domingo, 30 de octubre de 2016

La última entrevista y otras conversaciones. Libro de entrevistas a Philip K. Dick.

Editorial Melville House. 154 páginas. Primera edición de 2015.
Edición e introducción a cargo de David Streitfeld.

Este verano pasé ocho días en Londres. La última vez que estuve allí fue hace diez. Al pasear por el barrio de Bloomsbury y, como entonces, fotografiarme ante las casas de John M. Keynes y Virginia Woolf, me topé con una librería de la cadena Waterstones en la que hace una década compré ya algún libro (si no recuerdo mal, un libro de relatos de Lorrie Moore). En la entrada había un cartel que decía: «Ficción… porque la vida real es terrible». No pude resistirme a entrar de nuevo. En la segunda planta me demoré hojeando los libros de la sección de ciencia-ficción; más concretamente, los de Philip K. Dick (Chicago, 1928-Santa Ana, 1982). Aún me sorprende que haya novelas de Dick sin traducir al español. Algunas de ellas ya las conocía, pero me entretuve pasando las páginas de un libro de entrevistas que se publicó en diciembre de 2015 en Estados Unidos y que nunca había visto. Este libro, al estar editado en Estados Unidos, era un poco más caro que las novelas de Dick impresas en Gran Bretaña, pero me pareció que el inglés no era muy difícil y que no me importaría pagar 11,99 libras para tratar de leerlo.

Después de leer, en español, Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, me apeteció acercarme a las entrevistas de Dick. Esos días estuve buscando información sobre Dick en la red y leyendo páginas al azar de Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, la biografía de Dick escrita por el francés Emmanuel Carrère. Digamos que, como tantas veces en mi vida desde que tenía dieciséis años, había vuelto a caer bajo el embrujo del poderoso mundo dickeano.

El libro está editado por el periodista David Streitfeld, que suele escribir para The New York Times. Streitfeld incluye también un prólogo de catorce páginas en el que presenta al personaje. Para hacerlo, elige un tono parecido al de la biografía de Carrère: la admiración condescendiente. Algunas anécdotas sobre Dick incluidas en este prólogo ya las conocía gracias al libro de Carrère y a los aspectos biográficos que incluye el propio Dick en sus libros de ficción; otras no sé si las conocía y las había olvidado o eran totalmente nuevas para mí. Una me conmovió: Dick, durante su vida adulta, cuando ya era un escritor profesional, habla con el dependiente de un supermercado y se da cuenta de que éste gana al año más dinero que él. En más de una entrevista recogida en este libro se habla de dinero: hay periodos de su vida, durante los años 50 y 60, en los que Dick tiene que escribir hasta cinco novelas al año, porque le pagaban, en los buenos tiempos, 1.500 dólares por cada una y éste era su único sustento. Escribía por las mañanas en su máquina de escribir, llegando a alcanzar un ritmo de producción de 1.200 páginas cada tres semanas. Para conseguirlo consumía anfetaminas. Cuando, años más tarde, el médico le recomendó que las dejara, su ritmo de escritura se redujo de manera considerable.
Me he reído con esta anécdota: el amigo y editor de Dick, Terry Card, que dirigía Ace Double, ante las quejas de Dick por los recortes que hacía a sus obras y la baja calidad de la edición, le contesta: «Si la Biblia hubiese sido editada por Ace Double, la habríamos reducido a dos mitades de 20.000 palabras, con el Antiguo Testamento retitulado como Maestro del Caos y el Nuevo Testamento como La Cosa con Tres Almas». Creo que ésta es una buena definición de la edición pulp en el Estados Unidos de la época.

Streitfeld nos cuenta que la mayoría de las entrevistas que le hicieron a Dick se realizaron en la última década de su vida. Streitfeld señala que no pudo encontrar ninguna entrevista rescatable de los años 60, cuando Dick publicó sus libros más recordados. También nos advierte que debemos leer las entrevistas con cautela, porque Dick no es un testigo fiable de su propio pasado, sobre todo cuando habla de sus mujeres, sus novias, sus editores o sus enfrentamientos con la autoridad.

El libro contiene seis entrevistas a Philip K. Dick que tuvieron lugar entre 1974 y 1982. Voy a comentar lo que más me ha llamado la atención de cada una de ellas:

1) Entrevista a cargo de Arthur Byron Cover, en 1974

Dick afirma que el escritor de ciencia-ficción que más le influyó fue A. E. van Vogt, sobre todo la libertad creativa de su obra The World of Null-A, novela en la que las personas tienen implantados falsos recuerdos. Dick se pregunta: «El asunto fundamental es: ¿Cuánto miedo te da el caos? Y ¿hasta qué punto te hace feliz el orden? Van Vogt me influyó mucho porque me enseñó que no tiene por qué asustarnos cierta dosis de caos misterioso en el universo».
Dick piensa que la ciencia-ficción es un género literario maduro, porque la lectura de obras como Campo de concentración de Tom Dish puede transformarte.
Dick ama escribir, pero le parece indignante lo poco que le pagan los editores. Por su primera novela en tapa dura, Tiempo de Marte (que es un libro que me encantó), cobró 750 dólares.
Dick escribe porque no hay suficientes personas en el mundo que le hagan sentir acompañado.
Cover pregunta a Dick por su consumo de LSD, y él contesta que jamás ha escrito bajo los efectos del ácido. Para escribir Los tres estigmas de Palmer Eldricht se sirvió de su imaginación, pues aún no era consciente de que las drogas alucinógenas podían tener efectos flashback.
Dick habla de su viaje a Canadá en 1972. Se quedó allí una temporada para huir de su vida y cayó en una depresión. Se intentó suicidar y para conseguir ayuda tuvo que fingir que era adicto a la heroína. De esa manera logró que le ingresaran en un centro de rehabilitación. Allí, rodeado de gente, y encargado de tareas sencillas (como fregar), se empezó a sentir mejor.
Dick muestra simpatía por los jóvenes punks, porque considera que han iniciado una rebelión cargada de significado político, en el mundo a lo George Orwell en el que nos encontramos.

2) Entrevista a cargo de Paul Williams, en 1974

Dick habla de su decisión de dejar la universidad de Berkeley a los diecinueve años: «Voy a la facultad y me encuentro de pie mirando por un microscopio. Y no aparece allí ningún paramecio, porque se ha movido la lámina. Y las instrucciones son: “Dibuja lo que ves”. Y me doy cuenta de que allí no hay nada, nada de nada. Pero no puedo evitar pensar que este hecho es un símbolo de mis cuatro años de vida allí».
Para Dick, la escritura no es una terapia ante la ansiedad; escribe porque no sabe qué hacer con su tiempo.
Para Dick, el universo era básicamente hostil. Dick temía que el propio universo se diera cuenta de que él era diferente. En el momento de la entrevista, Dick ha cambiado de opinión y considera que el universo es amistoso. Esto se repite en muchas entrevistas: Dick personifica al universo y se interroga sobre su naturaleza benigna o maligna.
Dick no se considera paranoico, pero sitúa a sus personajes en un mundo que los vigila constantemente.
Para Dick, la paranoia es un sentimiento arcaico, que procede de la sensación que tenían los animales en la jungla de ser observados por depredadores. Aunque sus novelas transcurren en el futuro, él sitúa a sus personajes en un mundo paranoico, y por tanto primitivo.
La sorpresa es un tipo de antídoto contra la paranoia. Para los paranoicos no hay sorpresas, porque todo transcurre según lo previsto.

3) Entrevista a cargo de D. Scott Apel y Kevin C. Briggs, en 1977

Durante los años 60, Dick llegará a escribir dieciséis novelas en cinco años. Su editor, Terry Carr, le reprochaba que todas eran iguales.
Dick habla de la sorpresa que le producen ciertos aspectos en su obra que prevén sucesos de su propia vida. Esto le ocurrió, sobre todo, con Fluyan mis lágrimas, dijo el policía.

 4) Entrevista a cargo de Charles Platt, en 1979

A Dick le interesa la idea de proyección de Jung: lo que experimentamos como algo externo a nosotros es en realidad una proyección de nuestro subconsciente. Dick escribió varias historias en las que las experiencias de las personas son proyecciones de su propia psique. El mayor poder que un ser humano puede ejercer sobre los otros es controlar su percepción de la realidad. La gran amenaza para el siglo XX ha sido el Estado totalitario.
Dick consumió LSD dos veces en su vida. La primera acabó teniendo un ataque de pánico. Siempre que le preguntan sobre el consumo de drogas, Dick comenta que él las ha consumido poco y las desaconseja. Para ilustrar su idea, suele servirse del ejemplo de algún conocido al que el consumo de drogas produjo daños cerebrales permanentes.
En 1963, Dick vio una cara maligna que le miraba desde el cielo, la misma que aparece en Los tres estigmas de Palmer Eldricht.
Dick suele pensar en una rata a la que atrapó en su casa gracias a una trampa. La rata estaba atrapada y él intentaba matarla, pero el animal no moría, chillaba. Era un ser vivo que sólo buscaba comida y que había sufrido una muerte espantosa. Esto le hace pensar en la condición de estar vivo en el universo. Al principio pensaba que el universo era un lugar hostil. Sin embargo, después del encuentro supraterrenal que tuvo en 1974 con una entidad a la que identifica con Dios y a la que llamaba VALIS, empieza a considerar que el universo es más amistoso.
VALIS invadió su mente y empezó a tomar decisiones por él. Esta voz le calmó. Dick reconoce que existe la posibilidad de que la voz procediera de su propia mente. Pero esta teoría no explica el increíble conocimiento que mostraba VALIS.

5) Entrevista a cargo de James van Hise, en 1981

Esta entrevista se refiere principalmente a la película Blade Runner, basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Al principio, Dick no se sentía conforme con el guión. Pensaba que le habían quitado la carga filosófica y la habían transformado en una comedia. Discute con varios guionistas, con los que, sin embargo, afirma que mantuvo una relación de amistad.
Dick llegó a publicar un artículo en el que criticaba la película anterior de Ridley Scott, Alien, que le parecía un triunfo de los efectos especiales y de la falta de ideas.
Sean Young, la actriz que interpretó a la replicante Rachael en la película, le parecía la encarnación de la chica morena y misteriosa que aparecía siempre en sus novelas.
También le gustaba mucho el actor Rutger Hauer, que interpretaba al replicante Roy Batty.
Dick piensa que la película recoge parte de las ideas del libro, pero que en ella se pierde el simbolismo de los animales vivos.
Dick murió antes de que Blade runner se llegara a estrenar.

6) Entrevista a cargo de Gregg Rickman, en 1982

A Dick le empezó a interesar la filosofía desde adolescente. Cuando trabajaba en una tienda de reparación de radios, un compañero le preguntó por un color, y él respondió que era rojo. La otra persona también consideraba que era rojo, pero eso no quería decir que los dos estuvieran viendo el mismo color. Uno podía estar llamando rojo a lo que el otro, pese a llamarlo también rojo, veía como verde.
Para Dick, el Salvador regresó a la Tierra en 1974. Él lo enunció, de forma críptica, en su novela Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974) y, de forma directa, en su novela VALIS (1980).
Durante la entrevista, Rickman propuso a Dick que pararan y continuaran al día siguiente, porque Dick no podía dejar de hablar. Al día siguiente, el escritor sufrió un paro cardiaco. Dick sobrevivió doce días más, pero perdió el habla. Así que las palabras que recoge esta entrevista son las últimas que se conservan de él. En ellas, Dick se muestra cada vez más disperso e incoherente. Llega a afirmar que su encuentro con el más allá de 1974 podía explicarse suponiendo que era el profeta Elías quien le había hablado. Más tarde señala que él mismo era Elías.



Esperemos que alguna editorial española se anime a publicar este libro de entrevistas, que recomiendo a todos los admiradores de Dick. Si alguien no ha leído los libros de este autor, le aconsejo empezar por alguna de sus novelas más famosas o por la trágica y a la vez divertida biografía de Emmanuel Carrère.

2 comentarios:

  1. Magnífico análisis. Pues sí que me ha dejado con ganas de Dick. Interesantes los detalles. Y sobrecogedor que alguien que escribiera y publicara tanto cobrara menos que su librero. A falta de este libro siempre me queda volver a las novelas que me faltan. O releer alguna. Leer un libro veinte años después de la primera vez que lo hiciste es casi como leer otro libro.
    Saludos

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    1. Hola Sergio:

      En realidad Dick no cobraba menos que su librero, sino menos que el chico del supermercado.

      A mí me faltan los libros de cuentos de Dick. A ver si me pongo con ellos. Y quizás también relea alguno de los que más me gustaron hace ya más de 20 años.

      Saludos

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