Traducción y notas de José C. Vales
Ya comenté hace unos meses que entré, después de años tratando de
evitarlo, en una librería de segunda mano que abrieron en mi barrio, y acabé
comprando cuatro libros por once euros. La librería (me lo preguntó más de un
lector) pertenece a la Fundación Menior
y está en la calle General Pardiñas, 118, en Madrid. Los libros cuestan dos,
tres o cinco euros. Entre los cuatro que compré había dos de la editorial Impedimenta: La
juguetería errante de Edmund
Crispin, que ya leí y reseñé, y La hija de Robert Poste de Stella Gibbons (Londres, 1902-1989).
En la contraportada del libro podemos leer que La hija de Robert Poste «está considerada la novela cómica más
perfecta de la narrativa inglesa del XX». Cuando puse en Facebook una foto con
mis cuatro nuevas adquisiciones, uno de mis amigos en esta red social me
comentó que él consideraba que esta novela no era, en realidad, tan divertida
como la pintaban; un comentario que tal vez hizo disminuir mis expectativas
sobre la novela, pero del que ya hablaré más adelante.
En agosto estuve ocho días de vacaciones en Londres y el día anterior
al vuelo había acabado de leer Padres e hijos de Iván S. Turguénev. Me pareció una buena
idea llevarme a Inglaterra el que había sido, durante el siglo XX, uno de los
más prolongados best-sellers de su
literatura. Durante el viaje (casi todo el día estaba en la calle) me dio
tiempo a leer algo más de la mitad y lo acabé en Madrid.
La protagonista principal de La
hija de Robert Poste es Flora, cuyo padre (Robert Poste), y también su
madre, han fallecido cuando comienza la narración. Flora tiene diecinueve años
y un carácter alegre y resuelto. La renta que le queda para vivir −100 libras
al año− no es excesiva. Al principio se irá a vivir con un amiga en Londres, la
señora Smiling, quien le recomendará que aprenda un oficio (por ejemplo,
secretariado) para poder ganarse la vida. Pero Flora tiene otros planes: aunque
la sociedad reprueba el comportamiento de las personas que sablean a sus amigos,
no hace lo mismo con las personas que viven de sus familiares, así que, antes
que prepararse para tener un oficio, decide escribir cartas a sus familiares y
ver quiénes le contestan y en qué casa le conviene más iniciar su «carrera como
parásita» (pág. 30). Al final decidirá viajar al condado de Sussex, a un pueblo
llamado Howling, donde unos familiares lejanos poseen la granja Cold Comfort.
Cuando llega a Cold Comfort, sus familiares –los estrambóticos
Starkadder– se empezarán a referir a Flora como «la hija de Robert Poste». La
prima Judith le comentará que no le queda más remedio que acogerla debido a lo
que su marido le hizo en el pasado a su padre (una afrenta que no se concreta),
y a los derechos de Flora sobre la granja. Como lector, pensaba que una de las
líneas narrativas (si no la línea
narrativa) de la novela iba a centrarse en las pesquisas que iba a iniciar
Flora para averiguar qué había ocurrido en Cold Comfort con su padre y el resto
de la familia. Imaginaba que este misterio iba a ser el leitmotiv de la narración, pero acaba siendo algo que queda siempre
en un segundo plano.
Los Starkadder son presentados como seres primitivos, pegados al
terruño y a alguna obsesión (religiosa, poética, sexual…) que parece definir
sus individualidades. Todos viven bajo el dominio de la tía Ada Doom, una
anciana que casi nunca abandona su estancia en la parte superior de la casa, y
que al parecer está un poco loca porque de niña «vio algo sucio en la leñera»,
siendo esta expresión un motivo recurrente en la novela. Los Starkadder no
pueden alejarse de la granja porque eso enloquecería a la tía Ada, y cumplen
con esta premisa hasta el punto de mantener en secreto sus matrimonios y tener
a sus mujeres en el pueblo cercano, mientras ellos trabajan y duermen en la
granja. «Siempre ha habido Starkadder en Cold Comfort», será la segunda
sentencia irreparable de la tía Ada, junto a la ya comentada y que hace
referencia a lo que vio en la leñera.
Pese al ambiente opresivo de la granja, Flora no pierde su alegría y
toma la decisión de arreglar la situación que encuentra en Cold Comfort. Y este
será el verdadero motivo narrativo de la novela. De los encuentros con sus
familiares y el deseo de conducirlos hacia una vida más satisfactoria para
ellos surgen las situaciones más simpáticas del libro. Y escribo «simpáticas» y
no «divertidas», porque lo cierto es que el primer adjetivo describe mejor lo
que he sentido al leer este libro que el segundo, aunque la contraportada
afirme que La hija de Robert Poste
«está considerada la novela cómica más perfecta de la narrativa inglesa del
XX», como ya he comentado al principio. El comentario de mi amigo de Facebook me
confirma que es posible que las expectativas de alguien que se acerque a este
libro pensando que va a reírse mucho con él van a quedar defraudadas, o tal vez
no, porque el humor es un asunto muy particular. «Deliciosa… La hija de Robert Poste posee la mordaz
ligereza de Woodhouse y el descarado aplomo de Evelyn Waugh», es otra de las
citas (procedente del periódico The
Independent) recogida en la contraportada. En el prólogo, el traductor José C. Vales nos habla de algunas de
las dificultades que ha encontrado al trabajar en este libro: parte del humor
de la novela reside en la forma de hablar de los habitantes de la granja, algo
que es difícil de trasladar a otra lengua; de hecho, en más de un diálogo,
Gibbons hace transcripciones fonéticas de la forma de hablar del sur de
Inglaterra, lo que podría ser muy divertido para el lector londinense de la
época, pero un problema para un traductor. Además, Stella Gibbons juega también
a inventarse palabras, y algunas de ellas se han incorporado a la lengua
humorística inglesa.
En muchos casos, Gibbons parodia las novelas románticas y
folletinescas del siglo XIX, y hace hincapié en ello con comentarios como «en
las novelas nos solemos encontrar con…». Como lector, tal vez me faltaban las
referencias para saber exactamente qué novelas estaba parodiando Stella
Gibbons.
En la página 202 me encuentro con un detalle narrativo muy curioso:
Flora baja desde la granja hasta el pueblo para hacer una llamada a Londres.
Quiere hablar con su amigo Claud. Leemos: «Claud giró el dial del televisor y
se entretuvo estudiando el rostro amable y pensativo de Flora» y un poco
después: «Ella no podía verlo a él, porque los teléfonos públicos del pueblo no
estaban acondicionados con cámaras de televisión». La novela está publicada en
1932. ¿Es que en esa época existían las videoconferencias? Imaginaba que no,
pero lo he buscado en internet por curiosidad y no he encontrado nada al
respecto. Parece un extraño elemento de ciencia-ficción que entra de repente en
la novela.
En la página 282 se habla de estrellas de cine y se dice: «Al pobre
Morelli lo frieron en la silla eléctrica en el cuarenta y dos» o al hablar de
Clark Gable se dice que de su éxito han pasado ya veinte años.
Estos detalles que comento hacen pensar que el tiempo de la narración
no es anterior a 1932, fecha de su publicación, sino posterior. Tengo que
reconocer que el detalle de la videoconferencia me dejó perplejo.
Por lo que he comentado hasta ahora (principalmente que no me he reído
a carcajadas con la novela) da la impresión de que ésta no me ha gustado; en realidad,
lo que trato de explicar es la confusión que puede provocar la contraportada:
si un lector español del siglo XXI (o al menos el lector español del siglo XXI
que soy yo) se acerca a este libro pensando que va a morirse de risa, quizá quede
defraudado, pero si cambia su perspectiva y piensa que lo que va a encontrarse
es un libro con «encanto», un libro con ese English
charm del que hablé cuando comenté La
juguetería errante de Edmund Crispin (una novela que a mí me pareció más
divertida que ésta), es posible que lo disfrute más.
Lo cierto es que las escenas dibujadas en La hija de Robert Poste están descritas con precisión y Stella
Gibbons usa siempre un lenguaje cargado de gracia. Quizá me habría gustado más
que indagara con mayor profundidad en el misterio de la pasada presencia del
padre en la granja, pero los capítulos en los que se describe el trabajo y los
choques de Flora para mejorar la vida de los habitantes de la granja se leen
con simpatía y se aprecia el orden y el equilibrio en la composición de las escenas.
Sin maravillarme, quizá un tanto decepcionado por las expectativas
incumplidas, he acabado La hija de Robert
Poste con una sensación de agradable ligereza.
Me parece una propuesta de lectura interesante, creo que es el tipo de novela que suele gustatme y quizás la lea en versión original para apreciar todos esos detalles que, como bien señalas, se pierden en la traducción. Y hablando de librerías de segunda mano ¡a mí me encantan! Estuve trabajando como volunataria en una de Birmingham (resido en UK) y disfruté mucho aunque mi bolsillo se resintió bastante, pero encontré verdaderas joyas. Me gusta tu blog así que me quedo por aquí. Un saludo!
ResponderEliminarHola Alejandra:
EliminarMe imagino que será una suerte poder leer este libro en inglés. Algunos de sus neologismos se han incorporado a la lengua inglesa.
Entiendo perfectamente lo del trabajo de librera voluntaria. Yo me lo acabaría llevando todo. Creo que tengo síndrome de Diógenes con los libros.
Pues espero que te guste.
Saludos
Este libro lo tomé prestado de los estantes de mi tío y lo comencé a leer, pero al no encontrar lo que esperaba y leer en la sinopsis todo eso que mencionas de la traducción, lo descarté enseguida (no suelo dejar libros sin terminar, pero si son prestados o de la biblioteca me siento menos culpable).
ResponderEliminarEstuve una vez en la librería que mencionas pero estaba cerrada, y me quedé con ganas de visitarla. Antes frecuentaba más la zona. Tendré que acercarme a posta porque por lo que cuentas merece la pena.
Un saludo.
Hola:
EliminarLa librería de la que hablo era pequeña, pero tenía cosas muy baratas y que estaban bien.
Este libro quizás no es lo que se espera el lector, pero está bien.
Saludos
Intersante reseña, fue sobre uno de los primeros libros que me atreví de manera muy concisa a reseñar en mi blog. Para nada lo esperado, ya que como tú dices se supone que es muy divertido pero difícilmente se puede calificar como tal. Te dejo mi link, la reseña es muy corta
ResponderEliminarhttp://buhonerodelaurora.blogspot.com.es/2013/05/la-hija-de-robert-poste-librode-la.html
Hola Aurora:
EliminarMuchas gracias, me paso a leer tu reseña.
Saludos
Pues tal cual. Lo leí hace un par de años con el peso de la dichosa frase de contraportada con lo de la novela más perfecta y divertida, etc. Sin esos supuestos alicientes la hubiese leído con más placer. Tiene su encanto. Y las ediciones de Impedimenta suman todavía más, pero no se entiende el arrollador éxito en su momento(arrollador para lo que suelen vender en esa editorial). Todavía no he leído su segunda parte. Prefiero a Penelope Fitzgerald de la misma editorial que sin ser tan "divertida" tiene una escritura muy particular.
ResponderEliminarP.D. Por cierto, gracias por el dato de la librería. Doce euros por cuatro libros entre los que hay de Impedimenta es una buena información. Si paso por Madrid la convierto en lugar de paso obligado.
Hola Sergio:
ResponderEliminarCreo que coincidimos en que ahora mismo para un público español hubiera sido mejor no sacar el libro con esa frase que crea unas expectativas que no se cumplen. Pero, efectivamente, el libro no está mal.
A ver si lee a Penelope Fitzgerald, que he visto muchas veces sus libros, pero aún no me he acercado a ellos.
Saludos