domingo, 3 de enero de 2010

27 paraguas, por Estelle Talavera Baudet



Editorial El problema de Yorick. 2008, 83 páginas.

El primer poemario de Estelle Talavera se abre con una cita de Baudelaire: “…lo absurdo instalándose en la inteligencia y rigiéndola como una lógica espantosa…”, un aviso de lo que nos vamos a encontrar leyendo sus poemas.

Si el mundo puede ser visto como un gran teatro, Estelle Talavera ha decidido verlo como un gran circo. Así el primer poema se titula Escenas circenses (por pasos), a través de estos versos iniciales el lector penetra en un mundo distorsionado, donde la lógica habitual de las cosas y los sentidos van a quedar atrás. Sin embargo, en la página 34: “El circo pasó de largo / con su triste melodía”, el circo además de una metáfora del desorden podrá ser también símbolo de una alegría evadida.
En el tercer poema, Coger el mundo por los pies, el juego simbólico del circo cobra su sentido más hondo: los poemas de este libro van a tratar de subvertir el orden del mundo: “Si al mundo se lo cogiera por los pies, cabeza abajo, / la línea separaría el cielo mar del mar cielo”, “los brazos serían barcos, los pájaros moluscos” (página 23), una declaración de intenciones audaz que va a configurar el modo de acercarse a los poemas en las páginas siguientes. En ellas nos vamos a encontrar con este mundo dado la vuelta, donde lo submarino se ha convertido en tierra firme, en múltiples referencias metafóricas:”Yo retrocedo en barca desde mi escondite” (pág. 58), “Asomarse a la ventana con los ojos rojos, cavernosos, de erizo, ojos de calamar” (pág. 64)

El amor será uno de los temas predominantes del libro, con versos que suponen una celebración pero también una extrañeza frente a su capacidad para confundirnos y nos ponen en guardia ante su fragilidad, “Lo que me conduce a ti son mis feas noches”, se dice en la página 70. En el desarrollo de esta temática destacaría Sigues bailándome (Pag. 41), uno de los poemas que más me ha gustado, donde se reflexiona sobre el amor a través de la visión de la ropa tendida del amante.
En otros poemas el sujeto narrativo cede la voz a personajes más o menos anónimos o marginales, la bailarina callejera, la mujer que cena sola… destacaría el poema Tango (Página 60-61); o también pueden ser los mismos objetos los que tomen la voz en el poema como Poderoso Candado (pág. 74)

Y, por supuesto, también nos encontramos aquí con la simbología del paraguas: “un paraguas feo y viejo sobre mi cabeza. / Parada en el quicio de la ventana, feliz de pensarte” (pág. 31) del poema Sobrevolando en paraguas. Un paraguas como una absurda protección al usarlo dentro de casa, un refugio inútil frente a tormentas interiores. “No tengo guantes con que agarrar las cosas, / sino un sinfín de paraguas: veintisiete / para no mojarme, para no mancharme, / para no caer de bruces. / Paraguas para impermeabilizar la lluvia, la risa (…)” (pág. 83)

Un primer poemario interesante, fresco, surrealista, con múltiples destellos; y, buscando el mejor adjetivo que lo defina, este es el que encuentro: sugerente.

3 comentarios:

  1. Qué te puedo decir?... que te lo agradezco de corazón... :)

    ResponderEliminar
  2. De nada, Estelle.
    Una interesante lectura.

    ResponderEliminar
  3. No sabría con cuál quedarme: si tuvieran que hacerme una crítica literaria, no sabría elegir entre:

    1.- Escribe como toca el piano Satie que VIla-Matas dice de Laura Navarro.

    2.- El comentario que David Perez hace de 27 paraguas.

    Que voy a leerlo...vaya que sí...

    ResponderEliminar