Conocí en persona a Ernesto Calabuig (Madrid, 1966) en la Feria
del Libro de Madrid de 2012. Yo estaba en la caseta de la editorial Menoscuarto, hojeando libros y conversando con su editor,
José Ángel Zapatero, cuando Calabuig
se acercó para saludar a Zapatero y éste me lo presentó. En realidad, yo le
había reconocido. Sabía quién era por fotos de internet. Había leído dos de sus
relatos: uno en la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento
español actual y otro que leí de pie en la Casa del Libro de Gran Vía, tras
abrir su libro Un mortal sin pirueta. También suelo leer sus críticas
literarias sobre narrativa hispanoamericana que publica en El Cultural y es bastante
habitual que coincida con sus apreciaciones. Me apeteció comprar su libro Un
mortal sin pirueta y él me lo dedicó amablemente. Más tarde he
coincidido con él en la presentación de dos libros, donde él ejercía de
presentador: La vida interior de las plantas de interior de Patricio Pron y Trasfondo de Patricia Ratto.
Ha sido durante este último mes
de octubre cuando por fin he cogido Un
mortal sin pirueta de entre mi montaña de libros inleídos, colocados ahora
no en los anaqueles de las estanterías de Ikea de mi habitación, sino sobre ellas,
cercanos al techo, amenazando siempre con caer sobre mí y sepultarme.
Un mortal sin pirueta, el primer libro de Ernesto Calabuig, publicado
en su cuarentena, está formado por quince cuentos que –como él mismo me contó–
están escritos en etapas bastante diferentes de su vida.
Bertie en el Neckar abre
el conjunto: un relato, ambientado en la Alemania del siglo XIX, en el que un
comerciante aficionado a la poesía emprende un viaje para conocer a su admirado
Friedrich Hölderlin, quien por
entonces ya es un viejo decrépito y loco, al que sería mejor no conocer en
persona. El relato reflexiona sobre el valor y la idealización del arte frente
a la vida cotidiana. Es un relato agradable de leer, pese a la adjetivación
excesiva que acaba saturando alguna de sus frases (imagino que éste es uno de
los relatos que Calabuig escribió siendo más joven; otro hecho lo delata: en un
momento dado el narrador se olvida de las coordenadas temporales que ha elegido
para su relato y reflexiona desde el siglo XXI, o tal vez desde finales del XX,
sobre la influencia posterior de Hölderlin; un anacronismo narrativo que,
recuerdo ahora, Mario Vargas Llosa
le perdonaba al Lampedusa de El
Gatopardo, y que yo mismo puedo perdonar fácilmente).
Bertie en el Neckar estaría emparentado con el cuento Una
pieza para Goethe (o Goethe ante la mujer de hielo), que es el noveno
relato del libro. De nuevo, el cuento está ambientado en la Alemania del siglo
XIX (Calabuig conoce el idioma alemán y ha viajado frecuentemente a este país)
y nos acerca a una de las figuras más destacadas de la literatura de ese
momento: Goethe. Frente a la grandeza del arte inmortal nos encontraremos de
nuevo con una persona envejecida y acabada.
Voy a hablar ahora de dos de los
cuentos que menos me han gustado del conjunto: Gran angular de Enrico Martinetti,
que narra una visita a Roma, contada por una persona que parece ser el propio
autor, y su estancia en la casa del fotógrafo Martinetti. En este cuento se recrea
una Roma del pasado, evocada por el fotógrafo, pero quizás la fuerza de un
recuerdo personal agradable para Calabuig no consigue transmitir suficiente
carga dramática (nota personal: cuidado con los relatos autobiográficos). Y el
otro relato que menos me ha gustado sería Dos hermanos, una narración que rompe
con el realismo del libro, con un toque onírico que lo emparenta con ciertas
escenas de los cuentos de Kafka,
pero cuya intención no me quedó clara.
Desconozco si Ernesto Calabuig ha
trabajado (o trabaja) como profesor de Filosofía en un instituto, pero intuyo
que sí al leer algunos relatos que me parecen de trasfondo autobiográfico, como
el titulado Una nueva manera de mirar, sobre el desconcierto vital de un
profesor de mediana edad (cuento que ya había leído en la antología Siglo XXI) y el último del libro, Con el
viento de Galicia, que con sus 45 páginas es el más largo de todos y que
más que un relato parece ya una novela corta. Intuyo que esta nouvelle pudo abrir caminos narrativos
para la que ha sido, hasta ahora, la única novela publicada del autor, titulada
Expuestos.
Sea Calabuig profesor de
Filosofía o no, sí sé que realizó estos estudios, conoce el idioma alemán, del
que ha hecho más de una traducción, y, por supuesto, ha sido escritor de
relatos; con estas características autobiográficas están retratados más de uno
de sus personajes.
Los dos últimos relatos que he
comentado parecen ser los más cercanos en el tiempo a la publicación del libro,
ya que parecen escritos con una mayor madurez y precisión narrativas que
algunos de los otros comentados. Estos relatos me gustan, pero los que he leído
con mayor agrado son aquellos en los que Calabuig vuelve la vista atrás y
retrata a personajes de su pasado, que en la mayoría de los casos suelen ser
profesores, con los que se encontró cuando tenía trece o catorce años. En ellos
el misterio de algún profesor (extranjero muchas veces) parece romper la rutina
del colegio de curas posfranquista en el que estudia el personaje.
La nostalgia y la mirada
retrospectiva sobre el misterio de la vida adulta desde la primera adolescencia
son los dos motores compositivos de los mejores relatos de este libro. Entre ellos
destacaría Fotocomposición del señor Gattinara o De nombre artístico Álvaro Labra,
ambos sobre profesores (un colectivo muy presente en este libro) y también los
titulados La Pinada, sobre una vecina y sus sueños, y Risas
bobas, acerca del recuerdo de la muerte de un abuelo. Creo que estos
cuatro relatos han sido los que más me han gustado del conjunto.
En conclusión, y pese a alguno de
los altibajos señalados, he leído este libro con agrado y considero que en él
se incluye más de una pieza destacada.
Ernesto Calabuig quedó entre los
finalistas de la última convocatoria del premio
Ribera del Duero para libros de relatos, y sé que para mi admirado Enrique Vila-Matas, miembro del jurado,
el libro de Calabuig era el favorito. Siento curiosidad por leer este libro, y
espero que no tarde mucho en publicarse.
Muchas gracias, David, por dedicarle tu tiempo y tu energía a este "viejo" libro de 2008, donde, como ves bien, luchan aún -y conviven juntas- mi voz juvenil y otra que intentaba abrirse paso y que desembocó primero en la novela "Expuestos" y ahora en mis nuevos relatos "Caminos anfibios", que yo también deseo que aparezcan pronto. Me alegra que algunas de aquellas viejas historias sí te hayan gustado. Un abrazo grande, agradeciendo tu generosidad. A ver si coincidimos por Madrid.
ResponderEliminarHola Ernesto:
EliminarGracias por pasarte por aquí. Me alegro de que te haya interesado mi lectura de tu libro.
Esperemos, pues, el siguiente.
Saludos