Editorial Mondadori. 217 páginas. Primera edición 2010.
Me había encontrado en Internet el nombre de Patricio Pron como autor argentino seguidor de la estética de Roberto Bolaño, y sentí curiosidad por comprobar hasta qué punto era cierto.
He leído durante la semana pasada este libro, El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, un conjunto de cuentos escritos, al parecer, sin afán de que funcionasen como un volumen, sino que se trata de diversas colaboraciones en revistas…
El libro se compone de 18 cuentos, aunque 2 pueden ser leídos como el mismo cuento visto desde perspectivas distintas.
Empezaré a comentar el libro, más o menos, por la mitad, por el cuento titulado Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo, la pieza más extensa del conjunto, unas 40 páginas. Su lectura me ha remitido de forma inmediata a La literatura nazi en América de Bolaño. Aquí Pron nos habla de la literatura (aunque también de la pintura) expresionista alemana, y usando la técnica de crear un diccionario de autores, pensé que iba a escribir breves relatos, como hace Bolaño en el libro citado. Leyendo las vidas inventadas de este cuento, pronto empecé a darme cuenta de un detalle: algunos de los nombres del diccionario no eran inventados, reconocí a artistas como Otto Dix, Alfred Döblin, Otto Gross, Ernst Ludwig Kirchner… como se ve en su mayoría pintores, que conocía de las exposiciones temporales del Thyssen, aunque también me sonaba algún escritor. Buscando por Internet me he dado cuenta de que no debe de haber en la lista ningún escritor inventado, todos son reales y el 90% de ellos están olvidados. La vuelta de tuerca a La literatura nazi en América de Bolaño me ha parecido muy ingeniosa. Si Bolaño quería mostrarnos la poca importancia social de la figura del escritor creando toda una literatura inventada, Pron le devuelve la pelota mostrando lo mismo desde una perspectiva más cruda: los escritores de los que él habla también son ridículos, también tuvieron su viaje al abismo y la calamidad y, además, son reales, aunque el lector sepa de ellos por primera vez. El primer autor, por ejemplo, Balduin Bählamm se propone la absurda tarea de reescribir Fausto sin ser Goethe; es decir, en primera instancia pensé que además de un homenaje a Bolaño se trataba de otro a Borges, y su Pierre Menard, pero la propia conclusión de que Bählamm había tenido la misma idea de Borges, pero 30 años antes, me hizo pensar que la historia era verdadera, y el afán de Pron consistía en querer enseñarnos al monstruo real.
Todos los cuentos de este libro están ambientados en Alemania, o bien en otros lugares pero los protagonistas provienen de Alemania (en muchos casos extranjeros perdidos en este país, donde Pron trabajó de profesor). Aunque más bien tienden a la deslocalización de la historia, que puede ocurrir en la RDA en 1981, o en un pueblo cualquiera de Alemania en 1961 (un recurso muy típico del arte fabulador de Bolaño).
En muchos de ellos los protagonistas son escritores o aspirantes a ello, como en la mayoría de las historias de Bolaño; aunque en este último el escritor, aunque fracasado en su cometido en cuanto a artista y también en cuanto a hombre (finito, mortal, intrascendente…), contenía cierta épica romántica o suicida que le sostenía, y en Pron la condición de escritor se vive más como una condena ridícula. Esto se ejemplifica bien en el cuento que para mí es el mejor del conjunto: Es el realismo, donde el tono poético y melancólico de otras composiciones da paso a un humor sarcástico sobre las bajezas del mundo literario. Por este relato Pron recibió el premio Juan Rulfo de 2004.
He leído dos veces el cuento La visita al maestro (por cierto, este título es el del primero de los libros de la serie de Zuckermann de Philip Roth), la segunda para confirma la sospecha de que uno de los protagonistas del mismo era Roberto Bolaño. En él una veinteañera alemana se baja de un autobús en un pueblo con playa, que tal vez sea Blanes, para visitar a un escritor chileno que conoció en Alemania. En la playa se encuentra casualmente con el hijo del escritor, quien le cuenta una anécdota sobre el padre que bien podría estar protagonizada por uno de los personajes de Bolaño o más bien por él mismo. Un cuento muy conseguido.
También en el estilo, Pron sigue bastantes de las directrices de Bolaño: usando un lenguaje poético lleno de ambigüedades, de posibles significados que se van negando y abren el párrafo al misterio. Así en la página 122 se lee: “lo que explicaría muchas cosas o, tal vez, ninguna”. En la página 18: “sonrió y que su sonrisa no explicaba nada, no explicaba absolutamente nada”.
Me han parecido más rotundos los cuentos de la última parte del libro, con piezas como Abejas, muy cercanas al realismo minimalista norteamericano; de hecho, éste parecía un cuento de Charles Baxter.
En algunos cuentos de la primera parte me ha dado la impresión de que, con talento, Pron crea a un personaje melancólico, y nos describe algún recuerdo o situación, pero sin conseguir hacer avanzar la historia, ni plantear ninguna dicotomía al personaje, y de esta forma la intencionalidad y la identificación del lector con el cuento queda un tanto desdibujada. Esto ocurre en piezas como Una de las últimas cosas que me dijo mi padre o Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás; escritos con un poético y eficiente estilo, por otra parte.
También me ha parecido detectar la influencia benefactora de Julio Cortázar en cuentos como El estatuto particular, donde una pareja juega a visitar la misma ciudad por separado y tratar de encontrarse. Cortázar tenía un cuento parecido, donde una pareja se encuentra en un hotel y finge que no se conoce. A Cortázar podría achacarse también la presencia de lo neofantástico en cuentos como Las ideas, el primero del conjunto y uno de los mejores.
En general, un interesante conjunto de cuentos, que me hace desear leer de la biblioteca de Móstoles la novela El comienzo de la primavera, con la que Pron obtuvo el premio Jaén. Pron es aún un escritor muy joven, cargado de talento y tengo la impresión que va a darnos a los lectores más de una alegría en el futuro (además de la alegría que han supuesto la mayoría de las páginas de este libro).
Me había encontrado en Internet el nombre de Patricio Pron como autor argentino seguidor de la estética de Roberto Bolaño, y sentí curiosidad por comprobar hasta qué punto era cierto.
He leído durante la semana pasada este libro, El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, un conjunto de cuentos escritos, al parecer, sin afán de que funcionasen como un volumen, sino que se trata de diversas colaboraciones en revistas…
El libro se compone de 18 cuentos, aunque 2 pueden ser leídos como el mismo cuento visto desde perspectivas distintas.
Empezaré a comentar el libro, más o menos, por la mitad, por el cuento titulado Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo, la pieza más extensa del conjunto, unas 40 páginas. Su lectura me ha remitido de forma inmediata a La literatura nazi en América de Bolaño. Aquí Pron nos habla de la literatura (aunque también de la pintura) expresionista alemana, y usando la técnica de crear un diccionario de autores, pensé que iba a escribir breves relatos, como hace Bolaño en el libro citado. Leyendo las vidas inventadas de este cuento, pronto empecé a darme cuenta de un detalle: algunos de los nombres del diccionario no eran inventados, reconocí a artistas como Otto Dix, Alfred Döblin, Otto Gross, Ernst Ludwig Kirchner… como se ve en su mayoría pintores, que conocía de las exposiciones temporales del Thyssen, aunque también me sonaba algún escritor. Buscando por Internet me he dado cuenta de que no debe de haber en la lista ningún escritor inventado, todos son reales y el 90% de ellos están olvidados. La vuelta de tuerca a La literatura nazi en América de Bolaño me ha parecido muy ingeniosa. Si Bolaño quería mostrarnos la poca importancia social de la figura del escritor creando toda una literatura inventada, Pron le devuelve la pelota mostrando lo mismo desde una perspectiva más cruda: los escritores de los que él habla también son ridículos, también tuvieron su viaje al abismo y la calamidad y, además, son reales, aunque el lector sepa de ellos por primera vez. El primer autor, por ejemplo, Balduin Bählamm se propone la absurda tarea de reescribir Fausto sin ser Goethe; es decir, en primera instancia pensé que además de un homenaje a Bolaño se trataba de otro a Borges, y su Pierre Menard, pero la propia conclusión de que Bählamm había tenido la misma idea de Borges, pero 30 años antes, me hizo pensar que la historia era verdadera, y el afán de Pron consistía en querer enseñarnos al monstruo real.
Todos los cuentos de este libro están ambientados en Alemania, o bien en otros lugares pero los protagonistas provienen de Alemania (en muchos casos extranjeros perdidos en este país, donde Pron trabajó de profesor). Aunque más bien tienden a la deslocalización de la historia, que puede ocurrir en la RDA en 1981, o en un pueblo cualquiera de Alemania en 1961 (un recurso muy típico del arte fabulador de Bolaño).
En muchos de ellos los protagonistas son escritores o aspirantes a ello, como en la mayoría de las historias de Bolaño; aunque en este último el escritor, aunque fracasado en su cometido en cuanto a artista y también en cuanto a hombre (finito, mortal, intrascendente…), contenía cierta épica romántica o suicida que le sostenía, y en Pron la condición de escritor se vive más como una condena ridícula. Esto se ejemplifica bien en el cuento que para mí es el mejor del conjunto: Es el realismo, donde el tono poético y melancólico de otras composiciones da paso a un humor sarcástico sobre las bajezas del mundo literario. Por este relato Pron recibió el premio Juan Rulfo de 2004.
He leído dos veces el cuento La visita al maestro (por cierto, este título es el del primero de los libros de la serie de Zuckermann de Philip Roth), la segunda para confirma la sospecha de que uno de los protagonistas del mismo era Roberto Bolaño. En él una veinteañera alemana se baja de un autobús en un pueblo con playa, que tal vez sea Blanes, para visitar a un escritor chileno que conoció en Alemania. En la playa se encuentra casualmente con el hijo del escritor, quien le cuenta una anécdota sobre el padre que bien podría estar protagonizada por uno de los personajes de Bolaño o más bien por él mismo. Un cuento muy conseguido.
También en el estilo, Pron sigue bastantes de las directrices de Bolaño: usando un lenguaje poético lleno de ambigüedades, de posibles significados que se van negando y abren el párrafo al misterio. Así en la página 122 se lee: “lo que explicaría muchas cosas o, tal vez, ninguna”. En la página 18: “sonrió y que su sonrisa no explicaba nada, no explicaba absolutamente nada”.
Me han parecido más rotundos los cuentos de la última parte del libro, con piezas como Abejas, muy cercanas al realismo minimalista norteamericano; de hecho, éste parecía un cuento de Charles Baxter.
En algunos cuentos de la primera parte me ha dado la impresión de que, con talento, Pron crea a un personaje melancólico, y nos describe algún recuerdo o situación, pero sin conseguir hacer avanzar la historia, ni plantear ninguna dicotomía al personaje, y de esta forma la intencionalidad y la identificación del lector con el cuento queda un tanto desdibujada. Esto ocurre en piezas como Una de las últimas cosas que me dijo mi padre o Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás; escritos con un poético y eficiente estilo, por otra parte.
También me ha parecido detectar la influencia benefactora de Julio Cortázar en cuentos como El estatuto particular, donde una pareja juega a visitar la misma ciudad por separado y tratar de encontrarse. Cortázar tenía un cuento parecido, donde una pareja se encuentra en un hotel y finge que no se conoce. A Cortázar podría achacarse también la presencia de lo neofantástico en cuentos como Las ideas, el primero del conjunto y uno de los mejores.
En general, un interesante conjunto de cuentos, que me hace desear leer de la biblioteca de Móstoles la novela El comienzo de la primavera, con la que Pron obtuvo el premio Jaén. Pron es aún un escritor muy joven, cargado de talento y tengo la impresión que va a darnos a los lectores más de una alegría en el futuro (además de la alegría que han supuesto la mayoría de las páginas de este libro).
Hola David:
ResponderEliminarBuen artículo. Ya comenté que Pron me parecía muy cercano a Bolaño. Te dejo este enlace de Javier Calvo sobre la obra:
http://elblogdejaviercalvo.blogspot.com/2010/03/el-libro-aleman-sobre-el-mundo-sin-las.html#comments
Sin tiempo para m´s, recibe un cordial saludo
Chao
muy bueno el texto, David. NO conocía a Pron, pero desde ahora estaré alerta. Saludos
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios.
Como curiosidad decir que tras colgar esta entrada, Pron tuvo la amabilidad de escribirme un correo para agracerme la lectura, y yo no pude resistirme a preguntarle si efectivamente estaba pensando en Bolaño cuando escribió el cuento "La visita al maestro".
La respuesta ha sido afirmativa.
saludos
Hola, David, ya me lo imaginaba, simplemente viendo la foto escáner del libro, que el libro tenía que ser interesante. Tienes razón en cuanto (salto a lo personal) a lo de la primavera. Primeramente, porque salió invernal el primer cuarto de año, y nada había florecido, y después, bueno, después no sé, siempre que empiezo con un razonamiento en dos partes, leñe, me acuerdo del diario de Gombrowicz (creo que se le Gombrich, bisílabo, pero no me hagas caso, yo lo leo bisílabo, eso sí te lo digo), y bueno, en el diario de Gombrowicz explica algo acerca de desconfiar ante tales casos de retórica, ante tal gente, los de primero y secondo, y no sé por qué, seguramente no lo explica, pero lo dice con tal arte Gombrowicz, que se te queda, y luego, bueno, luego pasa lo que pasa, que eres de ese tipo de gente que para explicar que tiene una alergia horrible al polen del plátano, pero que este año no la ha notado todavía (también es cierto que vivo entre cemento y empedrado viejo), lo resuelve todo con demasiadas paradas respiratorias y se pierde, primero, porque se pierde, y segundo, porque recuerda a Gombrowicz diciendo que, si eres así, posiblemente seas un pel-ma-zo. Suena Wonderland. Michael Nyman también es un pelmazo y eso me consuela. Luego me quedo pensando en eso de (se abren comillas sin rigor, por lo visto, en esta tarde de molicie), que dice Bob Dylan: "A veces, personas dotadas de un gran talento para componer canciones no componen ninguna porque no se mueven". Pero no habla de mí, que nunca me he movido, pese a haber vivido fuera de España mucho tiempo, donde iba, estaba allí. Las ciudades son transplantables, aunque mejor que tengan cine a que no lo tengan, leñe. Mi amigo el informático también es propietario de un piso en Móstoles, he dormido allí alguna vez. Bueno, no quiero ser muy intrusivo, pero me quedaban por decir una o dos cosas... Mantener una casa es un oficio de hotelero, no, en serio... Lo del tipo de gente de antes (tan adolescente alegato, por otro lado). No sé de qué tipo de gente soy, si a eso vamos, pero pienso que hay mucho relación entre mi libro a la interperie y nuestro derecho a las drogas, pero no voy a insitir en esto, no tiene importancia. En Bolaño ya pasó el libro a la interperie, allá en Santa Teresa. Estamos en el tercer libro ya (de 2666), cuando Barry Seaman cuenta todo aquello de las recetas de cocina y se acuerda de Los Panteras negras, leído en voz alta, perdida la impaciencia (bueno, esto no del todo), La parte de Fate, con todo lo que tiene de hardboiled mientras hablan de costillas y no se las parten.. a nadie, es una cosa que engancha. Luego vienen las muertes, imagino. O algo. No lo recuerdo (practiqué mucha diagonal con la parte de Fate, como con cualquier serie mala no pero tampoco buena pero tampoco mala buena ni buena medio mala buena interesante, La parte de Fate, ahora, dentro de ella, interminable y muy divertida, posiblemente mañana humo, la parte de Fate, tiene contenido y diversión como una serie de la HBO. Dice Bolaño que de.. que lo único que... que se trata de... je je je... perdona (un abrazo, me despido)... sigue sonando (a ver si esta en replay) Michael Nyman, dice Bolaño, ya no lo recuerdo, pero creo que es en este mismo libro, así es la literatura y el cerebro, no importa, dice Bolaño que lo único que interesa, es la profundidad, la profundidad a la que llegó el autor, dentro de sí mismo, el autor. Muy bien, bolañete. Qué majo. ¿Cómo buscáis vosotros la profundidad? El autor, mientras tanto, mira por la ventana, mientras repite clichés de la sci-fc, profundiza en sí mismo, pero ¿qué alquimia hay ahí...? ¿Cómo se logra? un saludo (me huelo la siesta aunque me la quiera negar) un saludo afectuoso..
ResponderEliminarVaya, joder, con lo bonito que ha quedado lo demás, y escribo interperie en lugar de Enterprise, joder joder joder, que era lo que iba. No se necesita una mujer cerca para mirar el colchón con emoción inconfesable (je je), Nyman y el coclchón y yo, el perfecto sandwich, que no me van a llamar para despertarme no me van a llamar, eso lo sé, así que veré amanecer mañana y seguro que miro por la ventana y entonces me encontraré el libro y me acordaré de... Spock.. posiblemente..
ResponderEliminarSor Juana escribió un libro de cocina, como Barry Seaman. El libro de cocina de Sor Juana era una manera muy interesante de burlar la censura de género que existía en sus tiempos, sobretodo si se era además de mujer, monja. Que si Aristóteles hubiera cocinado seguramente mejores hubieran sido sus teorías, algo así dice la muy inteligente Sor Juana. Le pasa examen al propio Aristóteles, durante el siglo XVII, en México, siendo monja. Notable irreverencia y todo esto dentro de un libro de cocina, que era d elo único que en esa época podían escribir las mujeres. SE recomienda el libro de conica de Sor Juana, como el de Barry Seaman.
ResponderEliminarNo sé si leíste el comentario de Félix de Azúa en El País el jueves.Coincide, amplificándola, en tu visión de la literatura de Pron.YO me lanzo de cabeza a los dos libros recomendados, el tuyo y el de Azúa
ResponderEliminarHola detective:
ResponderEliminarAcabo de leer el artículo, gracias por recomendármelo.
Ya dije que el nivel de Pron me pareció muy alto para lo joven que es. Y sí, yo también tengo ya ganas de leer esta novela.
Por cierto, hace como un mes o dos coincidí con Azua entre los anaqueles de la librería Machado, situada en el edificio del Círculo de Bellas artes.
saludos