Días de llamas, de Juan Iturralde.
Editorial Debolsillo. 503 páginas. Primera edición de 1978, ésta es de
2006.
La primera vez que leí sobre Días
de llamas de Juan Iturralde
(Salamanca, 1917-Madrid, 1999) fue en el blog de Alberto Olmos. Hablaba de esta novela sobre la Guerra Civil
española y comentaba que no había sido más famosa porque no se había publicado
en su momento, cercana en el tiempo a los hechos narrados, sino que el autor
había esperado hasta la vuelta de la democracia a España para sacarla a la luz.
Creo que a Olmos se la recomendó Constantino
Bértolo, que ha sido el editor que definitivamente se ha convertido en el
gran valedor de este libro.
Como yo ahora ando a vueltas con una
novela que estoy escribiendo que tiene que ver, en parte, con la Guerra Civil,
me apeteció aprender más sobre este conflicto y para ello me compré el ensayo
histórico La Guerra Civil española de Paul Preston y, tras leerlo, me acerqué a Días de llamas, que había sacado de la biblioteca Eugenio Trías. Tras leer y subrayar el libro de Preston,
tomé Días de llamas con una gran
disposición y conocimiento del entorno histórico en el que se situaba la novela
(algo que no es estrictamente necesario para disfrutar de ella, pero que, sin
duda, me ha sido de gran ayuda).
Juan Iturralde es el seudónimo de
José María Pérez Prat, que tenía diecinueve años cuando comenzó la guerra y se
encontraba entonces en Ciudad Real. Por cuestiones familiares estaba
significado con la derecha y tuvo que permanecer bastante tiempo escondido. Le
descubrieron y estuvo en la cárcel, de donde salió para participar en la guerra
como soldado republicano. Cuando finalizó el conflicto bélico, terminó sus
estudios de Derecho y en 1942 ingresó en el cuerpo de abogados del Estado.
Estos datos los estoy tomando del prólogo de Alejandro Pérez-Prat, hijo del
autor. Creo que es relevante comentar esto porque Días de llamas es una narración tan intensa que el lector tiene la
impresión de que puede tratarse de una novela autobiográfica, lo que no es
cierto.
El protagonista y narrador de Días de llamas se llama Tomás Labayen y
en 1936 tiene treinta y cuatro años y trabaja como juez para la República. Vive
con su familia en la calle Princesa de Madrid. Esta ubicación, elegida por
Iturralde, va a permitir a Labayen encontrarse cerca de varios lugares donde
van a darse algunos de los hechos históricos más relevantes de esos días. Así,
por ejemplo, Labayen será testigo presencial del asalto al cuartel de la
Montaña (que estaba ubicado en el cerro de Príncipe Pío) y de la toma de la
cárcel Modelo (que estaba en Moncloa) para ejecutar a sus presos.
Cuando empieza la novela, Tomás
Labayen se encuentra preso en un garaje, en una pequeña checa de Madrid.
Labayen no se relaciona mucho con sus compañeros de celda porque escribe
compulsivamente en un cuaderno sus recuerdos de la guerra. Desde el 18 de julio
de 1936 hasta el momento en que Labayen empieza a narrar su experiencia han
transcurrido unos cinco meses y medio; por lo tanto, nos encontramos a
principios de 1937. Así, en la novela se van intercalando dos tiempos
narrativos principales: el del presente, en el que se describe el terror de la
checa, en la que casi todas las noches se llevan a alguien para darle el temido
«paseo», y adonde van llegando nuevos compañeros de angustias; y en un segundo
tiempo narrativo (que ocupa bastantes más páginas que el anterior) Labayen nos
cuenta su vida desde el 18 de julio de 1936.
Tomás Labayen pertenece a una
familia de clase media de origen vasco que reside en Madrid. Su padre, Fernando,
es un militar de carrera retirado, que se siente del lado de los militares
rebeldes. Su hermano Miguel es también militar, un militar que en 1934 se negó
a participar en la represión de la Rebelión de Octubre y que ahora, pese a
estar a favor de la República, por fidelidad a sus compañeros se acaba alzando
con ellos en su cuartel de Campamento. Esto hará que sea detenido y encerrado
en la cárcel Modelo. Laura es la hermana de Miguel y Tomás; y está casada con
un hombre atractivo que también era militar, pero que fue expulsado del
ejército por un fraude económico. Este hombre desaparecerá en los primeros
meses del conflicto, y Tomás y otros amigos tratarán de buscarle en el
descontrol de Madrid.
Tomás está enamorado de Luisa, a la
que ha conocido seis meses antes de que comenzara la guerra. Luisa está casada
con Norte, un destacado líder de la Revolución de Octubre, y quiere separarse
de él y vivir su relación con Tomás, pero el inicio del conflicto bélico podrá
hacer, tal vez, que Norte quiera estar más cerca de ella, lo que, unido a la
incertidumbre y el caos de la guerra, hará que se complique bastante la vida
amorosa de Tomás.
Además de la familia, conoceremos a
algunos de los amigos de Tomás, casi todos simpatizantes de la República en
mayor o menor grado.
Diría que es posible que en la
construcción de Tomás Labayen, Iturralde haya tenido en cuenta al Doctor
Zhivago de Boris Pasternak,
que –compruebo en la Wikipedia– es una novela que apareció en España en 1958.
Como Zhivago, Labayen no es un hombre de acción. Labayen se siente
ideológicamente más cerca de la República que de los militares rebeldes, pero
tampoco le gustan los desmanes justicieros de los milicianos de Madrid.
Antes decía que Labayen pertenece a
la clase media, pero para un miliciano de clase obrera, que está llevando a
cabo la revolución, perfectamente puede tratarse de un burgués al que hay que
eliminar, a pesar de que se muestre afín a la República. Esta situación será la
que haga que Labayen sea detenido y permanezca, en el tiempo de la narración,
en una checa a la espera de un juicio rápido y su posible fusilamiento. Sin
embargo, unos meses antes ha aceptado el cargo de juez de la República. Su
intención ha sido poner freno al descontrol justiciero de los milicianos en la
calle. Labayen piensa que todos los detenidos en Madrid (o Toledo, donde se
trasladará a trabajar) merecen un juicio justo. Esto, en su fuero interno,
puede hacer más por la credibilidad internacional de la República que los
ajusticiamientos indiscriminados de los milicianos. Pero, a la vez, puede hacer
también que los milicianos piensen que Labayen se interpone en su misión
revolucionaria y, por tanto, podrían no situarle en su bando, sino en el de los
enemigos del pueblo. Sin embargo, para Fernando, el padre de Labayen, éste les
está haciendo el juego a los asesinos, y se ha convertido en su cómplice.
El conflicto moral planteado es muy
interesante. Días de llamas muestra
una España (centrándose, sobre todo, en Madrid y Toledo) en descomposición.
«Pienso como ellos, coincido con
ellos pero no soy de ellos, no me he manchado tan sólo por adhesión, y la
conciencia de haberme manchado es prueba de que no soy uno de ellos, sino de
sus enemigos. Ha habido muy poca adhesión, soy de la clase que tendrán que
extirpar, de los que hacen de cualquier nimiedad una tragedia y se permiten el
lujo de una sensibilidad desvergonzada, precisamente porque se cree
sensibilidad»: así reflexiona en la página 491 Labayen sobre sus captores, los
que puede que estén a punto de matarle.
Las casi quinientas páginas de la
novela no están organizadas en capítulos. Tenemos aquí un texto continuo, dividido
de vez en cuando por un punto y aparte, o por un espacio. El ritmo narrativo es
frenético; debemos recordar que se supone que Labayen escribe en la checa de
forma compulsiva en su cuaderno mientras espera que le llamen para ser
fusilado. En ocasiones, el narrador pasa de un tiempo narrativo a otro (checa y
acción en Madrid o Toledo en los meses previos) sin previo aviso y el lector
tiene que hacer, durante unas cuantas palabras, un esfuerzo de comprensión.
También es frecuente que, cuando se narran los hechos del pasado, se salte de
un escenario a otro casi sin pestañear. Por ejemplo, Labayen está en el café
con sus amigos y en la siguiente frase se encuentra en su casa. Sabremos que
esto ha ocurrido porque en esa siguiente frase se habla de alguien (madre,
hermana…) que no se encontraba en el café y sí en la casa. Diría que estos
saltos de tiempo y espacio hacen que el lector sienta el tempo de unos momentos
convulsos. La sensación de miedo y de inminencia del peligro está muy bien
captada en la novela.
Iturralde siente, a veces, una
obsesión casi notarial por mostrar el recorrido de sus personajes por las
calles de Madrid, una ciudad que se muestra aquí de forma muy viva. Me ha
gustado ver esas calles, por las que he caminado tantas veces, repletas de
milicianos armados, tanques y amenazas en cada esquina… Las páginas de
Iturralde me han hecho ver mi ciudad con otros ojos.
Iturralde publicó dos novelas
cortas, El viaje a Atenas y Labios descarnados, en un volumen de
Seix Barral en 1975. Éste sería su
primer libro publicado. Al parecer había escrito Días de llamas (o al
menos alguna versión inicial) ya en los años 60, pero no quiso publicarlo con las
mutilaciones que llevaría a cabo la censura franquista sobre el texto, y fue en
1978 cuando publicó la novela la editorial La
Gaya Ciencia. Entonces tuvo alguna elogiosa crítica, pero pasó
desapercibida para el gran público. En 1986 la volvió a sacar Ediciones B, con una suerte similar. En
1999 aparece en Debate (creo que
gracias al empeño de Constantino Bértolo), y tiene algo más de fortuna. Desde
entonces se reedita periódicamente en Debolsillo, por lo que es un libro que se
puede conseguir ahora mismo en España.
Durante una temporada busqué y leí
bastantes libros publicados en España durante la época de Franco. Buscaba libros
de escritores que vivían por entonces en España. Quería saber qué se escribía
bajo el régimen de la censura. Sin embargo, no busqué de igual modo libros que
hablaran de la Guerra Civil. Sí que he leído algunos de los que han tenido más
éxito durante las últimas décadas, como Soldados de Salamina de Javier Cercas y Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, pero no muchos más.
Tengo en casa, pendientes de leer, libros como Trilogía de la Guerra Civil
de Juan Eduardo Zúñiga y Las
últimas banderas de Ángel María
de Lera. A ver si los leo.
A día de hoy, puedo decir que Días de llamas de Juan Iturralde es una
novela magnífica, una de las mejores que voy a leer este año. Una novela viva y
vibrante sobre la Guerra Civil española y sus contradicciones, que voltea al
lector en cada una de sus páginas. Días
de llamas es un libro que se merece tener más éxito y reconocimiento del
que ha tenido hasta ahora. Es una obra maestra de la literatura en español de
la segunda mitad del siglo XX.
Hola David, gracias por enterarme de la existencia de esta novela. A ver si me hago con un ejemplar. Gracias
ResponderEliminarUn saludo. Francisco.
Te recomiendo El monarca de las sombras de Javier Cercas
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