Mundo cruel, de Luis Negrón.
Editorial Malpaso. 102 páginas, 2016. Primera edición: 2010.
Prólogo de Ignacio Echevarría.
No suele ocurrirme que le pida un
libro a una editorial para reseñarlo, que la editorial me lo envíe y que este
libro se quede demasiado tiempo sin leer. Si la editorial decide enviarme
libros que no le solicito, no me puedo hacer cargo de ellos, pero al revés soy
muy responsable. Sin embargo, no estaba cumpliendo mis propias reglas con Mundo
cruel de Luis Negrón
(Guayama, Puerto Rico, 1970), que me fue enviado (tras yo pedirlo) por José de Montfort de Malpaso y tras un año o dos seguía sin leerlo.
Y todo esto de un modo absurdo, porque una vez que decidí tomarlo de las
estanterías lo acabé en un solo día y me pareció un libro bastante bueno.
De Mundo cruel me habían hablado bastante bien en alguna reunión
literaria y me había apetecido leerlo. Como acabo de contar, encontrar tiempo
dentro del desbarajuste de mis lecturas empieza a ser un problema serio.
Mundo cruel es el debut
narrativo de Luis Negrón, que trabaja como librero en Puerto Rico. La verdad es
que uno de los motivos por los que quería leerlo era porque creo que nunca he
leído antes a un escritor portorriqueño y quería saber cómo eran los giros del
español de allí. Tras leer el libro compruebo que el lenguaje de Puerto Rico es
bastante caribeño, con expresiones similares a las propias de Cuba o República
Dominicana y con más de un préstamo del inglés.
Mundo cruel lo componen
nueve relatos. Es un libro relativamente corto, que se puede leer de una
sentada. Empecé por el primer cuento y me dejé el prólogo de Echevarría, al que
admiro mucho, para el final. Este primer cuento se titula El elegido y nos habla de
un adolescente (en realidad un niño cuando empieza a contarnos su historia) del
que el pastor de la iglesia había profetizado que «no sería como los demás
niños, que cada paso mío sería un peldaño hacia Jehová. Crecí con la certeza de
ser ungido» (pág. 25). En realidad, el narrador de esta historia parece haber
sido ungido, más que con la gracia divina, con el perturbador don de la belleza,
que hará morir de deseo a todos los hombres con los que se cruza. En este
primer relato nos encontramos ya con gran parte de la temática que Negrón desarrollará
en estas narraciones: la naturaleza subversiva de la condición homosexual (en
el libro no aparece este término, y a los homosexuales se les denomina con el
coloquial y despectivo «pato»), que va a suponer un perjuicio para la familia, la
cual deseará exterminarla en sus hijos, y para ello no tendrá reparo en usar la
violencia. Nuestro narrador sufrirá golpes tanto de su padre como de su madre,
que no puede soportar su condición de «pato»; sin embargo, el tono del relato,
como el de todo el libro, no es lastimero, sino celebrativo de la sexualidad,
predominando un tono vital y jocoso.
En El elegido, el deseo que genera nuestro narrador no parece que esté
tratado de modo realista, sino que el texto entra en el terreno de la
exageración carnavalesca. Si bien –como apunta Echevarría en su prólogo– gran
parte de la intencionalidad del libro es costumbrista, el tono cómico de las
páginas trasciende ese costumbrismo.
El vampiro de Moca es el segundo cuento y su tono es
más contenido y más melancólico que el primero. De nuevo se habla aquí del
deseo, pero ahora desde la perspectiva de un pato atraído por un jovencito al que considera inalcanzable. Hacia
el final del cuento, nuestro narrador apunta: «Me senté en el balcón a reírme
de mí mismo y de Carlos y de todos nosotros los gais, habitantes eternos de
Santurce, que hemos pulido esas aceras cangrejeras una y otra vez buscando
machos, velando machos o simplemente borrachos tarde en la madrugada, echados
todos del brazo, riéndonos triunfantes de los carros que pasan gritando
“¡maricones!”» (pág. 43).
En este cuento se le presenta al
lector el territorio narrativo de Santurce, barrio de San Juan de Puerto Rico,
donde suelen reunirse los gais. Santurce se describe como un conglomerado de
oficinas de médicos, iglesias de variados credos y bares de copas, un lugar de
«calor insoportable» y «peste a alcantarilla las veinticuatro horas del día».
En el tercer cuento, Por
Guayama, vuelve la exageración. Un gai (lo escribo con la grafía de
Negrón en este libro) reclama el dinero que le debe otro por unas cortinas para
poder disecar a su perro muerto. Como el cuento se articula a base de notas que
uno de los dos protagonistas le deja al otro, el lector avezado pensará, de
forma inmediata, en la influencia narrativa del argentino Manuel Puig. Ignacio Echevarría habla de esta influencia en el
prólogo y el propio Negrón la asume. Otros cuentos de este libro, siguiendo la
estela de Puig, están construidos sólo con diálogos, sin ninguna anotación
añadida, y también se hace uso del chismorreo y de la cultura popular (música,
películas…) para definir a los personajes.
Echevarría también habla de la
influencia del escritor chileno Pedro
Lemebel. Yo de Lemebel leí un libro, Tengo miedo torero, del que guardo
buen recuerdo, pero ya hace tanto tiempo que no sabría ver claramente las
influencias sobre Negrón. Recuerdo el tono ingenuo del narrador homosexual de Tengo miedo torero, enamorado sin
esperanza de un joven revolucionario heterosexual; y puede que esto sí esté
presente en el cuento La Edwin, donde se cuestiona, con
humor, la idea de que ser gai o bisexual pueda ser una identidad política. La Edwin recoge una conversación
telefónica y es, por tanto, pura narración oral.
Junito es, de nuevo, una narración
puramente oral. El narrador se encuentra con un antiguo compañero del colegio
esperando el autobús. Le habla con el sobreentendido de saber que el otro es
gai y le comunica que piensa mudarse a Boston porque su hijo pequeño también es
gai y piensa que allí va a poder tener una mejor vida que en Puerto Rico, que
se da a entender que es un lugar más retrógrado que Estados Unidos.
Botella es un cuento intenso. En sus pocas
páginas nos encontraremos con dos crímenes. Un hombre casado con una mujer se
dedica a hacer de chapero con viejos de San Juan. El relato es vivo, y aparece
aquí un componente importante en el libro y del que todavía no he hablado: la
picaresca. En las páginas de Mundo cruel
nos encontramos con muchas personas buscándose la vida, sobreviviendo en el
vital barrio de Santurce. En este sentido, algunos de estos cuentos me han
hecho pensar en los del cubano Pedro
Juan Gutiérrez, cuentos donde el sexo (heterosexual en el caso del cubano)
es muy importante en la composición, así como la descripción de la vida en la
calle y la supervivencia. También creo que he pensado en Gutiérrez porque, como
he apuntado al principio, el lenguaje portorriqueño de Negrón me recuerda al
español cubano, del que he leído más libros.
Muchos o de cómo a veces la lengua
es bruja es puro
Manuel Puig. Dos mujeres maduras chismorrean sobre todos los gais que viven
cerca de ellas. Además de la homofobia, en este relato también aparece la
xenofobia, porque estas señoras despotrican de una mujer de origen dominicano
cuyo hijo parece gai.
El jardín está ambientado en 1989 y es un relato
de tono más melancólico que el resto. Un joven nos habla de su pareja, a quien
le falta poco para morir de sida. El narrador vive fascinado por su novio y la
hermana de éste, que pertenecen a una clase social superior a la suya.
El último cuento, Mundo
cruel, es el que da título al volumen, y se trata de un título irónico.
En clave humorística, se nos presenta aquí a un gai horrorizado porque empieza
a encontrar que su condición homosexual es cada vez más aceptada en San Juan de
Puerto Rico. Esta situación de tolerancia parece molestarle, porque prefiere
vivir en un gueto secreto y privilegiado. El tema aquí tratado no deja de ser
original.
Mundo cruel es el
primer y único libro de Luis Negrón.
Es un libro que ha tenido mucho éxito en Puerto Rico y también, con su
traducción al inglés, en Estados Unidos. Además se ha comercializado en, al
menos, media docena de países de habla hispana.
Luis Negrón, gracias a este único y
potente libro, une su nombre al de otros ilustres escritores de literatura gai
hispanoamericana como Manuel Puig, Pedro Lemebel o Reinaldo Arenas. En cualquier caso, aunque la idea de retratar a la
comunidad gai de San Juan es clara en Negrón, hablar de «literatura gai» me
parece una forma de restar importancia a estos grandes escritores –Puig,
Lemebel, Arenas o Negrón– que practican, desde la perspectiva de sus
sensibilidades particulares, gran literatura.
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