jueves, 29 de enero de 2015

El calvo del Sonora, poema de El bar de Lee

Hacía tiempo que no mostraba aquí alguno de mis poemas. Me apetece hacerlo hoy. Selecciono para ello un poema que ya ha aparecido en el blog. Le tengo especial cariño, fue el primero que escribí para el segundo libro incluido en El bar de Lee, y que da título al poemario.




EL CALVO DEL SONORA
                Pero aunque sea un boxeador golpeado
                    Voy a dar mis últimas peleas.
                                            Jorge Teillier

Mecido por el oleaje de la música y la batuta
de una copa en la mano, se acercaba
a las chicas. A su alrededor bailaba, y ellas,
a veces, le seguían brevemente el juego.
Al inclinarse sobre sus oídos los rechazos
no le hacían mella, no cambiaba el compás
ni el semblante, sostenido en el ritmo,
imperturbable a su inmóvil derrota, bailaba.
Siempre iba solo, siempre estaba borracho,
entraba en aquel único pub: el Sonora.

En el andén de Atocha, sólo un día le vi
en otra parte, como yo, esperaba el tren, al fin
sobrio –chándal y bolsa de deporte, escapado
del presidio de cualquier polígono industrial-.
Tras sentarse, su mirada hundida se dispersó
por las paredes de márgenes secos del vagón.
Tal vez, nuestro Tony Manero de los suburbios,
el Calvo del Sonora, soñase ya en ese instante
con su particular fiebre del sábado noche,
embebido de turbios escenarios propicios:
tequilas y cactus, desierto y mariachis.

Pasaba de los treinta y nosotros no alcanzábamos
los veinte. Nos sonreíamos observándole,
espectadores cruentos de sus bailes sin pareja.
Siempre estaba solo, siempre iba borracho.
Había algo patético en él y también, pienso
ahora, algo poderoso como el hierro ardiente
de la vida. Nos sonreíamos divertidos, pero,
quizás –inconfesable, subterráneo- temerosos
ya del paso del tiempo y los destinos posibles.

Fundido, otra figura más, en el mural
de folclore mexicano del Sonora y el rebullir
de aquellos días inciertos (porque yo también
tuve veinte años…) le recuerdo esta noche
como una terca imagen del fracaso, pero,
porque así lo quiere el tiempo y la memoria,
irrumpe en mí además como un icono
de cierta voluntad temeraria –boxeador
sonado que sigue en pie con las costillas
rotas-, ensalzado al fin por todas las ocasiones
en que la vida nos obligó más tarde
a nosotros, que aún podíamos comernos
el mundo, a tener que ser, persistentes
y en vano, iguales

                                 al Calvo del Sonora.

2 comentarios:

  1. No soy yo mucho de poemas, y cuando lo soy suelen gustarme más los clásicos sonetos u otras construcciones con ritmo, y no consigo hacerme a este tipo de poesía de versos libres que más me parece prosa poética, y entonces los versos me distraen de la prosa y del mensaje… Creo que lo que cuentas está bastante bien contado (aunque también me pierdo en algunas partes), pero para mí ganaría más todo seguido.
    ¡Saludos!

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    1. Hola Caminante:

      Te entiendo; los poemas de este libro se acercan mucho al microrrelato o a la semblanza poética. Bueno, de vez en cuando me da por escribir cosas así, y a los de Baile del Sol por publicármelas. Salvando las distancias mis padres poéticos serían Jaime Gil de Biedma, Juan Luis Panero o Césare Pavese.

      Saludos

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