De Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 – Barcelona, 2003) ya he
contado en el blog que he leído todo lo que he podido encontrar. Por supuesto
también he leído su poesía.
Aunque el primer impulso de
Bolaño fue el de ser poeta, y la poesía y los poetas tienen una gran
importancia en su obra, siempre me pareció que su prosa era muy superior a su
poesía. Siempre he encontrando –paradójicamente- su prosa bellamente poética, y
su poesía un tanto prosaica.
Sin embargo leí Los
perros románticos con un gran interés, con ese interés que nos
despiertan los escritores que admiramos sin reservas, los escritores a los que
les podemos perdonar todo, incluso las obras que consideramos inferiores, y que
siempre nos producen, sin embargo, placer leerlos, como apuntes de sus grandes
obras, como punteros que señalan el camino para entender más claves de su obra.
De Los perros románticos (su mejor libro de poesía) recuerdo bastante
bien algunos poemas, que me gustaron mucho, y que me apetece traer hoy a este
espacio:
LOS PERROS ROMÁNTICOS
En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar,
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un
crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
AUTORRETRATO A LOS VEINTE AÑOS
Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca
hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno
de miedo,
se me aflojó el estómago y me zumbaba la cabeza:
yo creo que era el aire frío de los muertos.
No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena
acabar tan pronto, pero por otra parte
escuché aquella llamada misteriosa y
convincente.
O la escuchas o no la escuchas, y yo la escuché
y casi me eché a llorar: un sonido terrible,
nacido en el aire y en el mar.
Un escudo y una espada. Entonces,
pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla
junto a la mejilla de la muerte.
Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver
aquel espectáculo extraño, lento y extraño,
aunque empotrado en una realidad velocísima:
miles de muchachos como yo, lampiños
o barbudos, pero latinoamericanos todos,
juntando sus mejillas con la muerte.
LUPE
Trabajaba en la Guerrero, a pocas calles de la casa de Julián
y tenía 17 años y había perdido un hijo.
El recuerdo la hacía llorar en aquel cuarto
del hotel Trébol,
espacioso y oscuro, con baño y bidet, el sitio ideal
para vivir durante algunos años. El sitio ideal para escribir
un libro de memorias apócrifas o un ramillete
de poemas de terror. Lupe
era delgada y tenía las piernas largas y manchadas
como los leopardos.
La primera vez ni siquiera tuve una erección:
tampoco esperaba tener una erección. Lupe habló
de su vida
y de lo que para ella era la felicidad.
Al cabo de una semana nos volvimos a ver. La encontré
en una esquina junto a otras putitas adolescentes,
apoyada en los guardabarros de un viejo
Cadillac.
Creo que nos alegramos de vemos. A partir de entonces
Lupe empezó a contarme cosas de su vida, a veces llorando,
a veces cogiendo, casi siempre desnudos en la cama,
mirando el cielorraso tomados de la mano.
Su hijo nació enfermo y Lupe prometió a la
Virgen
que dejaría el oficio si su bebé se curaba.
Mantuvo la promesa un mes o dos y luego tuvo que volver.
Poco después su hijo murió y Lupe decía que la
culpa
era suya por no cumplir con la Virgen.
La Virgen se llevó al angelito por una promesa
no sostenida.
Yo no sabía qué decirle. Me gustaban los niños,
seguro,
pero aún faltaban muchos años para que supiera
lo que era tener un hijo.
Así que me quedaba callado y pensaba en lo extraño
que resultaba el silencio de aquel
hotel.
O tenía las paredes muy gruesas o éramos los
únicos ocupantes
o los demás no abrían la boca ni para gemir.
Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre
y sentirte desgraciado. Era fácil acompasarla
a tu ritmo y era fácil escuchada referir
las últimas películas de terror que había
visto
en el cine Bucareli.
Sus piernas de leopardo se anudaban en mi
cintura
y hundía su cabeza en mi pecho buscando mis
pezones
o el latido de mi corazón.
Eso es lo que quiero chuparte, me dijo una
noche.
¿Qué, Lupe? El corazón.
MUSA
Era más hermosa que el sol
y yo aún no tenía 16 años.
24 han pasado
y sigue a mi lado.
A veces la veo caminar
sobre las montañas: es el ángel guardián
de nuestras plegarias.
Es el sueño que regresa
con la promesa y el silbido.
El silbido que nos llama
y que nos pierde.
En sus ojos veo los rostros
de todos mis amores perdidos.
Ah, Musa, protégeme, le digo,
en los
días terribles
de la aventura incesante.
Nunca te separes de mí.
Cuida mis pasos y los pasos
de mi hijo Lautaro.
Déjame sentir la punta de tus dedos
otra vez sobre mi espalda,
empujándome, cuando todo esté oscuro,
cuando todo esté perdido.
Déjame oír nuevamente el silbido.
Soy tu fiel amante
aunque a veces el sueño
me separe de ti.
También tú eres la reina de los sueños.
Mi amistad la tienes cada día
y algún día
tu amistad me recogerá
del erial del olvido.
Pues aunque tú vengas
cuando yo vaya
en el fondo somos amigos
inseparables.
Musa, a donde quiera
que yo vaya
tú vas.
Te vi en los hospitales
y en la fila
de los presos políticos.
Te vi en los ojos terribles
de Edna Lieberman
y en los callejones
de los pistoleros.
¡Y siempre me protegiste!
En la derrota y en la rayadura.
En las relaciones enfermizas
y en la crueldad,
siempre estuviste conmigo.
Y aunque pasen los años
y el Roberto Bolaño de la Alameda
y la Librería de Cristal
se transforme,
se paralice,
se haga más tonto y más viejo
tú permanecerás igual de hermosa.
Más que el sol
y que las estrellas.
Musa, a donde quiera
que tú vayas
yo voy.
Sigo tu estela radiante
a través de la larga noche.
Sin importarme los años
o la enfermedad.
Sin importarme el dolor
o el esfuerzo que he de hacer
para seguirte.
Porque contigo puedo atravesar
los grandes espacios desolados
y siempre encontraré la puerta
que me devuelva
a la Quimera,
porque tú estás conmigo,
Musa,
más hermosa que el sol
y más hermosa
que las estrellas.
Yo debo reconocer que en un principio no me gustó nada ni Tres ni Los perros. Con el tiempo he tenido que tragarme mis palabras. Contrariamente a lo que pueda pensarse, cada vez me gusta ser un Saulo camino de Damasco y caerme del caballo. Ser un ex bocazas es un excelente oficio.
ResponderEliminarHola Detective:
EliminarA mí la verdad es que Tres no me acaba de gustar; pero Los perros románticos tienes cosas que están bien. Muchas veces me vienen a la cabeza versos de Musa, por ejemplo; es un poema que me gusta mucho aunque tiene un tono muy adolescente; quizás es más hondo precisamente por eso.
El de Lupe, me intriga: ¿Es Lupe real?, y por tanto ¿el personaje de Los detectives salvajes que es como ella está basado en alguien real que conoció Bolaño de muy joven?
Un abrazo
a mi no me cabe ninguna duda. Bolaño tuvo que vivir una vida tan extraña que seguro que solo tuvo que sentarse a destilar lo que había vivido. Ese es mi gran enigma bolañiano: ¿como pudo vivir todo aquello y luego ser guardian de un camping o vender bisutería en blanes?
ResponderEliminarHola Detective:
EliminarYo imagino que vivió muchas cosas pero que siempre la literatura es el espacio en el que se adorna lo vivido, y se mitifica la juventud.
Saludos
Lupe es un poema magnífico.
ResponderEliminarPor cierto, Andrés Ibáñez homenajea a Bolaño en su última novela, Brilla, mar del Edén, presentado un personaje, Roberto B, que recita un poema apócrifo de Bolaño, creación de Ibáñez (pero bastante conseguido: podría haberlo escrito Bolaño).
Abrazos
Hola José:
EliminarLeí una reseña de la novela de Ibáñez (creo que en el ABC cultural) y me llamó la atención ese homenaje a Bolaño, porque también recuerdo leer hace unos 5 años una crítica escrita por Ibáñez, en el ABC cultural, en la que cargaba contra los cuentos de Bolaño, que Anagrama acababa de sacar en un sólo libro. En ese momento la crítica de Ibañez a los cuentos de Bolaño me pareció desenfocada e injusta; y por eso recordaba yo a Ibáñez como escritor, porque fue aquel que critico tan duramente los cuentos de Bolaño.
Saludos
Aquí escribe un texto más extenso sobre Bolaño (y justifica su antipatía hacia sus cuentos) http://www.revistadelibros.com/ventanas/sobre-antiheroes-y-tumbaso-por-que-bolano-es-grande
ResponderEliminarGracias por el enlace, José.
EliminarMe paso a leerlo.
Saludos
olaaa me encantaron los poemas son geniales
ResponderEliminarHola: lo cierto es que a mí me gusta más la prosa de Bolaño, pero sus poemas también están bien.
EliminarSaludos
Grande, Bolaño, un poco tarde sus compatriotas supimos de él.Es una vergüenza que habiendo vívido en esta linda ciudad Quilpueína, recién tres años atrás hayamos reconocido su casa en El Retiro, con una placa recordatoria que además ya la quebraron, los graciosos de siempre. silvia Lagos J.
ResponderEliminarHola Yany:
EliminarLo cierto es que a mí me gusta más la prosa de Bolaño que su poesía, pero ésta también me gusta.
No sabía que había vivido en esa ciudad (gracias por el dato). Yo tengo pendiente visitar Blanes y pasear por las calles que él paseó.
Saludos
compré 'Tres' estando en Cl
ResponderEliminary confieso que el impacto que guardaba de 'Los detectives salvajes' en gran medida enturbió la impresión que me causó el mencionado 'Tres'.
Pero sigue siendo grande, Bolaño. Grande!
Hola: yo leí "Tres" y la verdad es que no me gustó mucho. Creo que es el ibro de Bolaño que menos me gustó. Como digo arriba, me gusta mucho más su prosa y de la poesía me quedó con algunos de los poemas de "Los perros románticos".
EliminarComo dices, pese a libros menores Bolaño sigue siendo muy grande.
Saludos
no me gustan ,será porque me gusta la "abundancia" poética.
ResponderEliminarMuy bien, interesantes gustos.
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