Releyendo mi poemario Siempre
nos quedará Casablanca, un conjunto de poemas escritos entre 2001 y
2002, me llamó la atención el titulado Y este es un poema feliz. No lo
tenía entre mis favoritos del conjunto, pero de repente, al acercarme a él,
después de un número importante de años, una verdad personal se abalanzó sobre
mí desde sus páginas:
Y ÉSTE ES UN POEMA FELIZ
Obviemos el después,
detengamos el instante leve
de esa noche donde
pareció que compartíamos aquello,
detengámoslo: esa noche
compartimos aquello.
Y créeme, fue distinto
esta vez bajar
en la quietud del
verano la Cuesta
de San Vicente
y perder, como en
tantas ocasiones, el autobús
por un minuto, mirarle
partir como a un buque fantasma.
Entonces decido no
esperar en la parada, subir
de nuevo en busca de un
bar abierto, ron con cola
en la barra leyendo mi
libro favorito de Raymond Carver,
esperando hasta el
próximo autobús. Sorprenderme
una vez más de los
juegos inquietantes de la memoria
al releer uno de los
relatos que había olvidado
por completo. En el
espejo del bar sé que soy otro,
transformado por tu
posibilidad tan vigente
como un grito luminoso,
y sobre el relato recuperado
de Carver reproducir
los vértices de la noche,
cada una de tus
palabras, de tus sonrisas, y el olvido
de mis miedos, de mis
repliegues, de mi angustia,
en calma profunda ahora
en la noche de verano
y las semanas de
vacaciones aún por delante
en el túnel de agosto.
Dime otra vez eso,
cómo a solas lloras sin
saber por qué, imaginando,
háblame de nuevo de
todas las cosas que haremos juntos.
Y como un presagio el
título de la película
que compartimos antes
del vino, Más pena que gloria.
Pero recuerda, esto lo
estamos obviando,
este poema lo escribo
esa noche con tinta viva
en la barra del bar.
Era diario, a principios de agosto,
esperando a un autobús
que alarga mi sonrisa,
el ron y Carver ante la
cálida oscuridad que asoma a la puerta,
con amplios días libres
que aún me aguardan,
y yo, recordándome en
tu rostro, estoy alegre sin remedio
en el leve instante y éste
es un poema feliz.
Es un gustazo leer un poema feliz, entre tanto trasiego informativo tan nefasto.
ResponderEliminarEs además un poema que me gusta porque recupera el instante, ese que capta también una cámara. Pienso en la imagen del poema, en el disfrute del momento, quizás de eso trata la felicidad.
Saludos y gracias por tus reseñas.
Hola Isabel:
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Lo que me llamó la atención del poema (y creo que es una pedantería hablar de un poema propio como si fuese de otro) es precisamente la doble distancia de estar escrito desde la infelicidad, desde el después, pero intentando recuperar el momento previo, el de la ilusión.
Y, por supuesto, me gusta que en él aparezca mi querido Carver.
saludos
A mi me gusta mucho eso de las semanas próximas de agosto, esa placidez tan bien retratada de tiempo venidero y dichoso.
ResponderEliminarHola Samuel:
ResponderEliminarSí, era aquella época de mi trabajo en la auditora, que cada día me gustaba menos; pero esto fue en las semanas de vacaciones y no me preocupaba del futuro.
Me alegra que te pases por aquí.
saludos
Me gusta muchísimo la imagen del autobus perdido como un barco fantasma que se pierde en la noche.
ResponderEliminarUn gusto leerte.
Saludos,
S.
Hola Sonia:
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
La de veces que habré tenido que ver a la "blasa" (la línea de autobuses que conecta Madrid con Móstoles se llama "Empresa de Blas y cía"; y a sus autobuses en la zona Móstoles, Alcorcón, Aluche... se los conoce como Blasas) saliendo de la parada de Principe Pío, sabiendo que me quedaba una hora de espera.
Pero este día fue raro; fue una espera especial; y esa pequeña contrariedad, perder el autobús por un minuto, me dejó este recuerdo y el poema.
saludos