Ya comenté la semana pasada que, de los libros publicados en 2016, aún
me faltaba por leer Estrómboli de Jon Bilbao
(Ribadesella, 1972), a pesar de que presentía que era un libro que me iba a
gustar, como al final así fue. Una vez que acabé Estrómboli, me apeteció seguir con Bilbao, puesto que tenía en casa
Física
familiar, la cuarta de sus colecciones de relatos. Física familiar lo compré
en la Feria del Libro de Madrid de 2014, un día que estaban en la caseta de Salto de Página Jon Bilbao, que me lo dedicó, y su editor Pablo Mazo. Creo que no lo leí de forma inmediata, algo que habría sido
natural, porque en aquel momento ya era un gran admirador de sus dos colecciones
de relatos publicadas hasta la fecha (Como una historia de terror y Bajo
el influjo del cometa). Compré Física
familiar pensando que era el «nuevo libro de relatos de Jon Bilbao» y luego
descubrí que en realidad estaba formado, en gran parte, por piezas ya
publicadas, en más de un caso con anterioridad a los dos libros que cito.
Física familiar se abre con
tres relatos largos, que, como el autor apunta en una nota final, constituyeron
su primer libro de relatos publicado, con el escueto título de 3 relatos
(editorial Nobel, 2006). El titulado
Física familiar es el primero. En él,
Bilbao nos narra los entresijos que configuran la convivencia de una pareja. Si
éste es el primer cuento que publicó el autor, podemos afirmar que en él ya
estaba definido su estilo: un fraseo parco, que en su deseo de captar el
detalle fino no elude la imagen poética. En primer plano se narra una historia
que tiene que ver en parte con la violencia (en este caso un accidente de
tráfico) y en segundo plano el lector descubre aspectos ocultos de la vida en
pareja de los personajes, abundando en el uso de la analepsis narrativa. Quizás
aquí, con la presencia simbólica de una tarta, he sentido, más claramente que
en otros cuentos, la influencia de Raymond
Carver (lógicamente pensé en la narración Parece una tontería).
El segundo cuento, Preludio y consecuencias de un encuentro
nocturno ‒en el que aparece un perro violento‒ me ha parecido una
primera versión del relato Soy dueño de este perro, aparecido
en el volumen Bajo el influjo del cometa.
En Pequeñas imperfecciones nos encontramos con otro relato sobre
las pulsiones subterráneas de una pareja.
De estos tres primeros cuentos, me llama la atención que no aparezcan
citados los lugares donde transcurren las historias. El lector los lee como si
estuvieran situados en España, pero no hay ningún apunte al respecto. Esto
supone un contraste con los relatos de Estrómboli,
ya que en la mayoría de estos últimos el paisaje físico en el que estaba
situada la acción (Reno, San Francisco, Nueva Zelanda…) acababa convirtiéndose
en un personaje más. Me han gustado estos tres cuentos iniciales. No al nivel
de los contenidos en Estrómboli, pero
es cierto que en ellos se reconoce perfectamente el buen hacer de Bilbao.
En la segunda parte podemos leer cuentos aparecidos en antologías de
relatos.
En Paso a paso hasta el final del día, un hombre regresa al pueblo
de su infancia para enterrar a su padre. Como había leído antes de empezar el
libro la nota final, ya sabía que este relato había aparecido en una antología
de relato fantástico, de modo que ya suponía que el realismo de lo leído en los
tres anteriores habría de quebrarse en algún momento. Lo hace, pero de una
manera muy sutil (podemos encontrarnos aquí, al estilo Henry James, con un cuento de extraterrestres o de locura). Me ha
gustado bastante.
No me gusta, sin embargo, el relato siguiente, titulado Un
anexo al génesis. Un relato ajeno al universo creativo de Bilbao, una
narración descriptiva de un mundo fantástico sin presentar personajes concretos.
Con un número de páginas similar al anterior (bastante inferior a la
media de un relato de Bilbao), sí que me gusta bastante Prueba de amor. De nuevo,
volvemos al tema de las parejas y los hilos ocultos que las mueven.
Me ha gustado Horror a bordo del Boris Butoma, un
cuento que apareció en la antología Rusia imaginada (Nevsky Prospects, 2011), ambientado en
la Rusia más polar. Recuerdo que, en esta misma antología, había un cuento de Óscar Esquivias, que leí en su libro Andarás
perdido por el mundo, y que también me pareció bastante bueno.
En la tercera parte del libro podemos leer tres relatos inéditos.
Podríamos suponer que son posteriores a los aparecidos en Como una historia de terror
(2008) y Bajo el influjo del cometa (2010); pero, como en general me
parecen de un nivel algo inferior a la media de estas colecciones, puedo
aventurar que quizás se trate también de descartes de los libros anteriores.
Un viejo con suerte podría ser un relato arquetípico de Bilbao:
en él asistimos a la relación que existe entre dos parejas jóvenes, en un
momento en que un elemento exterior provoca que se muestren las pulsiones
violentas que llevan dentro. Es un buen cuento, pero creo que en los relatos de
Estrómboli se conseguía una mayor emoción;
el lector acababa conociendo mejor a los personajes que aquí.
En El becerro de Lego Bilbao se acerca al cuento de terror. Esto
me gusta, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los primeros cuentos suyos que
leí fue precisamente Como una historia de terror, y que yo
asociaba a Bilbao con cierta querencia por la temática pulp. Además, aquí el autor ensaya un nuevo enfoque narrativo: el
del género epistolar. La historia sobre unos niños siniestros que desean el mal
para sus padres consigue resultar bastante inquietante.
El eremita me ha sorprendido porque, sin esperarlo, Bilbao nos
propone en él un cuento histórico, ambientado en la guerra entre el persa Ciro
y su hermano Artajerjes II. Un cuento que muestra la violencia más descarnada.
Es un cuento raro dentro de la producción del autor.
Entre Estrómboli y Física familiar me quedo con el
primero, un libro más maduro y redondo que éste. Y si alguien no ha leído a Jon
Bilbao y quiere acercarse a él, desde luego no le recomendaría empezar por Física familiar. Este libro es para los
lectores que, como yo, pensamos que Jon Bilbao es uno de los mejores escritores
de relatos actuales de España, que ya hemos leído Como una historia de terror, Bajo
el influjo del cometa y Estrómboli
y queremos más. Si Jon Bilbao fuese un músico de rock, Física familiar sería su disco de rarezas y caras B. A mí también
me gustan los discos de rarezas y caras B de, por ejemplo, Nirvana. Física familiar
es un libro para admiradores de Jon Bilbao; lo bueno es que, sin estar a la
altura de sus demás colecciones de relatos, no defraudará a sus lectores.
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