Editorial Páginas de Espuma. 123 páginas. 1ª edición de 2018.
En la pasada Feria del Libro de
Madrid, entrados ya en el último fin de semana, me acerqué a la caseta de la
editorial Páginas de Espuma. Quería
saludar a su editor, Juan Casamayor,
y comprar Invasión de David Roas (Barcelona, 1965). Ya he
contado más de una vez que cuando llega el verano me apetece leer literatura de
género, concretamente ciencia-ficción y terror, los géneros con los que crecí.
David Roas es profesor de literatura
en la Universidad Autónoma de Barcelona y, por lo que sé, está especializado en
literatura fantástica. Hace unos años fui a la librería Tipos infames de Madrid para escuchar una charla sobre este
tipo de literatura en la que él participaba, y recuerdo que sus aportaciones me
resultaron muy interesantes. Sabía también que Roas había recibido en 2010 el premio Setenil al mejor libro de
cuentos con Distorsiones, y tenía curiosidad por los cuentos de Invasión.
Invasión está
formado por diecinueve cuentos, divididos en tres bloques. Sus dimensiones son
bastante variables; desde las catorce páginas de La casa vacía hasta las dos
líneas del microrrelato En la consulta del doctor Schrödinger.
El lector comienza el libro
acercándose a su relato más extenso, La
casa vacía, que es un homenaje explícito al maestro de Providence H. P. Lovecraft. Así que para mí, que he
recorrido las calles de Providence en busca de los pasos de Lovecraft, y me he
alojado en un hotel que aparece en una de sus novelas, éste es un buen comienzo
para acercarme al universo de Roas. En La
casa vacía se narra la historia de un profesor –posiblemente español– que
se encuentra becado en la universidad de Providence para estudiar,
precisamente, la obra de Lovecraft. Nuestro narrador empezará a obsesionarse
con un jardín en el que no parece haber nunca ardillas o pájaros. Un cuento que
puede acabar siendo tanto un homenaje a Lovecraft como a Poe.
Diría que, en muchos de estos relatos,
Roas juega al modelo de cuento de terror de Henry James; es decir, en gran parte de estos cuentos –por ejemplo en
el comentado, La casa vacía–, puede existir una interpretación fantástica
(existe en el universo planteado algo que rompe las normas de lo real; por
ejemplo, el narrador puede verse a sí mismo desde fuera, o puede ver un
fantasma o a una persona muerta) o una interpretación psicológica (el narrador
está perturbado y cree ver lo que no existe).
Bajo este prisma de la doble
interpretación se pueden leer también relatos como Cerezo Rosa, que juega
con la idea del asesinato con complemento fantástico (o de locura) y Casa
de muñecas, que se adentra (y no será la primera vez) en el mito de las
muñecas diabólicas. Me llama la atención el acercamiento a la cotidianidad
española que plantean estos dos relatos, con un viaje a Benidorm de por medio y
una infelicidad muy de clase media en Cerezo
rosa, y la extrañeza de un hombre ante los gustos de la mujer con la que ha
ligado esa noche y que le ha llevado a su casa en Casa con muñecas.
Aunque el primer cuento, La casa vacía, resultaba para el lector
español más exótico, al estar localizado en Providence, en realidad hablaba
también de realidades muy cotidianas.
Digamos también que, en la mayoría
de sus narraciones, David Roas juega a la elegancia del cuento de terror inglés
a lo M. R. James: la imagen de algo
que no es real (un fantasma, por ejemplo) rompe con una cotidianidad que no
parece, en principio, amenazante. Otros escritores de terror actuales, como Thomas Ligotti o Mariana Enríquez, apuestan
por crear una atmósfera muy asfixiante y enfermiza, que introduce al lector en
un mundo ya de por sí perturbado y fuera de lo cotidiano.
Sin embargo, Roas practica muchas
variantes del cuento de terror en Invasión,
y en Altruismo
sí que nos introduce, como punto de partida, en un universo perturbado. En Altruismo, una epidemia ha convertido en
«bestias» (seres muy parecidos a los «zombis», o bien «zombis» propiamente
dichos, al estilo de George A. Romero)
a la mayoría de la población, y el narrador sobrevive en un edificio, junto a
un grupo de ancianos que cada vez le van irritando más. Creo que Altruismo se ha convertido en mi cuento
favorito de este libro; es el cuento en el que Roas se ha acercado más a la
serie B y donde le he visto más suelto y desmelenado, con unos toques de humor
negro muy divertidos.
No me ha acabado de convencer Hambre,
un cuento que acaba siendo una broma sobre un editor que publica bestsellers infumables y que, debido a
unas estrambóticas circunstancias, se tiene que acabar comiendo (literalmente) sus
libros.
Tampoco me ha gustado el
microrrelato de cinco líneas Mitos omitiéndose, demasiado conceptual,
o demasiado corto para mi gusto. Lo mismo ocurre con el microrrelato En la
consulta del doctor Schrödinger, de dos páginas. En cambio, sí que he
disfrutado con otros microrrelatos de este libro, en los que se plantea un
inquietante juego con los espejos.
En un relato como Trabajos
manuales, sobre un niño obsesionado con la muerte y los ataúdes, se
juega a la idea de la persona perturbada (en la inquietante modalidad del niño),
sin que aparezca ningún elemento fantástico. Por tanto, Trabajos manuales representa otra variante en este conjunto de
cuentos.
Guerreros es un relato que juega con el punto
de vista narrativo, sin llegar a incluir elementos fantásticos. En él, el
lector leerá con desconcierto unas páginas que cobrarán su verdadero sentido al
final del relato.
Estos dos cuentos me han gustado especialmente.
Agua oscura es el relato que abre el segundo
bloque, Cuerpos. Es una apertura similar a la del primero, ya que si La casa vacía homenajeaba a Lovecraft en
su Providence natal, Agua oscura es un homenaje al Frankenstein
de Mary Shelley y sitúa su acción
junto al lago Lemán de Suiza, en la Villa Diodati. De nuevo un profesor de
literatura viaja para asistir a un congreso en el que se hablará del nacimiento
del mito de Frankenstein, de Mary Shelley, Polidori o Lord Byron, y de nuevo el
profesor verá algo que puede ser una ruptura de lo real o una consecuencia de
su mente perturbada.
Un relato como Amor de madre sí se
adentra en lo siniestro y lo perturbador. Me ha gustado este relato. Simbiosis
nos lleva también a un juego de invasión perturbadora, que me ha recordado a
algunas narraciones del Stanisław Lem en
Máscara.
Invasión es un libro de cuentos de terror
muy variado. Se nota que David Roas es un experto en la materia, en la que
además de teórico ejerce de creador, y se mueve con soltura en diferentes
registros literarios. Lógicamente, he conectado con algunas de sus propuestas
narrativas más que con otras, pero, en general, considero que Invasión es un buen libro de relatos.
Mil gracias, tocayo
ResponderEliminarEncantado, David.
EliminarLos microrrelatos no suelen atraerme por lo general, pero debo admitir que la forma en la que presentas el libro lo vuelve, con creces, atractivo.
ResponderEliminarLos microrrelatos son una parte muy pequeña de este libro, donde predominan relatos de longitud bastante clásica.
EliminarSaludos
David lo felicito por sus buenos analisis, que son muy instructivos. Lei Horrores cotidianos y la verdad (vamos a ser sinceros, ya que el autor puede leer este comentario) es que salvo algun relato aislado me defraudó un tanto. Me pareció que estaba leyendo a un imitador de Cortazar, un buen imitador, eso sí.
ResponderEliminarHola: yo diría que las referencias de Roas van más allá de Cortázar, y que es un gran conocedor del género fantástico y de terror. A mí este libro me gustó, quizás no todos los cuentos estén al mismo nivel, pero el nivel medio es más que aceptable.
EliminarSaludos