Editorial Los libros del lince.
173 páginas. 1ª edición de 2013.
Prólogo de Manuel Rivas.
Tenía curiosidad por leer Yo,
precario. Si estáis conectados a las redes sociales –a los espacios
virtuales donde se habla de libros– os habréis dado cuenta de que desde que se
publicó esta novela-crónica de Javier
López Menacho (Jerez de la Frontera, 1982), hace muy poco tiempo, en marzo
de 2013 (escribo esta entrada a principios de mayo), su repercusión está siendo
grande, un éxito para la recepción media que suelen tener las novelas actuales
de autores jóvenes y noveles que publican en editoriales pequeñas. López
Menacho ha sido entrevistado en la radio, ha acudido a programas de estimable
audiencia (y no precisamente especializados en temas culturales) y ha concedido
entrevistas a diversos medios periodísticos. Para ser el primer libro de un
joven autor, Yo, precario está
teniendo una notable repercusión; posiblemente inesperada para él mismo y para
su editor, Enrique Murillo.
Ya he contado en el blog que en
el colegio donde trabajo existe la tradición de que, por motivo del Día del Libro,
se organiza en cada clase un amigo invisible y de esta forma los alumnos, junto
con su tutor, se regalan un libro. La experiencia me dice que si quiero que
algún alumno (o sus padres, más bien) me regalen un libro que pueda leer es
mejor que sugiera algún título en el papelito con mi nombre que introduzco en
el estuche de algún alumno para llevar a cabo el sorteo del amigo invisible.
Los títulos que sugiero preferiblemente deben ser novedades, libros fáciles de
encontrar en El Corte Inglés. Entre los títulos que propuse en esta ocasión
estaba Yo, precario. Justo terminaba Chronic
City y lo leí en dos días, poco después de recibirlo como regalo.
Al comienzo de su libro López
Menacho, entre otras citas, sitúa una muy oportuna de Hunter S. Thompson, el escritor de libros como Miedo y asco en las Vegas,
y creador del llamado periodismo gonzo
(“un modelo de periodismo que plantea eliminar la división entre sujeto y
objeto, ficción y no-ficción, y objetividad y subjetividad”,
dice la wikipedia). Al final del libro, López Menacho agradece al escritor Jordi Carrión que le permitiera asistir
a su curso de periodismo (de forma gratuita, como he leído en internet) y que
le animara a escribir las crónicas –de espíritu gonzo– sobre sus diversos
trabajos, cuyo nexo de unión principal es su escasa remuneración, su
temporalidad y su precariedad.
La frase inicial del libro está
cargada de simbolismo: “Lo primero que tienes que hacer es quedarte en
calzoncillos” (pág. 21): un joven (aunque ya no tan joven, con veintinueve
años, vislumbrando ya la frontera huidiza de los treinta), el propio López
Menacho, harto de tener que pedir dinero a sus padres, se ha mudado a Barcelona
en busca de trabajo. Tiene una carrera universitaria (Turismo) y un máster,
pero esto no le permite alcanzar un trabajo agradable. El orgullo de no
depender de sus padres le va a llevar a aceptar unos trabajos que, de poder
elegir, no habría aceptado; unos trabajos ante los que su dignidad puede sufrir
el percance de quedarse en calzoncillos.
“Estoy aprendiendo los límites
del mercado laboral, la degradación de la dignidad humana alrededor de la idea
de que para vivir hay que trabajar, estoy viviendo una época de la historia que
resulta deprimida pero apasionante y, al tiempo, aprendiendo mis propias
limitaciones como persona. La incertidumbre de no saber qué hay más allá del
mañana es, en cierto modo, adrenalina pura, algo que te hace sentir vivo”,
afirma el narrador en la página 40. En este párrafo, posiblemente, queda
marcado el tono de Yo, precario: la
denuncia y a la vez la necesidad de seguir adelante a pesar de todo. Y éste es
posiblemente el mayor logro de este libro: compaginar la rabia ante los abusos
sufridos (el narrador cobra poco, y en algún trabajo ni siquiera le pagarán)
con la ironía (me he reído más de una vez leyendo estas páginas), la compasión
y en gran medida la ternura. Donde queda mejor reflejado todo lo anterior es en
la primera –y más extensa– parte del libro, en la que se habla de los avatares
del autor como mascota publicitaria de una famosa marca de chocolatinas: la
ridiculez de un trabajo del que le avergüenza hablar a sus conocidos y a la vez
la descripción de lo agradable que puede ser trabajar para los niños, que,
inocentes, dudan de si dentro de la barra gigante de chocolate hay un hombre o
no.
Los restantes trabajos descritos
son: auditor de máquinas de tabaco en bares, una campaña de publicidad a pie de
tienda para atraer clientes hacia unos servicios telefónicos y animador en un
cine de los partidos de la selección de fútbol en la última copa de Europa.
El lenguaje que emplea López
Menacho para sus crónicas, sin ser descuidado, hace hincapié en su deseo de
oralidad, con abundantes palabras coloquiales: paripé (pág. 23), chorradas
(pág. 24), molo (pág. 25) guiris (pág. 50), canis (pág. 51).
El libro, además de una muestra
de periodismo gonzo, puede leerse como una novela; aunque el narrador ha
decidido contarnos una parte muy concreta de su existencia: la relacionada con
el trabajo (que paradójicamente es de la que no se suele hablar en otros libros
y películas, donde los personajes disponen de todo el tiempo del mundo para
enamorarse, viajar o charlar con los amigos en el bar...). Yo, precario se hace corto (los libros que se leen con agrado
suelen hacerse cortos), y es posible que el libro habría llegado a tener más
enjundia como novela si el personaje nos hubiera permitido vislumbrar de una
forma más cercana su vida; aunque sí sabremos, por ejemplo, que comparte piso
con otra gente joven, que cuando sale prefiere volver pronto a casa para no
gastar el dinero que no tiene, que en el pasado tuvo una relación con una novia
estudiante de Administración y Dirección de Empresas...
Me parece una acierto el irónico
contraste que se crea al final entre el protagonista, que desea que la
selección de fútbol siga ganando partidos en la Eurocopa, porque así podrá
seguir animando sus partidos en el cine y por tanto ganar más dinero con el que
pagar el alquiler, y el interés que la sociedad pone en unos jóvenes
privilegiados a los que se transmiten las “esperanzas” de un país.
Imagino que algunos lectores
tendrán la referencia: en los años 90 del pasado siglo desembarcó en España con
fuerza una joven narrativa italiana, de la que sus miembros, como nombre de
guerra generacional, se hacían llamar “jóvenes caníbales”. Y entre aquellos
libros, de los que leí más de uno, recuerdo con simpatía una novela escrita en
1993 por un joven Giuseppe Gulicchia,
que en el momento de la publicación de su libro Todos al suelo tenía
veintitrés años. Yo, precario, por su
irónico y tierno retrato de una juventud desencantada, me ha recordado bastante
a esa novela.
Hace dos semanas hablaba en el
blog de otra novela editada por Los
libros del lince, El peor de los guerreros, del joven
escritor chileno Rodrigo Díaz Cortez.
Esta novela, con su trabajado lenguaje, sus juegos temporales y la viveza de la
trama, me parece más literaria que Yo,
precario; pero posiblemente he leído Yo,
precario con más interés, ya que el tema escogido se me ha hecho muy
cercano. Aunque hace tiempo que dejé de ser un idealista que piensa que la
literatura puede actuar de forma directa sobre la realidad, sí que me parece
importante que existan libros ahora mismo en España que retraten en primera
persona la crisis que estamos viviendo.
A partir de aquí, de su
inesperado éxito, Javier López Menacho tendrá que escoger qué clase de autor
quiere ser, pues parece difícil repetir el éxito de una obra autobiográfica
como la que ha escrito. El comienzo de una de las crónicas del Campeonato –concretamente
la titulada El cruce de caminos (España 2 – Francia 0)–, que comienza con
la frase: “Cuando era más pequeño, tenía un amigo que ocupaba un escalafón muy
bajo en la caprichosa jerarquía piramidal que gobernaba mi pandilla” (pág. 149)
y en las que en unas escasas páginas realiza un retrato muy vívido y certero de
uno de sus amigos de la infancia, me hace pensar que López Menacho tiene
talento para adentrarse con facilidad en las aguas de la ficción.
Hola, David
ResponderEliminarComprendo que el libro te haya gustado, pero ¡¿te ha gustado tanto como para duplicar la reseña?! Ojo con la tecla de copiar.
Leí hace poco una nota sobre el libro de López Menacho en la que el crítico decía lo siguiente: "Para recuperar la dignidad, hace falta algo más. Hace falta atreverse a decir el nombre de las empresas. Algo que no se hace en ningún momento en esta obra". No sé qué opinas al respecto.
Saludos
Hola Clement:
EliminarGracias por avisarme sobre lo de duplicar la reseña. Le di dos veces al control v. Ya lo he arreglado.
El siguiente domingo viene la reseña de En los antípodas del día, de Gonzalo Aróstegui. Es otro libro sobre el mundo laboral en España y sí que da el nombre de las empresas reales para las que ha estado trabajando. No sé si esto incrementa la verosimilitud del relato, o es, en el fondo, verdaderamente importante.
Yo mismo tengo escrita una novela sobre el mundo laboral, sobre la época en la que era auditor de Arthur Andersen, e iba a otras empresas famosas (Telefónica, Fenosa...) a auditar. Al final decidí cambiar los nombres para ser más libre a la hora de hacer ficción, para no tener que estar mirando si tal empresa estaba en tal calle o en tal otra...
No sé si ese detalle tiene importancia o más bien la importancia está en reflejar un tipo de comportamiento humano.
saludos
Vaya. Me pillas leyendo textos sobre la famosa sentencia Arthur Andesen LL.P. vs. United States, 544 U.S. 696 (2005). No me extraña que dejaras la casa; imagino que a tus alumnos les explicas qué NO debe hacerse con la contabilidad.
EliminarSaludos
Hola Clement
Eliminar¿Eres abogado o así?
Sí, para mis alumnos de 2 de bachillerato tengo mis famosas anécdotas de cuando era auditor, que funcionan igual que para los profesores de la generación anterior las batallitas de la mili.
saludos
Las anécdotas nunca fallan. No, la abogado (y profesora de contabilidad) es mi mujer; yo soy doctor en derecho, profesor y "ayudante" de la sra. abogado. Estamos ahora con su tesis doctoral, que trata sobre derecho penal económico y criminalidad de cuello blanco. Me ha sorprendido bastante que trabajaras allí y por eso te he comentado lo de A&A. Está bien eso de la pedagogía de la mili. Saludos.
EliminarNo lo he leído pero tiene buena pinta, además de bien acompañado en el prólogo, el dibujo de la portada se me parece a los de Miguel Brieva.
ResponderEliminarSaludos
Hola Isabel:
EliminarEl prólogo está bien, aunque yo he leído varios libros de Manuel Rivas y no me acaba de convencer.
El dibujo es efectivamente de Miguel Brieva y le sienta bien al libro.
Saludos
Hola, David:
ResponderEliminarEstoy seguro que tiene que ser un gran libro (la portada es fantástica, aunque creo que se está explotando demasiado la anécdota de la chocolatina), pero estoy prácticamente convencido de que no interesará a aquellos lectores menores de 30 años. Los jóvenes con vidas precarias (¿un 60%?) se saben al dedillo ya el modo de vida que seguro describe con maestría y mucha gracia López Menacho. Por tanto, creo que es un libro destinado a los lectores de generaciones anteriores, los mismos que se han "sorprendido" viendo llegar la precariedad a los jóvenes de su país de la noche a la mañana con la crisis económica (y estoy seguro que ellos serán los que se terminen comprando el libro).
Bravo por él de cualquier manera: independientemente de su calidad literaria, el autor ha sabido aprovechar el momento como nadie y sacarle partido a sus miserias económicas en un año en el que libros como "A la puta calle" de Cristina Fallarás están destinados a venderse (¿no habrá cierta ironía en ello?) muy bien.
Saludos, Mike.
Hola Mike:
EliminarYo precisamente creo que son los jóvenes menores de 30 años los que deberían leerlo. Creo que lo leí en un libro de Charles Bukowski: los mejores libros que puedes encontrarte en la juventud son esos que te dicen precisamente lo que ya sabes, pero no te habías encontrado a nadie que te lo expresara en palabras. Son libros que crean mucha empatía.
En realidad, Mike, creo que sí que está bien escrito el libro aunque no se plantee una evolución psicológica del personaje en el sentido clásico de novela.
Se lee muy rápido y con interés.
saludos
Desgraciadamente esta temática puede llegar a convertirse en moda si seguimos así. Si me gusto En los antípodas del día, creo que este le irá a la saga. Me ha encantado tu comentario, todos sabemos como esta el mercado pero a veces nos gusta que alguien nos despierta del letargo con las palabras que no sabemos encontrar.
ResponderEliminarHola Fesaro:
EliminarRecuerdo tu comentario sobre En los antípodas del día. La reseña de este libro la cuelgo en el blog la semana que viene. A mí también me gustó.
Yo creo que leer sobre lo que te pasa a ti y poder sentirte identificado con el contexto histórico, social y cultural puede resultar muy terapéutico.
Si te gustó En los antípodas del día, te gustará este libro.
saludos
Coincido bastante con Mike en su apreciación. Creo que es necesario que surjan este tipo de obras que reflejan algo que está en cualquier conversación diaria (de hecho, me sorprende que no haya aparecido una comedia al uso en la tv), pero justamente eso es también un hándicap cuando te encuentras precisamente eso, más de lo mismo.
ResponderEliminarCoincido contigo en que son los jóvenes los que deben leer estos "testimonios", los de 30 años, lamentablemente, los conocen al dedillo, pero si eres profe ya sabes cómo están las cosas en relación a las lecturas obligatorias en la secundaria y a esa extraña conjunción entre literatura juvenil - en las lecturas que los profes mandan- y los clásicos, que forman parte del temario (a mí esa relación entre Serra i Fabra y La Celestina nunca me acaban de convencer). pero me voy por el off-topic y no por el libro en cuestión, que veo necesario pero...
Hola José Luis:
EliminarComo tú dices, a mí, que trabajo en un colegio, tampoco me convence la mezcla de literatura clásica y juvenil. Aunque sí que opino que es imposible crear lectores obligando a chicos de 14 años a leer la Celestina.
Yo soy profesor de economía, y mando leer en 1 de bachillerato "Rebelión en la granja" de Orwell, que suele gustarles.
Y lo que suelen hacer los profes de lengua es mandar las lecturas clásicas obligatorias y luego libros voluntarios para subir nota que si que pretenden crear lectores. Yo conozco más el tema a nivel de bachillerato. Ahora, por ejemplo, mi compañera de lengua les está mandando leer como lectura voluntaria De ratones y hombres de Steinbeck, lo que creo que está bien.
A mí me apetecería manda leer Yo, precario en Economía. Podría ser una buena idea.
saludos