domingo, 3 de abril de 2022

Las venas abiertas de América Latina, por Eduardo Galeano

 


Las venas abiertas de América Latina
, de Eduardo Galeano

Editorial Siglo XXI. 349 páginas. 1ª edición de 1971, ésta es de 2021.

 

Lo cierto es que nunca había leído nada de la obra de Eduardo Galeano (Montevideo, 1940 ‒ 2015) porque le tenía mentalmente catalogado (sin estar seguro de tener o no razón) como «escritor cursi». Sin embargo, hace unos ocho años mi amigo el escritor mexicano Federico Guzmán Rubio, cuando vivía en Madrid, me preguntó si había leído Las venas abiertas de América Latina, un libro ‒aseguraba‒ que todos los latinoamericanos habían leído. Le dije que no, y entonces él le quitó importancia a su pregunta, diciendo que tampoco hacía falta que lo hiciera. Me quedé con la intriga desde esos días.

Normalmente elijo ficción para leer, porque considero la lectura un entretenimiento, un refugio del cansancio diario, pero, de vez en cuando, me he estado acercando, durante los últimos años, a algún ensayo, sobre todo de teoría económica, y pensé que Las venas abiertas de América Latina podía encajar en este tipo de lecturas. Además quería conocer de primera mano un texto que sabía que había sido importante para varias generaciones de latinoamericanos, zona del mundo que suele ser de mis preferidas para elegir mis lecturas de libros de ficción.

 

En 2021 se han cumplido cincuenta años desde la publicación original del libro y, por el mismo precio, me compré la «edición conmemorativa» que tiene tapas duras, sobrecubierta, es más grande (y esto hace que los reglones se muestren en la página más oxigenados), ilustraciones, y venía acompañado de unas láminas ilustradas.

 

El libro empieza con el siguiente párrafo: «La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones.» En estas palabras se encuentra resumido el ensayo de Galeano, que, desde la primera línea, establece una conversación con el escocés Adam Smith, cuyo ensayo La riqueza de las naciones (1776) comienza así: «El mayor progreso de la capacidad productiva del trabajo, y la mayor parte de la habilidad, destreza y juicio con que ha sido dirigido o aplicado, parecen haber sido los efectos de la división del trabajo.»

Si Smith nos habla de las bondades de la especialización, Galeano nos va a mostrar sus problemas, extrayendo ejemplos de la historia de Latinoamérica, así que Las venas abiertas de América Latina fue escrito como una antítesis de La riqueza de las naciones.

 

Una de las tesis del liberalismo económico es que la economía no es un juego de suma cero, ya que consideran que si el mercado funciona de un modo libre todos sus participantes saldrán ganando. Galeano no comparte esta tesis: «La historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial.» (pág. 16)

 

Las venas abiertas de América Latina se estructurada ocupándose, en cada una de sus partes, de la explotación de algún tipo de bien. El texto se divide en dos bloques, el primero se llama La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra. Y su primero capítulo es Fiebre del oro, fiebre de la plata. Galeano se remonta a la época del descubrimiento de América, por parte de los europeos, para hablarnos de la obsesión inicial de los conquistadores por el oro. «La hazaña del descubrimiento de América no podría explicarse sin la tradición militar de guerra de cruzadas que imperaba en la Castilla medieval, y la Iglesia no se hizo rogar para dar carácter sagrado a la conquista de las tierras incógnitas del otro lado del mar.» (pág. 27).

En algunas islas del Caribe, como en Dominica, los nativos fueron exterminados en la imposición de las duras tareas de los lavaderos de oro. Algunos indígenas se suicidaban y mataban a sus hijos.

 

Una de las críticas a Galeano consiste en señalar que cae en el mito del «buen salvaje». Es cierto que no habla de las luchas que existían entre los pobladores de Mesoamérica o los incas, que permitieron que Hernán Cortés o Francisco Pizarro pudieran realizar sus conquistas, y sí señala, sin ahondar en ello, una realidad que no es falsa: «Había de todo entre los indígenas de América: astrónomos y caníbales, ingenieros y salvajes de la Edad de Piedra.» (pág. 30). Además fueron elementos como los caballos, desconocidos en América, los que ayudaron en la conquista, y las enfermedades diezmaron a los indios.

En 1521, Cortés conquista Tenochtitlán, y durante años excavaron el fondo del lago en busca de oro.

 

Es muy interesante el capítulo España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche. En él se habla de que la Corona española estaba endeudada, y casi todos los cargamentos de oro y plata que llegaban a España se iban a los banqueros alemanes, genoveses o flamencos. «Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible.» La Corona española abría frentes de guerra y la aristocracia se dedicaba al despilfarro. Los capitalistas españoles compraban títulos de la Corona y se convertían en rentistas, en vez de incrementar el desarrollo industrial. Los telares españoles, por ejemplo, fueron desapareciendo durante el siglo XVI.

En las colonias no se diversificaron las economías internas y las clases dominantes se dedicaron a despilfarrar. El número de europeos y criollos desocupados aumentaba  sin cesar. «El valor de las exportaciones latinoamericanas de metales preciosos fue, durante prolongados periodos del siglo XVI, cuatro veces mayor que el valor de las importaciones.» (pág. 43), ésta es una idea sobre la que Galeano volverá varias veces en el libro.

 

Me ha sobrecogido la historia de la ciudad de Potosí, actualmente en Bolivia. En 1650 se convirtió en una de las más grandes y ricas del mundo, debido a sus minas de plata, edifica sobre ocho millones de cadáveres de indios, apunta Galeano (una cifra que parece una exageración). En la actualidad (el libro se escribió en 1970) Potosí tiene tres veces menos habitantes que hace cuatro siglos.

 

Galeano afirma: «Los indios de las Américas sumaban no menos de setenta millones, y quizás más, cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el horizonte; un siglo y medio después se habían reducido, en total, a sobre tres millones y medio.» (pág. 53) la fuente que cita Galeano es la de Darcy Ribeiro, con datos de Henry F. Dobyns y Paul Thompson. He buscado en internet información sobre estas cifras y no parece haber un consenso muy claro sobre ellas. Galeano toma, en cualquier caso, las estimaciones más altas posibles de muertes de indígenas americanos.

 

Galeano habla de las Leyes de Indias, pero que en muchos casos se incumplían, y los indios trabajaban en las montañas de Potosí en muy malas condiciones. Al usarse mercurio para extraer la plata, los trabajadores morían envenenados.

Desde 1536 los indios eran otorgados en encomienda junto a su descendencia. Es decir, debían trabajar como esclavos para un líder procedente de España, y además debían ser evangelizados.

 

Después, Galeano habla del oro de Brasil, que se tardó más en descubrir que el de México, o la plata de Potosí. Pero dos siglos más tarde el oro apareció en Minas Gerais. 10 millones de negros se trasladaron desde África hasta la abolición de la esclavitud en Brasil. Muchos de estos negros morían en la travesía marítima, y de media solían aguantar 7 años trabajando antes de morir.

Más de la mitad del oro de Brasil acababa en Inglaterra y Holanda, que usaban este oro para concentrar inversiones de capital en el sector manufacturero.

 

El segundo capítulo se titula El rey azúcar y otros monarcas agrícolas, y en vez de la explotación de los minerales de Latinoamérica, Galeano nos habla ahora de los problemas que sufrió la región con los monocultivos.

Colón llevó el azúcar a América y se convirtió, durante tres siglos, en su producto agrícola más solicitado. Y para su producción se usaba mano de obra esclava. Hasta mediados del siglo XVII, Brasil fue el mayor productor de azúcar del mundo, a la vez que Brasil era el mayor mercado de esclavos del mundo. Las empresas holandesas participaban en la instalación de los ingenios y en la importación de esclavos, además de recoger el azúcar en bruto en Lisboa.

Según Galeano, en 1970 el nordeste de Brasil es, en la actualidad, la región más subdesarrollada de Occidente, y esto es una herencia de la dependencia del monocultivo del azúcar.

 

En Cuba también entró con fuerza el monocultivo del azúcar, una industria creada sobre las necesidades de otras naciones. La dictadura de Batista vendía casi todo su azúcar a Estados Unidos. «El azúcar del trópico latinoamericano aportó un gran impulso a la acumulación de capitales para el desarrollo industrial de Inglaterra, Francia, Holanda y, también, de los Estados Unidos.» (pág. 95). Aunque Adam Smith decía que el descubrimiento de América había «elevado el sistema mercantil a un grado de esplendor y gloria que de otro modo no se hubiera alcanzado jamás», según Sergio Bagú, el más formidable motor de acumulación de capital mercantil europeo fue la esclavitud americana. Un dato escalofriante: de los 70.000 esclavos que la Compañía Africana embarcó entre 1680 y 1688 solo 46.000 sobrevivieron a la travesía, y, sin embargo, esta compañía daba un 300% de dividendos y entre sus accionistas figuraba Carlos II.

Aunque Inglaterra fue la gran potencia esclavista, en el siglo XIX pasó a ser la principal potencia antiesclavista, porque ahora necesitaba mercados con mayor poder adquisitivo, y esto hacía que prefiriese asalariados a esclavos.

 

La trata de esclavos en Nueva Inglaterra facilitó también la acumulación de capital que dio origen a la revolución industrial en Estados Unidos: en el siglo XVIII, los barcos de Boston, Newport o Providence llevaban barriles de ron hasta las costas de África; allí cambiaban el ron por esclavos, que se vendían en el Caribe y de allí llevaban melaza a Massachussetts, donde se destilaba y se convertía en ron. En Estados Unidos se quedaban los grandes beneficios de este proceso.

En 1888 se abolió la esclavitud en Brasil.

 

Otro monocultivo al que se entregó Brasil fue al del caucho, que disponía de casi las reservas mundiales de goma. Los ingleses consiguieron trasladar las semillas a Malasia y la prosperidad de la goma de Brasil se hizo humo.

 

La prosperidad de Venezuela se identificó con el cacao, pero de nuevo los ingleses desarrollaron sus propias plantaciones en África y se acabó esta prosperidad.

Brasil también se dedicaba al algodón, pero la producción a gran escala del sur de Estados Unidos y sus mejoras tecnológicas tiraron los precios y Brasil quedó fuera de juego.

 

Uno de los grandes problemas que ve Galeano a los monocultivos es la dependencia de las fluctuaciones de precios internacionales, que hace que los mercados de Latinoamérica acaben hundiéndose. Además, los productores sufren bajadas de precios para los trabajadores en sus sectores, pero en los países ricos las personas que distribuyen o manipulan esos productos reciben salarios mucho más altos.

 

«En toda Centroamérica los embajadores de los Estados Unidos presiden más que los presidentes.» (pág. 125). Los Estados Unidos ocuparon Haití durante 20 años, a partir de 1915. En otros países, como en Guatemala, cuando el gobierno quiso iniciar una reforma agraria (en 1952, con el presidente Juan José Arévalo), Estados Unidos ayudó a derrocar al presidente electo, imponiendo a un dictador, para perpetuar el poder latifundista sobre la tierra.

 

En Argentina, José Artigas sí inició realmente una reforma agraria en 1815 y luchó contra el centralismo de Buenos Aires o Montevideo. Pero la intervención extranjera acabó con esto de nuevo.

La Revolución mexicana también sufrió varias veces la intervención de los Estados Unidos. Según Galeano, una de las claves de la prosperidad de Estados Unidos es que los peregrinos del Mayflowers no atravesaron el mar en busca de tesoros legendarios, ni para explotar a la mano de obra indígena, sino para establecerse con sus familias y reproducir el sistema de vida europeo. Así en las 13 colonias originales el centro de la vida económica estuvo en las granjas y en los talleres y no en el monocultivo.

 

El tercer capítulo de la primera parte se titula Las fuentes subterráneas del poder. Los norteamericanos importan la séptima parte del petróleo que consumen, un quinto del cobre y la mitad del cinc. Estados Unidos sigue comprando estas materias primas en Latinoamérica. Según Galeano, los golpes de estado en Argentina han seguido los ciclos de las licitaciones del petróleo.

En Perú, a mediados del siglo XIX, se desarrolló la industria del guano como fertilizante.

La guerra entre Chile, Perú y Bolivia, que tuvo que ver con los impuestos al salitre, fue la Guerra del Pacífico entre 1879 y 1883. Sin embargo, en 1890 Chile destinaba a Inglaterra las tres cuartas partes de sus exportaciones, y Chile funcionaba como un apéndice de la economía británica.

Según Galeano, Simón Patiño era el dueño de la mejor veta de estaño de Bolivia y ponía y quitaba presidentes a su antojo, desde Europa.

El control del petróleo en el mundo está en manos de un cártel nacido en 1928, cuando la Standard Oil de Nueva Yersey, la Shell y la Anglo-Iranian (hoy British Petroleum) se pusieron de acuerdo para dividirse el planeta. Según Galeano, los intereses de este cártel fueron los que promovieron la guerra del Chaco (1932-35).

De Venezuela proviene casi la mitad de los capitales que Estados Unidos sustrae de Latinoamérica y en 1970, Venezuela es uno de los países más pobres de la zona. Además los indígenas fueron despojados de sus tierras, en las que había petróleo.

 

La segunda parte del libro se titula El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes.

Su primer capítulo es Historia de la muerte temprana y en él se habla de la influencia de Gran Bretaña sobre los países latinoamericanos, una vez que estos se independizaron de España y Portugal. Así los cueros del Río de la Plata eran pagados con tejidos ingleses. Como imagen significativa, Galeano apunta que cuando el 25 de mayo de 1810 se constituyó en Buenos Aires la junta revolucionaria una salva de cañonazos de los buques británicos la celebró desde el río. Galeano sigue cuestionando las ideas de Adam Smith al escribir que el liberalismo económico dañó las incipientes manufacturas locales. Galeano da cifras del crecimiento industrial manufacturero, anterior a la independencia, y así señala, por ejemplo, que en Cochabamba había 80.000 personas dedicadas a la producción de lienzos de algodón.

Los gauchos argentinos acabaron llevando ponchos fabricados en Yorkshire.

Según Galeano, el liberalismo económico se convirtió en una verdad revelada para Gran Bretaña solo a partir del momento en el que estuvo segura de ser la más fuerte y después de haber desarrollado su propia industria textil al abrigo de la ley más proteccionista de Europa. Latinoamérica entró en la órbita británica como suministradora de materias primas y compradora de productos elaborados, de la que solo saldría para cambiar a Gran Bretaña por Estados Unidos.

En 1844, las plantas de Puebla (México) producían 1.400.000 cortes de manta gruesa, pero la inestabilidad política y las presiones europeas hicieron que esta industria hubiera desaparecido en 1850.

«La casi totalidad de los ingresos de Buenos Aires provenía de la aduana nacional, que el puerto usurpaba en provecho propio, y más de la mitad se destinaba a los gastos de guerra contra las provincias, que de este modo pagaban para ser aniquiladas.» (pág. 207)

El gobierno de Juan Manuel de Rosas dictó en 1835 una ley de aduanas proteccionista, hasta la batalla de Caseros de 1852, en la que de venció a Rosas, había en Buenos Aires más de cien fábricas prósperas. El gobierno inglés intervino frente a las restricciones del comercio de Rosas. Para Sarmiento, Rosas solo era el símbolo de la barbarie. El presidente Bartolomé Mitre inició en 1862 una guerra de exterminio contra las provincias.

 

En la guerra de la Triple Alianza, Brasil, Argentina y Uruguay destruyeron la prosperidad de Paraguay. El dictador Gaspar Rodríguez de Francia había mantenido al país en el aislamiento, y el comercio internacional no era el eje de su economía. En 1865, la balanza comercial arrojaba superávit. La guerra duró cinco años y fue una carnicería. Las tropas invasoras llegaron en 1870 a redimir al pueblo paraguayo, pero en realidad le habían exterminado. Solo 250.000 paraguayos (la sexta parte del país) sobrevivió, y los ganadores quedaron en manos de los banqueros ingleses, que fueron los que financiaron la aventura. Del Paraguay derrotado desapareció la población, las aduanas, los hornos de fundación y los ríos clausurados al comercio.

 

En Brasil los precios de sus exportaciones entre 1821 y 1830 y entre 1841 y 1850 bajaron casi a la mitad, mientras que los precios de las importaciones permanecieron estables.

 

Mientras tenía lugar la guerra del Chaco, en Estados Unidos el norte industrializado ganaba al sur en su guerra de Secesión. El general Ulysses Grant declaraba que durante siglos Inglaterra había confiado en el proteccionismo y que Estados Unidos debía hacer lo mismo, y adoptar el liberalismo cuando el proteccionismo ya no pueda darles más. Los Estados Unidos empezaron a exportar la doctrina del libre cambio solo después de la Segunda Guerra Mundial.

 

El segundo capítulo se titula La estructura contemporánea del despojo. A partir de la Segunda Guerra Mundial se repliegan en América Latina los intereses europeos a favor de los norteamericanos. En Latinoamérica un puñado de empresas norteamericanas controlan casi todas las inversiones. Por ejemplo, en Brasil el trato a las empresas extranjeras es de los más liberales del mundo; no hay allí limitaciones a la repatriación de capital.

Galeano es crítico con las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Latinoamérica, ya que según él sus actuaciones agudizan los desequilibrios. Todos los países latinoamericanos juntos no suman la mitad de los votos de los que dispone Estados Unidos para orientar las políticas del FMI.

Solo en 1968, más de 70 nuevas filiales de bancos norteamericanos abrieron en América Central, el Caribe y los países más pequeños de América del Sur. Todo esto sirve para que el ahorro latinoamericano se vaya a empresas norteamericanas. Sin embargo, según la ley norteamericana, ningún banco extranjero puede operar en los Estados Unidos como receptor de depósitos.

«El Imperio envía al exterior sus marines para salvar los dólares de sus monopolios cuando corren peligro y más eficazmente, difunde también sus tecnócratas y sus empréstitos para ampliar los negocios y asegurar las materias primas y los mercados.» (pág. 253)

«En Bolivia, los préstamos norteamericanos no proporcionaron un solo centavo para que el país pudiera levantar sus propias fundiciones de estaño, de modo que el estaño continuó viajando en bruto a Liverpool.» (pág. 258)

«Es el círculo vicioso de la estrangulación: los empréstitos aumentan y las inversiones se suceden y en consecuencia crecen los pagos por amortizaciones, intereses, dividendos y otros servicios; para cumplir con estos pagos se recurre a nuevas inyecciones de capital extranjero, que generan compromisos mayores, y así sucesivamente.» (pág. 262)

Cada vez vale menos lo que Latinoamérica vende al primer mundo y cada vez es más caro lo que ha de comprar. Los salarios bajos determinan los precios bajos en los países pobres, y las barreras arancelarias protegen los salarios altos en los países ricos.

 

El ensayo original acaba con la siguiente inscripción: «Montevideo, fines de 1970», pero luego hay un apéndice titulado Siete años después. Galeano habla aquí de la recepción del libro, que fue prohibido por las dictaduras de Uruguay, Chile y Argentina.

 

Han sido muy comentadas unas declaraciones que hizo Eduardo Galeano en la Segunda Bienal del Libro en Brasilia, que tuvo lugar entre el 11 y el 21 de abril de 2014. Allí Galeno pronunció frases como éstas sobre Las venas abiertas de América Latina: «No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado.», «Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital.», «Yo no tenía la formación necesaria. No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada.», «En todo el mundo, experiencias de partidos políticos de izquierda en el poder a veces fueron correctas, a veces no, y en muchas ocasiones fueron demolidas porque estaban correctas, lo que dio margen a golpes de Estado, dictaduras militares y periodos prolongados de terror, con sacrificios y crímenes horrorosos cometidos en nombre de la paz social y del progreso. En otras ocasiones, la izquierda ha cometido errores muy graves.»

 

Estas declaraciones de un Galeano de 73, que moriría al año siguiente, en 2015, comentando el libro que escribió con 30 años, le han servido a más de uno para querer invalidar por completo su ensayo. Diría que Galeano matizaba sobre todo sus comentarios en Las venas abiertas sobre el gobierno de Castro en Cuba, como se desprende de las últimas frases entrecomillas. Como ocurre en casi todos los ensayos políticos, resulta mucho más fácil dar el diagnóstico de lo que no funciona en economía que sus soluciones. De este modo, Karl Marx en El capital, por ejemplo, propone la nacionalización del capital empresarial, algo que, como la historia mostró más tarde, puede generar errores de previsión, excesiva burocracia y falta de incentivos. Pero que esta solución de Marx falle, no resta validez a los problemas económicos que señalaba sobre la economía británica del siglo XIX. De forma clara, y en contra del liberalismo de David Ricardo, afirmaba que los niños de 7 años no debían estar en las fábricas sino escolarizados, y que las jornadas de trabajo debían tener límites razonables; asuntos con los que un lector actual difícilmente puede estar en desacuerdo.

 

Sé, por ejemplo, que Argentina a finales del siglo XIX y principios del XX era una superpotencia mundial. «Argentina podía verse como una economía avanzada en esos años, por detrás de las economías inglesas (Estados Unidos, Reino Unido y Australia) pero por delante de economías europeas como la italiana, la francesa y la alemana. Argentina se posiciona entre los mejores. Su renta per cápita ajustada a la capacidad de compra era el 92% del promedio de las 16 economías más avanzadas del mundo.» (Fuente: El blog salmón de economía). Así que hay algunas realidades que Galeano no está contando de forma fideligna. Según El Blog Salmón, el problema para Argentina empezó cuando usaron políticas proteccionistas para su sector primario.

Es posible que Galeano haya tomado fuentes que trabajan en beneficio de sus tesis, como esa que ya he comentado sobre los indígenas americanos que murieron con la conquista, cifras que siguen generando controversia, pero no creo que TODAS las ideas mostradas en Las venas abiertas sean erróneas. Me ha gustado conocer los excesos que se dieron en la ciudad de Potosí, por ejemplo, o los problemas que generaron los monocultivos en Latinoamérica, así como la influencia de Gran Bretaña sobre la región una vez que los países de Latinoamérica se independizaron.

 

Cuando en mis redes sociales comenté que estaba leyendo Las venas abiertas de América Latina, más de uno me lo vino a afear, a decirme ‒básicamente‒ que no debía leer aquello. Usaban el argumento de autoridad de que Galeano no lo leería (creo que daban mucha credibilidad a este anciano sabio llamado Galeano). Me ha gustado leer este libro que ha influido tanto en Latinoamérica y que se ha traducido a muchos idiomas. Me recomendaron también que leyera el libro Del buen salvaje al buen revolucionario del venezolano Carlos Rangel, que se supone que es la antítesis del de Galeano. Ya he comprado este libro y lo leeré para establecer una comparativa, sin aspavientos, ni escándalos, por el afán de conocer.

3 comentarios:

  1. Hola David, hace dos días te descubrí en youtube el canal que hablas de libros y me encanta. Me he inscrito y tienes una seguidora. A través del canal descubrí tu blog y me parece magnífico. Espero que no lo dejes, por tus comentarios me dio la impresión de que en un futuro podías dejarlo. Me he hecho también seguidora. Y me voy a animar a comprar un libro tuyo y leerlo. Te sigo leyendo en el blog y viendo tus videos. ¡Enhorabuena, David!

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    1. Hola, muchas gracias por ese interés hacia lo que hago.
      En principio, no quiero dejar el blog. Aunque el canal atrae a mucha más gente que el blog, necesito escribir las reseñas para luego poder locutarlas en el canal, así que para hacer lo del canal tengo que hacer esto primero.
      Y muchas gracias por querer comprar algún libro mío. Espero que te guste.
      Saludos

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