Vino desde
Gran Canarias de visita a Madrid mi amigo Samuel
Rodríguez Navarro. Una de sus actividades principales en mi ciudad es
visitar librerías. En esta ocasión le dije que le acompañaría, pero que yo
había decidido mantenerme apartado de la compra de libros por unos meses, desde
que hace unas semanas viví un epifánico momento carveriano y me di cuenta de
que sufro alguna variante del síndrome de Diógenes: tengo 135 libros comprados pendientes de leer. Casi todos son de
segunda mano, no me puedo resistir a los “chollos” que siempre encuentro en mis
queridas librerías de segunda mano.
Este miércoles en una librería de
Alfonso XIII casi, casi, sufro una recaída, después de tres semanas sin
consumir. Aunque conseguí mantenerme firme, aún tengo tentaciones de volver a
por esa primera edición de 1965 por 2,90 euros (no, no debo).
Samuel también consiguió
convencerme (lo cierto es que lo tuvo fácil) para el pasado lunes ir a visitar
el pueblo segoviano de La Nava de la
Asunción, porque allí se encuentra la tumba de Jaime Gil de Biedma.
Tuvimos que tomar un autobús que
nos llevó hasta Segovia capital, y ahí otro que nos acercó hasta La Nava de la
Asunción. Llegamos al pueblo a las 13:10 pm y el único autobús de vuelta a
Segovia ese día pasaba a las 15:40 pm. Así que teníamos dos horas y media para
encontrar el cementerio y, dadas las horas, comer algo.
Nos quedamos con ganas de visitar
la casa familiar de los Gil de Biedma. Había un cartel que indicaba la
dirección, pero no nos dio tiempo.
Creo que Samuel y yo nos hemos
ganado el derecho a que Raúl Cimas nos
incluya en la segunda parte de su cómic Demasiada pasión por lo suyo.
Dejo aquí unas fotos de la visita
y unos poemas de Jaime Gil de Biedma diferentes a los que ya colgué en otra
ocasión:
Hubo suerte: la puerta estaba abierta. |
Creíamos que iba a haber cola, pero no. |
Un selfie de ultratumba. |
Pero mejor un selfie de ultratumbra con tus amigos. |
Así mejor, más respetuoso. |
Ancha (y calurosa) es Castilla |
Elegía y recuerdo de la canción francesa
C'
est une chanson
qui nous ressemble.
Kosma y Prévert: Les feuilles mortes
Os acordáis: Europa estaba en ruinas.
Todo un mundo de imágenes me queda de aquel tiempo
descoloridas, hiriéndome los ojos
con los escombros de los bombardeos.
En España la gente se apretaba en los cines
y no existía la calefacción.
Era la paz -después de tanta sangre--
que llegaba harapienta, como la conocimos
durante cinco años.
Y todo un continente empobrecido,
carcomido de historia y de mercado negro,
de repente nos fue más familiar.
¡Estampas de la Europa de post-guerra
que parecen mojadas en lluvia silenciosa,
ciudades grises adonde llega un tren
sucio de refugiados: cuántas cosas
de nuestra historia próxima trajisteis, despertando
la esperanza en España, y el temor!
Hasta el aire de entonces parecía
que estuviera suspenso, como si preguntara,
y en las viejas tabernas de barrio
los vencidos hablaban en voz baja...
Nosotros, los más jóvenes, como siempre esperábamos
algo definitivo y general.
Y fue en aquel momento, justamente
en aquellos momentos de miedo y esperanzas
-tan irreales, ay- que apareciste,
oh rosa de lo sórdido, manchada
creación de los hombres, arisca, vil y bella
canción francesa de mi juventud!
Eras lo no esperado que se impone
a la imaginación, porque es así la vida,
tú que cantabas la heroicidad canalla,
el estallido de las rebeldías
igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,
la intensidad que aflige al corazón.
Cuánto enseguida te quisimos todos!
En tu mundo de noches, con el chico y la chica
entrelazados, de pie en un quicio oscuro,
en la sordina de tus melodías,
un eco de nosotros resonaba exaltándonos
con la nostalgia de la rebelión.
Y todavía, en la alta noche, solo,
con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida,
otra vez más sans faire du bruit tus músicas
suenan en la memoria, como una despedida:
parece que fue ayer y algo ha cambiado.
Hoy no esperamos la revolución.
Desvencijada Europa de post-guerra
con la luna asomando tras las ventanas rotas,
Europa anterior al milagro alemán,
imagen de mi vida, melancólica!
Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,
aunque a veces nos guste una canción.
qui nous ressemble.
Kosma y Prévert: Les feuilles mortes
Os acordáis: Europa estaba en ruinas.
Todo un mundo de imágenes me queda de aquel tiempo
descoloridas, hiriéndome los ojos
con los escombros de los bombardeos.
En España la gente se apretaba en los cines
y no existía la calefacción.
Era la paz -después de tanta sangre--
que llegaba harapienta, como la conocimos
durante cinco años.
Y todo un continente empobrecido,
carcomido de historia y de mercado negro,
de repente nos fue más familiar.
¡Estampas de la Europa de post-guerra
que parecen mojadas en lluvia silenciosa,
ciudades grises adonde llega un tren
sucio de refugiados: cuántas cosas
de nuestra historia próxima trajisteis, despertando
la esperanza en España, y el temor!
Hasta el aire de entonces parecía
que estuviera suspenso, como si preguntara,
y en las viejas tabernas de barrio
los vencidos hablaban en voz baja...
Nosotros, los más jóvenes, como siempre esperábamos
algo definitivo y general.
Y fue en aquel momento, justamente
en aquellos momentos de miedo y esperanzas
-tan irreales, ay- que apareciste,
oh rosa de lo sórdido, manchada
creación de los hombres, arisca, vil y bella
canción francesa de mi juventud!
Eras lo no esperado que se impone
a la imaginación, porque es así la vida,
tú que cantabas la heroicidad canalla,
el estallido de las rebeldías
igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,
la intensidad que aflige al corazón.
Cuánto enseguida te quisimos todos!
En tu mundo de noches, con el chico y la chica
entrelazados, de pie en un quicio oscuro,
en la sordina de tus melodías,
un eco de nosotros resonaba exaltándonos
con la nostalgia de la rebelión.
Y todavía, en la alta noche, solo,
con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida,
otra vez más sans faire du bruit tus músicas
suenan en la memoria, como una despedida:
parece que fue ayer y algo ha cambiado.
Hoy no esperamos la revolución.
Desvencijada Europa de post-guerra
con la luna asomando tras las ventanas rotas,
Europa anterior al milagro alemán,
imagen de mi vida, melancólica!
Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,
aunque a veces nos guste una canción.
Heu! quantum per se candida forma valet!
Propercio, II, 29, 30
¿A qué vienes ahora,
juventud,
encanto descarado de la vida?
¿Qué te trae a la playa?
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo
los más temibles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones.
De las ondas surgida,
toda brillos, fulgor, sensación pura
y ondulaciones de animal latente,
hacia la orilla avanzas
con sonrosados pechos diminutos,
con nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas,
oh diosa esbelta de tobillos gruesos,
y con la insinuación
(tan propiamente tuya)
del vientre dando paso al nacimiento
de los muslos: belleza delicada,
precisa e indecisa,
donde posar la frente derramando lágrimas.
Y te vemos llegar: figuración
de un fabuloso espacio ribereño
con toros, caracolas y delfines,
sobre la arena blanda, entre la mar y el cielo,
aún trémula de gotas,
deslumbrada de sol y sonriendo.
Nos anuncias el reino de la vida,
el sueño de otra vida, más intensa y más libre,
sin deseo enconado como un remordimiento
-sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela infantil, en quien coinciden
la directa belleza de la starlet
y la graciosa timidez del príncipe.
Aunque de pronto frunzas
la frente que atormenta un pensamiento
conmovedor y obtuso,
y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla
entre mojadas mechas rubias
la expresión melancólica de Antínoos,
oh bella indiferente,
por la playa camines como si no supieses
que te siguen los hombres y los perros,
los dioses y los ángeles
y los arcángeles,
los tronos, las abominaciones...
Idilio en el café
Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos -qué latido
de la sangre en los párpados- y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
Impagable. Aunque lo mejor es encontrar amigos como tú, que nos acompañan a viajes absurdos sin hacer preguntas.
ResponderEliminarSobraban las preguntas.
EliminarAunque yo me quedé con la sensación de que deberíamos haber hecho algo más: por ejemplo haber llevado "Las personas del verbo" y haber recitado allí algún poema. Otra vez será.
Un abrazo
Me encanta que la gente en sus locuras se sienta acompañado, lo hace tan especial que para lo normal sería hasta cordura ... (yo también hubiera ido a veros allí y oíros recitar versos).
ResponderEliminarHola María:
EliminarEs la mentalidad humana de trabajar por una meta. No sirve el hecho de vamos a un pueblo al azar, hay que ir a algún lugar con una misión en mente.
Saludos
Hola David.
ResponderEliminarLas locuras se hacen sin más y mucho más si además de acompañado, se consigue rescatar parte de la memoria, los referentes compartiendo ese "viaje" con otros en la distancia.
Hola Óscar:
EliminarBueno, vamos a ver con lo de "locura", que tampoco nos fuimos al Everest, que esto era un pueblo a a35 minutos de Segovia, y al regresar nos dimos una vuelta por esta ciudad.
Fue entretenido.
Saludos
Me has reconciliado con este poeta. Debí leerlo poco o demasiado apresuradamente.
ResponderEliminarSaludos (yo también viví en el "más allá")
Hola Molina:
EliminarA mí siempre me pareció que "Las personas del verbo" era uno de los grandes libros de la poesía española del siglo XX. Gil de Biedma bien merece una lectura atenta.
El otro día le contaba a mí novia el chiste sobre "vivir en el más allá" y no acababa de entenderlo. Imagino que hay que haber vivido realmente en el más allá para entenderlo.
Saludos
Os encuentro y han pasado tres años. Me hubiera encantado acompañaros en el paseo. Tenéis que repetir el viaje. Se ha rehabilitado la antigua estación de RENFE, pasará a llamarse "Estación de encuentro Jaime Gil de Biedma" está enteramente dedicada a él y a su obra, a sus vivencias en La Nava, el lugar donde siempre acababa por volver, porque como él decía "siempre se ha considerado por propia elección, navero" Se inaugurará muy pronto, estáis invitados. En la pág. web del ayuntamiento os podréis informar. Espero veros por aquí. Clara
ResponderEliminarHola Clara:
EliminarEs una buena noticia lo de que vuelva a estar operativa la estación de Renfe. Lo malo del autobús fue que no había mucho tiempo entre que llegamos y había que tomarlo otra vez de vuelta. Nos quedamos con ganas de visitar la casa familiar de los Biedma.
Otra vez será.
Saludos
Estamos en facebook: Estación de Encuentro Jaime Gil de Biedma y La Nava.
ResponderEliminarNos encantaría veros por aquí. Un saludo
Clara
Hola Clara:
EliminarEstaría genial volver con más tiempo. A ver si lo hacemos.
Saludos
tenemos que volver, David.
ResponderEliminarSí, y esta vez tenemos que visitar también la casa.
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