Editorial Valdemar. 953 páginas. Edición de 2007 sobre textos de 1927-37.
La primera vez que leí un libro de Lovecraft fue exactamente en julio de 1990, cuando tenía 16 años. Llegué a él a través del prólogo que escribió Stephen King para uno de sus libros, El umbral de la noche. Pobre Stephen King, me habló de Lovecraft y me olvidé de él por su mentor de Nueva Inglaterra. Durante los dos años siguientes leí unos cuantos de los libros de Lovecraft en las ediciones baratas de Alianza. Se convirtió en uno de mis autores favoritos.
Más o menos, los mismos días que conocí a Lovecraft fueron los que comencé a escribir. Siempre había creído, a los 12 ó 13 años, cuando la decisión ya estaba tomada en firme, que escribiría novelas y que aún pasaría bastante tiempo hasta que me sintiese preparado para hacerlo; mientras tanto leía libros y usaba el diccionario para enriquecer mi léxico. Pero tras leer un libro de Stephen King llamado Historias fantásticas, a los 15 años, la decepción fue tan grande que pensé que relatos como esos los podía escribir sin problemas. Empecé a escribir relatos, pero no sin dificultades, y aunque los relatos de Historias fantásticas eran bastante flojos no conseguí acercarme ni de lejos.
Lovecraft fue el primer escritor que me hizo fijarme en el estilo, aunque en sus relatos no había mucha acción, -ni sangre, para ser “terror”- a través de la ordenación de las escenas y las frases conseguía crear una atmósfera que llenaba las páginas y las expectativas del lector. Imitando su estilo conseguí uno de mis primeros “éxitos literarios”: gané el concurso de relatos del colegio en 3º de BUP, mi cuento se llamaba Sobre arqueólogos y saqueadores de tumbas (el título lo había fusilado de Ernesto Sábato). Leo ahora ese relato y me entra la risa: ese sabio arqueólogo que busca los restos de una civilización perdida en Perú y un saqueador de tumbas le previene de lo que el hombre no debe sacar de la tierra, de esos misterios del cosmos que es mejor que la humanidad desconozca. El premio fueron 7.000 pelas del año 1991, lo que no está mal. Al menos 5.000 tenía que haberlas arrojado sobre la tumba de Lovecraft en Providence.
Hace dos veranos, leí el Volumen I de la Narrativa completa de Lovecraft editado por Valdemar. Lo disfruté bastante, pero tras leer este Volumen II tengo claro que lo mejor de la producción de Lovecraft pertenece a la última década de su vida.
El Volumen I contenía, incluso, relatos escritos por Lovecraft a la edad de 8 ó 9 años, que más que interesarle a la historia de la literatura deberían hacerlo a la de la psiquiatría (qué niño más siniestro); en él también hay relatos ya de gran madurez. Me gustaron mucho La música de Erich Zann, El miedo que acecha, Las ratas en las paredes, La casa evitada o La llamada de Cthulhu. Todos estos cuentos eran para mí relecturas.
En el Volumen II las historias se hacen más largas (hay incluso dos novelas y al menos una novela corta), las tramas más trabajadas y el estilo más contenido (dentro de que Lovecraft se puede contener). Lo que más me ha sorprendido es que, aunque Lovecraft es uno de mis autores referentes de la adolescencia, no había leído gran parte de lo que desde ahora considero lo mejor de su producción.
El Volumen II comienza con la novela El caso de Charles Dexter Ward, que revisando mi biblioteca lo tenía en la edición de Alianza, pero que no había leído. Creo que ese libro lo compré de segunda mano en la cuesta de Moyano, pero lo dejé sin leer cuando entre los 19 y 20 años abandoné la ciencia ficción y el terror por el realismo. Hace tres años volví casi de casualidad a la literatura de género con un libro de Philip K. Dick (mi otro gran ídolo adolescente) y comprobé que toda la pasión seguía intacta. Dick me parecía tan buen escritor como lo había sentido a los 16, aunque había tenido miedo de experimentar una decepción. Y desde entonces he retomado esporádicamente los géneros con los que crecí; incluso me siento orgulloso de comprobar que de forma intuitiva, sin ser supervisado ni recoger las recomendaciones de nadie, me acerqué a dos escritores de los más complejos, extraños y fascinantes del siglo XX. Leí un poco antes a Stephen King y a Isaac Asimov y no me quedé con ellos, sino que los sustituí por H. P. Lovecraft y Philip K. Dick.
Con Dick abrí este camino adulto del retorno a la adolescencia y creo que con el Volumen II de la Narrativa completa de Lovecraft lo he casi culminado.
En El caso de Charles Dexter Ward, Lovecraft consigue dar una vuelta de tuerca magistral a los elementos del terror gótico y los reinventa, con una trama compleja desde los planos intercalados del presente narrativo y el pasado de su ciudad, Providence. En cierto modo esta novela es una declaración de amor a su ciudad.
Me dejé este Volumen II para estas navidades, quería intentar leerlo en las vacaciones de profesor, su grosor y su peso lo hacen incómodo para leerlo en el metro, sobre todo cuando me toca ir de pie, que suele ser la mitad de los días. Creo que sólo me faltó una linterna para leer El caso de Charles Dexter Ward en la cama. Es cierto que en la supuesta escena más terrorífica se me escapó una carcajada. Sabía exactamente cómo iba Lovecraft a resolver la escena: eludiendo la descripción del monstruo y con un desmayo del protagonista, pero la ambientación era tan buena, el avance de la trama tan original…
En general es cierto que Lovecraft abusa de ciertos convencionalismos en sus relatos: su prosa se desborda de epítetos innecesarios para remarcar el carácter siniestro de las escenas (una horrorosa mañana, un malsano olor, una luz de pesadilla, un rostro demoniaco…); que casi todos los relatos están narrados por un único personaje (masculino) y que prácticamente no hay otros, y que este narrador nunca acaba de creerse lo que le ocurre, lo que permite al lector ir siempre por delante de él en la compresión de lo acontecido; que no sabe crear un personaje femenino; que elude la acción en las escenas claves con un desmayo, con una observación a la distancia del protagonista del terror del monstruo, una visión tan perturbadora que nunca puede describírnosla… pero, parafraseando el discurso que oí de César Aira titulado ¿Cuándo le podemos perdonar a la novela?, me digo ¿qué no le puedo perdonar a Lovecraft?, cuando es un escritor que ha conseguido conquistar de forma tan segura un mundo propio autorreferente, envolvente, fascinante, cuando ha conseguido abrir las puertas de mi mente a abismos subconscientes de terror cósmico, insondable…
Me han gustado también mucho otros relatos largos que conocía pero no había leído, como El horror de Dunwich, La sombra sobre Innsmouth, El que susurra en la oscuridad o Los sueños de la casa de la bruja (este último sí era relectura).
He releído también En las montañas de la locura, novela que había leído de adolescente y que en su momento no cumplió con mis expectativas. En ella se narra el viaje científico de una expedición a la Antártida y la civilización arcana que descubren allí. En su momento me pareció que el relato se demoraba demasiado en la descripción, a través de la lectura de grabados, de la historia de esa civilización. Esta vez el texto me ha parecido más evocador y me ha gustado más (hay un proyecto cinematográfico de Robert Rodríguez, no sé si cuajará). De esta novela me gustaría resaltar un párrafo final: “Es absolutamente necesario, por la paz y seguridad de los hombres, que no turbemos ciertos rincones oscuros de la Tierra y ciertas profundidades no sondadas, no vaya a ser que despierten a una vida renacida anormalidades y pesadillas que perviven de manera blasfema, y salgan de sus negras madrigueras, chapoteando o contorsionándose, a emprender nuevas y más vastas conquistas” (página 482), supongo que en estas palabras queda resumida la cosmogonía del universo lovecraftniano (y que yo bien había asimilado en aquel relato primerizo Sobre arqueólogos y saqueadores de tumbas)
Resalto otro párrafo de El caso de Charles Dexter Ward: “Los doctores Peck, Waite y Lyman no estaban dispuestos a conceder mucha importancia a la extraña correspondencia del joven Ward, porque sabían la propensión a asociarse de los que comparten excentricidades y manías, y creían que lo único que había pasado era que Charles o Allen había dado con un colega expatriado, quizá alguien que había visto la escritura de Orne y la copiaba en un intento de fingirse la reencarnación del desaparecido personaje” (página 138). Un Ward que ha renunciado a la idea de ir a la universidad para encerrarse en su casa a estudiar libros antiguos, algo muy similar a lo que hizo el propio Lovecraft, quien a pesar de ser un niño con rasgos de superdotado, renunció a los estudios superiores y se enclaustro en su casa de Providence durante 5 años, el periodo de sus 18 a los 23. Y que cuando empezó a ser reputado en el mundo de las revistas pulp se relacionaba con sus mejores amigos por carta, escritores de género fantástico a su vez; y en esos nigromantes encerrados en sus casas estudiando libros malsanos he visto una transfiguración del propio Lovecraft, Robert. E. Howard, August Derleth, Clark Ashton Smith o el más joven (y seguramente más espabilado) Robert Bloch. El llamado Círculo de Lovecraft: tipos extraños, creadores de mundos fantásticos que a la larga, y después de su muerte, han dado mucho dinero a otros, con adaptaciones cinematográficas o venta de libros, pero en su momento imposibilitados para la vida real.
También he leído en clave autobiográfica todas las referencias borgianas (ya hablé en este blog de la relación entre Borges y Lovecraft) a bibliotecas y libros perdidos o prohibidos. En su última novela, La sombra de otro tiempo, la mente de un hombre es ocupada por un ser venido del pasado más remoto de la Tierra, y su mente es trasladada a esa época durante 5 años, que luego recordará como sueños. Allí, en aquella época remota, el protagonista, en el cuerpo de un ser cónico con tentáculos, se dedica a escribir sobre su vida rodeado de otros seres de físico similar al suyo pero con mentes transportadas de otras épocas y lugares del espacio… un trasunto tal vez del propio Lovecraft creando los mitos de Cthulhu o de Howard escribiendo las crónicas de Conan… en cuerpos extraños, asexuados, en épocas que no logran comprender, aislados, pero escribiendo sobre su experiencia y su fuga de su propia época.
Algunos cuentos que son meras descripciones de sueños no me han gustado, como Gente muy antigua o El clérigo malvado. Lovecraft daba mucha importancia a sus sueños, pero creo que su mera trascripción no compone un buen relato. Tampoco me ha gustado A través de las puertas de la llave de plata, que es una continuación de relatos del Volumen I (del llamado ciclo de Radolph Carter), escrito reelaborando un texto de otro escritor, E. Hoffmann Price, que continuó un relato de Lovecraft. Quizás este ciclo de Radolph Carter sea lo que menos me gusta de la obra de Lovecraft porque aquí deja volar su imaginación sin ataduras, y las páginas avanzas describiendo unos hechos o a seres fantásticos sin control, sin medir los efectos buscados, sin ordenación previa del texto.
He echado en falta al menos un relato en esta Narrativa completa: En los muros de Erix, leído en el libro de Alianza El clérigo malvado, un cuento de ciencia ficción que recuerdo muy bien porque en el verano de 3º de BUP a COU lo fusilé en mi primer intento de escribir una novela, que se quedó en unas 60 caras manuscritas, con mi letra grande y fea. Ese relato es una colaboración con un tal Kenneth Sterling, y supongo que habrá habido un problema de derechos.
He dejado para el final hablar del relato El color del espacio exterior, lo mejor del libro, lo mejor (a mi juicio y el del propio Lovecraft) del escritor de Providence. 36 páginas en las que esta vez sí, Lovecraft consigue contener el estilo y condensar todos sus temas sobre el terror cósmico surgido del espacio, fuera de cualquier contesto religioso, un terror amoral, destructor… Ya lo había leído, no recordaba que fuese tan bueno. Uno de los mejores relatos fantásticos que he leído nunca; es más, uno de los mejores relatos que he leído nunca, a secas. Se publicó por primera vez en 1927 en la revista Amazing Stories y su director, Hugo Gernsback (inventor del término “ciencia ficción”), sólo pago por él 25 dólares a Lovecraft, quien se refería a él como “Hugo el Rata”. ¿Hugo el Rata, te pregunto a través de eones de tiempo, cómo pudiste pagar sólo 25 pavos al tirado de Lovecraft por esta maravilla, cuyo logro puede redimir la vida de cualquier escritor? Lovecraft nunca vio editado un libro con su nombre, nunca logró salir del circuito de las revistas pulp, salvo en una edición muy cutre de La sombra sobre Innsmouth de 500 ejemplares llenos de erratas, de los que se vendieron 150, y de la que Lovecraft se avergonzaba.
Tengo que leer una biografía de Lovecraft, es uno de los escritores más extraños de todo el siglo XX (y puede que de algún siglo más): ¿cómo sería esa renuncia a Nueva York, su divorcio y la vuelta a su natal Providence para vivir encerrado en la casa familiar con dos tías, y malviviendo escribiendo relatos que le podían aceptar en una revista o no, alimentándose de lo más barato?
Una breve mención aparte merecen las 150 páginas de notas del volumen. Cuando empecé a leer El caso de Charles Dexter Ward, las notas me abrumaron. La lectura del texto era continuamente interrumpida por llamadas de atención en las que se explicaba la historia de cada edificio de Providence que Lovecraft cita en la novela. Me las tuve que empezar a saltar, hasta que detectaba alguna que me pudiera interesar. Las que me más me gustan son las primeras de cada texto, en las que se habla de cuándo fue escrito el relato y cuándo se publicó y en qué condiciones. La mejor nota es una referente al relato Historia del Necrononicom, en la que se afirma que, según Joan C. Stanley, Miguel de Cervantes, cuando estaba preso en Argelia, tradujo el libro inventado por Lovecraft del árabe al castellano. Claro, me dio la risa. Qué grande eres Joan C. Stanley, ¿en qué universidad das clases de Literatura Americana?
Supongo que si alguien ha conseguido leer esta entrada hasta aquí se habrá percatado que esto más que una reseña es una declaración de amor adolescente.
¿Quién no ha querido alguna vez asistir a las clases de la universidad Miskatonic de Arkham, y poder leer en su biblioteca las página malditas del Necronomicom del árabe loco Abdul Al Hazred?