lunes, 16 de abril de 2018

Fauna / Desplazamientos, por Mario Levrero


Editorial Random House. 274 páginas. Libros escritos en 1997, el primero y en 1982-84 el segundo. Esta edición es de 2015.

Cuando Random House publicó este ejemplar con dos novelas y otro con Diario de un canalla y Burdeos, 1972 le oí hablar de ellos al escritor Alberto Olmos y un día que quedamos le pedí que me los prestara. Sólo encontró éste del que hablo hoy. Lo cierto es que para ser un libro prestado lo he estado reteniendo en casa sin leer demasiado tiempo. Ya comenté que había vuelto a acercarme a Mario Levrero (Montevideo 1940-2004) a raíz de ser invitado a escribir un artículo sobre él para la revista Quimera. Así que, por ahora, he leído seguidos los dos libros de Random House de los que estoy hablando.

Fauna está escrita en 1979, y no está mal recordar que una novela de detectives tan disparatada como Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo la escribió Levrero en 1975. Fauna está dedicada, entre otras personas, a Raymond Chandler, y en ella un escritor de textos parapsicológicos, que colabora en revistas y periódicos, pero que también tiene que regentar (junto a un socio) un quiosco para poder sobrevivir, recibe un día en su casa la visita de una rubia exuberante que ha de abandonar de forma inmediata Montevideo y que, tras poner en sus manos una buena cantidad de dinero, le encargará buscar a su hermana y liberarla de las garras de Monsieur Victor. En la página 28 el narrador afirma: «Me sentía un poco como un investigador privado, y creo que inadvertidamente había adoptado el aire de un detective neoyorkino.» En los días siguientes a los de la visita de la rubia desconocida, acompañaremos al narrador por Montevideo, primero tendrá que encontrar un sustituto para él en el quiosco, pasará a frecuentar el bar en el que la rubia, a la que empieza a llamar «Fauna», le ha comentado que puede encontrar a su hermana Flora. La encontrará y comenzará a relacionarse con ella. Flora es una mujer mucho más apocada y mustia que Flora, de la que el narrador ha caído enamorado y anhela su regreso a Montevideo. También ha empezado a recibir amenazas, supuestamente de Monsieur Victor, y cuando se siente agobiado acude a unos billares para jugar a las máquinas recreativas, cuya descripción se acaba convirtiendo en uno de los motivos de la novela.

Fauna funciona como parodia de la novela de detectives, a la que se añaden unos ligeros elementos parapsicológicos que incrementan su encanto. De hecho, esta novela, Fauna, me ha gustado bastante más que Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, que me resultó en exceso surrealista. Fauna, dentro de su juego a favor de la trasgresión de géneros (acaban cobrando importancia en la trama los sueños, la telepatía…), es una obra mucho más contenida que la de Nick Carter.
Podríamos señalar que el narrador de Fauna se asemeja a la figura del Levrero que el lector ya conoce por sus libros marcadamente autobiográficos. En esta obra existe un poso de deseo sexual irrealizado, de proyección fantástica en la rubia exuberante y misteriosa que representa Fauna, una representación que en gran medida procede del mundo de la ficción.

Si Fauna está dedicada, entre otras personas, a Raymond Chandler, Desplazamientos, por su parte, se inicia con una cita de Carl Jung. En esta novela, escrita entre 1982 y 1984, el narrador visita una casa, dividida en departamentos y que pertenece a su familia, para cobrar los alquileres. En el pasado, esta tarea la hacía su padre, que ha fallecido recientemente. La cita de Jung que abría el libro comenzaba diciendo: «A todo individuo le sigue una sombra». La sombra que sigue al narrador de Desplazamientos es la de su padre muerto, al que los vecinos del inmueble parecen temer y que ahora proyectan sobre él sus miedos. El nuevo arrendador quiere dar de su mismo una visión más humana que la que parecía proyectar su padre y promete a los vecinos reformas del edificio y aplazamientos de los pagos si los ve apurados (aunque, por otro lado, también piensa que va a tener que soportar abusos). Al final, el tema que mueve la trama es el sexual: el narrador sentirá una gran atracción por dos hermanas que viven en una de sus piezas, Nadia y Blanca. Si bien, al principio la atracción es hacia Nadia, también será hacia Blanca. El sexo de Desplazamientos acaba siendo, en muchos momentos, angustioso y violento. «Todo fue muy rápido y de inmediato me sentí lleno de culpa, por ella y por mí, y de alguna manera también por Nadia», leemos en la página 160, después de un encuentro sexual con Blanca.
En un momento dado asistimos también a una escena sadomasoquista, que se produce en una habitación en la que también hay presente un bebé. Esto me ha recordado al sexo violento del que hablaba Osvaldo Lamborghini en El fiord. En realidad, toda la novela está teñida de un halo de irrealidad, narrada como si se estuviera describiendo un sueño.
Uno de los recursos estilísticos más peculiares de esta novela es que la trama, de vez en cuando, vuelve sobre sí misma. Es decir, se narra una escena en la que el protagonista entra en una habitación, ocurre algo y después sale a la calle. En el párrafo siguiente, el narrador está volviendo a entrar en la misma habitación que antes y esto está descrito casi con las mismas palabras, hasta que en un momento dado ocurre algo ligeramente diferente que en la primera escena leída. Así la realidad se va alterando ligeramente, y se pueden llegar a callejones sin salida narrativa que quedan invalidados en la siguiente versión de la misma escena.

Si bien en Fauna se idealizaba a la mujer y el deseo sexual desde una lectura refrescante y luminosa, en Desplazamientos este deseo sexual se vuelve más angustioso y oscuro. Dentro de la evolución de la obra de Levrero, Desplazamientos se encontraría cercano a los planteamientos narrativos de París. Si bien, como ya ocurría al comparar Fauna con Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, donde en la primera novela se acababa rompiendo ligeramente la verosimilitud narrativa y no abiertamente como en la segunda obra, el planteamiento trasgresor de Desplazamientos también está mucho más contenido que el de París. Yo, como lector, disfruto mucho más de esta contención y, dentro de las dos novelas ofrecidas en este volumen, he disfrutado  más del humor tierno de Fauna que de la angustia violenta de Desplazamientos.

Al acercarme a estos libros que estoy leyendo ahora de Mario Levrero no puedo evitar compararlos con la obra de César Aira. Tengo la sensación de que Aira concibe la literatura como un juego, y cuando escribe se deja llevar más que por su inconsciente por su deseo de juego y parodia literarias. Levrero se deja llevar más bien, y directamente, por su subconsciente y de este modo en su obra se van repitiendo una serie de obsesiones de una forma que no lo hacen en la de Aira, más centrado en la idea literaria del juego en sí mismo que en el análisis de su propio yo, como parece hacer Levrero. En este sentido me parece que la obra de Mario Levrero es más personal y por tanto más valiosa y perdurable que la de César Aira.

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