
Tardes tontas con la chica que te gusta, de Alberto Olmos
Editorial Círculo de Tiza. 281 páginas. 1ª edición de 2025
Ya he comentado más de una vez que conozco a Alberto Olmos (Segovia, 1975) y que quedo en algunas ocasiones con
él. Nos conocemos en persona desde la época de los blogs, y yo le había leído a
finales del siglo XX, cuando quedó finalista del Premio Herralde con A bordo del naufragio en 1998. Desde
entonces, he leído casi todos sus libros, aunque es cierto que aún tengo
pendiente su anterior recopilación de artículos en la editorial Círculo de Tiza, Cuando el Vips era la mejor
librería de la ciudad (2020), detalle que tiene que ver con mi
desbarajuste de lecturas. Como este último libro lo compré, tiene menos
prioridad en mi mente leerlo que los que solicito a las editoriales. En este
caso, Tardes tontas con la chica que te gusta (2025) me lo regaló
Olmos en mano y esto ha hecho que su lectura cobrara prioridad ante el otro.
Tardes tontas con la
chica que te gusta es una recopilación de artículos aparecidos sobre todo en El
Confidencial, The Objetive y Zenda, más alguno
inédito. De hecho, recordaba más de un texto de haberlo leído en internet
cuando apareció.
El libro está dividido en cuatro secciones: Los cuerpos, El
amor, Los hijos y El divorcio. Olmos ha agrupado los
artículos por temáticas y, como veremos, el conjunto resulta bastante
coherente.
El libro empieza con un artículo titulado Cuando nos gustaban las chicas,
que actúa como un prólogo al libro, ya que no está incluido en ninguna de las
secciones que he nombrado antes. Olmos habla en él de los años noventa, cuando
en las películas y en la conciencia colectiva se pensaba que los chicos tenían
que ligar con las chicas siendo divertidos e ingeniosos al hablar con ellas. En
este texto, ya podemos apreciar un recurso que Olmos usará en muchos otros:
invertir el orden lógico de un razonamiento. Así escribe: «Hablar mucho para
ligar podía significar lo contrario: que se ligaba para hablar mucho, por oírse
la inteligencia y el humor, por hacer la conversación y no el amor». (pág. 18)
En el primer artículo de Los cuerpos
revivimos los días de la pandemia, y Olmos reflexiona sobre la belleza y la
fealdad de los rostros, y del deseo de ocultarlos tras las mascarillas. Todos
los artículos de este libro –como en gran medida requiere el género– están muy
apegados a realidades históricas muy concreta, pero también contienen
reflexiones sobre la vida que consiguen ser universales.
A partir del quinto tatuaje, es grave es un texto que ya
había leído y lo recordaba porque me resultó muy divertido. El humor y el
derroche de ingenio van a ser otros de los rasgos característicos de estos
artículos. Así leeremos: «Como Javier Marías no puede pronunciarse, lo haré yo:
me molestan los tatuajes», evocando una época en la que Marías parecían
pontificar de todo desde su sección del El
País.
Usando ese recurso que comentaba antes de dar la vuelta a la lógica de dos
premisas, en la página 30 leemos: «La erótica del poder ha cambiado, en el
sentido de que antes era erótico cualquiera que tuviera poder, y ahora solo
puede tener poder alguien que sea erótico». En este artículo, titulado La
dictadura de los guapos, hace una reflexión sobre lo que le llama la
atención el hecho de que cada vez los políticos son más guapos, y me ha
parecido bastante agudo.
No sabía quién era la modelo Emily Ratajkowski hasta que no leí sobre ella
en un artículo de Olmos titulado No hay nada tan agradable como que alguien
te quiera follar, y en él, con gran derroche de ironía, nos va a
comentar un libro que ha publicado esta autora y que se titula precisamente El cuerpo, como esta sección. En este
libro Ratajkowski se queja de los problemas que conlleva ser guapa y deseada,
pero Olmos reflexiona sobre la idea de que la modelo no consigue darse cuenta
de qué ha hecho ella a otras mujeres: «La vida de Ratajkowski consiste en
promover la devastadora idea de que no tiene sentido existir siendo mujer si no
estás buena y eres millonaria». (pág. 34)
En El porno para mujeres era Pedro Sánchez, Olmos nos va a hablar
de una cuenta de Twitter, dirigida por una mujer, que cobra por alabar la
belleza del presidente, cuando, en otro artículo nos ha dicho, por ejemplo, que
el piropo está más perseguido que el insulto, en el caso que este sea de hombre
a mujer, aunque sí parece permitido de mujer a hombre. Debería decir desde ya
que muchas de las reflexiones de Olmos van en la línea de criticar algunas
políticas que tienen que ver con lo que él considera «excesos del feminismo
actual», y esto puede resultar algo retrógrado para algunos lectores. En la
página 112 Olmos escribe: «La ideología de su autora diría que es la mía: el
sentido común». Sin embargo, es cierto que, desde la sutileza y sin ser simple
o zafio en ningún momento, sus capones políticos siempre señalan en una misma
dirección y se olvidan de la otra, que podría ser también criticable. Sus
palabras, en cualquier caso, siempre son interesantes e invitan a la reflexión.
Algunas de las ideas que vierte Olmos en los artículos de El amor
confluyen con las expresadas en su ensayo Tía buena, como cuando habla de las
novias de los futbolistas, o sobre cómo funciona Instagram. Es divertido el
artículo en el que critica el poliamor y se titula significativamente El
poliamor está bien, pero es mejor el divorcio.
Algunos de los artículos de este libro, además de divertidos también
consiguen ser tristes, como el titulado Solteronas, en el que Olmos
reflexiona sobre la idea, con la que no está de acuerdo, de que el feminismo
invite a las mujeres a vivir y envejecer solas. «Pienso que hay que ser
bastante grosero para recomendarle a la gente la soledad». (pág. 133)
También Olmos, gran lector de mujeres, va a hacer comentarios como este:
«La poesía española muestra desde hace unas décadas una relación preocupante
con las mujeres. Se las publica mucho mientras son jóvenes y, cuando superan
los 30 años, desaparecen». (pág. 134)
En las dos últimas secciones del libro, Olmos adquiere un tono más
intimista. Así, en la tercera parte, titulada Los hijos, el primer
artículo, Tener hijos es franquista, tiene este comienzo: «Tener hijos es
de pobres y ya solo está bien visto si te cuesta dinero. Es decir, si tenerlos
conlleva algún tipo de gasto en inseminación artificial». (pág. 147).
El artículo titulado Elsa Pataky prefirió fregar los platos,
en el que se habla de los supuestos renuncios de la actriz española a favor de
su marido, es muy divertido. Sin embargo, en esta sección abundan más los
detalles vitales costumbristas, como, por ejemplo, la forma en que los padres
se van haciendo amigos de otros padres, según cambian las amistades de sus
hijos. El artículo El peliculón que los padres se merecían empieza así: «No tener
hijos es una ventaja para entregarse a preocupaciones sin importancia. Cada vez
que alguien se muestra muy agitado en las redes, y le va la vida en una pequeña
polémica cultural o política, deduzco instantáneamente que no tiene hijos
pequeños». (pág. 173).
Aunque los artículos, como ya he apuntado, me parecen en general agudos e
inteligentes, me ha parecido detectar una trampa en uno titulado Gestación
subrogada, ¿dónde está el debate?, ya que aquí, mostrándose Olmos en
contra de esta práctica, parece indicar que las personas que contratan a una
mujer, para que pase su embarazo, al final del proceso le arrebatarán su hijo,
cuando técnicamente los óvulos y el esperma pertenecen a la pareja original y
el hijo, por tanto, no pertenece biológicamente a la persona embarazada. Más
sutil me parece el artículo que habla de los transexuales.
Considero que la cuarta parte –El divorcio– es la más divertida,
aunque en apariencia pueda parecer la más triste. Son muy divertidas las
apreciaciones sobre las aplicaciones de ligue como Tinder, «la crueldad
indolora de la tecnología» (pág. 230).
El artículo Cosas que los pobres deberían saber es verdaderamente
talentoso. Es un artículo que ya había leído y con el que ganó el primer Premio David Gistau de Periodismo de
Opinión.
También es muy divertido el artículo en el que habla de las crisis de
masculinidad de los hombres de sesenta años. «Las mujeres no dan estos
espectáculos grotescos, ni siquiera siendo diputadas». (pág. 272)
En una nota final, Olmos afirmará que este libro «no ha sido escrito sino
por casualidad». Lo cierto es que, gracias a su ordenación temática, Tardes tontas con la chica que te gusta
acaba siendo un libro bastante coherente. Es un libro, como ya he apuntado,
melancólico, pero también agudo y divertido, un libro que interesará a todos
aquellos lectores que quieran pasar un buen rato reflexionando sobre algunas de
las contradicciones de la vida moderna.
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