jueves, 30 de noviembre de 2017

Reseña de Acantilados de Howth en el blog Las inquilinas de Netherfield

En el blog Las inquilinas de Netherfield, después de leer Koundara, leyeron mi primera novela, Acantilados de Howth y yo se lo agradezco mucho. Dejo aquí la reseña:



«Ya os comenté hace unas semanas que tengo muchas reseñas pendientes. Y quiero sacarlas todas lo antes posible, pero no sé de dónde rascar el tiempo porque no me da para más. A eso hay que añadir que algunos libros requieren sentarse con tranquilidad para intentar transmitir lo que realmente quieres transmitir. Acantilados de Howth es uno de esos libros. 
Realmente yo llegué a este libro por el título hace ya tiempo aunque no ha sido hasta hace unos meses que lo he leído (sí, meses... antes de Navidad... hasta ese punto llega el retraso). Soy una apasionada de Irlanda, y leer esos acantilados en el título irremediablemente me atrajo con cantos de sirena. No sabía muy bien qué iba a encontrarme, pero sabía que tenía que leerlo. Y a día de hoy, con el tiempo transcurrido, tengo escenas del libro todavía presentes en la memoria. Detalles, destellos, situaciones, conversaciones... el alma que mueve al libro todavía sigue ronroneándome en la cabeza. Porque ese alma es muy común a una generación, ya no solo en cuanto a edad, sino en cuanto a vivencias. No en todas, obviamente, porque las experiencias personales son eso, personales, pero sí que hay cosas en común a ciertas situaciones, y creo que cualquiera que haya vivido en el extranjero a los veintitantos se habrá visto reflejado en muchas cosas que se narran en el libro, que es lo que a mí me ha ocurrido... Y en la vuelta a casa y a la rutina de cumplir lo que se espera de ti. Es un libro muy auténtico, creo que es la mejor manera de definirlo.
Si digo que estamos ante una novela que desmenuza la crisis de los 30 con el desencanto que da el estar donde debes estar, donde la sociedad/familia/vida te dice que debes estar, pero no donde quieres o te gustaría (y no hablo en un sentido estrictamente físico, naturalmente), creo que resume la base sobre los que se sustentan los cimientos de la historia. Pero es mucho más que eso. En esa base también están las decisiones que hemos tomado en la vida, buenas y malas, que nos han llevado a ser como somos y a recorrer caminos muchas veces equivocados que nos han alejado de lo que realmente queremos ser; la necesidad de cumplir las expectativas de los demás, que raras veces coinciden con las que albergamos para nosotros mismos; la presión que sentimos llegada una cierta edad para cumplir unos estándares que no nos alejen de una normalidad que la sociedad establece y que difícilmente es la más adecuada para todo el mundo. Lo que es bueno para muchos no tiene por qué ser bueno para todos, pero no siempre tenemos la libertad de escoger... o somos nosotros mismos los que tenemos miedo de hacer uso de ese albedrío.
Un trabajo estable y monótono que aunque odies y esté muy por debajo de tu potencial te aporte un salario, una pareja también estable no vaya a ser que se te pase al arroz, la compra de un piso aunque vivas hipotecado de por vida porque es lo que toca... Ricardo, nuestro protagonista, acaba de cumplir los treinta y ha seguido y obedecido cada uno de esos parámetros que la sociedad esperaba de él llegada esa edad. Pero no es feliz, su mujer tampoco lo es, y el día que ella le abandona dejando solo una nota, Ricardo empieza a repasar su vida desde la Universidad y su primer amor, hasta que, tras ganar un premio de poesía y sin saber muy bien qué hacer con su vida, decide hacer las maletas y poner rumbo a Dublín para perfeccionar el idioma y vivir experiencias que le estarán vedadas una vez tenga que "sentar la cabeza". Así, alternando presente y pasado, Ricardo reflexiona sobre lo que tiene actualmente y lo que es, y lo que una vez fue, tuvo y dejó escapar. 

La narración se nutre de todos esos gestos, instantes, decisiones, mentiras, verdades y sentimientos que pasan fugaces en nuestra juventud sin ser apenas conscientes de ellos, sin tener idea de lo importantes que son en su propio presente, de lo mucho que podrían significar para nuestra vida futura. Pocas veces nos damos cuenta de cómo se nos escurren entre los dedos y solo es con el paso del tiempo que les damos el valor que merecen, que nos arrepentimos de no habernos agarrado fuertemente a ellos y empezamos a elucubrar con el "y si hubiera...".
El paso de Ricardo por Dublín no es solo el testimonio de cualquier joven que se va con veinticinco años al extranjero y tiene que ganarse la vida al tiempo que crea un nuevo círculo social e intenta adaptarse a un entorno que le es completamente desconocido... es recordar lo que tuvo al alcance de la mano y dejó escapar por inmadurez, por egoísmo, por falta de compromiso, por querer beberse todo lo que tenía al alcance de la mano sin pensar en las consecuencias de sus actos. Los acantilados de Howth que dan título al libro tardan en cobrar sentido como frase definitoria de la historia que encierra. Lo esperas, esperas el momento en que delimiten qué significan esos acantilados en la vida de Ricardo. Y cuando llegan, cuando ves que suponen el principio y el final para él, el momento en que se da cuenta de lo que tiene y justo el momento en que paga por sus errores, comprendes que es un título magnífico para el libro porque es en ese instante donde se condensa y explosiona el peregrinaje de Ricardo a lo largo de todas sus páginas: estaba perdido cuando creía que se comía el mundo y sigue perdido ahora cuando el mundo le come a él.

No puedo terminar sin resaltar la conversación que gira en torno a las hermanas Brontë, ya no solo por la agradable e inesperada sorpresa que supuso para mí encontrarme con ella en la narración ni por lo mucho que dice del personaje que la protagoniza, sino porque me sentí muy identificada. No llego hasta ciertos puntos que se narran en la historia, pero soy de esas... soy de las que se va a otros países siguiendo la estela de los autores clásicos que ama y que abandona las tierras que ellos pisaron con la piel de gallina. La historia ya me estaba encajando en muchos aspectos, pero creo que fue ahí donde hizo el click absoluto.

En definitiva, en Acantilados de Howth nos encontramos con un personaje real que vive una vida real y comete errores reales. Nada de artificios, nada de imposturas, nada de rizar el rizo. Situaciones reales, vivencias auténticas y un personaje que podría ser cualquiera de nosotros en sus zapatos, acompañado de una serie de personajes que en algunos casos nos pueden resultar más ajenos pero que no dejan de cumplir su cometido (en el lado femenino además de una forma muy marcada... Ula e Isabel no podrían ser más diferentes). No pretendo decir que sea un libro perfecto, tiene sus altibajos, pero es de esos libros que te invitan a quedarte con lo que te aportan obviando un poco todo lo demás, que encierran una de esas historias que tienen ese algo especial que te hace empatizar con ellas y sentirte identificado en muchos aspectos. También admito que probablemente no todo el mundo conecte de igual manera con lo que se narra, pero leí este libro hace ya unos meses y no me ha hecho falta abrir sus páginas ni una sola vez para hacer la reseña y recordar todo lo que quería decir sobre él. Supongo que eso resume un poco mi sentir general hacia esta historia.

Muchas gracias, Inquilinas.


Si quieres leer la reseña original, puedes hacerlo pinchando AQUÍ.

2 comentarios:

  1. Pues si a ella no le ha hecho falta mirar de nuevo tu libro para hacer esta estupenda reseña, a mí no me ha hecho falta tiempo para anotarlo, y, en el primer hueco que tenga, comprarlo.
    Gracias y abrazos.
    También he seguido el enlace para visitarlo.

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    1. Hola Isabel:

      Muchas gracias por estas muestras de interés. Ojalá si lo acabas leyendo te pueda gustar.

      Un abrazo

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