domingo, 3 de septiembre de 2017

Mi mundo privado, por Elvio E. Gandolfo.

Editorial Tusquets. 174 páginas. 1ª edición de 2016.

Ya he comentado, en más de una ocasión, que tras leer varios libros de Elvio E. Gandolfo (Mendoza, Argentina, 1947), me empecé a cambiar correos electrónicos con él. Esto ha llevado a que de vez en cuando conversemos sobre literatura o a que Gandolfo le pida a sus editores argentinos que me envíen sus nuevos libros. De este modo, he leído su último poemario (El año de Stevenson) y su último libro de cuentos (Cada vez más cerca). Hace unos meses me llegó a casa su última novela, titulada Mi mundo privado, que ha aparecido en Tusquets Argentina. La novela no es la distancia narrativa habitual de Gandolfo, que en prosa suele decantarse más por el cuento. Hasta ahora, era Boomerang (1993) su única incursión en este género.

Mi mundo privado comienza con la siguiente frase: «Hace unos días un par de cosas me permitieron descubrir la verdad.» Esa referencia a «la verdad» revelada se va a convertir en un motivo recurrente en el libro. Y esta verdad es esencialmente que dentro de él (un narrador muy cercano al autor) habita un «mundo privado» que sería el constituido por el conjunto de sus ideas, percepciones, recuerdos, sueños, aspiraciones, relaciones extrañas entre los hechos del mundo real… «El mundo real es un sitio perezoso, realista, un poco bobo, enamorado de la frase «es lo que hay». El mundo privado, en cambio, tiene un perfil que pertenece a un solo hombre (o mujer), le gusta la acción, le gusta la imaginación y hasta la fantasía (que usa más el plástico de color, las cintas de la seda, o el papel picado), cuenta con cierta inteligencia (destacada, por momentos), y siempre quiere más.» (pág. 153)

El detonante de la escritura es la conexión que la mente de Gandolfo establece entre el argumento de una novela que imaginó décadas atrás, pero que nunca llegó a escribir, y un vídeo que le envía su hija en el que, en pocos minutos, puede contemplar cómo evoluciona en el agua un cardumen de mantarrayas. En el primer capítulo se narra un resumen de la novela nunca escrita (titulada El día) y otro del vídeo que muestra la sorprendente presencia de las mantarrayas.

Cuando Galdolfo trata de comentar con sus amigos el descubrimiento que ha hecho de su mundo privado y su proyecto de escribir sobre él, éstos le hablan de Philip K. Dick y de solipsismo. La verdad es que dos páginas antes de que apareciera en el texto el nombre de Dick yo ya estaba pensando en él, ya que el narrador había comenzado a cuestionarse los límites entre lo que es real ‒dentro del mundo que percibe‒ y lo que no lo es.

Gandolfo ha descubierto «la verdad» sobre este mundo privado que habita en él, pero el alumbramiento no lo hace desde la solemnidad, sino desde el humor. Continuamente el narrador apela al lector del texto: «Tengo que hacer una solicitud sincera: que me disculpen estos devaneos, idas y vueltas. Es que el descubrimiento me dejó un poco perplejo, encantado y temeroso a la vez. Ustedes ya saben que soy escritor. Pero también saben que un escritor que se van en aprontes, se va quedando a la vez sin lectores.» (pág. 19).
Mi mundo privado acaba siendo un homenaje a la libertad creadora y la dispersión: mi mundo privado, parece decirnos Gandolfo, consiste en ponerse a escribir sin ningún plan previo. De esto modo, irán surgiendo reflexiones sobre sus obras escritas o no y sobre sus recuerdos. En más de un capítulo se evoca su infancia y primera juventud en la ciudad de Rosario, puesto que aunque Gandolfo nació en Mendoza, y allí pasó un año de su vida, su familia es de Rosario y creció en esta ciudad. Se evocan aquí a los tíos pilotos, por ejemplo y, de forma irónica, Gandolfo denomina a esta parte de su novela My own private Rosario. Gandolfo fue (como yo) un lector adolescente de ciencia-ficción. Me gustan las reflexiones que hace sobre los hechos que tienen lugar en la infancia (tener unos tíos pilotos y leer libros de ciencia-ficción) y cómo éstos influyen sobre su mirada adulta del mundo. Tener unos tíos pilotos, por ejemplo, ha hecho que su interés por los aviones haya sido siempre una constante dentro de él.
En otro capítulo Gandolfo evocará a las mujeres de su vida, y en otro nos hablará de la relación con su nieto, que le ha hecho rescatar su pasión infantil por los superhéroes.
Como en su mundo privado Gandolfo establece las conexiones que quiere y ‒a diferencia de lo que ocurre en la realidad lineal‒ él puede tener parte del control sobre lo evocado, en algún momento se le informa al lector acerca del siguiente hecho: se le está escamoteando información. «También aquí dejo de lado ese tema», no dice en la página 72 al pasar de puntillas sobre su divorcio.

Debido a que el mundo privado de Gandolfo (a diferencia de lo que ocurre en el mundo real) se recrea en la imaginación y la fantasía, el lector tampoco debe caer en el error de pensar que todo lo que lee del narrador-Gandolfo se corresponde con las vivencias del Gandolfo-real. «En algunos tramos, como tiraba mucha carne propia al asador, llegué a pensar que esto sería casi un tipo especial de autobiografía. Pero tengo que apresurarme a  aclarar que no. Después de todo, esto es literatura. Hay algunos tramos inventados. Como leo también ensayos y escribo críticas, y soy bastante intelectual, me tienta mantener la indecisión, el suspenso al divino botón. Pero señalaré ya mismo, sin vacilar, un par de cosas que inventé de cabo a rabo.», leemos en la página 133 y Gandolfo le indica al lector dos pasajes de los leídos (que no rebelaré en la reseña) que son inventados.

Si al principio hablaba de Philip K. Dick, en realidad habría que aclarar que la mayor influencia literaria sobre Mi mundo privado es la de la obra de Mario Levrero. Y sobre todo de La novela luminosa. Levrero fue amigo personal de Gandolfo y las conexiones entre sus obras me parecen claras. Si bien La novela luminosa está ordenada (en su extensa introducción de cuatrocientas cincuentas páginas, llamada El año de la beca) como un diario y la narración de Mi mundo privado no depende de la estructura del diario, sino que se deja llevar más por la digresión, hay varias líneas de confluencia entre una obra y otra. El lector de Levrero sabe que éste estaba obsesionado por la búsqueda de «el Espíritu», que vislumbraba en las manifestaciones extraordinarias que sentía percibir en la realidad, y por eso creía en la parapsicología, por ejemplo. Gandolfo en esta novela apunta: «Mi mundo privado está lleno de esos momentos de superstición a medias, corroída por mi carácter de lector, de escritor, de dudador sistemático.» (pág. 127). En La novela luminosa Levrero (gran admirador de Kafka) narra un episodio en el que tiene que renovarse el carnet de identidad con toda la fuerza de la locura burocrática kafkiana; con algo parecido podemos encontrarnos en Mi mundo privado, cuando el narrador se siente atrapado en la maraña de las compañías telefónicas y de internet con las que no puede comunicarse. A Levrero sí le gustaban los ordenadores y la informática y no a Gandolfo (quien incluso declara que no tiene celular), y ésta sí es una diferencia. Levrero reivindica los géneros literarios populares, sobre todo el policiaco, mientras que Gandolfo, gran defensor también de la literatura de género, reivindica por su parte la ciencia-ficción. Levrero centra su mirada en la extrañeza que le causan las palomas, y Gandolfo también convierte a un animal ‒en su caso las matarrayas‒ en metáfora de la extrañeza. Y ambos libros, La novela luminosa y Mi mundo privado, tratan de mostrar la singularidad  y lo perturbador de lo real al pasar por el filtro de la autoconciencia.

La novela luminosa es una de las grandes obras que cimentan la literatura en español del siglo XXI y es lógico que empiece a influir sobre otras novelas. En el caso que nos ocupa la confluencia artística entre Levrero y Gandolfo es tan antigua como visible. Sin embargo, habría que añadir que Mi mundo privado no es La novela luminosa de Gandolfo, puesto que el autor pone aquí tanto de sí mismo (de su particular «mundo privado») que el lector empieza cada capítulo del libro con la sensación de participar en un juego y en una aventura. Uno no sabe de qué va a hablar el siguiente capítulo de Mi mundo privado, igual que al leer uno de los libros de relatos de Gandolfo (Cada vez más cerca, por ejemplo) no sabe si se va a enfrentar a un cuento onírico, de ciencia-ficción, realista, de terror… ¿Será el siguiente capítulo de Mi mundo privado sobre recuerdos de infancia, de relaciones, una reflexión sobre los libros escritos o no escritos…? He escuchado a Gandolfo en una grabación del programa de televisión Otra trama decir que escribió la primera versión de su novela en unos dos meses y medio. Sin embargo, está claro que ha existido un gran trabajo de corrección posterior, puesto que la prosa (eludiendo cualquier idea de barroquismo) es muy eficiente y sonora.

Me ha gustado Mi mundo privado, igual que me gustan siempre los libros de Elvio E. Gandolfo. Como ya he dicho más veces: es sorprendente que el lector español no tenga un fácil acceso a la obra de este original autor. Hace no mucho la editorial de Córdoba (Argentina) Caballo negro publicó un volumen con sus Cuentos completos. El lector español debería tener un fácil acceso a libros como éstos (Cuentos completos, Mi mundo privado…) que, con su mezcla de géneros y de baja y alta cultura, están contribuyendo a la evolución de la narrativa posmoderna en español y aquí parece que no nos estamos enterando. 

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