domingo, 30 de septiembre de 2018

Entrevista a Elvio E. Gandolfo, autor de Vivir en la salina


Elvio E. Gandolfo (Mendoza, Argentina, 1947) se crió en Rosario y actualmente vive entre Buenos Aires y Montevideo. Ha publicado novelas (Boomerang, 1993; Mi mundo privado, 2016), poesía (El año de Stevenson, 2011), ensayo (La mujer de mi vida. Notas y margaritas, 2015) y, sobre todo, libros de cuentos (Ferrocarriles argentinos, 1994; Cada vez más cerca, 2013). Ha trabajado como crítico literario en diversos medios de Argentina y Uruguay (Clarín, La Nación o El País Cultural), y también como traductor de autores como Tennessee Williams o C. S. Lewis. Con la novela Boomerang resultó finalista del Premio Planeta Biblioteca del Sur, y el libro de relatos Cada vez más cerca fue el ganador del Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Buenos Aires en 2014.

PINCHANDOAQUÍ puedes leer la reseña que escribí sobre Vivir en la salina (Cuentos completos) de Elvio E. Gandolfo.

Foto de Panta Astiazarán



En 2016 la editorial cordobesa Caballo Negro editó un libro con tus Cuentos completos, que ocupa casi 500 páginas. Este libro reúne tus narraciones breves desde 1970 hasta 2016. Después de más de 40 años de producción, ¿sientes coherencia en tu propuesta narrativa? ¿Has eliminado algún cuento con el que no estuvieras satisfecho o has tenido tentaciones de hacerlo?

No he eliminado cuentos en esa edición. Supongo que hay cierta continuidad en el estilo. A la vez como busco casi siempre algo que me desafíe, que sea nuevo, tal vez la única coherencia sea la variedad (dentro de la cual, por supuesto, se pueden armar grupos pequeños de cuentos semejantes, por la temática, lo autobiográfico, etc.).



Cuando uno empieza a leer uno de tus cuentos no sabe hacia dónde va a avanzar tu propuesta. Se puede encontrar con cuentos realistas, de ciencia-ficción, de terror, oníricos, policiacos… e incluso con géneros mezclados. ¿Decides de antemano qué camino va a tomar un cuento (realista, no realista…) o lo escribes sin un plan previo?

Por lo general el cuento nace de la obsesión con un clima, una frase, un personaje (real o inventado), un ritmo, ya sea sereno o delirante. Después el cuento se hace cargo tanto de la dirección que toma como del punto final, que a veces llega mucho antes de lo que uno espera. Cuantas menos decisiones tome el autor conscientemente, mejor fluye.



¿Quién es a tu juicio el escritor que mejor sabe, o ha sabido, mezclar y jugar con los géneros literarios?

En ese sentido, William Shakespeare es mucho más que un maestro: una fuerza de la naturaleza. Es tan bueno que me deprime decidir leerlo. Cuando lo hago (debo ir por las seis obras), me deja pasmado durante largo tiempo.


A finales de la década de 1990, a petición de la editorial Alfaguara, unos 70 escritores, críticos y editores argentinos votaron para hacer una selección de los mejores cuentos publicados allá. Tu cuento “Vivir en la salina” apareció en el puesto 14 de esa lista. ¿Tú consideras que éste es tu mejor cuento, o prefieres algún otro de los tuyos?

Hay por lo menos media docena que me gustan tanto o más que “Vivir en la salina”: “El momento del impacto”, “Un error de Ludueña”, “Cuando Lidia vivía se quería morir”, “Grande”, “Los amigos”, etc.
           

Te sigo preguntando por la lista anterior, ¿participaste en su votación? En caso afirmativo, ¿qué cuentos votaste?; y en caso negativo, ¿qué cuentos hubieras elegido?

Ese tipo de emprendimiento siempre incluye generosidad y astucia, voluntad e inspiración. Sí voté. Perdí la lista hace muchos años. Seguramente habré incluido “El Aleph” de Borges, “Noche terrible” de Arlt. Aunque no estoy seguro. Una lista de mejores cuentos, en un buen lector (que lee mucho y en busca de la emoción del hallazgo, cosa que hago), cambia por lo menos una vez por semestre.


En el volumen de tus Cuentos completos no se han incluido las narraciones que pasaban de las 20 páginas, y afirmas en el prólogo que éstas las estás guardando para publicar otra recopilación con tus Novelas cortas. ¿Cómo marcha este proyecto?

No es un proyecto, sino una perspectiva, que se convertirá en proyecto cuando acepte el convite algún sello editorial. Incluso uniendo los cuentos y las novelas cortas.


Entre tus cuentos podemos encontrar tres (“El manuscrito de Juan Abad”, “La mosca loca” y “El problema de Van Doren”) que hablan de la misma realidad: un mundo posapocalíptico tomado por una civilización de vacas voladoras. Se trata de una idea maravillosa y he disfrutado mucho de estos tres cuentos. ¿No has tenido la tentación de escribir una novela sobre este mundo fantástico?

Novela no. Pero sí he pensado escribir algún relato más, cuando le encuentre la vuelta. No he podido encontrar la forma de expresar la manera de ver el mundo de una vaca voladora hasta ahora. Hay cuestiones de peso literal en relación con las alas, de sentimiento, de química de las vacas sobre las que sé poco. Nuestra ignorancia sobre los animales, en especial los que comemos, es prodigiosa.


En 2016, después de los Cuentos completos, también publicaste una novela, titulada Mi mundo privado. Tras publicar en cuatro pequeñas editoriales de ciudades distintas, esta vez la novela aparece en Tusquets Argentina. En el programa televisivo Otra trama declaraste: “Para mí fue muy satisfactorio pasar a Tusquets (…) para llegar más.” Me gustaría preguntarte por esto, ¿realmente ha sido significativo el cambio de una editorial pequeña a Tusquets? ¿Has llegado de forma significativa a más lectores?

Yo venía acumulando trabajo y narración con algunas ediciones en sellos grandes (Centro Editor la más masiva, por ser en Capítulo, una edición masiva para kioscos), Alfaguara o Planeta. Como no mantengo una costumbre de un libro por año (a veces es ninguno en varios años, a veces dos o tres en un solo año), lo de Tusquets fue una especie de regreso, anunciado por Cada vez más cerca (Caballo Negro, de Córdoba) o los cuentos completos de Vivir en la salina (ídem). La cobertura en la prensa fue diría yo que desproporcionada, pero recibida por mí con mucha alegría. Mi recién aparecido Los lugares (Blatt & Ríos) tuvo poca cobertura, pero buena recepción en gente que lee y de cuya opinión me entero. No bien pudiera publicar en algún sello grande, lo haría de nuevo. Pero no trabajo para eso. Y conozco demasiados casos en que un agente tranca más de lo que ayuda, como para apurarme también en ese sentido. En el momento de Tusquets sentí, como dije en una entrevista del suplemento Radar, que eso me permitía “comerte mejor” (me refería al lector). Además incidía que la editora de ese sello es una antigua y querida amiga.


En 2011, la editorial Periférica publicó en España tu libro Dos mujeres, que contenía las novelas cortas Rete Carótida y Escamas, piel. El libro tuvo una buena acogida crítica. ¿Fue ésta la primera vez que publicaste en España? ¿Cómo lo viviste? ¿Por qué no hemos visto más libros tuyos en España?

A diferencia de otras épocas, la falta de interés en los editores, lectores, escritores y críticos españoles por los latinoamericanos en general es paradigmática. A tal punto que el diario El País de Madrid tiene, por ejemplo, dos o tres críticos a los que van a parar siempre los libros latinoamericanos, que suelen escribir siempre cosas muy parecidas. Por suerte hay locomotoras como César Aira para romper puertas. La crítica de ese libro fue de una generosidad y precisión notables. Pero no recibí más propuestas de la propia Periférica. Luego un español itinerante me comentó que el distribuidor que tiene le había comentado que no podía seguir con latinoamericanos, porque no venden nada.


En alguna entrevista declaras tu admiración por el escritor argentino David Viñas, un autor que en España no ha sido nunca muy popular. ¿Qué libros suyos recomendarías a un lector español que no conozca a Viñas y que quisiera acercarse a su obra?

Jajaja. Viñas es un argentino tan grande e incomprensible como Perón. Mi libro favorito, que me formó como lector y como crítico, es Literatura argentina y realidad política en su primera edición (algunas posteriores están cambiadas y la forma original era perfecta), con extraordinarias percepciones, y un lenguaje fuera de serie, hasta mejor que el de sus novelas. Entre ellas hay una corta y fácil, Un dios cotidiano, que leí de adolescente. También recuerdo como muy buenas Los dueños de la tierra, Los hombres de a caballo y Dar la cara (pantalla panorámica sobre la sociedad argentina, que dio origen a una gran película, digna del mejor cine polaco). Otras, como Tartabul, me resultaron ilegibles, con clara conciencia de culpa.


Fuiste amigo personal del escritor uruguayo Mario Levrero, que murió en 2004. ¿Cómo estás viviendo el reconocimiento cada vez mayor de su obra? ¿Sientes que al escribir os ocupasteis de temas confluentes? ¿En qué se diferencian tus obsesiones de las suyas?

Para todos los amigos de Levrero (o Varlotta), entre los que me incluyo, es una gran satisfacción haber llegado a ver la bella cajita que incluía las tres novelas de su “trilogía involuntaria” (La ciudad, París y El lugar), ideal para regalarle a un amigo o a la novia, que sacó en un momento Mondadori (otra vez el peso y el músculo de un sello importante). O la edición de inéditos importantes. Como en una época nos veíamos mucho, nos influimos mutuamente. Después menos. No tengo claras las obsesiones de él ni las mías, así que no sé en qué se diferencian.


Llevas décadas ejerciendo la crítica literaria en suplementos culturales. ¿Eres pesimista con la evolución de los suplementos culturales? ¿Crees que la literatura cada vez ocupa menos espacio en la mente del ciudadano medio?

El ciudadano medio es una entelequia incomprensible, salvo desde el punto de vista de los encuestadores preelectorales. Desde el punto de vista de la literatura es un ganso que antes leía diarios, después consumía televisión, y ahora la Red o Netflix. La literatura sigue ocupando un lugar central en la mente de gente ociosa que se ve obligada a trabajar para vivir, y que desearía que el capitalismo, o el neocapitalismo fuera alguna vez menos miserable para repartir las ganancias, o sobre todo el tiempo, para poder leer más. Es un sistema lleno de horas incontables embolantes y mal pagadas en lugares a menudo muy mal ventilados, y a veces demasiado ocupados por ciudadanos medios, incluso con cierto poder.


En alguna entrevista te he oído hablar de una novela bastante larga que andas escribiendo, ¿cómo va este proyecto?

Ahí anda.


Por último, recomiéndanos, por favor, a algún gran cuentista argentino o uruguayo que consideres que no tiene el reconocimiento que se merece.

De Uruguay, Juan José Morosoli, Anderssen Banchero, o Damián González Bertolino. De Argentina, Delia Crochet o Mariano Quirós.


Muchas gracias, Elvio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario