domingo, 14 de febrero de 2010

Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción, por J. D. Salinger



Editorial Edhasa. 191 páginas. Edición de 1998, textos de 1955 y 1959.

La primera vez que leí El guardián entre el centeno fue en 1992, cuando tenía 18 años, y aún recuerdo la fuerte impresión que me causó. Por aquella época yo leía casi en exclusiva libros de terror o ciencia ficción, pero me sentí atraído por esta novela cuya fama me llegaba por referencias –series de televisión, películas, amigos a los que se la habían hecho leer en el instituto…-. Por aquel año comenzaba la universidad y un desasosiego de destino equívoco empezaba a fraguarse en mi interior; esa impresión se vio reforzada, y así quedó en mi recuerdo, con el deambular errático de Holden Caulfield por Nueva York. Se me grabaron aquellas palabras que Holden mantenía al principio del libro con el profesor Spencer, un hombre mayor que olía a Vicks Vaporub, cuando éste le decía que la vida era como una partida y había que vivirla de acuerdo con las reglas del juego, y Holden piensa que “de partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca del lado de los que cortan el bacalao, desde luego que es una partida, eso lo reconozco. Pero si te toca del otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es de partida, nada”. Desde estas palabras ya supe que Holden Caulfield se iba a convertir en un referente para mí, Salinger había captado a la perfección mi angustia adolescente.

En octubre de 2008 volví a leer El guardián entre el centeno. En el colegio donde trabajo la profesora de Lengua se lo mandó, como lectura obligatoria, a los alumnos de primero de bachiller (16-17 años), y me apeteció releerlo para poder intercambiar impresiones con ellos. Su vigencia se me hizo latente desde el primer capítulo; y en este momento, con el peso de la experiencia, quizás ya me sentía a más distancia emocional del libro, pero conseguía penetrar mejor en sus claves y símbolos. (Esto me confirma que cualquier intento literario no debe aspirar nunca a la modernidad, buscando referencias con sus lectores que se van a quedar caducas enseguida, sino a la atemporalidad, al entendimiento de la conducta del hombre en cualquier época o lugar.)
Esta vez no me contenté con la lectura de El guardián, seguí con el libro Nueve cuentos (lo había leído unos años antes en inglés, perdiéndome casi todas sus sutilezas), que contiene algunos de los mejores relatos que he leído nunca, y después con la novela Franny y Zooey.

Me quedaba para completar lo publicado de Salinger en España, este libro que contiene los relatos largos o novelas cortas, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción. El libro estaba en la biblioteca de Móstoles que frecuento, lo tuve en mis manos ya en octubre de 2008, y no lo saqué. Cometí el error afterpop de dar más importancia a la superficie que al contenido: no me gustaba la edición, con tapas duras, pero un volumen casi cuadrado, sin presentación, introducción… y ese título tan largo me pareció poco atractivo.
Lo he leído hace dos semanas (voy con retraso con las reseñas del blog), como un homenaje personal a Salinger tras conocer la noticia de su muerte. Su lectura me ha confirmado algo que ya sabía: Salinger es uno de los escritores más fascinantes del siglo XX, al menos para mí, y este volumen no desmerece para nada al resto de su producción. Es más -y puede que sea debido al gran trabajo de la traducción, llevada a cabo por Aurora Bernárdez- me ha parecido que su prosa era aún mejor que lo que recordaba.

En los dos relatos largos que componen este libro aparecen personajes de la novela Franny y Zooey, y de alguno de los relatos de Nueve cuentos. En el primer relato de este último volumen, Un día perfecto para el pez plátano, se narra el suicidio de Seymour Glass en una habitación de hotel en Florida. Seymour es el hermano mayor de Franny y Zooey, una familia de superdotados, que de niños participaron en un programa de preguntas y respuestas y debates en la radio con nombres falsos.

En Levantad, carpinteros, la viga del tejado Buddy, el segundo hermano de la familia Glass, nos cuenta desde sus 40 años, un episodio sobre su admirado hermano mayor, Seymour, acontecido en 1942, cuando Buddy tenía 23 años. Éste es soldado y está en un hospital militar convaleciente de pleuresía, pero consigue un permiso para acudir a Nueva York a la boda de Seymour. Buddy llega a la iglesia el día de la boda y no hay más miembros de su familia; ni siquiera se presenta Seymour, dejando a la novia plantada en el altar. Los invitados abandonan la iglesia y van montando en coches para acudir a la casa de la novia. En uno de estos coches entra Buddy sin presentarse como hermano del novio, a quien los ocupantes del coche comienzan a criticar, y a hacer insinuación sobre su posible locura. Buddy se siente cercano a un diminuto señor mayor que se mantiene erguido en el coche y no se inmiscuye en la conversación. Sabremos después que es sordomudo. Y en esa simpatía que siente Buddy hacia él parece simbolizar Salinger la cercanía del protagonista al mundo puro de los niños, de los inocentes.

De nuevo aparece aquí el que considero el gran tema de Salinger: la épica de la inmadurez o de la inadaptación al mundo de los adultos. Quizás sus personajes son los primeros Peter Panes realistas de la literatura del siglo XX: niños o jovenes brillantes, exaltados, observadores de las incoherencias y las renuncias de los adultos, niños y jóvenes heridos por los convencionalismos sociales, por las partidas que habría que jugar de acuerdo a las reglas del juego. Unas reglas que ellos se niegan a aceptar, lo que únicamente les puede conducir al desequilibrio, al desvarío, al aislamiento o al suicidio, como en el caso de Seymour, al que seguramente Buddy considera el hermano Glass más dotado, y por tanto con menos posibilidades de adaptación al mundo real.
La capacidad de observación de los personajes en este relato largo es notable en su preciosismo detallista. Me gusta esa imbricación del narrador en la conciencia del joven americano, consiguiendo encontrar metáforas deportivas para describir la conducta de los otros personajes. Una obra maestra de la narrativa norteamericana.

En Seymour: una introducción el narrador es de nuevo Buddy. Ahora nos habla de su hermano Seymour, el gran personaje ausente cuya presencia fantasmal cubre de significado a todo el volumen, desde una perspectiva más global y desde su presente, no evocando un episodio de juventud. Buddy ya ha pasado los 40 años, es escritor profesional y sigue dando clases de literatura en una universidad. Sin embargo, vive retirado en una casa de campo en un bosque (este personaje parece un trasunto del propio Salinger). Para esta introducción a la semblanza de su hermano comienza citando a Kafka y a Kierkegaard, y el relato cambia de tono respecto al anterior, ahora parece la narración de un autor europeo, parece español traducido del alemán, como si quien escribe fuera uno de los dos autores citados o Musil o Thomas Bernhard; con frases largas, alambicadas, llenas de subordinadas que van matizando a la frase principal.
Me ha llamado la atención este cambio de registro narrativo respecto al primer relato, que sería un ejemplo del estilo habitual en la narrativa norteamericana: personajes en movimiento, cuyos actos describen su personalidad sin grandes explicaciones intelectualizadas, con una mirada escueta y poética sobre las escenas que se muestran.
En el texto de escritor centroeuropeo en que se transforma Salinger en este segundo relato, abarcamos más aspecto de la vida de Seymour, con interrupciones en las que Buddy nos informa de la propia evolución de su escritura (cuando lo deja por la noche, cuando lo retoma…), así nos enteraremos de que Seymour ha dejado tras de sí un conjunto de 182 poemas escritos en métrica japonesa, y que Buddy ha ordenado y decidido entregar a un editor. El tema del artista precoz cobra fuerza como metáfora de la inadaptación al mundo.
Un texto muy conseguido, con una imagen final soberbia, en la que Buddy evoca a su hermano y a él de niños acercándose a la práctica de juegos norteamericanos típicos desde una perspectiva filosófica oriental.

Y con éste he terminado de leer los libros publicados de Salinger en España, creo que en Estados Unidos hay algún cuento publicado más. Esperemos que se pueda revisar la traducción de El guardián entre el centeno, algo a lo que se negaba el autor, y que sea cierta la leyenda literaria que afirma que Salinger nunca había dejado de escribir aunque había decidido dejar de publicar y ahora, tras su muerte, se pueda acceder a su legado.
Qué fantástico baúl de Pessoa me gusta imaginar: ocho o diez manuscritos guardados en una maleta debajo de un guante de béisbol o, mejor, debajo de unos floretes de esgrima.

14 comentarios:

  1. Hola, David. Estoy un poco cansado y no he leído la reseña, lo primero que haré mañana cuando me siente a descansar delante del mac será esto, ya te diré, pero quería mandarte un saludo y decirte que a J. D. Salinger, aquí en Malasaña (sí, mi piba y yo, no puedo no mencionarlo) lo hemos leído muy a gusto. Franny y Zooey, por ejemplo, toda una película. Me veo, recuerdo, imitando las voces de los personajes, y aquello francamente era una puta maravilla, inteligente, muy atrayente, todo lo que te pueda decir, y luego, luego con 9 Cuentos, pero éste ya no funcionó tan bien, o funcionó peor, una prosa muy seca, no sé. Y hoy, volviendo a casa, hemos hablado de leer (para mí no sería la primera vez, creo que ni la tercera) juntos The Catcher in the Rye, en español, por supuesto, no sé por qué lo escribo (las prisas) en inglés. El expediente Salinger, por lo que sea, parece que no se cierra. Y hablando de cerrar, Eudora Welty, recomendable, ya casi le tengo puesto el punto y final (el libro final, La novia del Innisfallen, ayer, realmente me hizo pasar una hora tan buena que me perdí el partido abierto que echaran en el televisor), a cincuenta páginas del final, si soy capaz, te escribo aquí tres o cuatro detalles (yo necesito decir algo que crea original, no puedo actuar expansivamente y ver si arrastro mucho o poco en la red), si soy capaz, lo consigno aquí,unabrazo

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  2. El 9 Cuentos, de todas formas (no he podido no echarle un vistazo al texto tuyo antes de salir), no lo hemos terminado, pero sí lo hice yo en el pasado y me pareció (ahora diría stil) un trabajo y no una aventura y además no cobré nada al irme de allí. El del hombre plátano (en la relectura, claro) ganó mucho porque después de enamorarme de Franny y Zooey, y seguir relatando la vida de los personajes de la familia, pues tenía agún sentido, pero, aun así, te digo una cosa, sino fuera porque era el hermano del Zooey encantador y Franny, su drama soterrado de hoy se acaba todo, ciertamente, ni con relectura, me hubiese importado nada, no estoy exactamente por este tipo de prosa, sí con la doble historia, pero de otra forma, no sé, recalaré de nuevo en el resto de cuentos que me queden,unabrazo

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  3. Hola David:
    El cuento que más me gusta de "9 cuentos" es el cuarto, el que se titula "El hombre que ríe", uno de los mejores cuentos que he leído nunca; y creo que después iría "el periodo azul de Daumier-Smith.

    De todos modos me parece que el nivel general de Salinger es muy alto.

    saludos

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  4. respecto a Sallinger, alguna vez cometí el error de dar 2El guardián entre el cneteno" como lectura escolar a niños de 13 años. Muy pocos entendieron el asunto. Luego corregí el error y ahora lo doy a leer a estudiantes de 17 o 18 años y alucinan con Holden Coaufield.

    Hace unos días he compartido una tarde de cervezas con un viejo amigo y hemos conversado sobre la muerte de sallinger.Éste amigo me contaba que Sallinger había participado en el desembarco en Normandía, específicamente en Omaha, lugar en el que se produjo la mayor baja de soldados aliados. La mayoría jóvenes, casi niños, habrían sido masacrados bajo el fuego de las ametralladoras al borde de un abismo. Esta imagen no habría abandonado nunca al autor. Saludos

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  5. Hola noseaszote:
    A los alumnos de mi colegio, de 16-17 años, les gustó también Holden, aunque supongo que no a todos. Pero al menos entraban con esta lectura bastante mejor que con otros libros.

    No sabía el dato del desembarco de Omaha, pero sí había pensado que habiendo sido Salinger soldado tenía que haber tenido alguna experiencia traumática: eso queda latente en casi todos los cuentos de "9 cuentos", con esos jóvenes combatientes o ex combatientes, con temblores y crisis nerviosas, inadactados...

    saludos

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  6. Precisamente me encuentro leyendo los Nueve cuentos y precisamente ayer leí el de El hombre que ríe. Un gran cuento, sin duda. De los cuatro leídos hasta ahora, el que más me ha gustado ha sido El tío Wiggily en Connecticut. El modo en que introduce la angustia en la conversación entre las dos amigas me parece magistral. Saludos.

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  7. Tienes razón, Javier, imagino que excepto el primero, en 9 cuentos todos son cuentos bastante buenos. El primero, pues no. Pero no hay que dejar de tener en cuenta -de todas formas, pues yo tmb estoy encantado con Salinger- que se valora lo pequeño mucho más cuando se rodea de pocas cosas alrededor, un montoncito de otras cosas pequeñas, exquisitas, si se quiere, o precisas, mejor dicho, quiero decir, ¿es grande J. D. en comparación a sí mismo, a lo cercano y certero que es en comparación a sí mismo y puesto en el espejo de los demás, o bueno en qué sentido (la pregunta es confusa, el tono es suave, disculpa mi torpeza), dentro de un "ranking"?. Entonces, ¿Cheever, es mucho más grande? (pregunta confusa, pero creo que quiero decir que bueno es -o me parece- el que es humano o el que sabe usar de las máscaras y además nos muestra la silueta (en este caso desquiciada y traumatizada por la guerra) de lo humano. Me alegro mucho de compartir por aquí.Unabrazoparatodoelmundo

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  8. Hola,

    Javier: el cuento de "El tío Wiggily en Conneecticut" también es muy bueno. Una curiosidad sobre él: Eloise tenía un novio llamado Walt que murió en la guerra debido a un accidente absurdo en torno a una cocina. Bien, este Walt es el hermano de Seymour, el suicida del cuento "un buen día para el pez platano", y es hermano también de Franny y Zooey. Casi todos los cuentos están interrelacionados.

    David: yo creo que Salinger es un maestro del que han tomado cosas muchos otros.
    Leí de Cheever "La geometría del amor", y la verdad es que me defraudó un poco. Es cierto que no estaba en un buen momento personal cuando lo leí y eso creo que influyó. He visto que en la biblioteca que frecuento tienen los dos volúmenes de sus cuentos completos publicados por Emecé. A ver si los leo, me apetece.

    saludos

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  9. Ya, David, he escrito algo, pero lo he borrado, funcionaría mejor en vivo (la respuesta, la réplica, quiero decir). Un chiste, para carpinteros, los míos, que vivo en una buhardilla y mi mujer es la presidenta de la comunidad (un piso viejo, del centro), tengo carpinteros y goteras de todos los colores, tuve una gotera en el rellano de tal magnitud, joder, que me vi obligado a dejar una cajonera para que no se viniera escurriendo el agua del tragaluz hasta el último vecino (frase muy larga, tan larga con esta gotera, que además no está arreglada del todo, no sé porque hablé en pasado), recorté unas tortugas y la eché a flotar en el agua que había recogido en la cajonera esta que digo, una cajonera de plástica del tamaño de una bañera de bebé, y las tortuguitas de papel ahí, flotando,luego mi novia le plantó una foto y se echó unas risas en algún red social,unabrazo

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  10. Hola David:
    Muy surrealista lo de las tortugas.
    Yo ahora trato de escribir un poema y me caen encima las notas que emite la flauta de un niño que debe de practicar para alguna clase.
    saludos

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  11. La verdad es que me lo tomo bien, es simpático. Un día, un polaco jovencito y fumado, saliendo del trastero acondicionado (el único, aparte de otro mío que a veces utilizo de oficina), que tiene aquí en el último piso un vecino jovencito y buena gente, la bolsa de basura que llevaban, delante de mí, mató (así dijo el polaco, entre risitas incrontrolable) a las pobres tortugas. En cuanto salga el sol, pero como dios manda, dicen que le ponen a esta catarata en concreto, punto y final. El tema es que utilizaron en el piso, hace cien años, material sobrante (cascotes y vigas, buen título para todo lo primero póstumo -espero que lo haya quemado todo- de JD Salinger), material sobrante de las casas que había en las calles que tenía Madrid por donde ahora pasa la Gran Vía. Las vigas de mi techo puede que estuvieran en el techo abuhardillado de una casa en la desaparecida Travesía del Desengaño (sólo me acuerdo de esa y de Jacometrezo que todavía existe, ceo que la calle del Carbón andaba por ahí). En fin. Y lo de Salinger (amenaza mi novia con que se lo lea, the catcher tralará... ahora estamos con Tanner, de Walser, ha sido un romance a tres inesperado, Eudora agoniza, recomendable), lo de Salinger. Ya intenté decir ayer que no se trata (o sí) de comparar. En todo caso, miramos mucho a Salinger y le tratamos con cariño... Se mira mucho más, y al final, se mira con mejor ojo, cuando hay poco, y cuando ese poco, David, ha llegado a mito. Y aun así, Cheever es incomparable. Una marca comercial, le decían. Nos gusta venerar, que es un modo de focalizar, reducir, y produce certidumbre. Luego de ser mito, Salinger, hace grande todo lo que toca. Y es que la sociedad necesitas mitos (renovar, refotografiar, volver a mirar), y si pintas uno date por muerto (por juzgado, quería decir),unabrazo(tengo que recepcionar la compra de la quincena... hablamos)

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  12. con todo respeto, David, me cuesta mucho, mucho, entender fluidamenta tus posteos. Siempre hay algo interesante, pero me cuesta. Puede ser también que yo no lea bien. Saludos

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  13. No eres el único al que le ocurre. Los mensajes de David son una auténtica deconstrucción del lenguaje y un homenaje (consciente o no) al dadaísmo.

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  14. hombre, la prisa y los paréntesis siempre han ido de la mano, ka prisa siempre ha ido de la mano de las subordinadas interminables,y,comodiría levrero, muchas veces uno abre un paréntesis que se olvida de cerrar, de todas formas, qué hijosdeputa que sois (je je), me dejaré la piel y tal, anda cabrones,unabrazo

    david

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