Hace unas semanas me puse en
contacto con la interesante revista literaria de internet Punto de libro. Les envié mi poemario El bar de Lee para su sección de reseñas y su comentario sobre mi
libro ha aparecido en el número 32 de su revista.
Desde aquí quería darles las
gracias por su atenta lectura.
Dejo un enlace a su página: PUNTO DE LIBRO.
Esta es la reseña que han publicado sobre El
bar de Lee:
El bar de Lee
David Pérez Vega
Baile del Sol
David Pérez López decidió adoptar
el nombre literario David Pérez Vega para no ser confundido con cierto escritor
mexicano en esa máquina trituradora de identidades que es Google. Con ese
"nombre artístico" firmó su novela Acantilados de Howth (Baile
del Sol, 2010) y los poemarios Siempre nos quedará Casablanca (Baile
del Sol, 2011) y El bar de Lee (Baile del Sol,
2013). Este último es, en realidad, la publicación en un mismo volumen de dos
poemarios distintos pero muy relacionados entre sí: Móstoles era una fiesta y El
Calvo del Sonora. Entre ellos hay años de distancia, y juntos forman
una auténtica biografía poética del autor.
David Pérez Vega mantiene un
interesante blog donde además de poemas -propios y ajenos- se pueden
encontrar comentarios y reseñas de poemarios y novelas. El título de esta
bitácora, Desde la ciudad sin cines,
alude a Móstoles, la ciudad en la que el autor ha pasado prácticamente toda su
vida, y que es un personaje esencial en El bar de Lee.
Leer en un mismo volumen dos
poemarios escritos con una década de diferencia permite observar no solo la
necesaria evolución en el estilo del poeta sino, sobre todo en este caso, la
coherencia a la hora de elegir los temas sobre los que escribe. Quizá no sea
tanto coherencia como necesidad vital, porque el autor practica un tipo de
poesía que es auténtica biografía, un ejercicio de introspección igual al que
se realiza al escribir un diario. El resultado es una poesía narrativa que
recorre la infancia, adolescencia y juventud del autor, y que recurre al
recuerdo, al ejercicio de la memoria, para desentrañar los aspectos más o menos
felices de la vida en una ciudad del extrarradio. Y es que si hay algo que da
unidad a los poemas de El bar de Lee,
además de la propia vida del narrador y protagonista, es el escenario en el que
se desenvuelve, ese Móstoles que el título del poemario aboca a una imposible
identificación con un París literario, bohemio, lleno de luz y de libros. Una
ciudad, París, llena de todo lo que el poeta echa en falta en una ciudad que ve
gris, borrosa, triste.
El primero de los dos poemarios, Móstoles era una fiesta, tiene ya quince
años. Es, pues, la obra de un jovencísimo poeta que, sin embargo, parece tener
muchos más años tanto por el contenido de sus poemas, como por la visión
cansada, algo escéptica que muestra de la vida. Es, pues, un poemario muy
adulto, pese a la juventud del autor, nada titubeante en su contenido -puede que
aún algo oscilante en el estilo y la forma-. En una especie de diario
recorremos la ciudad en las diferentes estaciones del año. El poemario arranca
con un Móstoles nevado, en un bello poema que muestra, bajo la capa blanca de
la nieve, la ciudad oscura, gris y opresiva. Cualidades que, sin embargo, la
convierten en un lugar idóneo para escribir, lo que acaba por ser el vínculo
que permite asociar esta ciudad con el Paris al que alude el título. Pasamos
después por el resto de estaciones del año, cambios de estación que se
concretan en ese olmo que el poeta ve a través de la ventana, mientras con la
memoria y la poesía regresa una y otra vez a la infancia, a los juegos, a la
escuela. Y en ese ejercicio de memoria se hace evidente que el tiempo no cambia
las cosas, sino a las personas. Los baches del asfalto -las cicatrices de la
ciudad-, o el campo de futbol en el que jugaba de niño no han cambiado. Y si ya
no siente lo mismo al verlos, si ese campo ya no le sirve para jugar al balón
con sus amigos, entonces es él mismo el que ha sufrido un cambio profundo.
En el segundo poemario, El Calvo del Sonora, el ejercicio de
memoria se hace desde una distancia ahora mayor. El paso de los años, los
estudios universitarios y, por fin, un trabajo como profesor, son puras
anécdotas ante el verdadero cambio que el autor ha sufrido. Ahora es -se
declara- un verdadero poeta. Ha conseguido el éxito, un éxito personal que a un
poeta nunca le vendrá por el hecho de haber publicado, por haber obtenido
reconocimiento público o fama. Viene de la convicción íntima de saber que ha
logrado plasmar en palabras todo aquello que siempre ha querido decir. Ese es
el verdadero significado del éxito para el poeta. Una realización personal que,
quizá, solo logremos entender tras leer el impresionante poema que cierra el
volumen.
Si en el primer poemario la forma
es muy libre, a veces irregular, y obedece a un estilo puramente narrativo, en
el segundo encontramos una poesía más robusta, que cuida más el ritmo y la
sonoridad. Pese a esos cambios estilísticos, la publicación conjunta demuestra
ser un acierto, pues permite no solo leer la obra como un texto narrativo, sino
encontrar las claves y referencias literarias del autor -desde Asimov a
Bukowsky, pasando por Cortázar, Hemingway o Melville-. El bar de Lee es poesía con
vocación de relato y, por ello, resulta igual de interesante para el lector
habitual de este género como para quien aún sienta algo de inseguridad al
acercarse a un poemario.
Publicado en el nº 32 de la
revista Punto de libro
Ver reseña en la revista Punto de
libro: AQUÍ.
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