jueves, 31 de enero de 2013

Siempre nos quedará Casablanca, un poema




Releyendo mi poemario Siempre nos quedará Casablanca, un conjunto de poemas escritos entre 2001 y 2002, me llamó la atención el titulado Y este es un poema feliz. No lo tenía entre mis favoritos del conjunto, pero de repente, al acercarme a él, después de un número importante de años, una verdad personal se abalanzó sobre mí desde sus páginas:


Y ÉSTE ES UN POEMA FELIZ

Obviemos el después, detengamos el instante leve
de esa noche donde pareció que compartíamos aquello,
detengámoslo: esa noche compartimos aquello.
Y créeme, fue distinto esta vez bajar
en la quietud del verano la Cuesta de San Vicente
y perder, como en tantas ocasiones, el autobús
por un minuto, mirarle partir como a un buque fantasma.

Entonces decido no esperar en la parada, subir
de nuevo en busca de un bar abierto, ron con cola
en la barra leyendo mi libro favorito de Raymond Carver,
esperando hasta el próximo autobús. Sorprenderme
una vez más de los juegos inquietantes de la memoria
al releer uno de los relatos que había olvidado
por completo. En el espejo del bar sé que soy otro,
transformado por tu posibilidad tan vigente
como un grito luminoso, y sobre el relato recuperado
de Carver reproducir los vértices de la noche,
cada una de tus palabras, de tus sonrisas, y el olvido
de mis miedos, de mis repliegues, de mi angustia,
en calma profunda ahora en la noche de verano
y las semanas de vacaciones aún por delante
en el túnel de agosto. Dime otra vez eso,
cómo a solas lloras sin saber por qué, imaginando,
háblame de nuevo de todas las cosas que haremos juntos.

Y como un presagio el título de la película
que compartimos antes del vino, Más pena que gloria.
Pero recuerda, esto lo estamos obviando,
este poema lo escribo esa noche con tinta viva
en la barra del bar. Era diario, a principios de agosto,
esperando a un autobús que alarga mi sonrisa,
el ron y Carver ante la cálida oscuridad que asoma a la puerta,
con amplios días libres que aún me aguardan,
y yo, recordándome en tu rostro, estoy alegre sin remedio
en el leve instante y éste es un poema feliz.


6 comentarios:

  1. Es un gustazo leer un poema feliz, entre tanto trasiego informativo tan nefasto.

    Es además un poema que me gusta porque recupera el instante, ese que capta también una cámara. Pienso en la imagen del poema, en el disfrute del momento, quizás de eso trata la felicidad.

    Saludos y gracias por tus reseñas.

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  2. Hola Isabel:

    Gracias por tus palabras.
    Lo que me llamó la atención del poema (y creo que es una pedantería hablar de un poema propio como si fuese de otro) es precisamente la doble distancia de estar escrito desde la infelicidad, desde el después, pero intentando recuperar el momento previo, el de la ilusión.

    Y, por supuesto, me gusta que en él aparezca mi querido Carver.

    saludos

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  3. A mi me gusta mucho eso de las semanas próximas de agosto, esa placidez tan bien retratada de tiempo venidero y dichoso.

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  4. Hola Samuel:

    Sí, era aquella época de mi trabajo en la auditora, que cada día me gustaba menos; pero esto fue en las semanas de vacaciones y no me preocupaba del futuro.

    Me alegra que te pases por aquí.

    saludos

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  5. Me gusta muchísimo la imagen del autobus perdido como un barco fantasma que se pierde en la noche.

    Un gusto leerte.

    Saludos,
    S.

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  6. Hola Sonia:

    Gracias por tus palabras.
    La de veces que habré tenido que ver a la "blasa" (la línea de autobuses que conecta Madrid con Móstoles se llama "Empresa de Blas y cía"; y a sus autobuses en la zona Móstoles, Alcorcón, Aluche... se los conoce como Blasas) saliendo de la parada de Principe Pío, sabiendo que me quedaba una hora de espera.
    Pero este día fue raro; fue una espera especial; y esa pequeña contrariedad, perder el autobús por un minuto, me dejó este recuerdo y el poema.

    saludos

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