Editorial Caballo de Troya. 253
páginas. 1ª edición de 2007, ésta de 2009.
Este libro me lo regaló el
escritor Alberto Olmos hace unos dos
meses. Ejerciendo de Lector Malherido
(AQUÍ) las editoriales le envían tantos libros que no le queda más remedio que
ir desocupando su casa de ellos.
Recuerdo haber hojeado Era
el cielo cuando fue novedad editorial en 2009, en la Fnac de Callao:
leí la contraportada, escrita por el editor –Constantino Bértolo– y las primeras páginas. Unas primeras páginas
que ciertamente descolocan e impactan. Empiezan así: “Cuando llegué, dos
hombres violaban a mi mujer”. En aquella ocasión no compré el libro, pero anoté
el nombre del escritor, Sergio Bizzio (Villa
Ramallo, provincia de Buenos Aires, 1956).
Cuando le pedí a Olmos que me
recomendara un libro entre los que ofrecía me alargó éste. Imagino que pensaba
en mi interés por la narrativa argentina.
Las primeras páginas de Era el cielo me han vuelto a impactar
igual que cuando las leí hace tres años, de pie, tomando el libro de una de las
mesas de novedades de la Fnac.
El narrador, un hombre de 43
años, regresa a su casa, y desde la ventana observa una escena que le paraliza:
con ayuda de un cuchillo y la fuerza física, dos hombres están violando a su mujer.
Conserva la cabeza fría, y no se lanza a intervenir por temor a que la maten.
Todo termina. Él no ha hecho nada. Ella le llama por teléfono y finge
normalidad. Él piensa que ella le va a hacer la confidencia de lo ocurrido.
Ella no lo hace. Él no quiere delatarse y contar que lo sabe.
Y yo pensaba que la novela iba a
tratar sobre esto: él sabe que los cambios que ella sufre se deben a su
experiencia traumática y no puede decir nada; qué va a hacer ella a partir de
ahora, qué va a hacer él en consecuencia… Pero este planteamiento novelístico
se interrumpe en la página 39 (la historia había comenzado en la 11), y se da
pie a la segunda parte.
Esta segunda parte constituye el
grueso de la novela, ya que abarca desde la página 43 hasta la 195. Aquí el protagonista
retrocede en el tiempo –unos 2 años– y nos empieza a narrar desde el momento en
que su mujer y él decidieron separarse. Él, en algún momento, quiso ser
escritor, y ahora trabaja como guionista de televisión; ella escribe cuentos
para niños; la nueva amante de él también es guionista y escribe una novela.
Él es un hombre insatisfecho,
crítico con el mundo en el que vive: “Detesto mi trabajo, detesto el mundo de
la televisión; quizás sea por eso que no he podido librarme todavía de él”
(pág. 44). Lo único que realmente parece constituir una realidad positiva para
él es su hijo, y ahora –al separarse de su mujer– se ha establecido una
distancia entre los dos que le resultada dura.
Durante esta segunda parte son
constantes las reflexiones sobre el universo vacío que constituye el medio
televisivo (egos desmedidos de actores, directores…); el paso del tiempo y la
banalidad de la vida (el narrador se encuentra inmerso en una profunda crisis
de la mediana edad); y el hecho artístico, principalmente el literario, como un
mundo inalcanzable para él, bien por imposibilidad creadora, bien por
percatarse del absurdo que le supondría el esfuerzo. “Mi hijo es la mitad de mi
destino, la otra mitad es no escribir (…). Reconozco sin embargo un deseo
sostenido a lo largo del tiempo: escribir, lo llamo deseo porque no escribo, o
porque no escribí (o porque supone la posibilidad de escribir)” (págs. 87-88).
El estilo es seco, frío. Así se
describe el fin de uno de sus compañeros de profesión: “Boas se suicidó ese mismo
día por la tarde, pero Joan Bardem y yo seguimos adelante. A Bardem le había
gustado mi desarrollo de la historia…” (pág. 182).
En la página 190 existe una única
referencia al pasado dictatorial del país: “Mis verdaderos amigos estaban en la
infancia, donde ya no estamos ni ellos ni yo (…). Algunas amistades se habían
deslizado hacia la adolescencia; dos de ellos habían sido asesinados por la
dictadura militar y un tercero se había ido a Berlín, de donde no había vuelto
más. A partir de entonces tuve amistades fugaces que terminaron en traiciones,
decepciones o alejamientos repentinos” (pág. 190).
En realidad, esta segunda parte
es en gran medida una crítica a la clase social media-alta de Buenos Aires, a
sus egos, a sus falsedades, a sus distancias.
La novela que yo creía al
principio que iba a leer se retoma en la tercera parte (pág. 199): él –que ha
regresado con su mujer sólo una semana antes de que tenga lugar la violación–
tiene que acudir por razones de trabajo a España. Tiene miedo a volar, y debe
realizar un cursillo con un psicólogo para superarlo. Mientras, y debido a una
serie de casualidades que recuerdan a las propuestas por Paul Auster en sus novelas, entrará en contacto con los agresores
de su mujer, y deberá decidir si ejerce sobre ellos algún tipo de venganza o
no.
Era el cielo me ha parecido una novela correcta sobre la clase
media-alta argentina, o más en general sobre la insatisfacción de la mediana
edad, escrita con un lenguaje distante, gélido, no reñido con una cierta
poética del detalle bien hallado. Pero, quizás, no he sentido hacia ella un
gran entusiasmo porque, tras las expectativas creadas tras leer las escasas 30
páginas de la primera parte, al llegar a la segunda no dejaba de preguntarme
cosas como las siguientes: ¿si a este hombre le han violando a su mujer, por
qué ahora reflexiona sobre el arte de escribir?, ¿el hecho de que esté en shock no debería impedirle mostrarse
mordaz sobre los medios de comunicación?
He leído más de una página del
libro –de la segunda parte– pensando que la voz narrativa del autor (guionista
de televisión y escritor) ahogaba a la del personaje. Y tal vez la novela
inicial se resuelve en la tercera parte, mediante recursos de thriller, de una forma un tanto
precipitada.
En cualquier caso, Era el cielo contiene más de una escena
brillante –como la tensión que se crea entre los personajes en torno a una
piscina con un tiburón, magistralmente narrada–; esto y la contención en la
prosa me hacen pensar en Sergio Bizzio como en un escritor dotado. No descarto
leer alguno más de sus libros.
¡Cierto! Me había olvidado la impresión que me causó la reseña de este libro y también que quería leerlo. Me indignó y me dio curiosidad la no reacción del esposo, quería saber como continuaba la historia. ¿Conocés a Claudia Piñeiro? Yo tenía un prejuicio con ella y me negaba a leer sus libros. Porque es best seller y también habla sobre la clase media -alta argentina, cosa que me aburre mucho. Pero la ví en una entrevista que le hizo a Baricco, en la feria del libro y me maravilló con sus preguntas lúcidas y el exquisito análisis de la obra de Alessandro. De hecho, él quedó sin palabras un par de veces, gratamente sorprendido. Luego leí algo de su obra y me pareció muy interesante. Con sorpresas y humor.
ResponderEliminarPor cierto, Olmos siempre pone un adjetivo antes de la palabra argentinos :).
Saludos, David.
Hola Analía:
EliminarNo he leído nada de Claudia Piñeiro, pero sí he hojeado alguno de sus libros (aunque lo recuerdo remotamente). Ya miraré algo.
A Olmos le gustan mucho las boutades impactantes, y lo de los argentinos yo creo que le viene desde un encontronazo cibernético que tuvo con Patricio Pron, cuando Olmos sacó "Ejército enemigo", y Pron (aunque es de la misma editorial) lo tiró por los suelos.
Pero yo sé que también lee a escritores argentinos (y sé que alguna idea la ha sacado de mi blog, como leer a Saer o a Di Benedetto).
Lo de Olmos siempre hay que leerlo como una broma.
saludos
Si, no hay cuidado. Yo sigo al malherido y me río muchísimo. Me gusta ese tipo de ironía y además la condimenta con chispazos de genio. Y sé que los argentinos somos insoportables gran parte del tiempo. Y él también :).
EliminarOtro que tengo pendiente es Mas liviano que el aire, de Federico Jeanmarie. ¿Escuchaste hablar de esta novela?
Que tengas buenos días. Besos.
Hola:
EliminarSí, a Malherido le han tomado mucha manía en los dos últimos años y no lo entiendo bien, con lo que nos hemos reído los que lo hemos leído como una broma...
No me suena Jeanmarie, pero ya lo investigo.
Que tengas una buena semana tú también
Besos
Bueno, vale, pues este me lo salto y también cómo tú no descarto leer alguno más de sus libros.
ResponderEliminarSobre las entradillas efectivas se podría hablar mucho pero es demasiado temprano.
Saludos,
Hola Tongoy:
EliminarSí, yo creo que el problema más grave que he tenido para que me guste este libro es que empieza de una forma muy impactante y luego, en realidad, lo que quiere contar es otra cosa; aunque no podría decir que Bizzio es un mal escritor: su prosa es buena.
saludos
Pues a mí Era el cielo me ha parecido una novela extraordinaria y singular, una novela que no te da lo que esperas, sino lo que sólo ella quiere darte, como todas las grandes obras.
ResponderEliminarSaludos,
Pilar
Hola Pilar:
EliminarMe alegro de que te gustara este libro; en realidad no pienso que sea un mal libro, sino que yo me esperaba de él una cosa y al acabar dándome otra me desconcertó, o quizás simplemente no era mi momento para leerlo: sé por experiencia que el momento personal en que se toma un libro (sentirse mal por algo, haber leído libros muy buenas antes...) influye en su apreciación.
Quizás para mí es un poco tramposa la estructura: con esas primeras páginas impactantes para luego contar otras cosas, que la verdad no me supieron muy novedosas.
Si embargo, date cuenta de que el crítico Ignacio Echevarría coloca a esta obra entre las 100 mejores en español (cito de memoria) de lo que llevamos de siglo XXI, y eso me hace pensar que es posible que tú tengas mejor gusto que yo.
saludos
A mí tambén me ha gustado enormemente "Era el cielo" de Bizzio. Desde luego que el comienzo es impactante, de lo más impactante que he léído en años, pero también es cierto que el narrador hace algo que sólo hacen los grandes narradores: darle la espalda al efecto del primer golpe y continuar narrando por otro sitio y por otros caminos. Hay que tener verdadero valor para renunciar el éxito fácil de un primer capítulo impactante. Caso contrario, Bizzio hubiera convertido a su novela en un mero policial. Y su novela es mucho, mucho, mucho más que eso.
ResponderEliminarMarc
Hola Marc:
ResponderEliminarComo le he escrito a Pilar: me alegro de que te gustara tanto esta novela, ojalá me hubiera pasado a mí.
Para mí el problema, repito y matizo, es que empieza prometiendo una cosa... y esto acaba siendo una trampa para atrapar al lector. De repente la novela que quiere leer se abandona, y el autor parece que se olvida de su personaje para hablar de su mundo: una crítica al entorno de la televisión en el que él trabaja. Estoy casi seguro de que alguna de las anécdotas con que salpica el texto le han pasado a él.
Por tanto queda un tanto descompensada la novela: planteas el personaje de un hombre angustiado, y luego me hablas de los miedos de cualquier persona de éxito de mediana edad; y realmente al leerlo me sentía como si estuviese leyendo una imitación de novelas americanas: en la segunda parte de Era el cielo no se cuenta casi nada que no estuviera contenido en el ciclo de Frank Bascombe de Richard Ford, por ejemplo.
Me atrevo a pensar que como novela impactante, Marc, te puede gustar "Sangre en el ojo" de la chilena Lina Meruane.
saludos
Yo te invito a que insistas con el autor leyendo Rabia. Casi apuesta que esa te va a gustar.
ResponderEliminarsaludos
Hola Ana:
ResponderEliminarGracias por la recomendación.
saludos
Bizzio ha sido elogiado por Aira, Fogwill y otros monstruos sagrados de las letras, pero a mí se me hace que es un degenerado. Habéis leído el comienzo de Rabia? Sexo, sexo y sólo sexo.
ResponderEliminarD.
Hola D.:
ResponderEliminarSi le digo la verdad que en un libro haya sexo no me parece ningún criterio para juzgar si es bueno o malo; pero la verdad es que su comentario me crea más curiosidad por leer Rabia que el de Ana, un poco más arriba;
Gracias por animarme a leer Rabia.
Saludos