Elvio E. Gandolfo (Mendoza, Argentina, 1947) se
crió en Rosario y actualmente vive entre Buenos Aires y Montevideo. Ha
publicado novelas (Boomerang, 1993; Mi mundo privado, 2016), poesía (El
año de Stevenson, 2011), ensayo (La mujer de mi vida. Notas y margaritas,
2015) y, sobre todo, libros de cuentos (Ferrocarriles argentinos, 1994; Cada
vez más cerca, 2013). Ha trabajado como crítico literario en diversos
medios de Argentina y Uruguay (Clarín, La Nación o El
País Cultural), y también como traductor de autores como Tennessee Williams o C. S. Lewis. Con la novela Boomerang resultó finalista del Premio
Planeta Biblioteca del Sur, y el libro de relatos Cada vez más cerca fue el ganador del Premio de la Crítica de la
Feria del Libro de Buenos Aires en 2014.
PINCHANDOAQUÍ
puedes leer la reseña que escribí sobre Vivir en la salina (Cuentos completos)
de Elvio E. Gandolfo.
Foto de Panta Astiazarán |
En 2016 la editorial cordobesa Caballo Negro editó un
libro con tus Cuentos completos, que
ocupa casi 500 páginas. Este libro reúne tus narraciones breves desde 1970
hasta 2016. Después de más de 40 años de producción, ¿sientes coherencia en tu
propuesta narrativa? ¿Has eliminado algún cuento con el que no estuvieras
satisfecho o has tenido tentaciones de hacerlo?
No he eliminado
cuentos en esa edición. Supongo que hay cierta continuidad en el estilo. A la
vez como busco casi siempre algo que me desafíe, que sea nuevo, tal vez la
única coherencia sea la variedad (dentro de la cual, por supuesto, se pueden
armar grupos pequeños de cuentos semejantes, por la temática, lo
autobiográfico, etc.).
Cuando uno empieza a leer uno de tus cuentos no sabe
hacia dónde va a avanzar tu propuesta. Se puede encontrar con cuentos realistas,
de ciencia-ficción, de terror, oníricos, policiacos… e incluso con géneros
mezclados. ¿Decides de antemano qué camino va a tomar un cuento (realista, no
realista…) o lo escribes sin un plan previo?
Por lo general
el cuento nace de la obsesión con un clima, una frase, un personaje (real o
inventado), un ritmo, ya sea sereno o delirante. Después el cuento se hace
cargo tanto de la dirección que toma como del punto final, que a veces llega
mucho antes de lo que uno espera. Cuantas menos decisiones tome el autor
conscientemente, mejor fluye.
¿Quién es a tu juicio el escritor que mejor sabe, o
ha sabido, mezclar y jugar con los géneros literarios?
En ese sentido,
William Shakespeare es mucho más que un maestro: una fuerza de la naturaleza.
Es tan bueno que me deprime decidir leerlo. Cuando lo hago (debo ir por las
seis obras), me deja pasmado durante largo tiempo.
A finales de la década de 1990, a petición de la
editorial Alfaguara, unos 70 escritores, críticos y editores argentinos votaron
para hacer una selección de los mejores cuentos publicados allá. Tu cuento “Vivir en la salina” apareció en el puesto 14
de esa lista. ¿Tú consideras que éste es tu mejor cuento, o prefieres algún
otro de los tuyos?
Hay por lo menos
media docena que me gustan tanto o más que “Vivir en la salina”: “El momento
del impacto”, “Un error de Ludueña”, “Cuando Lidia vivía se quería morir”,
“Grande”, “Los amigos”, etc.
Te sigo preguntando por la lista anterior,
¿participaste en su votación? En caso afirmativo, ¿qué cuentos votaste?; y en
caso negativo, ¿qué cuentos hubieras elegido?
Ese tipo de
emprendimiento siempre incluye generosidad y astucia, voluntad e inspiración.
Sí voté. Perdí la lista hace muchos años. Seguramente habré incluido “El Aleph”
de Borges, “Noche terrible” de Arlt. Aunque no estoy seguro. Una lista de
mejores cuentos, en un buen lector (que lee mucho y en busca de la emoción del
hallazgo, cosa que hago), cambia por lo menos una vez por semestre.
En el volumen de tus Cuentos completos no se han incluido las narraciones que pasaban de
las 20 páginas, y afirmas en el prólogo que éstas las estás guardando para
publicar otra recopilación con tus Novelas
cortas. ¿Cómo marcha este proyecto?
No es un
proyecto, sino una perspectiva, que se convertirá en proyecto cuando acepte el
convite algún sello editorial. Incluso uniendo los cuentos y las novelas
cortas.
Entre tus cuentos podemos encontrar tres (“El manuscrito de Juan Abad”, “La mosca loca” y “El problema de Van Doren”) que hablan de la misma realidad: un mundo
posapocalíptico tomado por una civilización de vacas voladoras. Se trata de una
idea maravillosa y he disfrutado mucho de estos tres cuentos. ¿No has tenido la
tentación de escribir una novela sobre este mundo fantástico?
Novela no. Pero
sí he pensado escribir algún relato más, cuando le encuentre la vuelta. No he
podido encontrar la forma de expresar la manera de ver el mundo de una vaca
voladora hasta ahora. Hay cuestiones de peso literal en relación con las alas,
de sentimiento, de química de las vacas sobre las que sé poco. Nuestra
ignorancia sobre los animales, en especial los que comemos, es prodigiosa.
En 2016, después de los Cuentos completos, también publicaste una novela, titulada Mi mundo privado. Tras publicar en cuatro
pequeñas editoriales de ciudades distintas, esta vez la novela aparece en
Tusquets Argentina. En el programa televisivo Otra trama declaraste: “Para mí fue muy satisfactorio pasar a
Tusquets (…) para llegar más.” Me gustaría preguntarte por esto, ¿realmente ha
sido significativo el cambio de una editorial pequeña a Tusquets? ¿Has llegado
de forma significativa a más lectores?
Yo venía acumulando
trabajo y narración con algunas ediciones en sellos grandes (Centro Editor la
más masiva, por ser en Capítulo, una edición masiva para kioscos), Alfaguara o
Planeta. Como no mantengo una costumbre de un libro por año (a veces es ninguno
en varios años, a veces dos o tres en un solo año), lo de Tusquets fue una
especie de regreso, anunciado por Cada
vez más cerca (Caballo Negro, de Córdoba) o los cuentos completos de Vivir en la salina (ídem). La cobertura
en la prensa fue diría yo que desproporcionada, pero recibida por mí con mucha
alegría. Mi recién aparecido Los lugares
(Blatt & Ríos) tuvo poca cobertura, pero buena recepción en gente que lee y
de cuya opinión me entero. No bien pudiera publicar en algún sello grande, lo
haría de nuevo. Pero no trabajo para
eso. Y conozco demasiados casos en que un agente tranca más de lo que ayuda,
como para apurarme también en ese sentido. En el momento de Tusquets sentí,
como dije en una entrevista del suplemento Radar, que eso me permitía “comerte
mejor” (me refería al lector). Además incidía que la editora de ese sello es
una antigua y querida amiga.
En 2011, la editorial Periférica publicó en España
tu libro Dos mujeres, que contenía
las novelas cortas Rete Carótida y Escamas, piel. El libro tuvo una buena
acogida crítica. ¿Fue ésta la primera vez que publicaste en España? ¿Cómo lo
viviste? ¿Por qué no hemos visto más libros tuyos en España?
A diferencia de
otras épocas, la falta de interés en los editores, lectores, escritores y
críticos españoles por los latinoamericanos en general es paradigmática. A tal
punto que el diario El País de Madrid
tiene, por ejemplo, dos o tres críticos a los que van a parar siempre los
libros latinoamericanos, que suelen escribir siempre cosas muy parecidas. Por
suerte hay locomotoras como César Aira para romper puertas. La crítica de ese
libro fue de una generosidad y precisión notables. Pero no recibí más
propuestas de la propia Periférica. Luego un español itinerante me comentó que
el distribuidor que tiene le había comentado que no podía seguir con
latinoamericanos, porque no venden nada.
En alguna entrevista declaras tu admiración por el
escritor argentino David Viñas, un autor que en España no ha sido nunca muy
popular. ¿Qué libros suyos recomendarías a un lector español que no conozca a
Viñas y que quisiera acercarse a su obra?
Jajaja. Viñas es
un argentino tan grande e incomprensible como Perón. Mi libro favorito, que me
formó como lector y como crítico, es Literatura
argentina y realidad política en su primera edición (algunas posteriores
están cambiadas y la forma original era perfecta), con extraordinarias
percepciones, y un lenguaje fuera de serie, hasta mejor que el de sus novelas.
Entre ellas hay una corta y fácil, Un
dios cotidiano, que leí de adolescente. También recuerdo como muy buenas Los dueños de la tierra, Los hombres de a caballo y Dar la cara (pantalla panorámica sobre
la sociedad argentina, que dio origen a una gran película, digna del mejor cine
polaco). Otras, como Tartabul, me
resultaron ilegibles, con clara conciencia de culpa.
Fuiste amigo personal del escritor uruguayo Mario
Levrero, que murió en 2004. ¿Cómo estás viviendo el reconocimiento cada vez
mayor de su obra? ¿Sientes que al escribir os ocupasteis de temas confluentes?
¿En qué se diferencian tus obsesiones de las suyas?
Para todos los
amigos de Levrero (o Varlotta), entre los que me incluyo, es una gran
satisfacción haber llegado a ver la bella cajita que incluía las tres novelas de
su “trilogía involuntaria” (La ciudad,
París y El lugar), ideal para regalarle a un amigo o a la novia, que sacó
en un momento Mondadori (otra vez el peso y el músculo de un sello importante).
O la edición de inéditos importantes. Como en una época nos veíamos mucho, nos
influimos mutuamente. Después menos. No tengo claras las obsesiones de él ni
las mías, así que no sé en qué se diferencian.
Llevas décadas ejerciendo la crítica literaria en
suplementos culturales. ¿Eres pesimista con la evolución de los suplementos
culturales? ¿Crees que la literatura cada vez ocupa menos espacio en la mente
del ciudadano medio?
El ciudadano
medio es una entelequia incomprensible, salvo desde el punto de vista de los
encuestadores preelectorales. Desde el punto de vista de la literatura es un
ganso que antes leía diarios, después consumía televisión, y ahora la Red o
Netflix. La literatura sigue ocupando un lugar central en la mente de gente
ociosa que se ve obligada a trabajar para vivir, y que desearía que el
capitalismo, o el neocapitalismo fuera alguna vez menos miserable para repartir
las ganancias, o sobre todo el tiempo, para poder leer más. Es un sistema lleno
de horas incontables embolantes y mal pagadas en lugares a menudo muy mal
ventilados, y a veces demasiado ocupados por ciudadanos medios, incluso con
cierto poder.
En alguna entrevista te he oído hablar de una novela
bastante larga que andas escribiendo, ¿cómo va este proyecto?
Ahí anda.
Por último, recomiéndanos, por favor, a algún gran
cuentista argentino o uruguayo que consideres que no tiene el reconocimiento
que se merece.
De Uruguay, Juan
José Morosoli, Anderssen Banchero, o Damián González Bertolino. De Argentina,
Delia Crochet o Mariano Quirós.
Muchas gracias, Elvio.
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