domingo, 24 de noviembre de 2013

Un mortal sin pirueta, por Ernesto Calabuig

Editorial Menoscuarto. 180 páginas. Primera edición de 2008.

Conocí en persona a Ernesto Calabuig (Madrid, 1966) en la Feria del Libro de Madrid de 2012. Yo estaba en la caseta de la editorial Menoscuarto, hojeando libros y conversando con su editor, José Ángel Zapatero, cuando Calabuig se acercó para saludar a Zapatero y éste me lo presentó. En realidad, yo le había reconocido. Sabía quién era por fotos de internet. Había leído dos de sus relatos: uno en la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual y otro que leí de pie en la Casa del Libro de Gran Vía, tras abrir su libro Un mortal sin pirueta. También suelo leer sus críticas literarias sobre narrativa hispanoamericana que publica en El Cultural y es bastante habitual que coincida con sus apreciaciones. Me apeteció comprar su libro Un mortal sin pirueta y él me lo dedicó amablemente. Más tarde he coincidido con él en la presentación de dos libros, donde él ejercía de presentador: La vida interior de las plantas de interior de Patricio Pron y Trasfondo de Patricia Ratto.

Ha sido durante este último mes de octubre cuando por fin he cogido Un mortal sin pirueta de entre mi montaña de libros inleídos, colocados ahora no en los anaqueles de las estanterías de Ikea de mi habitación, sino sobre ellas, cercanos al techo, amenazando siempre con caer sobre mí y sepultarme.

Un mortal sin pirueta, el primer libro de Ernesto Calabuig, publicado en su cuarentena, está formado por quince cuentos que –como él mismo me contó– están escritos en etapas bastante diferentes de su vida.

Bertie en el Neckar abre el conjunto: un relato, ambientado en la Alemania del siglo XIX, en el que un comerciante aficionado a la poesía emprende un viaje para conocer a su admirado Friedrich Hölderlin, quien por entonces ya es un viejo decrépito y loco, al que sería mejor no conocer en persona. El relato reflexiona sobre el valor y la idealización del arte frente a la vida cotidiana. Es un relato agradable de leer, pese a la adjetivación excesiva que acaba saturando alguna de sus frases (imagino que éste es uno de los relatos que Calabuig escribió siendo más joven; otro hecho lo delata: en un momento dado el narrador se olvida de las coordenadas temporales que ha elegido para su relato y reflexiona desde el siglo XXI, o tal vez desde finales del XX, sobre la influencia posterior de Hölderlin; un anacronismo narrativo que, recuerdo ahora, Mario Vargas Llosa le perdonaba al Lampedusa de El Gatopardo, y que yo mismo puedo perdonar fácilmente).
Bertie en el Neckar estaría emparentado con el cuento Una pieza para Goethe (o Goethe ante la mujer de hielo), que es el noveno relato del libro. De nuevo, el cuento está ambientado en la Alemania del siglo XIX (Calabuig conoce el idioma alemán y ha viajado frecuentemente a este país) y nos acerca a una de las figuras más destacadas de la literatura de ese momento: Goethe. Frente a la grandeza del arte inmortal nos encontraremos de nuevo con una persona envejecida y acabada.

Voy a hablar ahora de dos de los cuentos que menos me han gustado del conjunto: Gran angular de Enrico Martinetti, que narra una visita a Roma, contada por una persona que parece ser el propio autor, y su estancia en la casa del fotógrafo Martinetti. En este cuento se recrea una Roma del pasado, evocada por el fotógrafo, pero quizás la fuerza de un recuerdo personal agradable para Calabuig no consigue transmitir suficiente carga dramática (nota personal: cuidado con los relatos autobiográficos). Y el otro relato que menos me ha gustado sería Dos hermanos, una narración que rompe con el realismo del libro, con un toque onírico que lo emparenta con ciertas escenas de los cuentos de Kafka, pero cuya intención no me quedó clara.

Desconozco si Ernesto Calabuig ha trabajado (o trabaja) como profesor de Filosofía en un instituto, pero intuyo que sí al leer algunos relatos que me parecen de trasfondo autobiográfico, como el titulado Una nueva manera de mirar, sobre el desconcierto vital de un profesor de mediana edad (cuento que ya había leído en la antología Siglo XXI) y el último del libro, Con el viento de Galicia, que con sus 45 páginas es el más largo de todos y que más que un relato parece ya una novela corta. Intuyo que esta nouvelle pudo abrir caminos narrativos para la que ha sido, hasta ahora, la única novela publicada del autor, titulada Expuestos.
Sea Calabuig profesor de Filosofía o no, sí sé que realizó estos estudios, conoce el idioma alemán, del que ha hecho más de una traducción, y, por supuesto, ha sido escritor de relatos; con estas características autobiográficas están retratados más de uno de sus personajes.
Los dos últimos relatos que he comentado parecen ser los más cercanos en el tiempo a la publicación del libro, ya que parecen escritos con una mayor madurez y precisión narrativas que algunos de los otros comentados. Estos relatos me gustan, pero los que he leído con mayor agrado son aquellos en los que Calabuig vuelve la vista atrás y retrata a personajes de su pasado, que en la mayoría de los casos suelen ser profesores, con los que se encontró cuando tenía trece o catorce años. En ellos el misterio de algún profesor (extranjero muchas veces) parece romper la rutina del colegio de curas posfranquista en el que estudia el personaje.
La nostalgia y la mirada retrospectiva sobre el misterio de la vida adulta desde la primera adolescencia son los dos motores compositivos de los mejores relatos de este libro. Entre ellos destacaría Fotocomposición del señor Gattinara o De nombre artístico Álvaro Labra, ambos sobre profesores (un colectivo muy presente en este libro) y también los titulados La Pinada, sobre una vecina y sus sueños, y Risas bobas, acerca del recuerdo de la muerte de un abuelo. Creo que estos cuatro relatos han sido los que más me han gustado del conjunto.
En conclusión, y pese a alguno de los altibajos señalados, he leído este libro con agrado y considero que en él se incluye más de una pieza destacada.


Ernesto Calabuig quedó entre los finalistas de la última convocatoria del premio Ribera del Duero para libros de relatos, y sé que para mi admirado Enrique Vila-Matas, miembro del jurado, el libro de Calabuig era el favorito. Siento curiosidad por leer este libro, y espero que no tarde mucho en publicarse.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, David, por dedicarle tu tiempo y tu energía a este "viejo" libro de 2008, donde, como ves bien, luchan aún -y conviven juntas- mi voz juvenil y otra que intentaba abrirse paso y que desembocó primero en la novela "Expuestos" y ahora en mis nuevos relatos "Caminos anfibios", que yo también deseo que aparezcan pronto. Me alegra que algunas de aquellas viejas historias sí te hayan gustado. Un abrazo grande, agradeciendo tu generosidad. A ver si coincidimos por Madrid.

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    1. Hola Ernesto:

      Gracias por pasarte por aquí. Me alegro de que te haya interesado mi lectura de tu libro.
      Esperemos, pues, el siguiente.
      Saludos

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