pretensiones de las iglesias de monopolizar la enseñanza y la educación de la juventud.” Frases como ésta deberían ser recordadas a políticos de la vida pública española que se declaran liberales (con acento chulapo madrileño), pero luego dan conciertos con dinero público a los colegios privados religiosos.
“El Estado es un aparato coercitivo y represivo. (…) Todo lo que el Estado es y es capaz de hacer implica la coerción y el uso de la fuerza.”, nos dice Mises en la página 94 tratando ya de poner al lector en contra de ese Estado que unas páginas antes ha dicho que era tan necesario para defender la propiedad privada. “El ciudadano no puede ser coartado en sus movimientos hasta el punto de obligarle, si piensa de manera distinta de quienes están en el poder, a elegir entre su destrucción y la destrucción del aparato del Estado.” (pág. 96)

Capítulo II: La política económica liberal
“El sistema de propiedad privada de los medios de producción coincide con la historia del desarrollo de la humanidad desde su condición animal a las cimas alcanzadas por la civilización moderna.” (pág. 97). Mises carga contra el sindicalismo que pide que las fábricas sean de los trabajadores y, por supuesto, contra el socialismo,  el comunismo y el intervencionismo.

Mises habla de los críticos del capitalismo y dice que todo lo que no les gusta del mundo moderno lo achacan a la propiedad privada. “Nadie desea vivir en una sociedad socialista si no es en el papel de director general o de inspirador del director general.” (pág. 102) “El socialista da por descontado que en una sociedad socialista la rentabilidad del trabajo sería por lo menos igual a la de la sociedad capitalista. (…) La cantidad de lo que se produce en una sociedad capitalista no es independiente del modo en que se produce.” (pág. 103) Para Mises la competencia hace que se mejoren los medios de producción y por tanto la productividad de los recursos productivos.
“En la sociedad capitalista son sólo y siempre los más aptos los que disponen de los medios de producción.”, afirma Mises, un creyente verdadero de la teoría de la libre competencia, que asegura que si no se es el mejor en la dirección de las empresas el mercado echará fuera, por ejemplo, a los ricos herederos, y si usted está pensando que conoce a personas que no rinden el máximo en sus trabajos y ahí siguen y la empresa no se hunde, Mises le dirá que eso es por privilegios antiliberales, si el liberalismo se aplicase sin fisuras sólo llegarían más arriba los más válidos.
Los estados, según Mises, tienden a reprimir la fuerza de la propiedad privada, base del desarrollo del individuo y la sociedad. ¿Una de estas represiones a la propiedad privada serían, por ejemplo, las limitaciones hacia el trabajo infantil, algo de lo que Mises no habla nunca?

En las páginas siguientes Mises usa un tipo de razonamiento que me parece fundamental para entender cuáles son sus posicionamientos y poder establecer un cuestionamiento de sus doctrinas: Mises afirma que los gobiernos son, por su propia naturaleza, contrarios al capital, y contrapone los intereses del gobierno con los del capital, victimizando la posición del capital, que no puede desarrollarse plenamente en su búsqueda del bienestar general debido a las injerencias del Estado: “Los gobiernos, mientras se adaptaban a tolerar la propiedad –naturalmente, contra sus verdaderas intenciones y contra los impulsos innatos de toda organización de poder- seguían tenazmente ligados a la ideología contraria a la propiedad.” (pág. 109). Mises no parece concebir que los gobiernos, en las sociedades más desarrolladas y supuestamente más liberales, actúan, en realidad, como títeres del capital. Pensemos en la negativa de Estados Unidos a firmar el Protocolo de Kyoto, ¿en este caso el gobierno está actuando en contra del capital, o el gobierno, connivente con el capital, hace lo que éste le dicta?
Mises analiza un poco el funcionamiento del socialismo (algo que supongo ya hizo con profundidad en su anterior libro) y habla de la falta de incentivos privados, y lo que considera más importante: la imposibilidad de valerse de los precios y el sistema de costes para elegir entre las alternativas la que resulte más valiosa para una sociedad.

Mises también critica una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo: el intervencionismo, y para defender su postura nos da el ejemplo clásico de un gobierno que trata de intervenir en los precios, creando un exceso de demanda. “O capitalismo o socialismo. No existe una tercera vía.”, nos dice y esto es así porque el estado no debe ocuparse de la sanidad, ni de la educación, ni de la contaminación de las empresas, ni de las infraestructuras, etc. En cualquier manual de economía existe un tema llamado “Fallos de mercado”, éste tema no existe para Mises: el mercado siempre aporta las mejores soluciones a todo.
Como nuevo ejemplo del buen funcionamiento del mercado nos da el de lo nocivo que resulta introducir un concepto como el del salario mínimo, generador de paro e ineficiencias. Mises sí que está a favor de la inmigración y la libertad de movimiento de las personas. Por supuesto, los sindicatos también generan paro y van en contra de la clase obrera. “Si además el gobierno y los sindicatos conceden a los parados el subsidio garantizado, lo único que se consigue es agravar el mal.” (pág. 125)
Y ahora sí que me parece que hace una crítica directa a Keynes sin citarle: “Es claro que no se puede eliminar el paro acometiendo un programa de obras públicas de otro modo no previstas. En este caso los medios financieros invertidos deberían ser hurtados, a través de impuestos o créditos, al empleo alternativo que habrían tenido.” (pág. 127)
Según Mises sólo se puede elegir entre propiedad colectiva y privada y las formas intermedias son “teóricamente irracionales”. Además, como el socialismo es irrealizable sólo nos queda el capitalismo.
En algún momento Mises se olvida de que él se ha arrogado para sí mismo la condición de ser el “serio” en el debate, el que defiende la concepción científica de la economía y se tira más hacia el panfleto: “O propiedad privada de los medios de producción, o bien hambre y miseria para todos.” (pág. 131) En la misma página afirma: “Para una ideología como la del liberalismo, fundada enteramente sobre bases científicas, cuestiones como la de la bondad o no del orden social capitalista (…) ni siquiera se plantean. El liberalismo se basa en las ciencias de la economía política pura.” Esta página refleja bien el estilo del texto: yo me arrogo para mí mismo el poder de la racionalidad y de ciencia, pero no lo aplico, me voy a un extremo, eliminando cualquier cosa que haga que mis teorías no sean válidas (grandes desigualdades de renta, inmovilismo de las clases sociales, fallos de mercado, contaminación…) y las defiendo con la vehemencia del hooligan: “Los neurasténicos (…) califican a la economía política de ciencia triste.”

En el punto 7 y último de este capítulo Mises aborda un tema que me resulta muy interesante. De hecho, al comenzar este punto resume mi postura: “Los enemigos del liberalismo sostienen que hoy ya no existen las premisas para una política liberal. El liberalismo –dicen- fue una realidad cuando en cada sector productivo existía una fuerte competencia entre muchas empresas medianas. Pero hoy, cuando el mercado está dominado enteramente por grandes grupos, cárteles y otros monopolios, el liberalismo está prácticamente muerto. No es la política la que le ha destruido, sino una tendencia presente en todas las necesidades evolutivas de la propia economía libre.” (pág. 133) Mises no cree que se pueda llegar a la existencia de monopolios, su confianza en el libre mercado es sólida: si se llegase a una situación de monopolio los beneficios extra atraerían a otros empresarios que ofrecerían los mismos productos a precios más bajos y todo se arreglaría (Mises cree en la libertad de entrada y salida de los mercados). Los monopolios sólo podrían darse en el caso de algunas pocas materias primas, y en este caso el monopolio sería bueno porque hace que los recursos mineros se usen de forma más moderada (algo que podría entonces usarse como razonamiento en su contra: ¿en los otros mercados competitivos se hace un uso excesivo de los recursos?). Estos monopolios sobre recursos mineros sólo le pueden parecer mal a economistas que se guían por la envidia (Mises el científico). Mises no parece tampoco creer en la formación de cárteles de grandes empresas que fijen precios, y aquí voy a decir que esta afirmación me parece deshonesta. En La riqueza de las naciones, Adam Smith, padre del liberalismo económico, nos advertía del peligro que corremos como sociedad ante las asociaciones de empresarios (tengo la cita recogida en ESTA ENTRADA) para fijar precios, algo de lo que Mises, de nuevo, calla, y si yo comento esto del libro de Smith parece que la madura y científica respuesta de Mises para mí sería que yo me muevo por la envidia.

Otra crítica a las grandes empresas podría ser que se da en ellas una gran burocratización. Mises apunta que el enchufismo sólo se da en las empresas públicas, ya que como ocurre en el comunismo no hay en ellas un análisis real de productividad y pueden mantener a personas ineficientes. El enchufismo no se puede dar en la empresa capitalista (Mises nunca ha vivido en España, obviamente) porque si la persona no sirve para su puesto, rendirá menos y esto quedará en evidencia y si no se soluciona pronto la empresa se hundirá y sólo sobrevivirán las más eficientes, las que no tienen a enchufados: “Quien dispone de medios de producción de su propiedad o tomados en préstamo a interés de quien es su propietario, debe cuidar siempre de emplear tales medios de tal modo que satisfagan, en las condiciones dadas, la necesidad social más urgente. Si no lo hace, trabajará con pérdidas, verá en un primer momento cómo estará cada vez más comprometida su posición de propietario y de empresario, y al final será expulsado definitivamente de esta posición.” (pág. 141). Sé lo que está pensando lector: que usted ha visto cómo en su empresa privada enchufaban a alguien inepto y la empresa no se hundía sino que todo seguía adelante, y si las cosas iban mal es probable incluso que le despidieran a usted, honrado trabajador, y no al enchufado, y que la empresa siga y así. Mises tienen una respuesta para usted: esto puede ocurrir por temas antiliberales, no por temas liberales, si al liberalismo le dejasen funcionar bien usted, el que trabaja de verdad, destacaría (existe información perfecta en toda organización, igual que en los mercados) y ascendería mientras ve cómo se expulsa de la organización al inepto enchufado. Y así se las gasta Mises.

Entre patrón y trabajador siempre hay armonía en una empresa privada: “El dador del trabajo debe tratar de pagar la fuerza de trabajo en consonancia con la prestación laboral. Si no lo hiciera, correría el riesgo de que le quitase el obrero un competidor dispuesto a pagarle más. El contratado, por su parte, debe tratar de ocupar su puesto de modo que merezca el salario, para no correr el riesgo de perder el puesto.” Ya sabemos que eso que decía Adam Smith sobre las asociaciones de empresarios para tirar los salarios a la baja no puede darse en una sociedad liberal. Esta armonía no se da, sin embargo, en las empresas públicas que no se rigen por criterios de eficiencia económica.

Capítulo III: La política exterior liberal
Mises vuelve a ponerse aquí grandilocuente: “El objetivo de la política interior del liberalismo es idéntico al de la política exterior: la paz.” El liberalismo desea el libre comercio por todo el mundo. Además de grandilocuente, también es un poco victimista: “Hoy, cuando las ideas antiliberales dominan el mundo. El cosmopolitismo se ha convertido en un reproche a los ojos de las masas.” (pág. 154)
En su búsqueda de la paz interior en un país Mises se muestra a favor de los referéndum: “El derecho de autodeterminación respecto a la cuestión de la pertenencia a un Estado significa, pues, esto: que si los habitantes de un territorio –ya se trate de una única aldea, de una región o de una serie de regiones contiguas- han expresado claramente a través de votaciones libres su voluntad de no seguir en la formación estatal a la que actualmente pertenecen y de constituir un nuevo estado autónomo, o a la aspiración a pertenecer a otro Estado, hay que tener en cuenta este deseo. Sólo esta solución puede evitar guerra civiles, revoluciones y guerras internacionales.” (pág. 157-158) En su razonamiento, va un poco más lejos: “Si de algún modo fuera posible conceder a cada individuo este derecho de autodeterminación, habría que hacerlo.”

“La guerra mundial no fue sino la consecuencia natural y necesaria de la política antiliberal de los últimos decenios.” “Es un puro disparate acusar a la industria armamentística de ser responsable del estallido de la guerra.” La industria armamentística surgió para satisfacer la demanda de los gobiernos (el mal), si éstos hubieran demandado otra cosa se hubieran desarrollado más otras industrias.

Me resulta muy curioso lo que opina Mises sobre la educación: en la página 163 dice: “En la mayoría de los Estados existe hoy la obligación escolar, o por lo menos la instrucción obligatoria.” Aquí no da su opinión sobre esta escolarización obligatoria, se limita a afirmar que se da, pero un poco más adelante dice: “En todas las zonas de lengua mixta la escuela es una realidad política de la mayor importancia. No se conseguirá despolitizarla mientras siga siendo una institución pública y obligatoria. Sólo hay un medio para conseguirlo: hacer que el Estado, el gobierno, las leyes, no se ocupen de la escuela y de la instrucción; que el dinero público no se gaste en esto; que la educación y la instrucción estén enteramente en manos de los padres y de asociaciones e instituciones privadas.
Es mejor que una masa de muchachos crezca sin instrucción formal que se le instruya para que luego se le mande a dejarse matar o mutilar en la guerra cuando se hace adulta. Cien veces mejor un analfabeto sano que un mutilado instruido.”
Entendamos el último párrafo: los males vienen del Estado y por tanto las exaltaciones nacionalistas (el mal) sólo pueden darse en su seno; en cambio los padres o las instituciones privadas (el bien) siempre actuarán siguiendo los principios racionales del liberalismo, y por tanto no inculcarán ideas nacionalistas a sus hijos. A este tipo de racionamientos, con esas premisas apriorísticas tan fuertes, Mises le otorga categoría de pensamiento científico.
Me adelanto y voy a la página 208: “Mientras siga habiendo aranceles protectores y prohibiciones migratorias, escuelas e instrucción obligatorias, intervencionismo y estatismo, surgirán continuos conflictos destinados a complicarse y a desembocar en otras tantas guerras.” Si en los párrafos anteriores parecía que Mises toleraba la educación pública, aquí ya parece que la considera generadora de guerras y por tanto nocivas. Así que tenemos aquí a un pensador que afirma en la introducción de su libro que en los países liberales los puestos más altos de la jerarquía social los están ocupando personas que vienen de abajo, de un mundo sin privilegios, que no cree en el poder de la educación pública como generadora de oportunidades y que considera que en el mundo laboral no se producen nunca abusos hacia los trabajadores (los únicos abusos vienen de los sindicados) y además llama ingenuos a los socialistas. ¿De verdad podemos pensar que en un fantástico mundo de liberalismo puro  los obreros van a poder cobrar un sueldo que les permita llevar a sus hijos a escuelas privadas y que con esos conocimientos adquiridos van a poder prosperar y alcanzar los niveles más altos de la sociedad? Concluyo aquí: creo que Mises cae en el mismo error que le achacaba a los socialistas y comunistas utópicos: su mundo también es utópico. Si se dan las condiciones que él propone, desaparecerán los abusos y las ineficiencias y los hombres trabajarán en plena armonía, buscando la paz y la colaboración y cada uno conseguirá exactamente lo que se merece.

Mises se muestra contrario al colonialismo europeo: “No hay capítulo de la historia más ensangrentado que el de la historia de la política colonial.” “El dominio de los europeos en África y en partes importantes de Asia es un dominio absoluto, y contrasta de la manera más estridente con todos los principios del liberalismo y de la democracia.” (pág. 177)
“El liberalismo reivindica para cada individuo el derecho a vivir donde le plazca” (pág. 191) “La política dirigida a la limitación de la inmigración debe considerarse desde un doble punto de vista: como política de los sindicatos y como política de proteccionismo nacional.” (pág. 192) “Las restricciones a la inmigración –y sobre esto no existe la menor duda- reducen la productividad del trabajo humano.” (pág. 194)

Igual que Mises parecía pronosticar, en párrafos anteriores, el ascenso de los fascismos europeos, también parece mostrarse visionario respecto a la futura Unión Europea: “Los Estados europeos deberían por lo tanto asociarse en una unión militar y política.” (pág. 199)
Mises, para un mundo globalizado, apunta una idea con la que estoy bastante de acuerdo: “El derecho internacional está por encima del derecho de los distintos Estados, y reclama la creación de tribunales y autoridades superiores a los Estados que aseguren la paz internacional.” (pág. 204)

En la página 210, nos vuelve a decir que el liberalismo se basa enteramente en la ciencia, pero una líneas más arriba cae en el insulto: “La esterilidad mental del pueblo ruso era tan grande que no fue capaz de elaborar y expresar con autonomía ideas que son emblemáticas de su más profunda naturaleza.” Además le da algún palo a algunos de nuestros escritores favoritos: “Un pueblo en que sobreviven los ideales de Dostoievski, de Tolstoi y de Lenin es incapaz de generar un vínculo social.”, y sigue: “No equivale en absoluto a proponer que se prohíba la importación y la traducción de los escritores rusos. Que los neuróticos se diviertan cuanto quieran; las personas sanas, en todo caso, los evitarán.” Aquí que ya saben, queridos lectores, si a usted le gusta Dostoievski o Tolstoi, Mises opina (usando los más modernos métodos de la ciencia) que es usted un neurótico.

Capítulo IV: El liberalismo y los partidos políticos
Afirma Mises que el liberalismo nunca se organizó como un partico político, propiamente dicho, como si hicieron los partidos anticapitalistas. Los liberales no se dieron cuenta de que no todos los hombres poseen la capacidad de pensar lógicamente y que hay personas que se dejan guiar por una ventaja momentánea y no por una mayor permanente.
Los liberales abogan por suprimir cualquier privilegio de clase, no como los partidos políticos: “Los partidos son los representantes de determinadas clases que quieren que se garanticen y amplíen los privilegios que el liberalismo tuvo que confirmar porque su victoria no fue completa, y de determinados grupos que aspiran a obtener privilegios, y por tanto a convertirse ante todo en «clases». El liberalismo, en cambio, se dirige a todos y propone un programa que puede ser aceptado igualmente por todos.” (pág. 219)
“Todos los partidos políticos modernos y todas las modernas ideologías de partido se han formado como reacción de los privilegios de clase y de los intereses particulares contra el liberalismo.”, nos dice Mises, convirtiendo en víctima de nuevo al capital. Al final viene a afirmar que los partidos marxistas y los socialistas lo que hacen es luchar por sus “privilegios de clase” (la explotación laboral es vista aquí, curiosamente, como privilegio del explotado), y al mirar sólo por los intereses de una parte de la sociedad y no por toda, como proponen los liberales, acabará buscando conflictos que lleguen a la guerra civil y romperá con la paz que proponen cabalmente los liberales. Sobre el tema de que en el mercado se produce un acuerdo entre personas libres ya habló Marx en El capital, era uno de sus cuestionamientos básicos.
Mises critica la teoría de Marx de la lucha de clases, y de forma curiosa dice que la idea de dos clases sociales la toma de David Ricardo, que divide a la sociedad entre terratenientes, capitalistas y trabajadores. Según Mises, Marx no puede demostrar la existencia de una conciencia de clase porque no hay solidaridad entre los trabajadores y porque tampoco puede demostrar que los intereses de una clase social perjudican a la otra. Para el liberalismo este antagonismo de intereses no existe. Mises considera que reivindicar políticas sociales es reivindicar privilegios en contra de otros miembros de la sociedad (porque, como ya sabemos, en una sociedad en la que ni siquiera hay educación pública existe igual de oportunidades).
Según Mises, cuando los partidos obreros consiguen algún éxito siempre lo hacen en contra de otros obreros, y por tanto esto anula la supuesta solidaridad obrera.
Me parece curioso el racionamiento que hace Mises para justificar que las clases intelectuales de un país puedan ser antiliberales: las clases intelectuales están formadas por unas pocas personas, y no puede por tanto tener su propio partido de intereses particulares; como los partidos no podía tolerar que los intelectuales fuesen liberales lo que hicieron fue incorporarlos a la dirección de los partidos (sé que os gusta el método científico).
Según Mises, Marx se equivoca al suponer que «los que tienen» pueden perpetuarse en el tiempo, puesto que la lógica del capital es que sólo sobreviven los más actos, y es más bien a través del gobierno cuando se mantienen las propiedades y los privilegios.

Capítulo V: El futuro del liberalismo
Pág. 253: “Fueron el liberalismo y el capitalismo los que crearon las bases de todas las prodigiosas conquistas que caracterizan a nuestro tenor de vida moderno.
Pero hoy un soplo de muerte azota a nuestra civilización.” Me ha gustado esta última frase, parece una parodia del comienzo del Manifiesto comunista.
Pág. 258: “El liberalismo (…) sólo una cosa quiere dar a los hombres: un desarrollo pacífico y continuo del bienestar material para todos.”


Creo que no voy a hacer unas conclusiones finales, porque ya he ido dando mi opinión sobre lo leído al resumir el texto y esta entrada ya es excesivamente larga. Sólo un comentario último: una vez que he entrado en el siglo XX, los libros de economía son mucho más fáciles de seguir y, esté de acuerdo o no con las ideas aquí vertidas, lo cierto es que he leído este libro con mucho interés, debido a que habiéndome acercado antes a Smith, Malthus, Ricardo o Marx sabía perfectamente por dónde iba Mises (sobre lo que quería hablar y sobre lo que estaba obviando en su exposición y para lo que no tiene respuestas), así que al fin y al cabo está claro que es el conocimiento el que mueve la curiosidad y no al revés, como cree algún moderno pedagogo.

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