Vivir en la salina (Cuentos completos, 1970-2016), de Elvio E. Gandolfo.
Editorial Caballo negro. 481 páginas. 1ª edición de 2016.
De Elvio E. Gandolfo (Mendoza, Argentina, 1947) había leído hasta
ahora ocho libros, aunque sólo uno de ellos (Dos mujeres, editorial Periférica) ha sido publicado en
España. El resto lo encontré en librerías hispanoamericanas de Madrid, en
Iberlibro o bien, después de un tiempo, cuando contacté con Gandolfo, me los
empezó a enviar él mismo desde Argentina; o, como en este caso, Gandolfo le
pidió a su editor de Caballo negro
(Córdoba, Argentina) que me lo enviara.
De este volumen de Cuentos
completos había leído, antes de ponerme con él, casi la mitad: los relatos
contenidos en los volúmenes Ferrocarriles argentinos (1994) y Cada
vez más cerca (2013). Los he vuelto a leer, quería absorber entera la
experiencia de acercarme a este libro.
El orden no es cronológico. Primero se
suceden tres libros de relatos enteros: Ferrocarriles argentinos (1994), Cuando
Lidia vivía se quería morir (1998) y Cada vez más cerca
(2013). Después hay otros libros de los que faltan los relatos más largos; al
parecer, Gandolfo y su editor decidieron retirar los de más de veinte páginas
para sacar otro volumen de Novelas cortas.
En esta segunda parte, que aparece en el libro con el epígrafe de Otros
cuentos, tenemos narraciones de La reina de las nieves (1982), The
Book of Writers (2010) y Libro de mareo (2016). El volumen se
cierra con una sección titulada De antologías, e inéditos. En total
tenemos aquí cincuenta y siete cuentos de Elvio Gandolfo.
El primer cuento al que se acercará
el lector que abra este libro es La oscuridad bajo la mesa. En él, un
oficinista regresa a su casa para recoger unos papeles en un momento inesperado
y descubrirá a su mujer con un amante. Observará sus movimientos escondido
debajo de la mesa, sin intervenir y pese a que su mirada llega a cruzarse con
la de su mujer. Aunque la situación descrita parece realista, en realidad no lo
es. Una corriente turbia recorre este relato cargado de extrañeza. El segundo
relato, No es una línea recta, se adentra de forma más clara en el
género fantástico, con un hombre que vende cajitas en las que unos «muñequitos»
cobran vida si se les da cuerda. El tercero, Un error de Ludueña, es
un cuento policial, uno de los mejores de Ferrocarriles
argentinos y quizás de toda la producción de Gandolfo.
Lo que más me llama la atención de
los libros de cuentos de Gandolfo es su capacidad para romper con las
expectativas del lector. Cuando se empieza a leer uno de sus cuentos, nunca se
sabe hacia dónde va a evolucionar la narración: puede ser un cuento puramente
realista, que describe la vida en la provincia, uno de ciencia-ficción,
policial, onírico, y lo mejor: un cuento donde se mezclan géneros, ciencia-ficción
apocalíptica con un relato romántico; denuncia de los abusos militares en la
dictadura con terror, etc. La pura libertad creadora parece dirigir los pasos
de Gandolfo.
Andante es un relato realista del que, como
la primera vez que lo leí, he tenido la sensación que me perdía algo. Andante
antecede a Llano del sol, un relato apocalíptico, en el que una guerra
civil ha devastado Argentina y un hombre solitario trabaja vigilando una decrépita
planta de paneles solares; además, éste es un cuento de amor en la provincia. Llano del sol es uno de los cuentos que
más me gustan de Gandolfo.
El bulto en el casino, sobre casualidades que se dan en
los sueños, podría ser un relato de corte borgiano.
Estrategia mezcla el costumbrismo de la vida
en un pueblo con el relato negro.
En La yanqui y el polaco,
Gandolfo hace comparecer a una escritora real, en este caso Susan Sontag. Este recurso lo volverá a
usar en otro relato (Corta amistad en Londres), en el que
describe los divertidos momentos en los que «trató» con H. G. Wells en Londres.
El último cuento de este primer
libro, Ferrocarriles argentinos, nos
habla de un viaje en tren y de la desaparición de una mujer en la noche. Una
anécdota mínima que sirve de metáfora para hablar de una realidad más amplia y
terrorífica.
Cuando Lidia vivía se quería morir se divide en tres partes. En la
primera, compuesta por tres relatos, Gandolfo posa su mirada sobre su vida en
Rosario. A pesar de haber nacido en Mendoza, la familia de Gandolfo es de
Rosario y él, que creció en esta ciudad, se siente rosarino. El primer cuento
da título al libro y narra un simpático recuerdo acerca de un primer amor en la
provincia. El segundo, El polvo del mediodía, es otro relato
realista que me ha recordado el tono de los cuentos de Juan José Saer. Filial trata de la relación de
Gandolfo con su padre, poeta aficionado que montó una imprenta en Rosario; uno
de los cuentos más hermosos de este libro.
La segunda parte de Cuando Lidia vivía se quería morir
también comienza con un tono realista, aunque más lírico (Con los pies en el agua)
que la parte anterior; y El sol y el hielo es un cuento
fuertemente erótico, que toca otra vía temática en esta colección de cuentos
tan diversa. En Me saqué los anteojos, nena, el sexto cuento de este segundo
libro, Gandolfo parece volver al género abiertamente fantástico, con unas gafas
que cuando el protagonista se las pone o quita le permiten viajar en el tiempo.
Cuando en la página 173 leí: «Las tropas francesas siguen resistiendo el avance
del Ejército Islámico, cerca de París» me sentí desconcertado, pero cuando un
poco más abajo de esta misma página se habla de «la colonia lunar angloindia»,
me invadió una plácida sensación de felicidad lectora. Gandolfo había vuelto a
la ciencia-ficción con estas ligeras pinceladas.
La tercera parte de Cuando Lidia vivía se quería morir se
abre de forma clara al relato fantástico. El viaje relata una travesía por el
desierto en un mundo apocalíptico, que no tiene por qué ser exactamente el
nuestro y, debido a la presencia de una nube anaranjada que persigue a los
protagonistas, me ha hecho pensar en el relato Gelatina de Mario Levrero, que fue un íntimo amigo
de Gandolfo.
El manuscrito de Juan Abad, sobre un apocalipsis en el que las
vacas voladoras (sí, han leído bien) han conquistado el mundo, es grandioso;
pura felicidad lectora. Pura sensación de vuelta a la infancia y a la lectura
de descubrimiento e imaginación.
El momento del impacto trata sobre una gran ballena que cae
desde el cielo sobre la ciudad de Rosario. No llega a la altura de El manuscrito de Juan Abad, pero también
es un relato muy libre e imaginativo.
Quince años separan la publicación
de Cuando
Lidia vivía se quería morir de Cada vez más cerca, libro que ganó
el Premio de la Crítica de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en
2014. El libro se abre con El cuerpo, donde se unen dos tiempos
narrativos, el recuerdo de un amor y una visita al dentista que, desde luego,
no me parece de los mejores cuentos aquí incluidos. Me gusta bastante Más
bien bajo, sonriente, diminuto un cuento de terror clásico con un aire a
H. P. Lovecraft.
En Cada vez más cerca nos encontramos cuentos, en general, más cortos
que en los dos libros ya comentados. De este libro destacaría Los
pasos en las huellas, sobre un policía secreta que, durante años,
vigila a un tipo que no hace nada especial; Clasificación, que mezcla
el relato sobre escritores con la narración fantástica; Pegando la vuelta,
un relato postapocalíptico, que por su temática me ha recordado a Llano del sol; Caballero estafador, un
relato picaresco sobre el hampa de Buenos Aires; y sobre todo, Las
negritas, otro relato de terror clásico, aderezado además con un rico
lenguaje de la calle bonaerense; Contacto, sobre un militar
retirado y los extraterrestres, es también muy desconcertante. En los últimos
cuentos, Gandolfo vuelve a Rosario y al costumbrismo de la provincia. Es muy
hermoso el cuento El tango y Tito Lamónica.
La siguiente sección del libro, la
que se denomina Otros cuentos, se
abre con Vivir en la salina, que se supone que es el mejor cuento de
Gandolfo. Explico esto: votaron unos 70 conocedores del cuento en Argentina
(escritores, críticos y editores) sobre cuál era el mejor cuento de Argentina,
con el criterio de que sólo se podía elegir un cuento por autor. El primero de
esta lista es Esa mujer de Rodolfo
Walsh, el segundo es El aleph de
Borges y el decimocuarto es Vivir
en la salina de Gandolfo. Es posible que a mí, por ejemplo, me guste
más Llano del sol, pero, sin duda, Vivir en la salina es un cuento redondo,
magnífico en contenido, forma y ritmo. Un relato en apariencia realista, pero
que es más bien expresionista.
Sobre las rocas es otro relato estupendo, con un
personaje varado en una playa que come cangrejos, mientras el mundo conocido se
acaba. Muy original.
Los relatos tomados del libro The
Book of Writers tratan sobre escritores. De ellos destaco Actos
de desaparición, que trata de la relación del autor con otro polémico
escritor de provincia.
Con los cuentos de Libro
de mareo conecto menos que con los que llevo leídos hasta ahora. Son
cuentos de poco más de una página, y ya he comentado más de una vez que a mí
los microrrelatos no me gustan mucho.
En la última parte, De
antologías, e inéditos, destaco dos grandes momentos de felicidad lectora:
encontrarme con los cuentos La mosca loca y El problema de Van Doren,
que rescatan el mundo creado en el relato El manuscrito de Juan Abad, el
maravilloso y sugerente mundo de las vacas voladoras. En serio, Gandolfo
escribe relatos postapocalípticos sobre vacas voladoras que no podemos leer en
España. Lo pregunto ya: ¿por qué esta condena? Le he escrito un correo a
Gandolfo, se lo he pedido, quiero, por favor, una novela sobre las vacas
voladoras; quiero entrar y perderme en ese mundo. Imagino que no me hará caso,
pero debería.
Como ya he comentado antes, leer los
cuentos de Gandolfo es toda una aventura literaria: el lector nunca sabe,
cuando empieza uno, hacia dónde se dirige. Se puede tratar de un cuento
policial, costumbrista, de ciencia-ficción, de terror, onírico, y lo mejor de
todo, con varios géneros mezclados. Ahora que se habla tanto del neofantástico
en Argentina, con voces sugerentes como las de Samanta Schweblin, Federico
Falco o el auge de un nuevo relato de terror con autores como Mariana Enríquez, creo que sería de
justicia reivindicar la figura de Elvio E. Gandolfo. En Argentina sí que es un
escritor considerado, pero es una pena que el lector español casi no lo
conozca.
En el prólogo de los Cuentos
completos de Fogwill,
escrito por Gandolfo, éste afirma que el libro de Fogwill «contiene seis o
siete de los mejores cuentos de la literatura argentina». Sé que no soy el
primero que lo dirá en una reseña, porque ya se escribió en Los
inRocktibles, pero yo lo había pensando antes de leerlo ahí (y, por
tanto, creo que esto me legitima para escribirlo): lo mismo se podría decir de
Gandolfo.
Recapitulo los cuentos que me
parecen más sobresalientes de este libro: Un error de Ludueña, Llano
del sol, Filial, El manuscrito de Juan Abad, Las
negritas, El tango y Tito Lamónica, Vivir en la salina y Sobre
las rocas. Cualquiera de estos ocho cuentos podría estar en las mejores
antologías del cuento en español de las últimas décadas, y repito: que el
lector español no tenga a su alcance un libro como Vivir en la salina, Cuentos
completos no habla nada bien de la sana confluencia que debería existir
(pero que suele fallar) entre los países de habla hispana.
No me resisto a comentar que yo he
leído un cuento más de los que están aquí, un cuento escrito con posterioridad
al cierre de este volumen (2016) y que Gandolfo me envió por mail, un cuento de
ciencia-ficción postapocalíptica que me gustó mucho.
Como sé que es difícil para la
mayoría de los lectores tener en sus manos este libro y quizás les entró la curiosidad
hacia los cuentos de Gandolfo, voy a dejar, para finalizar, un enlace a una web
en la que se puede leer el cuento Vivir
en la salina, que da título a estos Cuentos
completos. Así podrá juzgar por sí mismo si mis palabras sobre la calidad
de los cuentos de Gandolfo son exageradas o le hacen justicia.
PINCHANDO AQUÍ se puede leer el
cuento Vivir en la salina.
Disfrútenlo.
Hola David!Soy de Buenos Aires, y te quiero agradecer por reconocer a ese genio que es Gandolfo y ademas desde bastante lejos. Tus reseñas no tienen desperdicio. Un abrazo grande.
ResponderEliminarHola Cristian:
EliminarGracias por tus palabras. Me sigue pareciendo una pena que más lectores no disfruten de Gandolfo, y mira que se lo he comentado a los editores españoles que conozco y no sale el asunto.
Saludos