Lo imborrable, de Juan José Saer
Editorial Seix Barral. 254 páginas. 1ª edición de 1992, ésta es de
2013.
Desde que en 2010 me mudé de
Móstoles a Madrid, creo que mi gran descubrimiento literario ha sido Juan José Saer (Serondino, Santa Fe,
Argentina, 1937 – París, 2005). De él, he leído ya casi toda su obra narrativa.
Sólo me faltaban dos novelas: Lo imborrable (1992) y El
limonero real (1974). Ésta última novela descansa en mis montañas de
libros por leer desde hace ya bastantes años y, a pesar de ello, acabé
encargado Lo imborrable en la librería Iberoamericana de Madrid,
porque un día la vi allí, no la compré y luego me arrepentí. Dejé el libro
encargado, me lo trajeron de Argentina y un par de meses después del pedido me
llamaron para que pasara a recogerlo. Me costó 32 o 34 €, un precio relevante.
Y lo raro fue que lo acabé dejando en la montaña de libros sin leer. Tengo que
poner fin a mi adicción por las novedades literarias, no tiene sentido que me
fije todo el rato en ellas, cuando se me van quedando en casa sin leer libros
como estos de Saer.
En enero de 2018, para empezar bien
el año decidí ponerme, al fin, con las dos novelas que me faltan de Saer (otro
asunto es que cuando leo este tipo de libros, que no he pedido a las
editoriales, las reseñas que escribo sobre ellos se van quedando durante meses
en la montaña virtual de las reseñas escritas pero no publicadas).
En Lo imborrable, como lector del universo Saer, me reencuentro con
Carlos Tomatis, uno de sus personajes clásicos; el personaje, al que, además, más
frecuentemente se ha identificado con la figura del autor.
En la página 14 leemos: «cinco o
seis años atrás, por el setenta y cuatro más o menos», anotación de la que se
deduce que la novela sitúa su trama en el año 1979 0 1980. Sin embargo, según
la wikipedia la novela transcurre en 1981. No sé si hay alguna referencia
temporal más en ella que a mí se me escapa o si el dato de la wikipedia es un
error. Lo que no es discutible es que el tiempo de la novela es del la
dictadura de Jorge Videla en Argentina.
La anterior novela que leí de Saer
es Nadie nada nunca que se publicó en
1980 y, por tanto, en plena dictadura militar. En esta novela la presencia de
la dictadura estaba tan solo insinuada y se hablaba de ella de modo simbólico,
sin nombrarla explícitamente. Sin embargo, en Lo imborrable, publicada en 1992, la crítica a la dictadura es
abierta y dolorosa. Por ejemplo, en la página 32 leemos: «La actualidad
cultural, metiendo en la misma bolsa el cine, la gastronomía, el jet set, la
literatura, y eso a la misma hora en que iban a sacar a la gente de sus casas o
de los campos de concentración clandestinos para cargarla en los helicópteros
de la marina y tirarla viva en plena noche en el océano.», o en la página 33:
«Hay dos clases de homicidas desequilibrados entre los que gobiernan
actualmente: los que tienen una erección cuando mandan a cometer a terceros los
crímenes que planifican, y los que sólo pueden tenerla si sacrifican a sus
semejantes con sus propias manos. Va de cajón que el general Negrí pertenece a
la segunda categoría, la del homicida que extrae un placer suplementario de la
superioridad numérica, de la supremacía técnica, de la impunidad, de la
clandestinidad total en la que somete a sus víctimas al tormento, e incluso de
los rastros bien individualizados que deja en ellas, de modo tal que a sus
pares y a la opinión pública no les quede ninguna duda sobre la paternidad de
la operación.»
Cuando la novela comienza, Tomatis
acaba de salir de una depresión, y se encuentra en «el penúltimo peldaño» de la
degradación humana. Durante meses no salía de casa, no se aseaba y bebía
demasiado, pero ahora está consiguiendo dejar atrás ese «último peldaño». «La
lluvia, por fuerte que sea, no puede impedirme realizar el paseo del anochecer,
uno de los tres elementos, junto con la higiene corporal y la abstinencia de
alcohol, de mi reconstrucción física y mental.», leemos en la página 192.
Durante la novela descubriremos que gran parte de los motivos que han llevado a
Tomatis a la depresión tienen que ver con la dictadura, que funciona en la
novela como una niebla que cubre la realidad argentina con un manto de
degradación que funciona a muchos niveles. Descubriremos además que otros
personajes habituales en el mundo de Saer también han caído en depresión:
Pichón Garay (protagonista de La pesquisa) en París y el
Matemático (protagonista de Glosa) en Estocolmo.
Además, Tomatis, alejado del mundo,
suele referirse a sus contemporáneos, embrutecidos bajo el régimen militar,
como «reptiles». En la tercera novela de Saer, Cicatrices, hay un
personaje, llamado Ernesto López Garay, que, también lejos de los hombres, se
refiere a éstos como «gorilas». Sería un recurso común en una novela y la otra.
Lo imborrable comienza
cuando Tomatis pasea por una de las calles de «la ciudad» (la Santa Fe de las
novelas de Saer), en la tarde convertida ya en noche invernal, y es
interceptado por un hombre llamado Alfonso, que lo ha visto desde el ventanal
de un bar. Alfonso reconoce a Tomatis: sus amigos de Rosario le han hablado
mucho de él. Consigue arrastrarle dentro del local para presentarle a su
compañera Vilma. Alfonso es el dueño de la editorial Bizancio (que según
Tomatis sólo publica a autores de la literatura mundial de tercera o cuarta
fila, como Pearl S. Buck, Vicki Baum o William Somerset Maugham), y se
encuentra en la ciudad para tratar de crear una red de venta de libros, además
de para hablar con Tomatis y proponerle que dirija una revista literaria que
quiere lanzar. Hace ocho años que Tomatis (escritor y periodista cultural) no
publica un libro, pero Alfonso ha leído un «brulote» (“escrito satírico e
incendiario”) de Tomatis sobre La brisa
en el trigo, la novela de Walter Bueno que se ha convertido en el bestseller de la década en Argentina.
Bueno es originario de «la ciudad», además de un arribista cercano al régimen
militar, que ha conseguido ser presentador en Buenos Aires de un programa de
cultura nacional. Cuando comienza el libro, Bueno también está muerto. Falleció
en un accidente de tráfico. Como decía antes, el tema de fondo de la novela es
cómo la dictadura militar atenaza a los ciudadanos, inmiscuyéndose en cualquier
resquicio de su vida, también en el mundo de la cultura, cuyos dos polos serían
Tomatis y Bueno: el hombre paralizado, con la cultura suficiente como para
poder despreciar sin ambages al «bestseller de la década», y el arribista que,
desde la connivencia con un poder corrupto, no tiene escrúpulos en apelar al
gusto del pueblo, que satisface con su libro.
El tiempo narrativo de la novela es
inferior a tres días. La voz narrativa es la de Tomatis, al que acompañamos
durante sus tres días de entradas y salidas de casa (donde convive con su
hermana), y de encuentros y desencuentros con el «artefacto Alfonso/Vilma», casi
sin tregua. De hecho, me ha resultado muy curioso como Saer le hace entrar y
salir del sueño a Tomatis sin interrumpir la narración: se cuenta cómo se
introduce en la cama, como empiezan a divagar sus pensamientos, que se acaban
convirtiendo en sueños, que son descritos, para despertar en un nuevo día. En
la novela hay puntos y aparte, pero ni un solo salto de línea, ni un solo corte
entre escenas. Además, el cuerpo de la página es bastante estrecho porque Saer
coloca en los márgenes de las páginas pequeños epígrafes que funcionan como
resúmenes, títulos o glosas del tema tratado en ese momento. Por ejemplo, en
las páginas 96-97 nos encontramos con «UN LINDO ESPECTÁCULO», «LA GRAN
TRINIDAL» y «EL LOGOTIPO».
Durante las, más o menos, 70 horas
en que transcurre la novela, el lector recibe información complementaria de la
vida previa de Tomatis, gracias al recurso de la analepsis.
Como ocurre siempre en las novelas
de Saer, muchas de sus reflexiones tienen que ver con la percepción de la
realidad de sus personajes. Así, por ejemplo, en la página 59 podemos leer: «El
deseo no satisfecho incrusta en la memoria experiencias imaginarias, apetecidas
pero no realizadas, más imborrables que las verdaderas.»
Las novelas de Saer, además de
hablarnos de la percepción de la realidad de sus personajes, suelen ser
bastante existencialistas, y un Tomatis que está saliendo de una depresión no
iba dejar de ser existencialista. Así, en la página 226 leemos: «La casa entera
está vacía de todo rastro de vida, aparte de lo que llamo “yo” y que deambula a
través del tiempo petrificado: lo que queda más bien en su lugar como decía, y
que sigo llamando “yo” por costumbre, y del que me separa a decir verdad una distancia
infinitesimal pero infranqueable, como sucede más o menos con las distintas
partes de mi cuerpo, ya que ahora que lo pienso el dedo gordo del pie,
naturaleza indescifrable en estado puro, me parece tan improbable y lejano como
el cielo, rosa según dicen, de Marte.»
En cualquier caso, la voz narrativa
de Tomatis me ha parecido más ligera, o más adelgazada, que las voces
narrativas que suele usar Saer en sus novelas. Para Tomatis ha elegido un
lenguaje elegante (como siempre), pero también con algún vulgarismo, que en
muchos casos tiene que ver con su pene (en este sentido se repite mucho la
expresión «que me la corten en rebajadas si...»), o con expresiones hechas como
«tres pepinos». En algunos momentos, cuando Tomatis usa una frase hecha la
acompaña de expresiones del estilo de «como se dice», que es un recurso que
también usaba el escritor austriaco Thomas
Bernhard, y al que me ha recordado por ello.
Me ha gustado mucho este reencuentro
con el universo de Juan José Saer, con los lugares de Santa Fe (el puente, el
río, la galería, los bares…) y que se nombrara a alguno de los personajes de
siempre (Washington Noriega, Pichón Garay, el Matemático…). Me ha gustado
acompañar a Carlos Tomatis durante su periplo de tres días por «la ciudad»,
bajo el ominoso telón de la dictadura militar, con sus reflexiones sobre la
percepción, el arte o la historia. Si no recuerdo mal, en La grande (última novela
de Saer) se narraba un viaje en autobús de Tomatis en el que se recordaba la
etapa de su vida que queda reflejada en Lo
imborrable (la depresión, la dictadura…). Algún día debería lleva a cabo el
proyecto magnífico de leer toda la narrativa de Saer seguida y por orden
cronológico, para establecer de forma inequívoca todas las conexiones. Me
parece toda una aventura literaria.
Espero que la editorial Rayo verde, que en la actualidad rescata la obra de Saer
en España, reedite pronto Lo imborrable
aquí. Como ya lo he comentado más de una vez: es penoso e increíble que el
lector español no tenga a su disposición las obras completas de uno de los más
grandes escritores que ha dado el idioma español en las últimas décadas.
Saer ha sido mi descubrimiento literario este año (junto con Pierre Michon). Leí "El entenado" y me maravilló, así que me he hecho con otro libro suyo, un ensayo, y la novela "El limonero real" porque me pareció un escritor espléndido, y con una filosofía muy atractiva para mí en estos momentos.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Ana:
EliminarDe Saer merece todo la pena, es una autor de un nivel muy parejo en sus obras. Espero que disfrutes de estos libros que me dices.
Un abrazo
David, qué bueno que ya casi terminás con Saer, El limonero real tiene fama de ser su novela más dura y compleja pero a mí me encantó, la leí hace unos años, este año se me ocurrió releerla y aunque no la terminé, me pareció mucho mejor que la primera vez, creo que la más experimental es Nadie nada nunca, El limonero real tiene también ese interés en explorar más la forma que el fondo, y se le nota un cierto trasfondo con el Ulises de Joyce, pero es deliciosa. Por mi parte todavía me debo sus cuentos y La vuelta completa, en algún momento espero poder leerlos. Qué bueno que Saer es cada vez más reconocido y leído y esté saliendo de la academia, con el respeto que puede merecer Beatriz Sarlo, pero siempre sentí que su promoción de Saer lo volvía secante y ajeno al público lector.
ResponderEliminarHola Santi:
EliminarLa única novela que me falta por leer de Saer es "El limonero real". Tengo en casa la primera edición desde hace ya un montón de años, y creo que esto no tiene ningún sentido. EN 2019 me pondré seguro con este libro.
Feliz Año Nuevo.
Un abrazo