martes, 8 de febrero de 2011

Flores en la cuneta, por Alejandro Céspedes

Editorial Hiperión. 80 páginas. 1ª edición de 2009.

Ya comenté hace un año Sobre andamios de humo, que reunía la poesía de Alejandro Céspedes (Gijón, 1958) correspondiente al periodo 1979-2007. Aunque el último libro incluido en este volumen (Hay un ciego bailando en el andén) era de 1998. Una década después, Céspedes volvió a publicar poesía; en 2008 con Los círculos concéntricos, y en 2009 con este poemario, Flores en la cuneta (premio Jaén de Poesía, 2009).

Si en la primera etapa poética de Céspedes asistimos a un análisis del yo poético, figura que parece irse descomponiendo, desdoblarse o cuestionarse, al llegar a Hay un ciego bailando en el andén; en Flores en la cuneta, el poeta ha hecho desaparecer la indagación interior para volcar su mirada y sus obsesiones sobre un motivo: los accidentes de coche.
Los 25 poemas de Flores en la cuneta giran en torno al tema anterior, idea de la que se servirá Céspedes para hablarnos de algunas de sus obsesiones sin recurrir a un discurso narrativo donde aparezca retratado él mismo, o su “yo poético”. Expresión, esta última, que entiendo diferente a decir que el poeta no utiliza “su voz narrativa”, ya que de hecho muchos de los temas de poemarios anteriores (la muerte, el dolor que deja el azar, la precariedad de la vida…) siguen aquí vigentes, y lo que se ha ampliado es la perspectiva de esa mirada desolada (y a la vez, extrañamente, bella) sobre el mundo.

Los versos de los poemas en la mayoría de las composiciones se han alargado hasta llegar al versículo o a la prosa poética; además de ensayar otras composiciones, como por ejemplo el caligrama.
Al igual que en poemarios anteriores, el lenguaje de Céspedes combina lo cotidiano y actual, con referencias, por ejemplo, al grupo musical The Killers (pág. 9), palabras de uso reciente en el idioma, como iPod (pág. 11), y un lenguaje que se acerca al de los personajes retratados, “se dan de hostias con tres colegas por una chorrada” (pág. 16); con un uso del lenguaje más elevado, de metáfora incluso barroca o críptica, así, por ejemplo, leemos en la página 33: “Aunque la ves erguida en sus esferas y los filos de luz que blande en cada mano te señalan”.
Incluso podemos constatar que algunas imágenes recurrentes se han trasladado de un libro a otro: si en 1998, en una estación de tren subterráneo, la voz poética posa su mirada sobre un ciego que baila en un andén, ajeno al peligro que corre, en Flores en la cuneta vuelve a aparecer la figura del ciego, esta vez cruzando temerario un semáforo.

El título de cada poema está tomado del anuncio publicitario de un coche: ¿Te gusta conducir?, Move your mind, Imagina dominar el espacio, etc. Estos títulos actuarán de un modo irónico, incluso sarcástico, en la composición.
Frente a la sociedad del bienestar, del consumismo, donde los productos que compramos nos hacen vencer el miedo a la muerte y estimulan nuestro anhelo de triunfo sexual (el eros y el tanatos, del que me hablaban a mí en la universidad, en las clases de marketing), Céspedes quiere mostrarnos las fisuras del sueño consumista: no vas a vencer a la muerte, el azar del dolor puede alcanzarte a ti como a cualquiera…

Leí hace una semana este libro sobrecogido: accidentes a punto de ocurrir; accidentes que acaban de ocurrir y los restos del naufragio se desparraman sobre la carretera; accidentes que ocurrieron y los involucrados, en sillas de ruedas, en hospitales... no pueden creer que les tocó a ellos; personas que esperan a conductores que nunca van a llegar a su destino; y, en los poemas finales, cobrando entonces el libro un carácter expresionista, muertos que visitan los propios escenarios de sus accidentes, o nos hablan de la estrechez de sus tumbas…

Además del fuerte impacto emocional, la mirada indagadora del poeta nos conmueve, colocando ante nuestros ojos de consumidores complacidos un espejo tremendo, el de nuestra propia finitud. Y todo a través de un lenguaje cuidado, evocador, poderoso… Un gran libro de poesía.
Un comentario aparte merecería el útil e interesante epílogo de 16 páginas escrito por Julio Mas Alcaraz sobre la poesía de Alejandro Céspedes. 

4 comentarios:

  1. ¿Qué pasa a mi alrededor?
    ¿Qué me pasa que yo no sé?
    Tengo miedo de una cosa
    que vive y que no se ve.
    Tengo miedo a la desgracia traidora
    que viene, y que nunca se sabe dónde viene

    Rosalia de Castro

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  2. Hola Madelen:

    Bienvenida a este blog.
    Rosalía de Castro: qué deuda tengo con los clásicos de la poesía española. A ver si me pongo alguna vez.

    saludos

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  3. No conocía al autor, así que gracias poner este libro David.
    Un abrazo

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  4. Hola Madison:
    Yo he leído casi todo lo de Céspedes, y aunque desapareció una década del mundo de la poesía publicada, he de decirte que es de lo mejor de su generación. Y además tengo el orgullo y la suerte de conocerlo en persona, y puedo decirte que es un tipo estupendo.

    Y si no conoces al siguiente autor que comento apúntalo: Levrero, estoy entusiasmado con él, y apenado: se me han acabado ya los 6 libros que hay publicados de él en España.
    Saludos

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