Sale el espectro, de Philip Roth
Editorial Mondadori, 254 páginas. Primera
edición de 2007; esta es de 2008
Traducción de Jordi Fibla
A
finales de 2023 estaba terminado el libro Cuentos de Antón Chejov, en una antología de Alba de 870 páginas, y, como iban a llegar mis vacaciones de
profesor en Navidad, había programado leer una novela larga, que iba a ser El
hombre que amaba a los perros de Leonardo
Padura. Sin embargo, el 22 de diciembre, día que empezaban mis vacaciones y
finalizaba los Cuentos de Chéjov,
casi por casualidad, tuve que pasarme por la biblioteca pública de Móstoles y
entonces decidí que iba a entrar allí e iba a sacar un libro, para leer durante
la primera semana de las vacaciones, por pura apetencia, como cuando tenía
veinte o veinticinco años y usaba aquella biblioteca con genuina alegría.
Después de un rato de pasear entre los anaqueles de la biblioteca y de dejarme
tentar, tomé en préstamo Sale el espectro (2007) de Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933
– Nueva York, 2018). Era un libro que había hojeado más de una vez en la
biblioteca Eugenio Trías del Retiro. Está protagonizada por Nathan Zuckerman,
alter ego de Philip Roth, que aparecía (si no me fallan las cuentas) en siete
novelas que ya había leído de este autor: La visita al maestro, Zuckerman
desencadenado, La lección de anatomía, La
orgía de Praga, Pastoral americana, Me
casé con un comunista y La mancha humana.
Dentro
de esta colección de novelas, Sale el
espectro actuaría como una especie de coda final, porque en ella Roth nos
acerca a un Zuckerman decadente que, cuando empieza la narración, lleva once
años viviendo retirado en una casa de campo, y sin pisar Nueva York. Zuckerman
tiene setenta y un año, pero ha sido operado de próstata y, desde entonces,
sufre incontinencia urinaria e impotencia. Cuando comienza la historia,
Zuckerman vuelve a Nueva York para someterle a una operación quirúrgica que
podría hacer desaparecer, o al menos disminuir, sus problemas de incontinencia.
Zuckerman ha de salir a la calle con unos pañales debajo de la ropa interior
que no acaban de cumplir a la perfección su labor, y además está empezando a
sufrir pequeños problemas de memoria. Será este último problema el que de
verdad le preocupe: durante la última década ha ido cortando el contacto humano
y vive recluido en su cabaña escribiendo, la actividad que es el verdadero
motor de su vida. Sigue leyendo, pero ya solo se acerca a releer aquellos
clásicos que más le impresionaron durante su juventud, como las obras de Joseph Conrad. De hecho, es alguien que
no conoce internet en octubre de 2004, momento en el que está ambientada la
novela.
En
la clínica de Nueva York se va a encontrar con una persona del pasado: Amy
Bellette, una joven que, medio siglo antes (en 1956), se había convertido en la
amante del escritor judío E. I. Lonoff quien, después de su muerte, se
encuentra ya casi olvidado en Estados Unidos, pero que fue uno de los maestros
literarios del joven Zukerman cuando deseaba ser escritor. En una de las primeras
novelas de Roth, protagonizada por Zuckerman, La visita al maestro, se narra precisamente una visita que hará
Zuckerman a la casa de Lonoff y allí podrá asistir al momento en el que la
mujer de Lonoff le deja tras descubrir que mantiene relaciones con una de sus
exalumnas, Amy Bellette. Zuckerman va a sentir el impulso de seguir por la
calle a Amy, que parece haber sufrido recientemente una operación en el
cerebro, pero no se atreverá a abordarla. Lo que sí hará será comprar en una
librería de segunda mano la primera edición de los relatos de E. I. Lonoff,
aunque son libros que ya tiene, quiere poder acercarse a ellos, de nuevo, en el
hotel, mientras tenga que permanecer en Nueva York. De hecho, la importancia de
Lonoff en la vida de Zuckerman es tan que vive aislado en las montañas
Bershire, donde vivía Lonoff cuando fue a visitarle por primera vez.
Zuckerman
visita un restaurante italiano, donde aún se acuerdan de él, porque fue su
cliente asiduo hace más de una década. Allí abrirá, después de once años, un
ejemplar de la revista The New York Review of Books y se topará con un anuncio
que propone un intercambio de casa por un año: un piso en Nueva York por una
casa en el campo. Zuckerman, animado por el posible éxito de su operación, va a
sentir que ese anuncio estaba ahí para que él lo leyera y contactara con la
pareja que lo ha puesto. Así va a conocer a Billy Davidoff y a Jamie Logan,
jóvenes aspirantes a escritores. La trama se irá complicando porque un amigo de
Jamie, llamado Richard Kliman está escribiendo una biografía de E. I. Lonoff,
con la intención de revitalizar para la literatura norteamericana la olvidada
figura de este autor, que destacó unas décadas antes. Kliman cree haber
descubierto un secreto que Lonoff ocultó de su biografía y, gracias a la
posible provocación de un escándalo, piensa que se va a volver a hablar del
autor. Kliman también está acosando a Amy Bellette, que fue su última
compañera. Además, Zuckerman descubre que Lonoff, que solo había publicado
libros de relatos, durante los últimos años de su vida estaba escribiendo una
novela que es posible que dejara inconclusa.
Zuckerman,
revivido de repente, empezará a sentir deseos por la atractiva Jamie Logan, y
además sentirá la necesidad de enfrentarse virilmente al musculado y alto
Kliman, porque él no piensa que hurgar en los secretos o los trapos sucios de
un artista sea una forma válida de recuperar su obra, y siente que Kliman solo
es un trepa arrogante. «Pero ¿es biógrafo ese espantoso Kliman? Es un impostor.
Lo manchará todo y a todos, y lo hará pasar como la verdad. Es la integridad de
Manny lo que quiere destruir… y ni siquiera es eso lo que quiere. Así es como
se hacen las cosas ahora: exponer al escritor para que lo censuren. Hacer el
definitivo ajuste de cuentas de cada pequeño yerro. Destruir reputaciones es la
manera que tienen esas nulidades de distinguirse un poco. Los valores, las
obligaciones, las virtudes y las normas de la gente no son más que una
tapadera, un camuflaje para ocultar el repugnante cieno que hay debajo.», le
dirá Amy a Zuckerman hablando sobre Kliman y su deseo de escribir una biografía
escandalosa de Lonoff.
El
tema del deseo que Zuckerman empieza a sentir hacia la atractiva Jamie y que se
verá proyectado en una serie de diálogos inventados con ella que Zuckerman
redacta en su hotel, me ha recordado al planteamiento de la novela El
animal moribundo también de Roth. El deseo sexual siempre ha sido uno
de los temas narrativos de Roth, y también ha sabido plasmar, como en este
caso, su decadencia.
Me
ha chocado el desarrollo de una subtrama: en la página 56 Zuckerman le contará
al lector que decidió dejar Nueva York, once años antes, porque estaba
recibiendo amenazas de muerte por carta y en el campo pensó que se iba a sentir
menos expuesto. No recuerdo que en ninguna de las otras novelas de Zuckerman,
en las que ya vivía en el campo se hablara de este tema, y he llegado a pensar
que quizás se tratase de un golpe de efecto narrativo un tanto desafortunado.
El
contexto histórico en el que se desarrolla la historia es de un Nueva York que
está aprendiendo a revivir después de los atentados de las Torres Gemelas, pero
donde sus habitantes tienen miedo de ser víctimas de un nuevo atentado. Por
este motivo los jóvenes escritores Jamie y Bill quieren irse al campo. Además,
las elecciones presidenciales las va a ganar George W. Bush, algo devastador
para algunos de los protagonistas de la novela.
Me
ha gustado regresar, después de unos años sin hacerlo, a una novela de Philip
Roth, de quien –hasta que murió en 2018– yo solía decir que era mi escritor
vivo favorito. Sin embargo, Sale el
espectro no es una de las mejores novelas de Roth. No quiero decir con esto
que el libro me haya disgustado, puesto que ha tenido encanto poder acercarme a
este Zuckerman decadente y espectral, pero diría que el planteamiento de la
novela ha sido superior a su resolución.
Una
consecuencia inesperada de la lectura de Sale
el espectro ha sido que me llevó a comprar de segunda mano, en la página de
Iberlibro, los Cuentos reunidos de Bernard Malamud, el escritor judío
norteamericano en cuya figura se supone que está basado Lonoff. A ver si leo
estos cuentos pronto.
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