jueves, 4 de febrero de 2010

Aquí, por Wistawa Szymborska


Bartleby editores, 67 páginas. Editado en 2009.

De la poeta polaca Wistawa Szymborska había leído hasta ahora un volumen editado por Hiperión en 1997, a raíz de la concesión de su premio Nobel en 1996. En él se ofrecía una selección de su obra -poco conocida hasta entonces en España-, con una muestra de poemas extraídos de libros como Llamada al Yeti (1957), Sal (1962), Si acaso (1972) y los poemarios completos El gran número (1976) y Principio y fin (1993).
Posteriormente leí Instante de 2002, editado por Igitur en 2004 y que llegó a la tercera edición (al menos ésta es la que tengo yo).

Aquí aparece en España traducido el mismo año de su publicación en 2009, el año en que la poeta cumple 86 años. En Aquí persisten los temas de madurez creativa de Szymborska: una línea poética clara donde, usando un lenguaje irónico, se dedica a indagar en los misterios de la vida que surgen a partir de observaciones cotidianas.
En el poema Microcosmos leemos: “Hace ya tiempo que quería escribir sobre ellos / pero es un tema difícil, /dejado siempre para más tarde/ y quizás digno de un mejor poeta, / todavía más sorprendido que yo por el mundo. / Pero el tiempo apremia. Escribo.” (página33), y quizás esa premura que le impone la edad es la característica evolutiva en la temática respecto a entregas anteriores, y la filtración de la idea de la vejez y la muerte como se observa en el poema Mi difícil vida con la memoria.
Pero de los intereses de la poeta destaca, se ve en los mismos versos citados, esa sorpresa ante el mundo que le rodea que sería la característica de Szymborska, quien suele elevarse a indagaciones metafísicas a partir de observaciones muy sencillas. Así por ejemplo en el poema final Metafísica (página 67) conjuga el hecho de haber comido ese día fideos con tocino con el tiempo transcurrido en el universo.
Quizás el poema que más me ha gustado ha sido el titulado Adolescente (páginas 23-24), donde Szymborska reflexiona sobre un posible encuentro con ella misma en esa edad pretérita.

El único problema de los libros de Szymborska es que se acaban demasiado rápido y uno desea seguir leyendo esos poemas irónicos donde se investiga sobre la condición humana desde perspectivas variadas y originales.
Aún me quedan por leer algunos libros pasados, como Dos puntos de 2002 y editado por Igitur.

Mención aparte merece el trabajo realizado con la traducción por Gerardo Beltrán y Abel Murcia, sus traductores habituales. Leí en uno de los prólogos de sus libros que a veces el trabajo resulta difícil porque Szymborska mezcla registros cultos del polaco con otros más vulgares.
Como curiosidad apuntar que Abel Murcia publicó en 2008 un interesante poemario con Bartleby titulado Kilómetro 43, donde se filtra en más de un verso la influencia benefactora de su traducida. Por ejemplo se veía de forma clara en el poema de ese libro El principio, que incluso en el título parece un claro homenaje a Szymborska.

19 comentarios:

  1. Hola, David. Estuve ayer aquí y escribí largo y tendido y revuelto sobre Fomseca, pero el mecanismo de publicación de comentarios es un poco sádico (no entraré en detalles), lo perdí. Da igual lo que dijera, ya volverá a caer, y sino, es que era spam, versión moderna de, si no te acuerdas de lo que ibas a decir, seguro que era mentira. Te quería hacer una pregunta. Me tienta toda esta ironía, pero me frena leer a poetas, y mira que sé que lo que busco en muchos de ellos no es principalmente la sonoridad, que lo que busco es otra cosa, por culpa de la sonoridad íntima perdida. Por culpa de esto, o lo que yo crea que es esto, no los leo. Y es por eso que sólo leo poetas ingleses o catalanes, poco a poco me acerco a algún francés o italiano, aunque no los sepa leer bien, es a la edición bilingüe a la que me agarro. Voy a leer a Szymborska, he leído Brosdky, cosas así, pero, ¿no te deja un regusto raro, como el esqueleto del esqueleto, cuando lees una traudción de un escritor polaco, por ejemplo, esta mujer? unabrazo

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  2. David, profundizo (lavándome los dientes me he dado cuenta), ¿no crees que si hubieses leído los poemas que has leído en el original, las palabras de la autora polaca se trasvase, no te hubieras quedado (tanto, se entiende) con ganas de leer más, sino que hubieses releído esos mismos poemas? Porque me parece a mí, David, que la traducción se lleva mal con la relectura y la poesía, si la poesía se lleva bien con algo, es precisamente con eso? Unabrazo

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  3. Ya sé cuál será el próximo poemario que me compre.
    Saludos.

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  4. Hola David:
    Una pena lo de Fonseca. a mí también me han ocurrido cosas de esas, en blog, en emails... Hace no mucho estuve toda la mañana de un sábado escribiendo un poema y lo grabé donde no era o borré lo que no era y lo perdí. Menos mal que me lo sabía casi de memoria...

    ¿Has leído a Fonseca?

    en cuanto a lo de las traducciones: yo soy realmente más lector de prosa, aunque escriba a veces poesía. La poesía que leo no se basa en la sonoridad ni la rima, incluso creo que no tengo oído musical para apreciar eso. La poesía que me gusta se basa en contar una historia que puedo visualizar como en la prosa, aunque de mayor intensidad, y esto es algo que puede aguantar la traducción si el autor tiene algo que decir. Era Borges el que decía que El Quijote podía aguantar cualquier traducción por la fuerza de los personajes creados, estoy con él. Y en este sentido si creo que Szymborska tiene cosas que decir y se transmiten en la traducción. No creo en el conteo de sílabas ni en la rima, y sí en el sentido humano de la experiencia transmitida.

    Javier: si no has leído a esta autora imagino que te gustará: tiene que ver con esa poesía narrativa que parte de la anécdota que tu practicas.

    saludos

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  5. Ya te contaré. Una cosa, David. Decir "no creo en el conteo de sílabas ni en la rima" es arriesgado o excesivo, sobre todo en lo que llamas el conteo de sílabas (lo de la rima ya se superó hace tiempo). No creer en eso es no creer en buena parte de la poesía. El conteo de sílabas no deja de ser la musicalidad, la cadencia. JRJ decía que una definición de poesía podía ser “la música del sentimiento; o tal vez mejor: el sentimiento musical”. Tal vez la afirmación haya perdido algo de vigencia, pero reducir el poema a un texto narrativo breve de mayor intensidad hace que se pierda algo importante, como mínimo una baza más que tiene el poeta. Pienso que conocer los recursos es importante. Después, emplearlos o no ya depende de cada uno. Por ejemplo, en mis tres poemarios (Al sur de todo mapa, Al fin has conseguido que odie el blues y El peso de los puentes) soy bastante escrupuloso con la métrica. La gracia está en que no se noté, es decir que no se fuerce el verso para obligarlo a ser métrico, es decir que suene natural, pero –y esto es lo importante- que la cadencia silenciosa, el ritmo de los versos, te lleven de la mano con fluidez hasta el final, sin que te des cuenta. Hoy en día soy más flexible en este punto y combino poemas medidos (los menos) con poemas que no lo son o que sólo lo son en determinados momentos. A veces escribo un poema en verso libre y, sin embargo, lo remato (disimuladamente) con dos o tres alejandrinos o una serie de endecasílabos. Su musicalidad hace que su significado se eleve. De todos modos, hay grandes poemas que me encantan que no utilizan este recurso, por no hablar de prosas que tienen que ver más con la poesía que con la misma prosa. En fin, que sería estupendo charlar de este y otros aspectos cerveza mediante. Un abrazo.

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  6. Bueno, David, estoy sin dormir, ya volveremos sobre el tema, quien te dice que no físicamente. Tengo aquí a mi novia que parece la mujer de tolstoi y la bendita me ha pasado un poema al mac que me gustaría que me comentarais, porque recién lo escribo en la máquina que uso, y seguro que mañana no me resulta suficientemente cerrado o cualquier otra tontería, y no lo mando,1saludo




    Lo de que las personas y los animales perderán
    El equilibrio algún día –el tema era Homero,
    Pero sólo aparentemente- se demuestra en Sawa.
    Sawa o el cristo hecho con pinzas de la ropa.

    No le acabo de coger el gusto a Sawa.
    Pero ahí sigue el clavel,
    ignorando discernir entre lo elemental
    y lo genuino. La protección regia a la inquisición,

    o las instrucciones de Carlos V a su hijo
    para el gobierno de las Españas,
    quizá habrán hecho más por la lengua
    que esta estatua que no existe

    de lo lisisado y lo incomprensible
    que se funde en el mismo molde de marzo.
    Paseo. No quiero mirar de mirar, sino
    mirar de no mirar,

    sino no salgo a la calle. Pero luego,
    llegando a los reinos arbolados
    de Amaniel,
    doy con mi ropa gastada

    frente al portal de Sawa. El poeta
    no deja la vida para después,
    aunque vive poco,
    vive todo el rato. Pasa una chica

    con un café del Starbucks,
    y es grato que Sagasta se acordara del Cid.
    El poeta no deja la vida para después,
    trasegando perezosamente con mi miopía,

    leo lo que dice la placa de Luces de Bohemia.
    Por inclinarme, unas monedas se me caen al suelo
    y ruedan hasta el alcantarillado. Pequeña orquesta,
    parece que sube al cielo. No, este hombre

    no se merece una estatua. La primera estatua
    que tenga Sawa, será una a Max Estrella.
    No descollo especialmente en nada y su clavel
    era involuntario. Pero es de recibo decir,

    que ya hay colegios con nombres de poetas borrachos,
    tampoco se engaña tanto a los muchachos,
    los confundidos son siempre los adultos
    que legislan estas cosas,

    bien podrían darle una estatua a Sawa
    en su centenario. Bailo,
    alrededor de la estatua que no existe,
    y entro en el cemento y soy ciudad riente y sufriente.

    La hija Hèléna, la mujer Jeanne, ciego.
    Empiezo de nuevo. Para empezar
    eso de que los machos perezcan con tanta facilidad,
    sucede en todas las especies.

    Busquemos otros argumentos.

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  7. Hola Javier:
    Sí, lo más seguro es que me haya excedido con eso de no creer en la rima y el conteo de sílabas. Pero como ya he dicho por aquí varias veces yo en realidad soy lector de prosa en un 90 % de los libros que leo, y sí siento el ritmo de la prosa, aunque ese ritmo lo achaco más al ritmo de las ideas que al del propio lenguaje, porque en los buenos libros siento eso también en la traducción.

    Empecé a leer poesía tarde. Me aficioné sólo tras toparme con las obras completas de Juan Luis Panero, ya pasados los 20, un libro que me encanta. Y luego he probado con otros poetas. Pero tengo una manía: si abro un libro y los versos riman no puedo seguir leyendo, se me cae de las manos, no me lo creo. No quiero decir con esto que piense que esa poesía no merezca la pena, pero constato una realidad personal, me ocurre eso, siendo un rechazo instintivo, el problema seguro que es mío que no consigo apreciar a Góngora, Quevedo…, y yo leo para divertirme…
    Con lo del conteo de entrada siento lo mismo, el tema es que a veces sí me gustan poemas donde se hace. Y en muchos casos sólo me he dado cuenta de que las sílabas estaban contadas a posteriori, por la sospecha de que todos los versos ocupaban casi igual en la hoja. Por ejemplo “Destrucción de la mañana” de José M. Fonollosa o “Eros es más”, de Juan A. González-Iglesias, dos libros que me han gustado mucho y me percaté de eso tarde.

    Cuando yo he escrito casi siempre ha sido prosa, y mis libros de poesía han sido casi una casualidad. El que me quiere publicar Bartleby salió intentado hacer una novela autobiográfica a lo Bukowski.

    “Por fin has conseguido que odie el blues” ha sido uno de los libros de poesía que más me han gustado en los últimos años. Te lo digo ahora, que no lo dije en la entrada de tu novela, estuve muy sobrio ahí. Y me sorprende lo dices ahora que ahí había versos con sílabas contadas, estaba convencido de que era verso libro.

    Con esto tampoco quiero decir que piense que en poesía todo vale con tal de que sea intenso. Cuando escribo un poema lo reescribo mucho, me lo leo en voz alta y busco un ritmo personal. De un modo intuitivo siento que falta un adjetivo o una comparación y evito el lenguaje vulgar, o cambio adjetivos por su longitud, y lo vuelvo a releer en voz alta hasta que me suena bien, pero nunca se me ha ocurrido lo de contar sílabas. No sé, simplemente no lo siento.
    Podría apuntar incluso una idea de romántico adolescente: la métrica es hacer arte con red, y en el verso libre te arriesgas a la caída. Lo que seguramente tampoco sea cierto.

    Lo de las cervezas estaría bien. Quizás en junio me tenga que pasar por Palma, acompañando al viaje de fin de curso de mis alumnos del cole (soy profe de economía y mates).

    Un abrazo

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  8. Hola David:
    Curioso poema. Me llama la atención esa mezcla entre cosas cotidianas y cierto surrealismo que me recuerda a la poesía norteamericana tipo Robert Lowel.

    saludos

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  9. A mí (por cierto, he releído lo que mandé, gracias por el comentario, y falla a la mitad de tal forma el ritmo que resbala y se precipita, de cualquier forma, gracias), a mí, a lo que iba, lo de las sílanas, me pasa con los haikus, tu ves si el haiku es un haiku o no lo es, no necesitas contar nada. La poesía, como creo que tú dices, tiene que conducirse hasta dejarte suspendido, de la mano de todos esos puntos de fuga mágicos, etc). Y yo, como no he dormido, os dejo aquí un haiku que me viene al pelo.

    Estéreo en stand by
    -cansancio;
    en penumbra

    unsaludoafectuoso

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  10. Hola, qué tal. No puedo reprimirme a comentar algo más. Ah, por cierto. A mí me vienen a la cabeza con facilidad algunos poemas de Has hecho que odie el blues, me quedaba por decirlo, y ahí queda dicho. Tengo la mente un poco dispersa, pero llena de pseudointelectualidades, no me lo toméis en cuenta. Dice Auden que la estructura del soneto, dentro de sus limitaciones, o precisamente gracias a ellas, prospera, las elecciones son menores, todo se resuelve un poco oulipoianamente (quizá me pase con esta comparación), oulipoianamente, matemáticamente, de un modo de parentescos y parejas cerrado, y en el caso de la poesía moderna, todo esto es mucho más sutil e incluso puedes llegar a ello y pasarte, cuántas veces no habré acabado tirando el papel de la izquierda cuando era el de la derecha, de las múltiples visiones poliédricas de cualquier posible poema que ya harátiempo que no existira ni como haiku o epigrama, bueno, lo que va del soneto a la métrica libre, no se me ocurre ninguna gran metáfora (quiero decir, que se me escapa un poco en este momento lo que te iba a decir. En fin) es la misma angustia que con el exceso de información, el abanico de la posibilidad se abre tanto, que llega la desidia (parálisis por exceso de apetitos, por querer ir a la playa y a la montaña en el mismo cuarto de hora, no sé si soy muy preciso), Auden lo decía mucho más atinado, seducía, etc., claro, pero recién fumé un poco de marihuana y creo que la falta de hidratación y lo demás me está pasando factura, como sea, un abrazo

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  11. la rima, como recurso es antiquísimo, es la evidencia de la relación entre la poesía y la música. Por sí misma no es poesía, ciertamente, aun cuando hayan juegos y artificios ingeniosos realmente notables.
    La métrica siempre está, todo verso tiene su pulso y su tiempo, así como también tiene su pulso y su tiempo la ruptura del verso. El verso libre también tiene su métrica (la que quiera darle el poeta conciente o inconcientemente).

    Las flores del mal, originalmente (en francés, me refiero) rima y posee versos medidos, hechos a la perfección. Nosotros, o la mayoría de nosotros, leemos la traducción y nos parece aún más moderno Baudelaire.

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  12. Muy bien explicado. La verdad. Yo, pensando en esto, por eso creo que leer el epistolario de baudelaire o ciertos textos sobre su vida, ya que no dominamos el francés, hace que tenga algún sentido leer Las flores del mal. Lo digo, porque he dado muchos cabezazos, como todo el mundo aquí, y cuando ahora voy a un videoclub, por ejemplo, y veo al dependiente con un ejemplar de las flores del mal, y le pregunto e indago, veo que de allí no va a sacar nada, un vacío que me duele. Los versos volcados al español de las flores del mal, ya digo, sin un poco del hombre real de fondo, sin un conocimiento de todo esto que dices, zote, da pena. Porque si sabes perfetamente, o más o menos, poner distancia, pues el libro no está mal. Pero si ni conoces al hombre ni sabes poner distancia con el acto poético, el tiempo en que se escribió, y el vuelco a que se ha visto sometida la obra, mejor que te vayan al rastro y te hagas un piercing, le sacarás más provecho. Lo del piercing es por epatar, perdonar. Un abrazo y un saludo

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  13. Hola David,

    Yo también soy partidaria de leer lo que a uno le guste, pero creo que rechazar de plano la poesía con rima supone ignorar prácticamente toda la poesía, teniendo en cuenta que hasta hace muy poco esa era la única forma que existía. ¿Qué ocurre con los poemas de san Juan, por ejemplo? ¿Realmente crees que no puedes "sentirlos" porque riman?

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  14. Y otra cosa: ¿no te cansas de darle al té a la menta?

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  15. Hola, Sí ya he dicho que esto de la rima es un defecto mío, además tengo un gran número de lagunas como lector: no he leído a San uan de la Cruz, aunque he oído que es muy bueno.

    A veces me gusta el té con cardamomo.

    saludos

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  16. El otro día me tocó esperar un autobús que llegaba con amigos a Valencia, y descubrí que debajo de la terminal había una sucursal de Remar, y allí encontré, nuevecito, de la antigua Austral, púrpura, s San Juan de la Cruz, hay un poema con el que flipé esa noche, y que hasta me hizo recordar a Philip Lopate en el Mercader de Alfombros, en esta novela, el protagonista compra un poemario de Kavafis, creo que era, y aquella noche lee uno de los poemas y el corazón, fatigosa incredulidad de este hombre que ha ido dejando que la vida le derrotara todo el rato, se le ilumina. Bueno, luego lo lee un miércoles a media mañana, y aquello ya no le dice absolutamente nada. Los reflejos especulares de San Juan de la Cruz, claro, me condicionan. Equitativo rigor no hay, pero que lo recomiendo yo también, eso ponerlo por adelantado. Y es que, San Juan de la Cruz, al día siguiente, seguía siendo motivo de regocijo.

    unsaludo

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  17. Traductor, traditore
    (Breves notas sobre la traducción)


    por L.H. Ceniza


    “El traductor es un traidor”. Suena a titular de crónica roja, de prensa amarilla, pero es así y esto no quiere decir que el oficio de traductor sea tristemente célebre aún cuando haya traductores mejores que otros y algunos definitivamente malos. Es un acto de traición textual todo intento por traspasar un texto a un idioma distinto en el que fue originalmente producido.

    Es un acto de traición a una lengua, a un sentido primero y en esto se parece al oficio de escritor cuya última certeza tiene que ver con que no se puede decir lo que realmente ocurre , con que no se tiene el lenguaje para hacerlo y que, sin embargo, se lo intenta de igual modo: Es la fatalidad del signo literario, según lo planteaba Barthes.

    La condena de la traducción es la de ser siempre una versión, la de ser otra cosa pero es también una porfía, una sed por descubrir a través de la propia experiencia.

    Una “arrancada de tarros”: se puede decir que todo lo que percibimos con nuestros sentidos es en verdad una serie de traducciones de lo que en realidad es, de ese modo la traición o traducción pasa a tener otro carácter: el mundo ( lo que conocemos o creemos conocer acerca del mundo)es producto de una traición epistemológica: la puñalada por la espalda la da el lenguaje.

    Pero vamos al ámbito de la traducción literaria. Siempre me pareció sospechoso escuchar a conocidos y amigos lectores, sobretodo de poesía, que cierta traducción era mejor que otra, especialmente porque ninguno tenía el conocimiento de ninguna otra lengua salvo la materna. Entonces se juzgaban las versiones de un poema y se cotejaban ediciones para finalmente decidir cuál era mejor. La que resultaba ganadora generalmente era aquella que a los jueces les (nos) parecía más cercana, más próxima a su (nuestra) lengua, más acorde con lo que de tal o cual poeta se esperara. No se puede decir que sea un criterio errado, generalmente nuestro acercamiento a los textos literarios es por esa vía. Sin embargo, pretender sancionar la traducción en sí misma con sólo eso, no bastaba. De ese modo recuerdo haber oído decir a varios que las traducciones de Visor, sobretodo aquellas de poetas ingleses, eran malas. En cambio, se prefería las de Hyperion. Que las de Aguilar son correctas pero pierden sangre. Que las argentinas tienen de todo. Algunas tienen demasiada sangre, demasiados argentinismos, pero que había que admitir que los argentinos han tenido la valentía de traducir (traicionar) a casi todos los clásicos a su lengua. En esto los chilenos, salvo contadas excepciones, estamos morosos.

    (Continúa en el comentraio que sigue)

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  18. El traducir es trasladar, es hacer viajar un texto desde una geografía a otra. Ahora, estos traslados, como anteriormente se dijo, no siempre están libres de sufrir accidentes durante el trayecto y de ese modo algunos textos sufren modificaciones que, en algunos casos, llegan a ser verdaderas metamorfosis. Por ejemplo, es conocida la idea de que Poe es mucho mejor en la traducción de sus textos al español, que en su lengua madre. Se dice que en el original la obra del autor de Narraciones extraordinarias está llena de lugares comunes de la tradición anglosajona. En otros casos, las mutaciones son sólo matices aunque no por eso menos importantes. Sobre este punto un ejemplo claro es la traducción que Braulio Arenas hizo del libro de Rimbaud y que tradujo como Una estada en el infierno. Un poco más patente es la diferencia sobre el título de Salinger del cual se conocen por lo menos dos versiones: El guardián entre el centeno y El cazador oculto. Usted, elija con cual de los dos se queda.

    (continúa en el siguiente comentario)

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  19. (continuación y final de Tradutor traditore)

    Hace un par de meses estuve revisando la obra crítica de Julio Cortázar en la edición de Alfaguara ( A propósito, en las librerías no he logrado dar con el primero de los tres tomos. Está descontinuado, me dicen. Nombran la edición de Galaxia Gutemberg, nombran el precio. Fin de la consulta). En ella, entre muchos ensayos, hay uno que le dedica a la literatura fantástica producida en el Río de la Plata. En este texto Cortázar hace revisión de sus lecturas, nos lleva a su experiencia. Va presentando y reseñando la obra de varios autores (Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Felisberto Hernández) que dan cuenta del especial desarrollo que en la región del Río de la Plata presenta lo fantástico, lo extraño, lo gótico. Por supuesto hay un nombre que se hace ineludible: Horacio Quiroga. Y aquí es donde comienza la anécdota, cito:

    “ Me refiero a Horacio Quiroga, autor de un libro que ejercía una enorme influencia en los hombres de mi generación y cuyo título refleja tanto los méritos como los defectos de su contenido: “Historias de amor, de locura y de sangre””(sic).

    Inmediatamente uno se detiene y dice: hay un error, el libro de Quiroga se titula “Cuentos de amor, de locura y de muerte”. Pero unas líneas más abajo Cortázar nuevamente nos sorprende, cito:

    “uno de sus mejores relatos, “La almohada de plumas””.


    Y uno nuevamente salta y dice: no es la almohada, es el almohadón, el almohadón de plumas. Entonces se revisa la edición, debe haber un error, se busca alguna nota a pie de página, es extraño. No hay nada. Difícilmente Cortázar tendría una caída de ese calibre, se piensa.

    Luego de un rato de darle vueltas al asunto, doy en el clavo. El texto que estoy leyendo fue originalmente escrito por Cortázar en inglés. Es una conferencia que dio en una universidad estadounidense. Seguramente, el propio Cortázar tradujo, para mantener el sentido de los títulos en español: “Tales of love, madness and blood” y “Pillow of feather”. Hasta ahí no hay problema, es el riesgo que siempre se corre. Pero quien tradujo ese texto (la conferencia) al español, ya no fue Cortázar, sino un traductor profesional que a veces lo imagino más frío y otras como un ser parecido a ese personaje de Saramago que cambió la historia del cerco de Lisboa. Quien tradujo este texto al español trajo de vuelta los títulos de Quiroga totalmente mutados, traicionados. Eso sí, todavía conservando el sentido, pero ya definitivamente otros. El viaje que hacen esos títulos, primero del español al inglés y luego del inglés al español, es la traición desplegada. Inocente en su medianía, el viaje llevó los títulos y los devolvió cambiados.

    Lo que me llama la atención sobre esto no es sólo el hecho de si en este ejemplo hay una mala o una buena traducción. No, el punto es la posibilidad de que ese hecho se dé de manera constante, es decir, que no nos demos cuenta que estamos traduciendo la realidad ya traducida, que en verdad estemos leyendo la traducción de la traducción del mundo. Es vertiginoso, pero además es un reto, es una invitación a convertirnos también en traductores. Creo que fue Borges el que planteaba que cada generación debe tener sus propios clásicos, me parece que a eso debemos agregar que además debe hacer sus propias traducciones.


    Santiago, marzo de 2004.

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