Ya comenté la semana pasada que
en el mismo sobre que me llegó desde Chile la novela Tsunami de Juan Ignacio
Colil me llegó el nuevo poemario titulado Maicillo/Sauló de Leandro Hernández Gómez (Osorno, Chile,
1970). Conozco a Leandro desde hace unos ocho años, cuando los dos comentábamos
libros de Roberto Bolaño y
escritores similares en un foro cibernético de la Fnac. Luego, después de que
se cerrara aquel espacio, hemos seguido hablando de libros a través de
facebook, mi blog o el correo personal. Cuando los dos hemos conseguido
publicar algún libro, los hemos intercambiado a través del correo
transoceánico. Espero que en algún momento nos podamos saludar en persona.
Hace tres años comenté el primer
poemario de Leandro, cuyo título era Umo
(ver AQUÍ la reseña), y que fue publicado también por la pequeña y pujante
editorial de Santiago de Chile Das
Kapital.
Ya comenté que en Umo el poeta jugaba a confundir el acto
de fumar con el de escribir: actos de placer individual, de escasa relevancia
social uno y perseguido el otro. Leandro escribía igual que fumaba: con
morosidad, con detenimiento, en soledad, para sí mismo, mientras el tiempo
pasaba sobre su vida y los objetos cotidianos.
Maicillo/Sauló guarda muchos puntos en común con Umo. En su más reciente obra nos
encontramos de nuevo con un poemario metaficcional, ya que Leandro vuelve a
reflexionar en ella sobre el propio acto de crear. Pero ahora la identificación
que vertebraba Umo al confundir los
verbos “escribir” y “fumar”, se ha
transmutado en la relación existente entre los sustantivos “tiuque” y “poeta”.
Realicemos una aclaración para
los lectores que no sean de Sudamérica: el tiuque es un ave rapaz relativamente
pequeña (de unos 40 cm.) que se alimenta de insectos, gusanos, crías de otras
aves y que es eminentemente carroñera. Sería el equivalente a un cuervo del
hemisferio norte. De hecho con esta última referencia –que yo he tomado de la
wikipedia- Leandro compone el último poema del libro:
baltimore
el tiuque es al hemisferio sur
lo que el cuervo es al hemisferio
norte
así tanto en el sur como en el
norte
cuando preguntas por el jardín de
Epicuro
los poetas sólo obtienen como
respuesta
un never
more, never more.
El paralelismo con el que se va a
jugar en el libro entre esta pequeña ave carroñera, frecuente en los parques de
Santiago de Chile, y el poeta, habitante de los mismos parques, queda fijada en
el primer poema del libro:
la reflexión es infinita
relegado a parques y plazas
el poeta es un tiuque sobre un
eucaliptus
grazna al tope de una copa vacía
la sombra de un tiuque
es una reflexión que se alarga
sobre el maicillo.
Nueva aclaración para lectores de
fuera de Chile: Maicillo es la arena gruesa y amarillenta con que se cubre el
pavimento de jardines y patios (rae).
Maicillo/Sauló conversa con Umo,
en más de una de sus páginas podemos encontrar guiños al anterior poemario:
“todo tiuque/ todo poeta/ todo hablante/ aspira –como se aspira el umo-/ a que sus huesos o sus textos/ sus
voces sus graznidos/ tengan manchas rojas.” (pág. 37-38), o: “tal vez pronto se
promulgue una ley/ que prohibirá fumar en lugares con juegos infantiles/ no
podría ir con mi hijo y mis cigarrillos/ a pelotear un rato sobre un césped
semiseco”. (pág. 77-78)
Aunque los temas se repiten de un
poemario a otro, he tenido la impresión de leer en Maicillo/Sauló un poemario más maduro y hondo que Umo. En Umo el individualismo del acto de escribir, enmarcado en un
contexto de cotidianidad (paso del tiempo, contemplación de los objetos caseros…),
distancia al poeta de los otros. En Maicillo/Sauló
al centrar su reflexión más que sobre el acto de escribir sobre la figura del
poeta, la presencia de éste en sociedad, de este yo que interactúa con los
otros, se hace más presente.
Igual que el acto de escribir en Umo parecía algo tan abocado al fracaso,
al goce individual, como el acto de fumar, en Maicillo/Sauló el poeta con su libreta en el parque se convierte en
una figura obsoleta, porque: “los lectores de poesía ya no nacen más/ se
extinguieron” (pág. 76)
El poeta, como el tiuque parece
rebuscar en la carroña del basural cotidiano para encontrar alimento, que
convertido al lenguaje del poeta equivaldría a la idea de encontrar belleza.
El poeta ya no se fija en los
ruidos de la cafetera, como hacía en Umo,
sino que ahora son los gritos que proceden de la multipista del parque los que
parecen sacarle de su mundo.
Tiuques y poetas se encuentran en
el parque: el ave rapaz carroñera y el poeta, antiguos habitantes de los
grandes espacios naturales (a los que pudo cantar una poesía épica como la de Walt Whitman) confluyen ahora en el
espacio natural domesticado y falto de grandeza del parque. Será obligación del
tiuque (si quiere alimentarse) y del poeta (si quiero hallar alguna belleza) no
dejar de observar lo que ocurre en su hábitat. Reproduzco aquí el poema de la
página 63 donde se aúnan los temas anteriores:
tarde en el parque
una camanchada ácida
nos envuelve incluso
en parques y jardines
debiera llover ahora mismo
no tener que esperar
que se cumpliera el pronóstico:
“posibles chubascos al atardecer”
desde la copa de los eucaliptus
que envejecen el maicillo
los tiuques tosen.
En unos cuantos poemas, Leandro
juega al posmodernismo y posa su mirada y su reflexión sobre las series de
televisión norteamericanas (a las que debemos estar enganchados medio mundo),
así se homenajea en este libro a Breaking bad o a Criminal
minds.
En lo cotidiano también se
encuentra lo terrible, y la muerte se filtra en los días que se describen en
estos poemas: “Sara, la Cuta, la Cutita/ la hermana de Pancho/ ha muerto en un
accidente carretero” (pág. 70); o bien: “en correo matutino/ Martín dice en el
asunto: “malas noticias”/ lo abro y leo/ que se nos fue Parrita” (pág. 72).
Sin embargo, el poemario se
vuelve más cercano y cálido al hablarnos de los días que pasa el poeta con su
hijo en el parque, tema que se vuelve recurrente en el último tramo del libro.
Maicillo/Sauló me ha parecido un poemario de versos sencillos y a
la vez hondos, que reflexiona sobre el propio acto de escribir, pero sin perder
el poeta la capacidad de fijar su mirada sobre el mundo de los otros, sobre la
cotidianidad que va desde la realidad ficcional de las series de televisión a
lo que ocurre en el parque cercano a su casa, volviéndose sus versos más
esenciales y cálidos cuando nos habla de la relación con su hijo. Unos poemas
que me han recordado a esa sencillez narrativa que tenía Raymond Carver en sus poemas para encontrar momentos epifánicos en
la cotidianidad.
Voy a continuación a reproducir
aquí dos poemas más del libro, dos poemas que son de los que más me han gustado
del conjunto y que me parecen representativos. El primero, titulado la poiesis de los tiuques, dividido en
tres partes que aúnan casi todos los temas que se desarrollan en el libro; y el
segundo, titulado carpintero, situado
al final del poemario, me parece que abre un nuevo camino, hacia la sencillez
honda de los momentos epifánicos de la cotidianidad y que, como he apuntado
antes, me recordaban a la poesía de Raymond Carver.
la poiesis de los tiuques
i
desde Atacama a Chiloé
el poeta es un milano chimango
chimango como los chimangos
de los cuentos argentinos
tiuque como aquellos
que aún rayan el cielo
nublado de Ovejería
Alto
el poeta es un tiuque
un ave rapaz que se adapta
y raya los cielos
de norte a sur
ii
se le tilda de acróbata
(ahí el altazor
devenido en tiuque)
en busca de mejores oportunidades
del campo a la ciudad
se refugia en parques y azoteas
todo poeta
de importancia es un tiuque
el tiuque en la ciudad abandona
la acrobacia
asume el oficio de los malabares
sus textos son como las pelotas
teñidas por las luces
rojas de los semáforos
que malabaristas punkies lanzan
por los aires a la espera
de alguna moneda huacha
de los choferes de ocasión
la adaptación obliga y el tiuque
es un sobreviviente que raya
los cielos y los suelos
los conductores cierran
las ventanillas de los autos
temerosos de que un texto
se les cuele en la cabina.
iii
el poeta es un rapaz:
en casos de urgencia
se alimenta de carroña
el tiuque no le teme al ser
humano
el poeta observa y tose
en la copa de un eucaliptus
la especie descrita por un
francés en 1816
es la más abundante en Chile
en este país se levanta una
piedra
y un tiuque abandona la casa de
sus padres.
carpintero
la ciudad del poeta
el sol desaparece por tres días
el cuarto continúa el frío
pero el cielo amanece despejado
a eso de las cinco de la tarde
el poeta sale con su hijo al
parque
primero van a inflar las llantas
de la bicicleta a una bomba
bencinera
el poeta camina por uno de los
senderos del parque
su hijo pedalea más adelante por
el mismo sendero
como una aparición extremadamente
buena
un pájaro carpintero hace lo suyo
sobre un arbusto
ver un pájaro carpintero en un
parque
(de
Santiago de Chile
no es algo común
el poeta siente esto como un
privilegio
su hijo pedalea más adelante
lo llama: hijo, Emilio, mira
el niño vuelve y el poeta le
indica hacia un árbol
mira, un pájaro carpintero
¿lo ves?
Emilio logra verlo y oírlo
golpear la corteza
de una alcaparra en busca de
larvas
¡oh, qué bacán!
lo observan un rato
pueden apreciar su plumaje
su penacho rojo
el poeta latea a su hijo
sobre lo extraordinario de este
encuentro
el hijo lo mira y le dice que sí
que lo entiende
luego da la vuelta y continúa con
su paseo.
...el poder de prosperar la poesía, como el que se construye un mundo, como el que mejora el género.
ResponderEliminarLluís Fdez.
Hola Lluís:
Eliminargracias por pasarse por aquí.
Saludos
Muchas gracias, David, por la generosidad, por el tiempo, desocupado lector.
ResponderEliminarHola Leandro:
EliminarMuchas gracias a ti por enviarme el libro. Me gustó mucho leerlo.
Saludos